SANTO DOMINGO.- En su intervención en
la 69 Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU),
el presidente Danilo Medina pidió este miércoles a la comunidad
internacional ayudar a Haití a documentar de sus ciudadanos para que
puedan regularizar su estatus migratorio en la República Dominicana.
"La documentación es el primer e indispensable
paso para disfrutar de un amplio conjunto de derechos. Ayuden a Haití,
ayúdenles a documentar a su gente, tanto en su territorio como en el
nuestro", urgió el gobernante al organismo internacional.
El mandatario al recordar que ese país está
haciendo un esfuerzo, sin embargo, sus recursos técnicos y económicos
son limitados, y pidió a los países que han ofrecido ayuda en otras
ocasiones “pasar de las palabras a los hechos”.
Medina recordó que con Haití, República Dominicana ha realizado una serie de diálogos, los cuales calificó de históricos.
Medina instó a la ONU para que "no permitamos que
unas carencias técnicas se pongan en el camino de un proceso tan
esperanzador, tan necesario, y con tanto potencial como esta nueva etapa
de cooperación entre la República Dominicana y Haití.
Analfabetismo en República Dominicana
En otro orden, aseguró durante su ponencia que a
finales de 2014 en República Dominicana no habrá analfabetismo gracias
al programa de alfabetización “Quisqueya Aprende Contigo”.
“A finales de este año se declarará el país libre de analfabetismo”, expresó el mandatario. Avances en Salud
Señaló además, que en la salud hay significativos avances porque han sumado cada año más afiliados al seguro de salud.
Citó que se ha eliminado el co-pago en todos los
hospitales públicos. Y cada año sumamos 450,000 afiliados al seguro
subsidiado de salud.
Asimismo, Medina indicó que paralelamente, su Gobierno está priorizando el apoyo a los pequeños productores agrícolas.
En ese sentido, manifestó que las visitas
sorpresas han sido un renacer y que, gracias a estas medidas, dijo se
han creado muchos empleos y hay menos índices de pobreza.
Reducción de la pobreza
Aunque reconoció que en el país hay mucho por
hacer, el jefe del Estado aseguró que “estamos dando pasos para luchar
contra la pobreza. Somos un país pequeño pero no carente de ambición”.
En ese sentido, el mandatario indicó que en 18 meses han sido sacados de la pobreza más de 500 mil dominicanos.
Significó que mientras los países desarrollados
adoptan políticas de austeridad y ajustes estructurales, “vemos como los
programas sociales proliferan en diferentes rincones del planeta,
sacando a millones de la pobreza y mitigando la desigualdad”.
Condena situación de violencia en O. Medio
Por otra parte, el presidente Danilo Medina dijo,
al hablar ante la Asamblea de la ONU condenamos en todas sus formas, que
Oriente Medio es, una vez más, escenario de las más cruentas
expresiones sectarias.
“En la historia de toda nación o comunidad, sin
excepción, hay un largo relato de desencuentros, malentendidos y
querellas que, en algún momento, pueden ser utilizadas para atizar las
peores pasiones”, refirió el gobernante, y fue en ese contexto que
destacó el proceso diálogo que existe entre República Dominicana y
Haití.
El Nuevo Diario reproduce "in extensa" la alocución de Medina en la Asamblea de la ONU
Discurso del Presidente de la República Dominicana, Lic. Danilo Medina Ante la Asamblea General de la ONU
24 Septiembre 2014
Excelentísimo Señor Sam Kutesa
Presidente del Sexagésimo Noveno
Período de Sesiones de la Asamblea
General;
Excelentísimo Señor Ban Ki-moon
Secretario General de la Organización de las Naciones Unidas;
Señoras y Señores;
Es un honor participar nuevamente en esta Asamblea
General de las Naciones Unidas, en representación del pueblo y del
Gobierno de la República Dominicana.
