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Eugenesia y racismo científico
A propósito de Luis López de Mesa y el debate sobre la degeneración de las razas.
Este
trabajo propone una aproximación a los discursos sobre la raza en
Colombia que precedieron al llamado racismo científico del siglo XX,
para luego acercarnos al pensamiento de Luis López de Mesa.
.
En
los siglos XVI y XVII España consolido su dominio en América sobre la
idea de que existen “por naturaleza” razas superiores y razas
inferiores; esta idea sirvió como legitimación científica del poder
colonial europeo en los siglos posteriores, y a partir de dicha idea
comienza a tejerse un discurso de “limpieza de sangre”. La limpieza de
sangre aparece como el eje de construcción de subjetividades de los
actores sociales en la sociedad colonial, es la puesta en escena de un
imaginario de blancura desde un discurso racial de genealogía biológica y
color de piel. Se da lugar entonces a un sistema de castas cuyo orden
racial, sustentado por la limpieza de sangre, operó en los niveles
político y militar, al tiempo que fue interiorizado en las
conciencias, los deseos y los “habítus” de las personas, constituyendo
de esta forma lo que Quijano ha denominado la colonialidad del poder
[Cfr. Castro-Gómez S. 2005: 343]. De este modo, las elites criollas
consolidaron su poder político y económico a partir de un ideario de
pureza étnica sustentado por el discurso de limpieza de sangre,
elaborando una clasificación de “razas” y una jerarquía de “castas”,
según los grados de mestizaje de las personas; así pues, la raza blanca
poseía en si todas las virtudes, mientras vicios y defectos se atribuían
“por naturaleza” a las demás Razas y castas.
Para
el siglo XVIII, comienza a perfilarse la idea de un determinismo
geográfico basado en la autoridad científica que brinda la geografía.
Durante todo el siglo XVIII la geografía gozó de gran popularidad en
Europa y América. La corona española otorga un lugar privilegiado a la
geografía en sus ambiciones geopolíticas, pues gracias a la geografía no
sólo es posible medir y conocer los territorios sometidos, sino también
levantar un mapa general de la población y de los recursos naturales en
las colonias. La geografía se va perfilando como una ciencia con
características propias, gracias a la invención de instrumentos que
permiten medir con precisión los ángulos, las distancias, la posición de
los planetas, el calor, la presión atmosférica y la altura de las
montañas, hasta llegar a ser una ciencia con identidad propia, digna de
ser incluida en los currículos académicos; es así como Diderot y
D’Alembert sitúan la geografía en su lista de “ciencias propiamente
dichas” publicada en la Enciclopedia, elevándola así a un rango similar
al que tenían la física y la astronomía; a partir de este momento, la
geografía traspasa un umbral y alcanza el estatus de discurso
científico, con lo que se confiere autoridad al geógrafo y efectos de
verdad a su discurso. Así pues, La corona española empieza a ver en la
geografía, una valiosa herramienta de gobierno y no solo una actividad
reservada para las élites aristocráticas.
Mapa del Nuevo Reino de Granada. Jodocus Hondius (1680).
De
este modo, durante el siglo XIX se ha establecido la idea de que para
comprender las características físicas, morales y culturales de los
hombres, no sólo hay que considerar el “carácter natural” de cada raza,
sino también, el contexto geográfico y el entorno natural que habita.
En este contexto, el científico y geógrafo payanes, Francisco José de Caldas, afirma que existen razas que son intelectual y moralmente inmaduras.,
en razón de sus características físicas, tales como el tamaño del
cerebro o el ángulo facial, y las características geográficas del lugar
que habitan, especialmente el clima. Para ilustrar este punto, el sabio
Caldas recurre al ejemplo que le ofrece la raza negra asegurando que al
provenir de climas cálidos y poseer un cráneo pequeño, le resulta mucho
más complejo que al hombre de raza blanca, superar el determinismo de la
naturaleza, y le será mucho más difícil preferir la virtud al vicio.
