lunes, 6 de octubre de 2014

¿Es la innovación factor de progreso social?

¿Es la innovación factor de progreso social?

El sábado 20 y domingo 21 del pasado mes de septiembre asistí en París a una serie de conferencias, mesas redondas, entrevistas, etc., que el diario “Le Monde” organizó bajo el título genérico de “El mundo de mañana: hablemos de ello, hoy”. En total unos 20 eventos en dos lugares distintos (consultables en la web de Le Monde). El precio del billete, para acceder a cada evento seleccionado, costaba 13 €, 9 € a los mayores de 65 años y 8 € a los que estamos abonados al cotidiano. Yo me apunté a cinco eventos pero, muy cansado, solamente asistí a cuatro. Estos: “las metamorfosis de la familia”; ¿es la innovación un factor de progreso social?; “La Europa de mañana” y “Se podrá, todavía creer en Dios”. Me pareció un sistema excelente para la gente que, de verdad, está interesada en una serie de temas. Se llevan conferenciantes de primer nivel pero, para escucharles y discutir con ellos, hay que pagar. Y los actos comienzan el sábado a las 9 de la mañana y terminan el domingo a las 7 de la tarde.
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Cada uno de los cuatro eventos a los que asistí, con verdadera fruición, dada la altura de los conferenciantes, da pie para escribir un artículo, más largo incluso del que aquí redacto. Pero la experiencia me dice que los textos demasiado largos son menos leídos. Me he decantado por trasladarles hoy, parte de los debates que animaron la cuestión de si la innovación es un factor de progreso social.
El tema dio lugar a un encendido debate, entre los propios intervinientes en la Mesa Redonda, y después con el numeroso público asistente a la sesión, sesión que, tras haberse interrumpido pues a continuación en la misma sala se abordaba otro tema, continuó sus debates en los pasillos. Con promesa de los organizadores de « Le Monde » de que el tema volvería entre los que se tratarían en Septiembre de 2015, pues ya se daba por hecho que la experiencia del año actual, habiendo sido un éxito total, exigía una prolongación, al menos anual.
Pero, ¿quien hubiera puesto en duda, al término del siglo pasado que la innovación no fuera un factor de progreso social?. Era un evidencia indiscutida e indiscutible, aunque algunos nos empeñamos en señalar, en medio de un displicente silencio, que también percibíamos innovaciones regresivas. Por ejemplo la manía de construir edificios tontos, de los llamados inteligentes, donde nunca corre aire fresco, incluso en zonas donde el aire era limpio y renovado por estar la zona próxima al mar. En Euskadi sin ir más lejos.
Lo que se planteaba en Paris era como cabía hablar de progreso social cuando las desigualdades sociales iban en aumento, con las tasas de paro tan enormes en tantos países, cuando las amenazas del cambio climático son ya una realidad, cuando un hombre como Bill Gates acababa de declarar que de ahora al año 2035 los autómatas van a reemplazar gran parte de las profesiones (la de enfermería, apuntó un interviniente en el debate; por ejemplo). En Informática, ¿quien no percibe ya que hemos perdido toda privacidad, cuando no libertad?. Lean, por ejemplo, a Evgeny Morozov  o a Nicholas Carr (aun con sus puntas de exageración). Solamente nos salva a la inmensa mayoría de ciudadanos que no somos tan importantes como para que los amos del mundo tengan que pagar a tantos controladores-vigilantes-castigadores para detectar lo que hagamos o dejemos de hacer frente a la pantalla de nuestro ordenador o en nuestras vidas. En fin, ¿no será necesario cambiar el modelo económico, de financiero a productivo, de ilimitado a controlado, de com-petidor a con-currente? ¿No habrá que reflexionar como lo hace Dominique Meda, una de las personas que conformaban la Mesa de Debate, en su libro de gran éxito en Francia titulado “El mito del crecimiento?.
