Ibn Jaldún y la democracia desde abajo
¿Por
qué Bin Laden resulta un nombre tan popular en Occidente mientras que
los nombres y contribuciones de figuras clave del mundo árabe apenas se
conocen? ¿Por qué los cánones académicos dominantes marginan a
sociólogos como Ibn Jaldún, de cuya muerte se cumplen estos días 609
años? ¿Qué aportaciones hizo para construir democracias desde abajo más
allá de los lenguajes y narrativas políticas occidentales?
A
pesar de la distancia histórica y cultural que nos separa de Ibn
Jaldún, su pensamiento merece ser rescatado y resignificado no sólo con
el propósito de reivindicar su papel en el desarrollo inicial de la
sociología, la historia y la economía en Occidente, sino para ponerlo al
servicio de las luchas por la diversidad democrática en un contexto que
a escala global busca homogenizar la democracia y neutralizar aquellas
manifestaciones que no se ajustan a las pautas de la ortodoxia política
liberal. En este sentido, las ideas políticas de Ibn Jaldún siguen
siendo una herramienta útil para desarrollar perspectivas inscritas en
el horizonte de una nueva cultura política regida por la
“demodiversidad” de la que hablan Boaventura de Sousa y Leonardo
Avritzer: “La coexistencia pacífica o conflictiva de diferentes modelos y
prácticas democráticas”.
Reconstruir
la democracia sobre la base de la demodiversidad es uno de los desafíos
éticos y políticos más urgentes de nuestro tiempo. En las
últimas décadas el proyecto neoliberal ha generado un empobrecimiento
democrático basado en la hegemonía mundial de una democracia
representativa, partidocrática, mercantilizada, patriarcal, vacía de
contenido y saturada de corrupción, fuera de la cual, sostienen los
interesados en su predominio, sólo existen el populismo y la
ingobernabilidad. Frente a este reduccionismo, el fortalecimiento social
e institucional de la demodiversidad implicaría varios aspectos, como
la ampliación de nuestros marcos conceptuales para incorporar diversas
formas, lenguajes y experiencias democráticas; la apertura de nuestros
criterios normativos a múltiples historias y tradiciones de pensamiento
democrático marginadas e invisibilizadas; y el combate del eurocentrismo
en las ciencias sociales y humanas, expresado en discursos de
inspiración colonial (a lo Fukuyama sobre el “fin de la historia”), que
presentan la democracia como un valor exclusivo y originario de
Occidente.
La asabiya documentada
en el siglo XIV por Ibn Jaldún en referencia a las poblaciones nómadas
del Magreb constituye el núcleo de su aportación al enriquecimiento de
las formas democráticas de participación. Aunque no hay una
traducción literal del término, designa una práctica sociocultural de
acción colectiva y solidaria ejercida en el marco de las actividades de
la comunidad, por lo que desde categorías occidentales se ha
interpretado como solidaridad grupal, espíritu comunitario o cohesión
social basada en la consanguinidad y el parentesco. Para Ibn Jaldún, los
pueblos organizados política y socialmente en estructuras tribales
demuestran una práctica más auténtica de la asabiya. Aunque no todos la desarrollan necesariamente ni en la misma medida, como escribe en laMuqaddimah: “Mediante la solidaridad de la asabiya
los seres humanos logran su defensa, su resistencia, sus reclamaciones y
la realización de todo proyecto en pro del cual encauza sus fuerzas
unidas”. Así, en cuanto fuerza que impulsa y cohesiona una comunidad
política, se establece un lazo indisoluble entre laasabiya y el ejercicio de la soberanía popular como construcción colectiva de la autonomía.
Aunque la asabiya
alude al espíritu comunitario que Ibn Jaldún detecta en las poblaciones
beduinas del desierto, se trata de un concepto que va más allá de sus
expresiones locales de política y comunidad capaz de contribuir a la
ampliación del reducido canon democrático construido en torno a la
democracia liberal. El propio Ibn Jaldún advierte que no constituye una
particularidad exclusivamente nómada ni basada sólo en lazos de sangre:
“El verdadero parentesco consiste en esa unión de los corazones que hace
valer los lazos sanguíneos y que impele a los seres humanos a la
solidaridad; exceptuada esa virtud, el parentesco no es más que una cosa
prescindible, un valor imaginario, carente de realidad”. Así, una causa
social o política que suma esfuerzos y voluntades puede activar el
potencial de la asabiya para construir alianzas independientemente de las relaciones de consanguinidad.
Resignificar la democracia desde la asabiya
permite visibilizar racionalidades y prácticas políticas que apuestan
por el significado radical de la democracia como poder popular. En
efecto, la teoría democrática convencional concibe la democracia como un
sistema de gobierno en el que la mayoría elige a sus representantes, a
quienes les es conferido el poder del pueblo. Aunque reconoce que el
pueblo es el titular legítimo del poder, este se ejerce de manera
elitista y sin el pueblo. Por el contrario, la asabiya
permite profundizar y extender el ejercicio de la democracia radical
dando cuenta de la infinita diversidad y complejidad de formas de
articulación del poder comunitario: el movimiento de mujeres kurdas en
Kobane, organizadas solidariamente contra el Estado Islámico; los
vecinos de Gamonal, unidos frente al despilfarro del gobierno municipal;
las luchas de las travestis de São Paulo (y, en general, de Brasil),
que se juegan la vida todos los días combatiendo en la calle el machismo
y la violencia policial; el movimiento de víctimas y afectados por la
tragedia química de Bhopal, que ha logrado unir a musulmanes e hindúes
en lucha contra el Estado indio y la transnacional Dow Chemical, etc.
Ahora
que la crisis ha hecho más evidente la farsa que supone la democracia
liberal tal y como la conocemos, es tiempo de forjar nuevas asabiyas
entre los pueblos y movimientos del Sur global como base de luchas por
otras democracias: populares, radicales, comunitarias, directas, etc. El
resquebrajamiento de la hegemonía neoliberal y de su partidocracia de
mercado posibilita un proceso de apertura democrática con potencial
emancipador. No se trata sólo de cuestionar una versión
restringida de la democracia que desacredita las alternativas
existentes, sino de aprovechar la ventana de oportunidad abierta para
crear nuevas posibilidades políticas, nuevas gramáticas que incorporen
formas de complementariedad entre las distintas formas de democracia,
formas inéditas de relación entre el Estado y la sociedad, experiencias
plurales de autogobierno, innovaciones institucionales y hábitos
participativos más allá (y a pesar) de la cultura política liberal.
En este contexto, desde los parámetros eurocéntricos de la democracia liberal, laasabiya
aparece como un fenómeno local o un residuo folklórico que nada aporta
al discurso de la representación, la legitimidad de las urnas y el
ejercicio del poder en pocas manos. Sin embargo, para los movimientos y
tradiciones de pensamiento político que buscan ejercer el poder desde
abajo, es una contribución esencial a los procesos de democratización
basados en la radicalidad y la diversidad de la democracia. Hoy más que
nunca ha llegado el momento de abrir el candado institucional de la
democracia liberal. Por eso, lo más revolucionario que se puede hacer es
sumarse al siempre largo y difícil proceso de lucha por otra
democracia.
Articulo de Antoni Aguiló en eldiario.es
No hay comentarios:
Publicar un comentario