LA GLOBALIZACIÓN DE LA ECONOMÍA CREÓ LA GLOBALIZACIÓN DEL CRIMEN”.
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Entrevista. Petros Markaris, escritor griego
La mundialización del
crimen organizado, es una de las consecuencias directa de la globalización de
la economía de casino, del capitalismo salvaje, del capitalismo del desastre, del desprecio, explotación, marginación y exclusión
violenta, de las élites del Poder político-financieras, tienen como “forma de
vida” por los miles de millones que hoy representan el 99% de la población
mundial, frente a ese 1% - dorado, privilegiado, elitizado y divinizado por el
poder de la codicia y el fundamentalismo consumista, divinizado por el poder
del “dios” mercado y los Nuevos Amos del Mundo, o el Club de Bilderberg. En la
coyuntura actual, de la crisis estructural, sistémica del capitalismo, si no se
produce hoy su hundimiento y destrucción final, es porque aún, tres grandes
áreas de la industria global están en pleno crecimiento y desarrollo, unas y
otra cumpliendo funciones de destrucción masiva.
La economía de las industrias
culturales, hoy presente
en la innovación tecnológica, las redes
sociales y la comunicación electrónica, camina en un mundo paralelo, pero
salvando del hundimiento del capitalismo. Sui innovación es diaria y
permanente, llegando al extremo incluso que más del 80% de la población mundial
seamos consumidores pasivos del mundo de la innovación tecnológica. Sin
embargo, paralelo a la gran revolución de las tecnologías y las industrias
culturales, está presente la economía de
la guerra, unas veces exponiendo sus últimos cambios y transformaciones
tecnológicas, pero en lo general, hoy es la economía mundial responsable de
cómo el imperialismo y las corporaciones militares globales están generando
genocidios completos, no solo hoy por parte del fascismo judío contra el pueblo
Palestino, sino también a través de la OTAN,- convertido en el ejercito mundial
de ocupación militar y el banco global – de expropiación de los miles de
millones de los gobiernos intervenidos y ocupados militarmente - de los países imperialistas del G-7 -.
El tráfico
de drogas, es la parte más activa y criminal de una sociedad en riesgo
global donde el crimen organizado se ha globalizado.
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Finalmente por
el otro extremo de la sostenida producción
mundial, se encuentra la economía criminal – Paraísos Fiscales, corrupción,
lavado de activos, narcotráfico, narcoterrorismo, prostitución infantil,
migración ilegal – origen de la globalización de la indiferencia – la misma que
ha originado, la inseguridad ciudadana – ha creado directamente la
mundialización del crimen organizado – el chantaje, el sicariato, bandas de
criminales organizadas – y más allá hoy encontramos la minería ilegal, criminal,
muy poderosa en nuestro continente y “aceptada” históricamente por el propio
carácter y contenido de la economía tradicional exportadora de materias primas
y su propio modelo extractivista, depredadora del medio ambiente. Además, parte
de esta cadena del crimen organizado, el narcotráfico y la corrupción
generalizada, están presentes los narco-Estados y los propios Estados Inviables.
Existe un riesgo destructivo-criminal, global en la sociedad actual, acelerado
no solo por las propias consecuencias de la crisis – poli-crisis estructural
sistémica – sino en concreto por la mundialización de las bandas de criminales
organizados, y el propio espionaje globalizado desde el imperio, denunciado por
el Agente norteamericano Edward Snowden – hoy asilado en Rusia - originados e hijos directos de la globalización
de la desigualdad económico social.
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La globalización de la
economía creó la globalización del crimen. El crimen ya no es local; tiene
raíces y conexiones en todo el mundo. Hay un gran flujo de dinero que proviene
del crimen y pasa a la economía establecida. Eso crea lazos cercanos entre
la política y el crimen organizado.
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“LA GLOBALIZACIÓN
DE LA ECONOMÍA, CREÓ LA GLOBALIZACIÓN DEL CRIMEN”.
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Entrevista. Petros Markaris, escritor griego
Clarín X martes 29 de julio
del 2014.
Las novelas policiales de Petros Markaris sobre el comisario
Jaritos se han traducido a muchísimos idiomas y esa difusión global forma parte
de un renacimiento del género policial a nivel internacional, con autores de
distintas nacionalidades, por ejemplo Henning Mankell y Asa Larson.
Actualmente, los géneros populares occidentales, sobre todo el policial, se
leen y escriben en todo el mundo. Muchas novelas comparten esquemas, reglas y
características de género que cruzan nacionalidades, costumbres, tradiciones
literarias. Por eso, muchas veces, los lectores creen redescubrir en ellas a
otros escritores que conocen.
