La felicidad, un cuento chino
¿Qué es la felicidad? ¿Qué aporta al ser humano el hecho de serfeliz? La
felicidad es una construcción social y cultural, relativa en el tiempo y
en el espacio. Pues, para cada civilización la felicidad es
interpretada de forma distinta.
La felicidad nunca ha sido entendida igual a lo largo del tiempo pero nunca había sido considerada una auténtica prioridad como lo es ahora.
¿Cómo hemos llegado a esta supremacía (no sólo de la felicidad sino también del yo individual)? ¿En qué parte del camino olvidamos la felicidad colectiva? ¿Por qué la centralidad de la felicidad hoy? Si
no eres feliz no formas parte de este mundo. Muestra de ello es que en
el uso de las redes sociales virtuales (Facebook, Twitter,…) siempre se
comparte un relato positivo de tu vida cotidiana. Y como ya sabemos, en
la vida nos tocan vivir alegrías, pero también tristezas o desgracias.
Otro tema es cómo cada individuo, en función de su personalidad (más o
menos optimista), sepa gestionar esos acontecimientos o conflictos.
La
centralidad de la felicidad, en nuestras vidas, se explica, en parte,
por la “era de la publicidad” y la consiguiente “sociedad del consumo”.
Pues la publicidad, vende silogismos tales como: eres feliz si te
compras un vestido nuevo, un coche nuevo o una segunda residencia. Un
consumo asociado a un estado de ánimo que te hace estar feliz, contento,
y a un cierto “status social” (prestigio) que responde a un determinado
“poder adquisitivo”.
Además, la
felicidad que hoy en día nos vende la publicidad asociada a un
consumismo insaciable, compulsivo, irracional, poco sostenible, ya que
se han creado nuevas necesidades “artificiales” –que nos parecen
indispensables (por ejemplo, cambiarnos el móvil de última generación,
renovar vestuario cada temporada o la conocida obsolescencia programada
(productos fabricados para no durar). ). Nos quieren hacer creer que
necesitamos más para vivir mejor y ser más felices.
No
obstante, en las circunstancias actuales de crisis económica, se hace
difícil hablar de felicidad. Pero incluso en este contexto se abren
oportunidades de reinventarse. Un ejemplo, lo encontramos en el
movimiento de la PAH (o en las nuevas formaciones políticas como
Podemos, Guanyem, …). Su lema “Sí, podemos” resume la lucha de personas
que en situación límite se organiza colectivamente para defender sus
derechos.
Parafraseando
al sociólogo Uldrich Beck, vivimos en una “Sociedad del riesgo”, en el
sentido de que los jóvenes de hoy en día si bien tienen mayor libertad
de elección, esta se traduce en mayores riesgos biográficos, tales como
la precariedad laboral o la frustración: tener estudios ya no garantiza
poder tener un trabajo cualificado ni tener trabajo garantiza poder
sobrevivir económicamente. Ni tener 30 años es sinónimo de persona
emancipada, casada y con hijos. En cambio, en otras épocas la gente
tenía mayor seguridad (fruto del determinismo), pero menos libertad de
elección.
¿Qué les ocurre a tantas personas que, teniéndolo todo, siguen
sintiéndose infelices? Podemos
tenerlo todo y aun así ser infelices. Más que infelices, el ser humano
está insatisfecho permanentemente. Dicho de otro modo, deseamos aquello
que no tenemos. También es cierto que la publicidad y la era
post-moderna da muchas más importancia al dinero, a la individualidad,
al narcisismo y al fetichismo. Con dinero parece que todo es comprable,
pero los sentimientos no se compran. Hay otra escala de valores que te
proporciona mayor felicidad. No hay nada más frustrante y generador de
infelicidad que hacer creer que tu vida es idílica, cuando en realidad
no lo es.
Otra
cuestión es la dicotomía “libertad de” versus “libertad para” expuesta
en la obra d’E. Fromm “Miedo a la libertad”. Se trata de una
contradicción: hay gente que tiene miedo a usar la libertad. Eres libre
pero necesitas que “alguien te diga” que hacer. Ejemplo: personas que
cuando se jubilan entran en una depresión.
¿Por qué
los cánones estéticos nos esclavizan y nos hacen estar a disgusto con
uno mismo? Parece una locura que alguien pueda estar triste por algo que
“alguien” previamente ha dicho que es motivo de tristeza, como pesar
unos kilos de más. Así pues, acabamos problematizando aquellas estéticas
y estilos de vida que alguien ha etiquetado como problema. ¿Quién es
ese alguien? El peso de la tradición, los sectores dominantes de una
sociedad, los medios de comunicación,…
Por otro lado, ¿los pequeños gestos pueden ser suficientes para hacernos
más felices? Desde el punto de vista social, ¿qué nos aporta el
abrazarnos, el reír, que nos sorprendan con un detalle…? Por
supuesto, sobretodo, la comunicación “no verbal” en positivo (gestos,
miradas, tono de voz, abrazos, besos,…) es fuente de alegría,
sociabilidad, en definitiva, de “buen rollo”. Saludar cada mañana al
conductor del autobús cuando vas hacia el trabajo es algo muy saludable y
significa empezar bien el día, con optimismo. El “cara-cara” es
fundamental y complementario a la comunicación verbal que nos
proporcionan las nuevas tecnologías. Pues, necesitamos no sentirnos
solos ni aislados de la comunidad en la que pertenecemos. Otro ejemplo,
es la “ilusión” que ha despertado el movimiento soberanista y el Proceso
de transición nacional abierto en Catalunya.
Para terminar, ¿qué nos hace felices? Como
hemos dicho la felicidad es un estado anímico muy subjetivo.
Humildemente, para mí la felicidad supone estar rodeada de personas que
me quieren y que yo también quiero, compartir experiencias, discutir
sanamente sobre política, abrazar a mis amigos, reírme con ellos,
bailar, escuchar música, etc. También la paz interior es imprescindible y
ser coherente en la vida. En definitiva, ser fiel a uno mismo y a los
suyos. Os recomiendo una canción del grupo Love of Lesbian: Somriu.
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