El derrocamiento de Juan Bosch: raíces sociales y políticas (un análisis de Amaury Justo Duarte)
25 de septiembre de 2014 - 9:25 am - Comentarios
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La minicrisis de abril, provocada por la
extrema derecha, y la crisis domínico-haitiana de mayo no fueron sino la
preparación de los acontecimientos de julio en los cuales el
patriotismo de Juan Bosch aceleró el descontento de los clanes
militares ultraderechistas
El derrocamiento de Juan Bosch: raices sociales y políticas
La historia de las luchas políticas durante el gobierno democrático presidido por Juan Bosch en 1963, se prolonga durante siete meses. Por primera vez en la historia política contemporánea dominicana los liberales van al poder, cerrándose así un ciclo en virtud del cual las tres principales fracciones de la burguesía dominicana, los trujillistas, los cívicos y los perredeístas ejercen el poder político. El fracaso del gobierno de Bosch, en lo esencial, significa la bancarrota de la burguesía, tomada ésta en su conjunto, por mantener la paz social y la estabilidad política en un país sacudido por la turbulencia de las luchas políticas desde 1959.
En esos años, la estructura social revela la existencia de una parte de la burguesía que defiende un programa democrático burgués. Este sector echó raíces políticas en el Partido Revolucionario Dominicano, fundado a finales de la década de 1930. El experimento de gobierno del PRD en 1963 significa, pues, la primera tentativa de esta fracción de consolidarse como clase a través de la puesta en práctica de su “modelo“ de sociedad. Sin embargo, en siete meses, el programa político de los liberales se vendrá abajo, fracaso frente a la ofensiva reaccionaria por conquistar el poder, bancarrota de la línea de compromiso frente al imperio, bancarrota de la táctica frente a las fuerzas armadas.
“La minicrisis de abril, provocada por la extrema derecha, y la crisis domínico-haitiana de mayo no fueron sino la preparación de los acontecimientos de julio en los cuales el patriotismo de Juan Bosch aceleró el descontento de los clanes militares ultraderechistas”Al mismo tiempo, en un difícil equilibrio entre el movimiento de masas que controlan y la marcha ascendente de la conspiración derechista, los perredeístas provocan con su política de vacilaciones la frustración y pasividad de las masas. Esta pasividad es mucho mayor por la inexistencia de un movimiento político de masas independiente que desborde el gobierno y que frene la embestida de las fuerzas conservadoras de entonces.
Paralelamente, la instauración del gobierno liberal no apaciguó las luchas políticas, no se logró la gobernabilidad de los estrategas de Washington, sino que por el contrario, se agudizaron estas luchas. Así, la crisis política devino permanente y antes de tres meses se evidenció la existencia de un doble poder. Una parte de éste, el poder administrativo, era controlado por el PRD. Otra parte, el poder armado, principal bastión del Estado, estaba controlado por los reaccionarios. El choque entre estos dos poderes se hizo, pues, inevitable y en perjuicio, como es natural, del poder puramente administrativo. Bosch fue derrocado y una nueva correlación de fuerzas de clases se impuso en el país. Estos hechos demostraban que no era suficiente ganar las elecciones, ni aun controlar el gobierno, si no se contaba con un brazo militar que garantizara la supervivencia del equipo perredeísta en ese mismo gobierno.
Por otra parte, la dinámica política no estaba desligada del contexto político regional, es decir, de la zona del Caribe. En efecto, el establecimiento del gobierno de Bosch en los hechos, constituyó un obstáculo para los planes del imperio en la región de colocar a todos los gobiernos del área contra la revolución cubana. Al principio, el clan Kennedy creyó que podía obligar al gobierno de Bosch a adoptar una política contrarrevolucionaria. Sin embargo, rápidamente sus estrategas de dieron cuenta de que dicho gobierno no era lo mismo que el Consejo de Estado. En consecuencia, la contradicción entre el imperialismo y la nación dominicana se puso al desnudo. Bosch estuvo dispuesto a hacer compromisos, pero no a ir más allá de lo necesario para su propia supervivencia. El imperialismo no se satisfizo.
Quería un gobierno abiertamente antinacional, capitulador y anticubano. En conclusión, si bien es cierto que el clan Kennedy no propició directamente el golpe de Estado del 25 de septiembre, no lo es menos que el gobierno de Bosch no respondía tampoco a las necesidades estratégicas del imperio.
Ahora bien, lo determinante en el golpe de Estado contra Bosch fue la acción de las fuerzas internas reaccionarias. Éstas devinieron arrogantes. El golpe de Estado contra Bosch se iba a producir contra viento y marea, lo quisiese o no el gobierno Kennedy, como resultado de la extrema agudización de las luchas de clases en el plano interior. Esto fue lo decisivo, sin negar, naturalmente, la acción de socavamiento efectuada por los oficiales norteamericanos de puesto en Santo Domingo dentro de las filas de los altos mandos militares del país.
En otro orden de ideas, la no existencia de una organización revolucionaria se evidenció claramente, con todas las funestas consecuencias que esta realidad llevaba consigo. La pequeña burguesía radical, encarnada en el movimiento revolucionario “14 de Junio”, no fue capaz de aprovechar el período de Bosch para acumular fuerzas revolucionarias en base a una política independiente. Esta sector social manifestó una vez más su incapacidad para encabezar la lucha política. Por otra parte, el movimiento obrero siguió sin brújula, atada al hilo umbilical de la burguesía y de la pequeña burguesía. Los comunistas del Partido Socialista Popular, que se decían sus representantes, constituían un pequeño grupo sin perspectivas.
Finalmente, las luchas políticas durante el corto período de gobierno perredeísta atraviesan objetivamente por dos etapas. En primer lugar, desde finales de febrero hasta mediados de julio de 1963. En este interregno, el gobierno de Bosch se revela como un régimen sin perspectivas e incapaz de enfrentar los problemas de fondo de la sociedad.
La minicrisis de abril, provocada por la extrema derecha, y la crisis domínico-haitiana de mayo no fueron sino la preparación de los acontecimientos de julio en los cuales el patriotismo de Juan Bosch aceleró el descontento de los clanes militares ultraderechistas. En segundo lugar, desde mediados de julio hasta finales de septiembre. En esta etapa la descomposición del régimen se acelera, el PRD se atomiza, y las masas acaban por desmovilizarse.
El golpe de Estado del 25 de septiembre no será más que el golpe de gracia a un poder moribundo.
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