Molina Ureña, Rafa Gamundi y Juan Bosch
A Bosch, ciertamente, le faltó coraje, visión, sentido de la realidad, iniciativas y puesta en marcha de proyectos y propuestas que ofreció durante la campaña política que lo llevó al poder, cuando fue elegido Presidente de la República en las primeras elecciones libres desde 1924.
Ambos escritores, el primero muerto y el otro gozando de excelente salud, a Dios gracias, fueron altos dirigentes del Partido Revolucionario Dominicano que llevó al poder al cuentista nacido en La Vega, cuya obra literaria colocó su nombre en la cima de la literatura de entonces, especialmente en el género del autor Horacio Quiroga, de cuyo ideario extrajo Bosch sus conocidos “Apuntes sobre el arte de escribir cuentos”, aunque no le dio crédito al maestro universal que se suicidó en Argentina, país limítrofe de su Uruguay. Así era Bosch.
Durante su Presidencia de la República, actuó, si se puede decir que actuó, como un elefante en una vitrina que se ocupó de errar para romper los cristales y permitir que por ahí entrara la gramática parda del golpismo, como él dijo posterior al 25 de setiembre de 1963, en un artículo titulado “La debilidad de la fuerza” publicado en la revista Life en español (cito de memoria).
Su confesión adelantada sobre lo que sería su mandato, el ejercicio de un político que no sabría gobernar, estaba consciente de que no permanecería en el poder por su ineptitud.
Recordemos que Bosch escribió que Lenin supo gobernar porque se supo mantener en el poder.
Para este político nuestro, ninguna de las señales que le envió la parte de la sociedad que le adversaba fue suficiente para que lo alarmaran y lo decidieran a la acción.
Algo peor, Molina Ureña cuenta que ante las ráfagas del huracán golpista, reunió un grupo de personas para producir un cambio de Presidente que depondría a Bosch, quien sería sustituido por el vicepresidente Segundo Armando González Tamayo.
Rafa cuenta que el PRD, que Bosch había puesto en receso, habló con el Presidente para que iniciara acciones beneficiosas para el pueblo, algunas de las cuales habían sido importantes promesas de campaña cuya puesta en marcha sólo requería la orden del mandatario de actuación errática y timorata.
Lo que se le ocurrió al engreído cuentista investido de la Presidencia de la República fue decir que a don Angel Miolán había que mandarlo a estudiar al extranjero.
Busquen esos libros, disfrútenlos y sepan que aún falta mucho por saber.
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