Francisco del
Rosario Sánchez.
Por José Gabriel García, Revista
Científica. No. 31, Santo
Domingo, 25 febrero 1884.
Fuente:
La Idea Separatista. Archivo General de
la Nación _1844_ No. 32-33, págs... 10/13
Al calor de un padre y humilde hogar, en que la virtud y la honradez moraban en
armonioso consorcio, nació Francisco del
Rosario Sánchez en la ciudad de Santo
Domingo el día 9 de marzo de 1819. Hizo
sus estudios primarios en las mejores
escuelas de la época haitiana, y los último con los presbíteros Antonio
Gutiérrez y Gaspar Hernández, habiéndose perfeccionado después con la lectura de buenos libros y el roce con
los pocos hombres de letras que habían
quedado en el país
Rozones de peso, aunque luego se vio que eran
infundadas, impidieron que fuera iniciado en la idea separatista desde los
tiempo de la Trinitaria; pero comunicado
después acogió con tanto calor y entusiasmo la causa nacional, que en su
propaganda y sostenimiento y llegó a
ser de los primeros.
La importancia política de que dieron en La
Reforma sus valiosas relaciones entre la
gente del pueblo, y las aptitudes que
desplegó en las luchas que siguieron al pronunciamiento del 24 de marzo, sirvieron de motivo al general Charles
Herard para incluirle en el número de los perseguidos a
muerte.
Habiendo burlado las pesquisas de las
autoridades haitianas ocultándose junto
a Duarte, Pina y Pérez una enfermedad aguda no le dejó embarcarse para el
extranjero,. Y esta circunstancia,
favorecida por la de haber circulado la noticia de su muerte y enterramiento en el patio de la ermita
del Carmen. Le presentó la ocasión de reanudar los trabajos
revolucionarios, organizando el club llamado a preparar el golpe decisivo.
Casi
madura ya una combinación que debía principiar con el desembarque de
Duarte por un punto dado, se atravesó la llegada de los
representantes que fueron a la Asamblea
de Puerto Principe, trayendo entre manos el famoso plan de
Levasseur: pero como esta coincidió con la de los presos puestos en
libertad por el general Herard al jurar la Presidencia, y la de los dos regimientos criollos que se
había llevado en rehenes, creyó Sánchez
que no le quedaba a los separatistas
otro camino que el de adelantar el pronunciamiento, y aprobado su parecer por
los demás prohombres comprometido, se
lanzó el 27 de febrero de 1844
sobre la Puerta del Conde, y al grito de Dios, Patria y Libertad, proclamó
la existencia política de la República
Dominicana.
Su primera diligencia, después de dar los pasos
necesarios para asegurar la adhesión de los pueblos al movimiento
iniciado, fue la de mandar un a Curazao en pos de Duarte, su venerado
caudillo, a quien reservo el único generalato que según sus patrióticas
ilusiones debía exigir en la República,
y un asiento distinguido en la Junta Central Gubernativa.
Designado
primero para el desempeño de la jefatura del Departamento del Ozama, en
la que desplegó tanto celo como actividad, y llamado después a la presidencia de la Junta Central, en la
que hizo esfuerzos inauditos para contrarrestar los trabajos
reaccionarios de Santana, le tocó caer con el golpe de Estado del 12 de julio, contra el cual protestó con
energía espartana, en presencia de los trabucos que le tenían abocados los
sicarios del vencedor.
Invitado
por éste al día siguiente a hacer parte de la nueva Junta de gobierno
organizada bajo sus auspicios, tuvo la condescendencia de asistir a la primera
sesión, pero viendo que se trataba de perseguir
y humillar al egregio caudillo de la Separación, se retiró indignado, y antes que negarle como
pedro a su maestro, prefirió correr la misma suerte y participar de su
desgracia.
Reducido inmediatamente a prisión experimentó el
terrible desengaño de ver pedida su cabeza en nombre del pueblo en nombre del pueblo que había contribuido a libertar, y
del ejército que había
contribuido a formar; más comprendido en
la sentencia insólita en que hubo de
conmutársele esta pena con la
expatriación perpetua, fue embarcado para Europa en lo más crudo del mal tiempo.
Recogido en las costas de Irlanda como náufrago,
se trasladó por vía de los Estados Unidos a Curazao, donde encontró a su
llegada la triste nueva de que Santana había tenido la salvaje crueldad de
celebrar el primer aniversario de la
Separación con la sangre de su tía María Trinidad, y su hermano Andrés
Sánchez, escándalo sin igual en los fastos de la historia universal
Cerca de
cuatro años permaneció en la Isla de Curazao buscando en el estudio
distracción a sus agudos pasares, hasta que separado Santana
del poder en 1844, le abrió las puertas de la patria el decreto de amnistía con que saludó el Congreso Nacional el
advenimiento del general Jiménez al poder.
