La seriedad, categoría de las ciencias sociales
Pulverizada
la base de la sana opinión pública, que era la ciencia vulgarizada,
democrática, es tarea titánica para el científico social contar con
buenos informantes. No puede hablar de lo real alguien incapaz de
seriedad. Sin embargo, es la seriedad lo que nos ha llevado a la
incompetencia interpretativa. Meditaremos someramente, pues el visto es
simple artículo periodístico, qué es la seriedad .
La
seriedad es lo contrario del juego. El juego, en sí mismo, implica
alegría, humor, éxtasis y más. Solemos pensar, pues vivimos en una
cultura capitalista, muy interesada en lo cotidiano, que lo serio es
importante y que lo humorístico baladí. Lo importante siempre había sido
lo necesario, mas hoy es lo accidental, por ejemplo, las ventas y no el
arte. El intercambio de mercancías, o de dinero en forma de mercancías,
recordando a Marx, es sólo un modo más, entre otros muchos, que tiene
cualquier hombre para satisfacer sus necesidades. Éste, al comprender
que sin vender o venderse no comerá, transforma el intercambio mercantil
en actividad vital. Y para venderse necesita tener valor de cambio, que
sólo se obtiene siendo serio, un bergante para asuntos humanísticos.
La
seriedad desdibuja el rostro, mata emociones, neutraliza sentimientos y
dispone a cualquiera para las faenas “importantes”, que hoy son las
ventas, como decíamos. Forcemos la memoria, la historia, y comentemos
brevemente el nacimiento de la seriedad.
El hombre
primitivo, protohistórico, siempre corriendo al son de insondables
fuerzas, como el de Wall Street, no fue ni humorístico ni serio, sino
ser en constante asombro, siendo el asombro mezcla de seriedad y de
humor y raíz de la Filosofía. El día que necesitó narrar el paso de un
animal seguramente dicho hombrecillo se vio en el menester de ser serio
para ser creído. La seriedad está más cerca, vemos al recordar la
narración de cualquier noticia catastrófica, de la angustia que de la
confianza, esto es, está más cerca del dolor que del placer. ¿Y no son
los héroes o las gentes ejemplares quienes soportan más dolor? ¿Y no es
la misión de los héroes provocar la admiración y ésta la credibilidad de
la política, que es síntesis de la economía, dirían los marxistas?
Aristóteles,
en su Poética, cuenta que a Píndaro y a Calípides les
decían simios porque eran exagerados al hablar [3]. La exageración,
siempre vulgar, da risa, es enemiga de la seriedad, de la credibilidad,
que es el más decoroso empaque de las mercancías. No podríamos vendernos
careciendo de credibilidad. Entendemos que vender es persuadir, hacer
que el prójimo acepte lo que no puede ver. Santa Teresa, recordemos,
para explicar sus arrobamientos escribió libros serios en los que vertió
su donosa manera de hablar cotidiana, y todo para demostrar su honor,
la grandeza de su familia, su “limpieza de sangre” [4]. Y haciéndolo
borró gran parte de la realidad, de la condición judía de su familia.
Vemos que
la seriedad es poderosa enemiga de la investigación social, que busca
las relaciones entre las substancias sociales, entre judíos y moros, por
ejemplo. Mas dejemos que Bajtín, que pensó mucho en estos temas, hable;
dice:
“El primer
rasgo de todos los géneros cómico-serios es una nueva actitud hacia la
realidad: su objetivo o, lo cual es aún más importante, su punto de
partida para la comprensión, valoración y tratamiento de la realidad, es
la actualidad más viva y a menudo directamente cotidiana” [5].
Así,
aprendemos que todo documento oficial (serio), acta, índice
reprobatorio, epígrafe, epigrama y demás, está ocultando algo, tal vez
una risa, algo increíble. El sistema capitalista, que transforma en
mercancías a los obreros, está basado en la seriedad, que bajo el mote
cientificista homogeneiza cuanto toca. El ritualismo del chino, la
alegría del hombre negro, la picardía del argentino y la valentía del
iroqués son frivolidades para el inspector, icono de la seriedad que
desprecia cualquier momento allende la posventa y la venta, la
producción y la distribución.
John
Burgess, citado por H. Zinn, historiador marxista, dijo: “Una piel negra
significa formar parte de una raza de hombres que por sí misma sola
nunca ha conseguido supeditar la pasión a la razón, y que por lo tanto
nunca ha creado una civilización de ninguna clase” [6]. Tan burguesa
opinión, distribuida en las mercancías, que se venden merced a la
seriedad con la que se ofrecen, da mala fama a todo lo que no sea serio.
Ah, we should have a land of joy,
Of love and joy and wine and song,
And not this land where joy is wrong,
dice un
poema de Langston Hughes sobremanera ilustrativo de nuestros comentos.
Vino, risas, música, son cosas para después de trabajar, afirman los
empresarios. En la fábrica, en la oficina, hay que ser serios, creíbles.
El
investigador social, tratando con maniquíes tan doctos, percibe que es
imposible obtener opiniones auténticas en cualquier terreno político,
serio. Todo lo que dice el hombre serio ha sido fabricado y es
políticamente correcto. La seriedad impide, usando palabras de Martha
Nussbaum, cualquier “hábito de fantasía” [7]. Toda fantasía, terrorífica
o placentera, exige risas, sonrisas, alegría, y por eso es repudiada
por el capitalismo, o mejor aún, es transformada en premio. Y quien no
desea tal premio, quien no es serio, no tiene sitio.
Quien
pretende vivir alegre, sin someterse a la seriedad, no tiene qué desear y
yace en un mundo de “intuiciones huidizas”, en eterno esplín. El
investigador social se encuentra por doquier con el eros pedagogicus de
los inspectores, con personas que más lo quieren insertar en su modo de
vida que explicárselo. Du Bois, escritor negro, dándose cuenta de lo
anterior, dijo: “Los africanos conocen menos personas, pero las conocen
infinitamente mejor” [8].
Etnólogos,
antropólogos y sociólogos sabrán ya que la seriedad, disimulo
enderezado a persuadir, a vender, a demostrar “limpieza de sangre”,
“calidad”, mezcla lo perdurable o real con lo sucesivo o diacrónico y
con lo simultáneo o sincrónico, o dicho en palabras profanas, lo que es
substancia cultural, historia de la cultura y expresión de la cultura.
Fuentes de consulta:
[1] SCHOPENHAUER, Arthur, El mundo como voluntad y representación, Fondo de Cultura Económica, Madrid, 2013.
[2] KANT, Immanuel, Crítica de la razón pura, Fondo de Cultura Económica, México, 2010.
[3] ARISTÓTELES, Poética, Gredos, Madrid, 1992.
[4] DE JESÚS, Teresa, Libro de la vida, Castalia, Madrid, 2001.
[5] BAJTÍN, Mijaíl M., Problemas de la poética de Dostoievski, Fondo de Cultura Económica, México, 2012.
[6] ZINN, Howard, La otra historia de los Estados Unidos, Siglo XXI Editores, México, 2010.
[7] NUSSBAUM, Martha, Justicia poética, Editorial Andrés Bello, Santiago de Chile, 1997.
[8] HERMAN, Arthur, La idea de decadencia en la historia occidental, Editorial Andrés Bello, Santiago de Chile, 1998.
[9] MARX, Karl, El Capital, Fondo de Cultura Económica, México, 1999.
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