jueves, 23 de octubre de 2014

Una palabra: Decrecimiento

Una palabra: Decrecimiento

La palabra decrecimiento proveniente del latín ‘decresco’ y la Real Academia Española de la Lengua la define como diminución entendida como merma. En alemán utilizan la palabra ‘wachastumsrücknahme’, en catalán ‘decreixement‘, en francés ‘decroissance’, en euskera ‘desazkundea‘ en inglés ‘deworth’, en gallego ‘decrescimento‘, en italiano ‘decrescita’, en portugués ‘decrescimiento’, en México utilizan la palabra ‘descrecimiento’.
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No existe un consenso sobre lo que queremos expresar cuando queremos aplicar la palabra decrecimiento sobre nuestro modo de vida occidental; a pesar de la falta de acuerdo sobre su significado nos acercaremos al término a través de la definición empleada por Vicente Honorant:
 “El decrecimiento es una gestión individual y colectiva basada en la reducción del consumo total de materias primas, energías y espacios naturales” 
A partir de esta definición, esta palabra “sucia”, antipática, que no gusta, que es molesta, que genera una reacción, que no deja impasible al que la escucha, provoca un debate sobre el dogma del crecimiento, cuestionando lo obvio porque ataca la raíz de la mayoría de nuestros problemas; la búsqueda del crecimiento continuo.
Una palabra simple, con valor como lema, como consigna y como llamada a la unión a todos aquellos quienes rechazan nuestro modelo actual de sociedad productiva-consumista. Más que un concepto, es como dice Serge Latouche un “eslogan político” para romper con la ideología del crecimiento o según José Manuel Naredo una “ocurrencia publicitaria provocadora”.
Se trata de una palabra difícilmente reciclable por aquellos que buscan prolongar el modelo de sociedad que ya no queremos (contrariamente a “desarrollo sostenible”).
Aunque hubiera podido parecer al principio demasiado subversivo como para triunfar en la escena pública, la evidencia empírica nos lleva sin lugar a duda a otra conclusión: el decrecimiento es un “término obús” que tiene una capacidad fenomenal de convocatoria como lo prueba el éxito relámpago de los colectivos decrecentistas, y la afluencia numerosa a cualquier tipo de charla o conferencia que lleva decrecimiento en su título. Esta capacidad de convocatoria, cruzada con las ganas positivas de experimentar nuevas ideas, ha permitido crear un ambiente de trabajo propicio al encuentro de diferentes alternativas.
El decrecimiento, es pues, un movimiento que ya está en marcha.
Aunque en principio la palabra no ha sido ideada para ello, supone también una herramienta política en manos de los grupos que la adopten, para reflexionar sobre la realidad y también incidir sobre ella; La creación de un proyecto de acción política, un proyecto de noviolencia, voluntario, de emancipación ideológica y superación de la idea de progreso, que pone en valor los bienes comunes y relacionales, de los cuidados, de la cooperación, reciprocidad, mutualidad y multiculturalidad; asumiendo los límites biofísicos de la Tierra, disminuyendo los flujos de energía y materia utilizados en los procesos productivos y ciclos de consumo.
Una  construcción de formas de vida que tienen como sustrato el cuidado colectivo, una revolución civilizadora que reconozca que las personas somos seres vulnerables e interdependientes.
Esta transformación requiere de un proyecto de decrecimiento, un cambio de valores, una verdadera deconstrucción del pensamiento económico, poniendo en cuestión las nociones como crecimiento, desarrollo, progreso, pobreza, necesidades, ayuda… La economía como medio para la vida humana y no como fin.

Acerca de Antonio García Salinero

soy divulgador del tema decrecimiento, principalmente a través del blog del decrecimiento, y también a través de charlas, debates, mesas, talleres y conferencias donde soy invitado para tratar este tema; desde hace unos meses participo del grupo Decrecimiento en Asturias de reciente creación.

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