Deseo expresar mi sincera felicitación al Señor
Sam Kutesa, por su elección como Presidente del Sexagésimo Noveno
Período de Sesiones de la Asamblea General.
Quisiera agradecer al Secretario General, Sr. Ban
Ki-moon, por el honor que representa su invitación a nuestro país a
participar en la iniciativa "Educación Primero".
Como espero que tuviera ocasión de comprobar en su
reciente visita a nuestro país, la prioridad que la Educación está
alcanzando en la República Dominicana es quizás el mejor indicador de
las nuevas esperanzas que están brotando en nuestra tierra.
Y lo cierto es que noticias de esperanza son especialmente valiosas en estos días, en las que no parecen abundar.
Porque globalmente, el momento que vivimos plantea
importantes retos a la misión de esta organización: preservar la paz,
fomentar el desarrollo, convertir la educación y la salud en derechos de
todos los habitantes del planeta.
Como todos sabemos, hace aproximadamente seis
años, una crisis originada en el sector financiero de los países
desarrollados se extendía rápidamente a todos los sectores productivos y
afectó al conjunto del planeta.
Las consecuencias del shock económico, que aún no
han dejado de sentirse, se tradujeron en decenas de millones de
desempleados, en millones de desahucios y en profundos recortes de los
beneficios sociales en muchos países.
El estado de bienestar, ese instrumento con el que
se obtuvieron algunos de los mayores avances en desarrollo y seguridad
que ha visto la historia, ha sido puesto en entredicho.
Hoy vivimos la paradoja de ver como ese ideal de
crecimiento sostenible y justicia social se vuelve más frágil en sus
países de origen, mientras renace en los países emergentes.
Mientras los países desarrollados adoptan
políticas de austeridad y ajustes estructurales, conceptos tristemente
familiares para los latinoamericanos, vemos como los programas sociales
proliferan en diferentes rincones del planeta, sacando a millones de la
pobreza y mitigando la desigualdad.
Señor presidente:
En la República Dominicana aún nos queda mucho
camino por recorrer, pero estamos dando pasos firmes en la lucha contra
la pobreza y la desigualdad.
Somos un país pequeño pero no carente de ambición.
Nos hemos comprometido con nuestra gente a
ponerlos a ellos, los ciudadanos y ciudadanas, en el centro de las
políticas públicas.
Y nos hemos puesto como meta llegar a ser un país
desarrollado y próspero donde la igualdad de oportunidades no sea un
ideal, sino una realidad cotidiana.
Para lograrlo, hemos establecido un gran Pacto
Nacional en torno a la que en adelante será nuestra principal prioridad
como nación: hablo de la educación.
Por eso hemos duplicado el presupuesto destinado a la enseñanza pública, hasta alcanzar un 4% del PIB.
Esto nos está permitiendo hacer la mayor ampliación de la infraestructura escolar en nuestra historia.
Y garantizar que todos los niños y niñas, sin excepción, tengan acceso a una educación pública de calidad.
Además, es un orgullo adelantarles que a finales
de este mismo año, y gracias al esfuerzo de miles de voluntarios,
estaremos en posición de declarar nuestro país libre de analfabetismo.
También en la salud, ese segundo pilar indispensable del estado de bienestar, estamos realizando avances.
Hemos eliminado el copago en todos los hospitales públicos. Y cada año sumamos 450,000 afiliados al seguro subsidiado de salud.
Paralelamente, estamos priorizando el apoyo a los pequeños productores agrícolas.
Llevamos dos años de trabajo continuo, visitando
semanalmente las comunidades rurales. Escuchando a sus vecinos y
buscando con ellos soluciones que van desde apoyarles con créditos, con
formación o con infraestructuras.
El resultado de estas visitas, que está siendo
monitoreado por el PNUD, es un renacer del campo dominicano. De su
capacidad de alimentar al país y de crear empleo en las comunidades
rurales.
