martes, 7 de octubre de 2014

¿Existe la sorpresa social?

¿Existe la sorpresa social?

El neurólogo francés Guillaume Duchenne estableció en el siglo XIX las bases fisiológicas que nos permiten distinguir científicamente entre la sonrisa auténtica y la sonrisa social, entendiendo por auténtica aquella ejecutada por el sistema nervioso de forma espontánea, sin intervenir nuestra voluntad. Nos preguntamos si ocurre lo mismo con la expresión facial universal de otra emoción básica, como es la sorpresa: ¿Existe la sorpresa social? ¿Es fácil distinguirla a simple vista? En el siguiente ejercicio puedes intentarlo:
Sorpresa social Foto 1 1024x801
Los cinco rostros de la imagen parecen igual de sorprendidos, pero solo dos corresponden a verdaderas expresiones de sorpresa. En este caso, el contexto juega un papel importante para averiguar cuáles son, pues se trata de las reacciones de pacientes de cáncer al verse en el espejo, tras ser caracterizados de manera algo extravagante para la campaña “If only for a second”. (El trabajo fue realizado en Francia en 2013 por la agencia publicitaria Leo Burnet, para la fundación de origen belga Mimi Ullens, y las escenas fueron captadas por el fotógrafo Vicent Dixon).
Aunque la expresión de las emociones básicas tiene un origen genético y universal, las reglas para su exhibición son socialmente aprendidas, y la sorpresa suele utilizarse también para ocultar otra emoción, como el disgusto o el asco. Los psicólogos Ekman y Oster (1981) aseguran que una manifestación de sorpresa es genuina cuando su aparición, duración y desaparición son muy breves, por lo general, menos de un segundo.
Además, la sorpresa tiene la peculiaridad de ser la única emoción básica de valencia neutra: inmediatamente puede evolucionar hacia una reacción positiva o negativa. Si tarda en producirse o dura mucho, estamos ante una expresión fingida, o ante un gesto emblemático, realizado para expresar de forma voluntaria que algo nos parece sorprendente. 
Para reconocerla debemos recordar que la sorpresa presenta un mismo patrón común en todos los humanos, catalogado en el FACS (Facial Action Coding System): las cejas suben hacia el exterior (AU2) por acción del músculo frontal, y la boca se abre (AU27), pero sin intervención voluntaria de los músculos masticadores; y lo que es más importante, los párpados superiores se elevan (AU5) al actuar los orbiculares de los ojos, y la mandíbula cae sola (AU26) en una combinación del risorio, bucinador, borla y cutáneo del cuello.
Vayamos, entonces, con la respuesta a nuestra cuestión: 
Sorpresa social Foto 2 1024x507
Solo la 1 y la 3 son expresiones de verdadera y espontánea sorpresa, y se puede establecer incluso sin visionar la secuencia de vídeo a cámara superlenta. Según establece el análisis del comportamiento no verbal, las claves para distinguirlas son dos, y se pueden aprender con el entrenamiento adecuado: 
  • Lo primero y más difícil es saber diferenciar entre una boca abierta (conducta intencionada) y una mandíbula caída (conducta espontánea).
  • Y lo segundo -algo más fácil-, es confirmar la elevación de los párpados superiores, apreciable en el espacio blanco que aparece sobre el iris. 
En cualquier caso, el rigor científico exige el visionado del vídeo, fotograma a fotograma, para confirmar estos hallazgos y descartar otras reacciones, como las producidas en los otros tres casos.  A continuación se muestran con detalle: 
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La primera reacción de la número no fue precisamente de sorpresa, sino de control emocional y desconcierto: Hay leve tensión en los párpados, mirada fija y penetrante, y labios afinados. Luego, cuando reacciona, las cejas suben -como en la sorpresa-, pero los párpados superiores no. Aunque abre la boca, la mandíbula no cae del todo y las comisuras de los labios muestran una levísima depresión, compatible con la tristeza. Son micro-expresiones casi inapreciables a velocidad normal de vídeo, y mucho menos en persona, pero nos atreveríamos a inferir que a esta paciente no le gustó mucho su aspecto al verse en el espejo. 
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En este caso, la reacción inicial está marcada por el disimulo de una sonrisa social, apreciable en las comisuras –se retraen, en lugar de ascender-, así como en la inactividad de los músculos orbiculares alrededor de los ojos y los cigomáticos bajo las mejillas. El intento posterior por mostrar sorpresa falla, no solo en los párpados superiores, como el caso anterior, sino también en las cejas: además de no subir, hay cierta actividad en el entrecejo, compatible con el disgusto. No hay caída de mandíbula, sino apertura de la boca, con un pequeño hoyuelo lateral vinculable al desprecio, del que probablemente ni siquiera tenga conciencia en ese momento.
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De los tres casos, este es el más concluyente y también impactante, dadas las circunstancias: la emoción expresada es de tristeza y dolor moral. Se aprecia en la mirada, en las cejas elevadas hacia el interior de la frente, los párpados caídos y la boca abierta en embudo (conducta intencionada), con las comisuras deprimidas. 
Como explican los citados Ekman y Friesen, el rostro no es puramente un sistema de señales emocionales involuntarias, pues desde los primeros años de vida aprendemos a controlar algunas de nuestras expresiones faciales, ocultando nuestros verdaderos sentimientos y fingiendo otros falsos. Los padres son muchas veces los primeros en inducir ese tipo de conductas “sociales”, con frases del tipo “no pongas esa cara de enfadado” o “¿no sonríes a tu tía que te ha traído un regalo?”.
A medida que crecemos, las personas aprendemos a manejar estas reglas de exhibición tan bien que las convertimos en hábitos muy arraigados, llegando a operar de forma casi automática, modulando las expresiones sin necesidad de elegirlas o incluso sin percatarnos de ese control.
En definitiva, y volviendo al origen del planteamiento de este análisis, por supuesto que existe la sorpresa social, y los protagonistas de esta campaña son una prueba de ello. Incluso en sus dolorosas circunstancias son capaces de sobreponerse, y expresar con su rostro la emoción que cabría esperar en el momento, suponemos que con el ánimo de no herir sensibilidades ajenas.
El problema es que la sorpresa es siempre una emoción neutra y muy breve, que sólo dura hasta que el individuo se ha enterado del hecho imprevisto. La mayoría sabemos cómo fingir sorpresa, pero pocos lo hacen de forma convincente, con el rápido arranque y la instantánea descarga que un sentimiento natural de sorpresa genera en nuestra cara.
Bibliografía y recursos sugeridos 
  • Álvarez de Arcaya Ajuria, H. (2003). La comunicación no verbal. Interrelaciones entre las expresiones faciales innatas y las aprendidas. Gazeta de Antropología, 19, Artículo 19.
  • Ekman, P., & Oster, H. (1981). Expresiones faciales de la emoción. Estudios de Psicología(7), 115-144.
  • Contreras Flores, V. (2005) ARTNATOMY/ARTNATOMIA. www.artnatomia.net 

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