Por formación, yo vi mucho
de la novela negra estadounidense en los libros de Markaris. Y eso era un
error: cuando le hablé del tema en la entrevista, él me dijo que sus referentes
son sobre todo europeos y mediterráneos. Eso prueba que lo que reconocemos no
son influencias específicas, nombres, sino el género mismo. Es el género el que
construye puentes entre culturas. Y el género y sus puentes se apoyan a su vez
en relaciones históricas importantes. La
historia de las crisis económicas en Grecia y Argentina explica en gran
parte la cercanía inquietante entre Markaris
y sus lectores en nuestro país.
Leídas desde la experiencia
argentina, Con el agua al cuello, Pan, educación, libertad y Liquidación
final, las tres últimas novelas traducidas de Markaris, son una lección
sobre los efectos de la deuda externa en países de la periferia. En esos libros,
el inspector Jaritos se enfrenta a las consecuencias cotidianas de la crisis:
desde el tránsito detenido por las marchas de protesta hasta las quitas en los
salarios policiales y el deseo de abandonar el país que manifiestan los
jóvenes. Esos detalles, constantes en Markaris, suenan absolutamente familiares
para los argentinos que sufrieron el período 2001-2002. En esas novelas, los
criminales cuestionan la validez de la ley a la que representa el policía sobre
todo porque en esos momentos ni la ley ni el Estado ayudan a los ciudadanos –En
sus libros sobre Jaritos, la situación económica, política y social del país
pesan enormemente. ¿Por qué?
–No es nada que yo haya
inventado. Sciascia y Montalbán hicieron lo mismo. La novela policial nórdica
sigue el mismo camino.
–Entonces, hablamos de una
característica del género.
–Yo creo que la novela
policial está volviendo a la novela burguesa del siglo XIX. Muchos novelistas
de ese siglo –desde Víctor Hugo a Charles Dickens; desde Fedor Dostoievski
hasta Emile Zola– toman una historia criminal como punto de partida. Usan la
historia del crimen como vehículo para hablar sobre la realidad social.
Actualmente, muchos novelistas que escriben policiales hacen lo mismo. Usan la
historia del crimen como pretexto para hablar sobre la realidad social, y a
veces también sobre la política de sus países.
–¿Por qué es tan importante
el dinero en sus novelas, sobre todo en las últimas?
–La globalización de la
economía creó la globalización del crimen. El crimen ya no es local; tiene
raíces y conexiones en todo el mundo. Hay un gran flujo de dinero que proviene
del crimen y pasa a la economía establecida. Eso crea lazos cercanos entre
la política y el crimen organizado. Por otra parte, en países como Grecia, que
fueron pobres en casi toda su historia, el flujo de dinero de fuentes como los
Estados Unidos ha creado un sistema de clientelismo, organizado y dirigido por
las clases políticas. Mis novelas se ocupan de los dos aspectos de ese
problema.
–¿Usted escribe con la intención
de producir algún tipo de efecto fuera de la literatura? ¿Aceptaría la idea de
que sus libros son “literatura política”?
–Bueno, como dije antes,
uso el género policial para hablar sobre la realidad social y política de mi
país. No estoy interesado en escribir novelas de esas que se dedican solamente
a responder a la pregunta de “¿quién lo hizo?”.
–Leer sus últimos libros
desde Argentina es una experiencia especial porque hay parecidos entre la
Grecia de los últimos años y la Argentina de 2001-2002. ¿Sabía usted eso? Lo
que pasó en mi país, ¿lo influyó en alguna forma?
–Conozco el colapso de la
economía argentina en 2001 y 2002, sí. Lo conocía cuando escribí las novelas.
Pero no los detalles. Y lo cierto es que una crisis económica produce los mismos
efectos en todas partes. Tiene sentido que haya semejanzas entre la crisis
argentina y la griega. También los hay entre la de España y la de Grecia.
–¿Cuál es su opinión sobre
la capacidad que tiene un individuo para hacer alguna diferencia en una situación
crítica como la que sufre Grecia hoy o la que sufrió la Argentina en los años
2001-2002?
–Luchar es la única opción,
pero no es una opción fácil. Depende mucho de la generación. Mi generación
creció en la lucha. Perdimos muchas batallas pero seguimos peleando. Por otro
lado, éramos muy políticos. Al contrario, muchos hoy en día, sobre todo los
jóvenes, desprecian la política. Y ese es su punto débil porque, no importa lo
que pensemos de los políticos, la política está íntimamente conectada con nuestra vida
cotidiana y nuestra lucha por la supervivencia. No hay resistencia sin una
opción política.
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