La psicología de masas del fascismo ¿cómo llegó Hitler al poder?
Acerca de Michael Neudecker
¿Cómo
es posible que en Alemania, el país con el movimiento obrero más
organizado de Europa, millones de trabajadores apoyaran a Adolfo Hitler a
pesar de su carácter reaccionario? Una respuesta interesante pero
controvertida a esta pregunta la ofreció Wilhelm Reich en su libro “La psicología de masas del fascismo”:
el apoyo masivo al nazismo habría sido consecuencia de la represión
sexual propia de un modelo de familia autoritario muy extendido entre
las clases medias y entre gran parte de los trabajadores. La represión
de los instintos sexuales más profundos y desde la más tierna infancia
habría creado individuos con grandes carencias y frustraciones que
habrían tratado de compensar participando en un movimiento autoritario y
obedeciendo a un líder que reproducía a nivel político esas mismas
estructuras autoritarias de la familia.
Wilhelm
Reich fue un autor muy polémico en su época. Sociólogo, psicoanalista y
comunista austriaco (expulsado del partido por “heterodoxo”), vio la
llegada de Hitler al poder en Alemania en 1933. Ese año escribió su obra
“La psicología de masas del fascismo” para tratar de dar una
respuesta a la pregunta que en ese momento se hacían en la izquierda
europea: ¿Cómo es posible que millones de trabajadores
alemanes, el movimiento obrero más grande y mejor organizado de Europa,
no impidieran e incluso apoyaran al fascismo a pesar de tratarse de una
ideología reaccionaria que trabajaba en contra de sus intereses como
clase social? Y también, ¿cómo es posible que millones de ciudadanos
alemanes de clase media aceptaran la muerte de la democracia y el
triunfo de un sistema que les perjudicaba en sus aspiraciones
individuales, tanto económicas como políticas?
Reich
explicó que según el dogma imperante entre los autores marxistas en los
años 30, a los que calificó como “vulgares”, eran las condiciones
económicas las que determinaban la conciencia de clase y por lo tanto la
acción política de las masas. Según este planteamiento, no habría otra
fuerza más poderosa que la realidad económica para mover a los
individuos hacia una determinada ideología política que debería
corresponder a sus intereses. Es decir, en teoría, durante la crisis económica que azotó el mundo a partir de 1929, las masas deberían haber apoyado a las izquierdas
porque solamente éstas defendían sus intereses frente a la explotación
capitalista despiadada, y los nazis deberían haber carecido casi de de
seguidores entre los obreros y las clases medias en peligro por la
crisis porque “su esencia se presentaba como la expresión más extrema de
la reacción política y económica”.
Sin
embargo, la realidad tomó un rumbo muy diferente. Como explicó el autor,
“la crisis económica, que hubiera debido imprimir un impulso hacia la
izquierda a la ideología de las masas, inició de hecho un deslizamiento
hacia la derecha que se apoderó de todas las capas proletarias de la
población”. Reich fue incluso más lejos y aseguró que “fueron
precisamente las masas empobrecidas las que ayudaron a la instalación en el poder del fascismo, es decir, a la reacción política más despiadada”. ¿Por qué?
¿Por qué se equivocaron los partidos de izquierda?
Reich
criticó que el análisis de sus compañeros marxistas no tuviera en cuenta
otra variable más poderosa a la hora de predecir el comportamiento
político del individuo que no fueran las condiciones económicas. Para
Reich, lo que faltaba en el análisis marxista eran las condiciones subjetivas,
las fuerzas que anidan en el interior de la personalidad de cada
individuo y que pueden incluso ser más poderosas que las condiciones
objetivas de su entorno. Reich se refería a la estructura psíquica de cada individuo, que tiene su expresión política en la psicología de las masas.
Según
Reich, los partidos de izquierda habrían fracasado ante Hitler porque no
supieron trabajar las condiciones subjetivas de los obreros alemanes,
mientras que los nazis sí supieron conectar y movilizar la estructura psíquica del proletariado y las clases medias mediante
una propaganda muy eficaz. En este sentido, Reich explicó que “la
ideología de cada formación social no solamente tiene como función
reflejar el proceso económico, sino también enraizarlo en las
estructuras psíquicas de los hombres de esa sociedad”. Es decir,
mientras que los partidos de izquierda hablaron durante la crisis de la
lucha de clases con un éxito moderado entre los obreros, Hitler habló de
otros asuntos que conectaban mejor con la mayoría de la población.
¿Cómo fue eso posible? Porque el mensaje de Hitler era absolutamente “irracional”
y por ello consiguió un apoyo igualmente totalmente irracional que nada
tenía que ver con las causas “objetivas” de los autores marxistas. El
movimiento nazi tenía un fuerte componente emocional “que no se sostiene con argumentos racionales”.