Gracias a estas y otras medidas, en los últimos 18
meses, en la República Dominicana la pobreza se redujo seis puntos
porcentuales. O dicho de otra manera, en 18 meses hemos sacado de la
pobreza a 528,061 personas.
Y seguiremos trabajando, sin descanso, implementando políticas que pongan la economía al servicio de las personas.
Medidas que combatan la pobreza y la desigualdad de manera sostenible.
Y levantando los cimientos de lo que un día será, plenamente, un estado de bienestar dominicano.
Distinguidos Señores,
Nos honra ser una de las naciones firmantes de la
Carta fundacional de las Naciones Unidas que, como todos saben, le
asignó a esta organización el propósito de preservar a las futuras
generaciones del flagelo de la guerra.
Es justo reconocer que, globalmente, este año 2014 está planteando importantes desafíos a este noble propósito.
En muy distintas latitudes, han resurgido, o
incluso han estallado violentos conflictos entre comunidades, entre
pueblos, o entre Estados.
Los contextos de estos conflictos varían, pero hay
algo que se mantiene constante: el peso que los agravios pasados tienen
a la hora de conformar nuestras identidades.
Y lo peligroso que es dejarse hundir por este peso.
Asistimos, con perplejidad e indignación, a la
virulencia con la que estas manifestaciones violentas se están
presentando en diversas partes del mundo.
Oriente Medio es, una vez más, escenario de las
más cruentas expresiones sectarias, que, desde esta palestra, condenamos
en todas sus formas.
En la historia de toda nación o comunidad, sin
excepción, hay un largo relato de desencuentros, malentendidos y
querellas que, en algún momento, pueden ser utilizadas para atizar las
peores pasiones.
Pueden ser manipuladas por individuos que buscan
consolidar su poder, o bien inflamadas por grupos extremistas que
sienten que no tienen nada que perder.
Siempre habrá quien quiera mantener vivas las
viejas disputas. Habrá alguien a quien no le importe sacrificar los
intereses reales de los pueblos, en el presente, por los agravios
narrados en los libros de historia del pasado.
Sin embargo tampoco faltan ejemplos de lo
contrario. En todo el mundo hay personas, y países, que han sabido dejar
atrás lo peor de su pasado, para centrarse en construir el futuro que
quieren para sus hijos.
Ya sea construyendo puentes entre países una vez
enfrentados, como hizo la Unión Europea, o entre comunidades que deciden
compartir una misma nación, como hizo Sudáfrica. La esperanza puede y
debe encontrar sus caminos.
También aquí quisiera, si me lo permiten, traer una nota optimista desde nuestro rincón del Caribe.
Y es que durante el último año, hemos abierto con
el vecino Haití un proceso de diálogo que, con toda justicia, cabe
calificar de histórico.
Nuestro contexto, por supuesto, es único. Pero no tanto como para que no pueda resonar en otras latitudes.
Como quizás sepan, ya desde el nacimiento de
nuestras dos repúblicas, existió una larga trayectoria de desencuentros,
de querellas que terminaron creando, en cada uno de nuestros países,
una imagen distorsionada del otro.
Es cierto que en nuestro pasado hay un par de capítulos dolorosos, y que forman parte de nuestra identidad.
Pero limitar nuestra identidad a estos pocos
capítulos es empobrecerla. Nuestra historia es muy rica, tiene cientos
de capítulos. Y en muchos de ellos podemos encontrar la inspiración que
nos guíe hacia un futuro mejor y hacia una identidad más completa, más
rica y más humana.
Porque lo cierto es que hay un punto de partida inmejorable para el entendimiento.
En ambas naciones hay millones de personas que
quieren más desarrollo, más educación, más salud, más seguridad, mejores
trabajos y más oportunidades.
Son demandas concretas que exigen de medidas
concretas. Y lo cierto es que atendiéndolas, llegando a acuerdos en cada
una de esas áreas, hemos logrado en pocos meses lo que no habíamos
avanzado en décadas.