No crean Ustedes que los componentes de la Mesa eran revolucionarios de izquierdas, menos aun nostálgicos de un tiempo pasado que cual arcadia feliz el progreso hubiera destruido. No. Eran gente sesuda y con los pies en el suelo. Además de Domique Meda, filósofa y socióloga, estaban en la Mesa la física Hélêne Langevin, nieta de Pierre y Marie Curie que con sus 87 años de edad mostró una vivacidad y clarividencia asombrosas, Laurent Alexandre, cirujano y urólogo, pero también licenciado en Ciencias Políticas y en la actualidad fundador de la sociedad DNA Visión, una sociedad dedicada a la secuenciación del ADN. Nos impacto a todos y volveré a él en el marco de estas líneas. Bernard Sahla, Diplomado en la Escuela Politécnica y en la actualidad Director de EDF (electricidad de Francia) que sudó lo suyo cuando se le preguntó, con reiteración, sobre el recibo de la luz y, por ultimo, un curioso e inteligentísimo “matemático dandy” (así se presenta y así viste), Cédric Villani, que abrió el debate distinguiendo descubrimiento, invención e innovación y lo cerró con esta pregunta: ¿para que les sirvió la innovación a los aborígenes, indígenas que habitaban las américas cuando los europeos los masacraron, diezmaron y los encerraron en reductos indios?. Porque no todos los trataron como los jesuitas en las Reducciones, como tuve ocasión de volver a comprobar, recientemente, visitando la excelente exposición “ad hoc” que han montado los jesuitas en Javier (cerrado hasta marzo).
Hèléne Langevin hizo un canto a la investigación básica. Fue muy dura con la burocratización en la que viven los actuales investigadores pues les piden “innovar rápido y pensando en su rentabilidad en el mercado” de tal suerte que les atosigan con papeles a rellenar, trimestralmente, con el objetivo fundamental de saber en qué momento se encuentran en su búsqueda de una innovación financieramente sostenible por su validación en el mercado de lo que sea. Hoy se exige de la investigación su aplicabilidad inmediata, directa y contable. “Con ese planteamiento mis abuelos no hubieran inventado nada”, concluyó Langevin, en medio de un atronador aplauso.
Laurent Alexandre, que trabaja en la secuenciación del ADN, afirmó que en la actualidad por 10 dólares se puede cambiar nuestro ADN y que el poder que hemos adquirido sobre nosotros mismos es enorme, que ese poder está en pocas manos, (Sylicon Valey y algunos chinos) y que ya hemos entrado en una sociedad eugenésica. Ahora en el segundo día de vida de un embrión (apenas el cigoto formado) se puede (en determinados lugares) detectar las posibles malformaciones del embrión y proceder a su eliminación. Pero no solamente eso, empieza a ser posible manipular el embrión para  que salgan “chicos rubios con ojos azules” o producir Bill Gates en cadena, esto es, personas superinteligentes. Añadió que ya hay un equipo en China trabajando en este empeño. Me vino a la cabeza mi lectura adolescente de “El Mundo feliz” de Aldous Huxley. Sostuvo Alexandre también que en este siglo llegaremos a la “inteligencia artificial fuerte”, lo que significa una inteligencia que tenga conciencia de si misma: la robótica inteligente y consciente.
Salimos acojonados. Cedo el final de mi texto a Edgar Morin que dijo en su intervención en otra sesión que “la mundialización es un movimiento totalmente incontrolado pues está propulsado por la ciencia a su vez incontrolada (¿Incontrolable? me permito preguntar). La técnica incontrolada sirve básicamente para esclavizar al hombre. La economía está igualmente incontrolada. Nos dirigimos a diversas catástrofes. El futuro más probable es angustioso. Mi esperanza se basa en el hecho de que cuanto más cerca estemos del peligro, mayor es la toma de conciencia. El miedo a desalentarme me tonifica”, concluyó Edgar Morin. Tiene 93 años de edad.
Fuente imagen: taringa

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