El control de las ideas
Reich
explicó que la conciencia colectiva no avanza a la misma velocidad que
los acontecimientos, por ejemplo una crisis económica: “La situación
económica no se traslada inmediata y directamente a la conciencia
política”. Existen una serie de controles que impiden esperar una
reacción inmediata y explosiva por parte de las clases explotadas contra
su situación y el principal control es el ejercido sobre las ideas. En
este sentido, Wilhelm Reich citó a Karl Marx para explicar que “las ideas de la clase dominante son también las ideas dominantes de cada época”.
Es decir, es posible mantener bajo control a una mayoría sumisa que
acepta la explotación y la dominación gracias al control de las ideas
Pero no se
trata de una simple manipulación mediática y del mensaje. Es mucho más
profunda. Según Reich se articula a través de la familia, en concreto
del concepto de la familia dominante que reproduce a escala doméstica las relaciones de poder y dominación del Estado sobre los individuos:
“La familia autoritaria representa la célula productiva más inmediata y
la más importante del pensamiento reaccionario: constituye la fábrica
de la ideología y de la estructura reaccionarias”, explicó el autor.
En
concreto, Reich aseguró que la dominación comienza en los primeros años
de vida del individuo con la represión de los instintos sexuales del
niño y adolescente, aplicando la prohibición, los castigos y el
remordimiento. Se trata de una técnica muy eficaz porque “la inhibición
sexual es el medio de ligar al individuo con la familia”. El objetivo de
esa unión sería convertir “el lazo biológico del niño con su madre y el
de la madre con los niños en una fijación sexual indisoluble y en una
falta de aptitud para contraer otros vínculos. El vínculo del niño con
su madre es el núcleo de la unión familiar”. Una vez pasa el tiempo y
los niños se convierten en adultos, esa unión con la familia se traslada
al Estado, ya que “las representaciones de patria y de nación son, en su núcleo subjetivo emocional, representaciones de la madre y de la familia”.
Según este
análisis, la familia reproduciría a pequeña escala a la nación y
representaría a la patria, con la que se formarían unos lazos de lealtad que impedirían cualquier actitud hostil hacia el poder estatal.
En otras palabras, según Reich el miedo a la libertad sexual sería el
principal obstáculo para la revolución contra la explotación económica y
contra las clases dominantes, y la mejor vía para apoyar las opciones
políticas reaccionarias que reproducen las relaciones de poder que se
dan en las familias autoritarias.
La clase media, el principal apoyo de Hitler
La familia era la base de la estructura social de las clases medias
porque proporcionaba la ayuda económica y era la base de la existencia
de los pequeños y medianos negocios, ya que a diferencia del gran
capital que explota a los obreros, “la clase media se explota a sí
misma” (empleando a familiares en el negocio, manteniendo a la mujer en
el hogar, etc). A su vez, esta explotación familiar se basaba en una estructura patriarcal con una fuerte represión sexual, lo que reproducía en la familia la dominación del poder estatal:
“La posición del padre en el Estado y en la economía se refleja en su
actitud patriarcal con respecto al resto de la familia. El padre
representa en la familia al Estado autoritario, de donde el padre se
convierte en el más precioso instrumento del poder estatal”, afirmó
Reich.
Esa posición autoritaria del padre facilitó el acceso del nazismo a las clases medias, según Reich, ya que el liderazgo carismático de Hitler representaba a ese padre autoritario.
Hitler encarnaba a la nación y la relación de la masa era
emocionalmente individual: es decir, cada uno de sus seguidores creía
tener una relación individual con Hitler y sentía una confianza infantil
hacia Hitler, una actitud provocada desde la infancia por la familia
autoritaria que extirpaba cualquier tipo de iniciativa independiente: “Cuanto
más ha perdido el individuo, a consecuencia de su educación, su sentido
de la independencia, tanto más se manifiesta la necesidad infantil de
apoyo por la identificación afectiva con el führer. (…) El
pequeño burgués reaccionario se descubre a sí mismo en el führer, en el
Estado autoritario; en razón de esa identificación se siente defensor de
la nacionalidad”, escribió Reich.
La clase media fue, con diferencia, la que mayor apoyo prestó a los nazis en su camino hacia el poder
(“El grueso de las tropas de la cruz gamada fueron las clases medias”).
La familia autoritaria creó el marco para que el mensaje de Hitler
fuera bien recibido en esa clase social. Pero, ¿cuál era ese mensaje?
El mensaje de Hitler: la lucha contra el sistema a favor del sistema
El propio Partido Nazi tenía un origen pequeño burgués y el componente emocional del mensaje del nazismo funcionó
porque, según Reich, coincidía con las estructuras de esta capa social:
“En lo esencial el origen pequeño burgués de sus ideas coincidía con
las estructuras de las masas, dispuestas a darles la mejor acogida”. Es
decir, el mensaje del nazismo se acoplaba como un guante a las clases medias. ¿Por qué?