Poco a poco, vamos avanzando. Y vamos descubriendo
que las viejas heridas, no impiden andar este camino, sino que se van
cerrando según caminamos.
Nuestros pueblos nos estaban exigiendo este pequeño ejercicio de valentía necesario para dar el primer paso.
Continuaremos dándolos, hasta que alcancemos
nuestro objetivo: dos naciones libres soberanas e independientes que,
desde la soberanía, cooperan para beneficio de sus respectivos pueblos.
Señoras y señores,
Quiero aprovechar esta tribuna, en la Asamblea General de las Naciones Unidas, para hacer un llamamiento.
Ha comenzado, como les he descrito, una nueva era en las relaciones dominicohaitianas.
Y en esta nueva etapa nos gustaría contar con la comunidad internacional.
Una de las principales acciones que estamos
llevando a cabo para fortalecer la soberanía dominicana y garantizar los
derechos de las personas que viven en nuestro territorio, es proveer a
todas ellas con la documentación que les corresponda.
Como sabrán, muchas de estas personas son
haitianas. Y para regularizar su estatus en el territorio de la
República Dominicana, deben contar primero con documentos de identidad
de su país de origen, de los que muchos por desgracia carecen.
Haití está haciendo un esfuerzo para alcanzar a
esta población y proveerla de documentos que los reconozcan como sus
nacionales. Sin embargo sus recursos técnicos y económicos son
limitados.
En el pasado, una serie de organismos
internacionales y países han mostrado sus inquietudes por el destino de
los migrantes haitianos. Esta es una inquietud que compartimos. Por
motivos humanitarios y por lo que nos afecta como principal país de
acogida.
Por eso me permito señalarles que el momento
actual es el un momento inmejorable para pasar de las palabras a los
hechos. Con acciones concretas y relativamente sencillas, la comunidad
internacional puede sin embargo tener un gran y duradero impacto en la
vida de estas personas.
¡Ayuden a Haití¡ Ayúdenles a documentar a su
gente, tanto en su territorio como en el nuestro. Pues la documentación
es el primer e indispensable paso para disfrutar de un amplio conjunto
de derechos.
No permitamos que unas carencias técnicas se
pongan en el camino de un proceso tan esperanzador, tan necesario, y con
tanto potencial como esta nueva etapa de cooperación entre la República
Dominicana y Haití.
Amigas y amigos, Hay momentos en los que nuestras
mejores aspiraciones parecen frágiles. Momentos en los que los cínicos
señalan a no se sabe que ley, de la economía o de la historia, que nos
condenaría a repetir los mismos errores del pasado.
Que la pobreza no puede superarse, que la brecha
de la desigualdad siempre crecerá y que los agravios del pasado se
encarnarán en cada nueva generación. Y sin embargo, sabemos que nada de
esto es cierto. Y sabemos a dónde mirar para encontrar el camino de la
esperanza.
Solo tenemos que mirar a los que tenemos más
cerca. A nuestros propios pueblos. A las necesidades que nuestra gente
padece en su día a día y en las esperanzas que les mueven a seguir
luchando.
Miremos bien y encontraremos que la economía no es
una prisión, sino que puede ser una herramienta al servicio de mejorar
la vida de las personas.
Encontraremos que los pueblos son libres.
Son libres para saber qué momentos de su pasado quieren usar como guía de su futuro, y cuáles no.
Encontraremos la forma de trabajar juntos. Como la
hemos encontrado con los vecinos con los que compartimos una isla. O
como lo encontramos, ayer mismo, durante la Cumbre del Clima, con el
resto de naciones con las que compartimos el planeta.
Los ciudadanos y ciudadanas a los que
representamos, cada vez mejor informados, nos exigen que estemos a la
altura de nuestra responsabilidad, de nuestro cometido declarado:
preservar la paz, fomentar el desarrollo, convertir la educación y la
salud en derechos de todos los habitantes del planeta.
Muchas gracias.
Por: Francia Valdez y Ariel Cabral
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