De vuelta a la patria, lejos de encontrar en
ella la buena acogida que merecía, fue objeto de envidiosas rivalidades, y esta razón le movió a mantenerse
completamente retraído; pero la pérdida de Azua le impuso el deber de incorporarse al ejército,
y aunque el general Santana le negó
el mando de una división de Las
Carreras, se mantuvo siempre fuera de la Capital, prefirió a los desdenes de sus amigos, las desconsideraciones de sus
enemigos.
Pronunciado el ejército contra Jiménez con
Santana a la cabeza, le mandó éste de
parlamento a la capital, intimando la rendición de la plaza, ya sitiada; pero comprendiendo que era éste un lazo que
se le tendía, para ver si se quedaba y poderlo entonces perseguir, se volvió al
campamento de Guibia, no obstante ser
sus amigos de contrario parecer
Esta conducta le valió el no salir al destierro
y poder quedarse en el país ejerciendo la profesión de abogado, completamente
retraído de la política, aunque no por eso bien visto, ni tampoco muy considerado, situación en que permaneció hasta
1855, en que intereses
encubiertos que necesitaban medrar a sus
sombra, le indujeron a tomar parte, a
última hora y con miras reservadas, en la conspiración malograda del 25 de marzo.
A causa de este
paso impremeditado tuvo que asilarse en el Consulado Británico y
coger el camino del destierro, donde valiosas influencias le
hicieron reconciliarse con Báez para combatir
unidos el absolutismo de Santana.
Las transacciones políticas realizadas en 1856
le trajeron al país ligado en intereses de partidos a Báez, quien electo
Presidente de la República le nombró comandante de armas de la Capital,
posición que permitiéndole tener a
Santana preso bajo su autoridad, le
presentó la ocasión de demostrar al mundo imparcial la grandeza de su alma y la
nobleza de sus sentimientos, pues es fama que retribuyo al prisionero con un
trato decente y digno, las desconsideraciones y ofensas que en todo tiempo le
había merecido.
Ramificada
por todo el país la revolución
del 7 de julio de 1857, marchó junto con el general Cabral a la cabeza
del ejército levantando para sofocarla, y
no sólo durante el sitio de los once meses de luchar una vez con las
fuerzas sitiadoras en las alturas de San Carlos. Las ofensas gratuitas que
recibió de los hombres de la situación a
que servía, más que su moderación y buen comportamiento para con los
contrarios, le permitió quedarse en el país después de la capitulación, si bien retirado a la vida privad, en el libre ejercicio de la abogacía.
Empero una
vez proyectada la anexión a la monarquía española, ya su presencia en la patria era un estorbo para
sus promovedores, quienes cogiendo de instrumento a un extranjeros vil y
miserable, quienes cogiendo de instrumento a un extranjero vil y miserable, le
forjaron una grosera calumnia para justificar la resoluciones de deportado a
San Thomas señalándole una mezquina pensión
Enfermo se encontraba allí, cuando apoyado
Santana por el general Serrano arrió la bandera de Febrero para enarbolar la de España; pero no pudiendo acomodarse a la idea de
verse condenado a vivir sin patria, se decidió a entrar por Haití como como último recurso, y levantado en El Cercado el pendón de la
Independencia, invitó a los pueblos de la República a emprender la conquista de
sus perdidos derechos.
Desatendiendo
su llamamiento y acobardado el gobierno haitiano con las amenazas de
Ruvalcaba, se vi rodeado de traidores, y al querer abandonar el campo a los
enemigos cayó herido en una emboscada, y hecho prisionero lo condujeron a San
Juan, donde condenado a muerte por un
simulacro de consejo de guerra, fue
pasado por las armas en la tarde del 4 de julio de 1861, junto con veinte de sus más decidíos compañeros
Restaurada después la Independencia Nacional a
costa de cruentos sacrificios, no tardó en llegar una época de reparación y de justicia, en la que trasladados sus
restos de San Juan de la Maguana a la Capital por iniciativa de la Sociedad “
La Republicana”, se prestó el pueblo
agradecido a celebrar la apoteosis del
héroe y del mártir que poniendo en relación
con el fin de su carrera supo conquistar una de las páginas más brillantes de
nuestra historia
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