Una carta de Plinio el joven aTrajano

Plinio el Joven, un hombre culto de Roma persiguiendo cristianos

J.L López de Guereñu Polán
En los primeros años del siglo I de nuestra era, comenzaron las primeras persecuciones a los cristianos, por entonces, todavia poco numerosos.
Pero lo que pocos saben es que, en el año 111, detrás de uno de aquellos primeros hostigamientos estaba el famoso escritor, científico y gobernador de Bitinia, Plinio el joven.
Cierto que Plinio, y dicho de paso, era sobrino dePlinio el Viejo, uno de los científicos más importantes del mundo antiguo. El caso es que era un romano y participaba de la cultura de su tiempo, pero conocía muy bien la filosofía estoica, y debía estar influido por cierta moral que, desde luego, no tuvo en cuenta cuanto actuó, como aquí explicaremos.
En efecto Plinio era muy culto, pero también estaba muy aferrado a sus privilegios, pues aún teniendo dudas sobre la licitud de perseguir a personas por sus creencias religiosas, -máxime cuando reconoce no hacían mal alguno,- se prestó a matar cristianos, así como a castigarlos de diversas formas, para cumplir con la función que le permitía mantener su privilegiada situación.

La carta de Plinio pidiendo consejo a Trajano

Plinio pide opinión al mismísimo emperador sobre su “modo de proceder con los cristianos”. En una carta -impresionante documento histórico-que dirigió a Trajano,(del que siempre se hablan excelencias sin la necesaria reflexión), le dice que nunca ha participado en las investigaciones sobre los cristianos, por lo que no sabe qué hechos ni en qué medida debieran ser castigados. 
Esta reflexión, casi literal que figura en la carta, dice mucho de que no las debía tener todas consigo, aunque lo primero, eso sí, era contentar al emperador.
  • En primer lugar le pregunta si no habrían de hacerse diferencias por razón de edad, “o si la tierna edad ha de ser tratada del mismo modo que la adulta”.
También pregunta al emperador si se debe perdonar al que se arrepiente o si le ha de castigar “aunque no se hayan cometido hechos reprobables”.

El Modus operandi de Plinio

Por si el emperador le tildaba de blando y hasta que recibiera la respuesta de Trajano añade:
“mientras tanto, esto es lo que he hecho con aquellos que me han sido entregados por ser cristianos. Les he preguntado si eran cristianos.
A los que respondían afirmativamente, les repetía dos o tres veces la pregunta, amenazándolos con suplicios:
“a los que perseveraban, los he hecho matar”, dice en la carta.
No dudaba, de hecho, confesaran lo que confesasen, que
“se los debiera castigar al menos por tal pertinacia y obstinación inflexible”.
El que está en el poder cree con frecuencia que el inflexible es el de abajo.
“A otros, atrapados por la misma locura, los he anotado para enviarlos a Roma, puesto que eran ciudadanos romanos”.
Habla luego, de que se multiplicaban las denuncias y, en particular, una anónima que contenía el nombre de muchas personas. Algunos negaban ser cristianos -dice Plinio-, lo que podría ser verdad o mentira, y luego añade que;
“si invocaban los nombres de los dioses según la fórmula que les impusiese, y si ofrecían sacrificios con incienso y vino a tu imagen-refieriéndose a la de Trajano al que le debía casi todo-, que yo había hecho instalar con tal objeto, entre las imágenes de los dioses, y además maldecían a Cristo, -cosas todas ellas que me dicen que es imposible conseguir de los que son verdaderamente cristianos-; he considerado que sólo entonces deberían ser puestos en libertad”.
Final de la carta
Plinio termina su carta al emperador diciendo que suspende la investigación parapedirle consejo, pues había gran número de denunciados, añadiendo que no sólo en las ciudades, sino en el campo
“se difunde el contagio de esta superstición”. Los templos comenzaban de nuevo a ser frecuentados -dice- y los rituales vueltos a practicar;
“y que por todas partes se vende la carne de las víctimas, que hasta ahora tenía escasos compradores”.
Por lo tanto concluye que muchas personas podrían enmendarse si les da ocasión de arrepentirse.

Conclusión

¡Qué gran parecido con el comportamiento de las autoridades cristianas siglos más tarde respecto de los fieles de otras confesiones! No es, creo yo, que Plinio fuese pagano y el inquisidor Torquemada, en el siglo XV, cristiano.
El asunto no es de civilización: el asunto es de moral; y tanto Plinio como Torquemada la tenían flaca, y preferían el poder a la conciencia.