Las clases
medias vivían atemorizadas por la expansión del gran capital que
amenazaban con destruir su modo de vida. El pequeño comercio se
arriesgaba a ser absorbido por las grandes empresas en las ciudades y
las pequeñas propiedades campesinas estaban amenazadas por los grandes
latifundios en el campo. Temían perder su estatus social y acabar
“degradadas” a clase obrera, hacia la que sentían una mezcla de temor y
desprecio. Las clases medias vieron en el nazismo una oportunidad de enfrentarse a sus dos miedos, el gran capital y la clase obrera,
y a tener una expresión política propia: “Las clases medias se pusieron
en movimiento y, bajo el disfraz del fascismo, efectuaron su entrada en
la escena política como fuerza social”, escribió Reich.
Las clases
medias interpretaron su apoyo a los nazis como “una lucha contra el
sistema, y por tal entendía el régimen marxista de la socialdemocracia”.
Pero también sentían un violento rechazo al gran capital. Como escribió
Reich: “Nunca hubiera podido ganar Hitler para su causa a las clases
medias si no hubiera prometido iniciar la lucha contra el gran capital”.
Precisamente el gran capital era un aliado fundamental para los nazis y
su objetivo fundamental de acabar con las fuerzas de izquierda, según
Reich, por lo que obligatoriamente existió una contradicción con las aspiraciones de las clases medias de realizar la “revolución nacional”.
Esa contradicción fue superada con éxito por Hitler porque conectó con esta clase social en su aspecto más íntimo,
según Reich: “El estudio de la eficacia psicológica de Hitler sobre las
masas debía partir de la idea de que un führer o representante de una
idea, no podía tener éxito más que si sus conceptos personales, su
ideología o su programa se encontraban en armonía con la estructura
media de una amplia capa de individuos integrados en una masa”. Es
decir, Hitler contó con la ayuda de la estructura de la familia
autoritaria para imponer un mensaje altamente irracional y emocional
entre la clase media que “olvidó” sus aspiraciones revolucionarias contra el gran capital guiados por un liderazgo carismático y autoritario.
Los obreros, también con Hitler
Pero las
masas que llevaron al movimiento nazi al poder no provenían solamente de
las clases medias, ya que solamente con ellas no era suficiente
alcanzar una mayoría decisiva en las sociedades de los años 30. Como ya
se ha señalado, un número muy considerable de trabajadores, incluso
muchos organizados en el movimiento obrero, apoyaron a los nazis a pesar
de que representaban supuestamente justo lo contrario de sus intereses
objetivos. Según Reich, lo hicieron porque “se aburguesaron”, es
decir, adoptaron una conciencia de clase media y con ella adoptaron las
mismas estructuras que permitieron calar el mensaje nazi.
A
diferencia del proletariado en época de Marx y Engels a mediados y
finales del S.XIX cuando los obreros sufrían unas condiciones de vida
miserables, en los años 30 del S. XX, los obreros (los alemanes, sobre todo), disfrutaban de unas condiciones de vida mucho mejores,
lo que les habría alejado de su motivación revolucionaria y les habría
acercado emocionalmente a las clases medias. Los obreros habrían
adoptado así los modelos pequeño-burgueses de familia autoritaria,
facilitando el acceso de la ideología nazi a un grupo social en el que,
según los analistas marxistas de la época, no debería haber tenido
cabida.
Hitler
pudo contar así con el apoyo masivo de la clase media y con una amplia
capa de la clase trabajadora porque en ambas funcionaba la estructura de
la familia autoritaria. Por lo tanto, y a modo de conclusión, Reich
explicó que para combatir a las ideologías reaccionarias no hay
que apostar por un discurso basado en la realidad “objetiva”, sino
adentrarse en la estructura psíquica de cada individuo que no
tiene por qué coincidir con la realidad que le rodea. Por todo ello, la
única manera de atacar a las fuerzas reaccionarias y conseguir que
triunfe la revolución, es atacando el concepto de familia autoritaria y la represión sexual de sus miembros.
El poder de lo irracional
“La
psicología de masas del fascimo” de Wilhelm Reich es una teoría
heterodoxa que analiza la causa del apoyo masivo a una ideología
extremista, irracional y violenta por parte de una sociedad moderna y
educada. Reich despertó una importante polémica con
este libro, que cuenta con muchos detractores y también con muchas
opiniones favorables abriendo un debate todavía sin fin.
Hoy es
difícilmente aplicable, al menos al pie de la letra. El mundo, al menos
en Occidente, se ha transformado de manera decisiva en algunos de los
aspectos clave de su teoría. Por ejemplo, el concepto de familia
autoritaria ya no existe en las sociedades europeas actuales de la misma
manera como en los años 30 del S. XX. Sin embargo, más de ocho décadas
después, esta obra de Wilhelm Reich contiene unos elementos interesantes
de reflexión acerca de cómo millones de personas guiaron su comportamiento político por lo emocional y lo irracional en una época de crisis.
Foto mitin naziFuente cubierta libro
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