Economía, mercado laboral y variables intervinientes
En no
pocas ocasiones la economía se reduce al simple intercambio de bienes y
servicios, o, en el caso del mercado laboral, al simple intercambio de
la fuerza de trabajo. Son dos las grandes corrientes de pensamiento que
tratan de dar explicación al funcionamiento del mercado de trabajo. Por
un lado, la visión neoclásica o convencional, en la que los trabajadores
y empresarios/empleadores actúan a partir de sus propias decisiones
individuales (individualismo económico), bajo conductas de racionalidad
económica, y en el que la fijación de los salarios viene determinada por
el simple juego de oferta y demanda de trabajo. Por el otro, la visión
macroeconómica, que observa la realidad económica como un ente más
complejo y que encuentra su razón de ser en la demanda agregada,
entendida ésta como el conjunto de distintos elementos, tales como el
consumo de las familias, la inversión de las empresas, el gasto público y
la diferencia entre exportaciones o importaciones (saldo neto del
sector exterior). Si bien hay otras visiones de la economía laboral, las
citadas son las que predominan en el discurso económico.
Ahora
bien, desde nuestro punto de vista, si bien ambas corrientes citadas
pueden tener elementos a ser tomados en consideración, abogamos por otra
visión del funcionamiento del mercado de trabajo. ¿Por qué realizamos
esta afirmación? Porque este reduccionismo dista de acercarse a la
realidad que nos rodea: hay otras variables o factores que entran en
juego y que no deben dejarse en el olvido. Aspectos como la demografía,
los comportamientos de las familias, el sistema formativo, el tejido
económico existente (bien por especialidad productiva, bien por tamaño
empresarial, por citar dos ejemplos), la gestión de la mano de obra o de
los Recursos Humanos, el peso de la negociación colectiva… todos ellos,
gozan de un peso en el funcionamiento de la economía y del mercado
laboral. Vemos así que son muchas las variables-fuerza que intervienen
en este complejo proceso de intercambio de demanda y oferta de trabajo.
Es más, dicha situación a la que hacemos mención no es ajena a otra
realidad. Hablamos del territorio, del espacio geográfico donde tiene
lugar dicho intercambio ¿acaso es similar la situación en un municipio,
por ejemplo, del interior de la comunidad autónoma extremeña al de una
gran capital de provincia? Por formular algunos interrogantes, el tejido
económico o sistema productivo en una determinada región ¿presenta
especialización en algún producto, bien o servicio o se opta por una
mayor diversificación productiva? O, ¿qué estrategias sigue dicho
sistema productivo? ¿Se centra en competir en el mercado vía precios o
vía calidad? ¿Estamos ante actividades que requieren de mayor inversión
tecnológica o, por su lado, hacen un uso intensivo de mano de obra?
Asimismo, ¿esas empresas cuentan con suficiente mano de obra para cubrir
las vacantes? Y si es así, ¿requieren de mano de obra con determinadas
cualificaciones o una formación específica? ¿Existe en ese territorio un
sistema formativo local que pueda suministrar mano de obra cualificada
al tejido económico? Y, por supuesto, ¿qué papel juegan en todo esto las
políticas regionales y de desarrollo local? O, ¿la red institucional
que va más allá de las relaciones económicas pero que influyen en el
terreno económico, y que forma parte de la generación y difusión del
conocimiento, a la par que genera el desarrollo del capital social y
relacional? Dicho esto, hay que ser conscientes de que cada territorio
presenta unas peculiaridades y una idiosincrasia, con su propia
estructura productiva, su mercado de trabajo, una determinada capacidad
empresarial, un know-how, una dotación de recursos naturales,
una tradición y cultura, así como un sistema social y político propio. Y
dada la no uniformidad entre territorios, el desarrollo de cada uno de
estos, debe ser ajustado a las peculiaridades inherentes a éste.
Podrían
formularse más preguntas al respecto, pero lo que parece dejar patente
esta serie de interrogantes es que el reduccionismo en la Economía, y
posiblemente en cualquier otra rama de la ciencia, puede ser una actitud
desacertada. La apertura de miras desde la ciencia económica debería
estar presente en todos los Centros de formación o Universidades así
como en los centros de decisión de las políticas públicas, de ahí que la
recomendación en la formación de equipos multidisciplinares debería ser
acogida como un valor añadido, ampliando la visión de la Economía con
las aportaciones de la Sociología, la Psicología Social, el Derecho y
las políticas socio-laborales…
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