Por su parte, la raza blanca, posee todas las condiciones biológicas y
geográficas para el cultivo de la inteligencia y la moral, por lo que,
según Caldas, a ella corresponde “el imperio de la tierra”. Para aplicar
estas ideas en la práctica, Caldas decide examinar el estado moral e
intelectual de los habitantes de la Nueva Granada de acuerdo al entorno
geográfico que habitan, y llega a la conclusión de que el negro que
habita en las tierras calientes de nuestras costas tiene las siguientes
características:
“Simple,
sin talentos, solo se ocupa de los objetos presentes. Las imperiosas
necesidades de la naturaleza son seguidas sin moderación y sin freno.
Lascivo hasta la brutalidad, se entrega sin reserva al comercio de las
mujeres. Estas, tal vez más licenciosas, hacen de rameras sin rubor y
sin remordimientos. Ocioso, apenas conoce las comodidades de la vida, a
pesar de poseer un país fértil [...] Vengativo, cruel, celoso con sus
compatriotas, permite al Europeo el uso de su mujer y de sus hijas.
Ñame, plátano, maíz, he aquí el objeto de sus trabajos y el producto de
su miserable agricultura” (Caldas, 1942 [1808b]: 147).
Así
pues, Caldas concluye que de nada sirve que el gobierno trate de
implementar programas de educación para los negros en las costas, pues
las condiciones geográficas y fisiológicas pesan demasiado en su
capacidad de aprendizaje.
Ahora
bien, el discurso de limpieza de sangre, la idea de la superioridad
racial y el determinismo geográfico, encubren un proyecto eugenésico
evidenciado en el legado colonial, que pesa sobre el imaginario
colectivo, a la hora de construir imágenes de algunos sujetos de
exclusión y que se manifiesta de forma directa en el denominado racismo
científico del siglo XX, cuyos discursos buscaban mejorar la población y
prevenir la propagación de los menos aptos.
Champán en el rio Magdalena. Aguatinta 26 x 33 cm. Ramón Torres Méndez (1860).
En
este punto cabe recordar los prejuicios y supuestos que, desde la
conquista, han ido construyendo las imágenes de alteridad encarnadas por
los “indios”. En la construcción del imaginario inferiorizador sobre
los “indios”, ocupan espacio importante adjetivos como “bárbaros”,
“brutos”, o “salvajes”, entre otros, que fueron ampliamente utilizados
por los cronistas, y que se siguen reproduciendo hasta nuestros días;
estos adjetivos hacen parte del conjunto de representaciones que
configuran, en el imaginario europeo, la figura del bárbaro del viejo
mundo. Sin embargo, para los españoles, los “indios” tenían estigmas
propios: idolatría, canibalismo, brujería, tratos con el demonio etc.
[Cfr. Naranjo, J. 2013: 33]
En
lo concerniente a los pueblos afro descendientes, la antropóloga
colombiana Nina Susana de Friedemann sugiere dos conceptos para dar
cuenta de la supresión y la caricaturización de la gente negra en la
construcción de la colombianidad; estos conceptos son los de invisibilidad y estereotipia. Sobre el concepto de invisibilidad, Friedemann afirma:
“La
invisibilidad que como estrategia de dominio se ha proyectado en tiempo
y espacio a lo largo de casi cinco siglos […]. Se apoya en una negación
de la actualidad y de la historia de los africanos negros y sus
descendientes en América” [Friedemann, 1984: 510].
Por su parte, la estereotipia hace alusión a las imágenes caricaturizantes, descontextualizadas y simplificantes del negro:
“Imágenes
pasionales más que racionales y menos científicas que reales, son las
que aparecen cuandoquiera que la presencia del negro es visible en el
análisis socioeconómico, en la narrativa histórico-cultural o en el
relato literario” [Friedemann, 1984: 512].
Por último, como afirma Eduardo Restrepo:
“Tanto
los negros como los indígenas encontraron que la Independencia no
significó la supresión del pensamiento racializante que se expresaba en
el período colonial en las prácticas de discriminación en lo que ha sido
denominado la sociedad de castas (Jaramillo, 1963) con sus tecnologías
de limpieza de sangre. Estas prácticas sirvieron de sedimento a la
racialización de los cuerpos y las regiones hacia finales del siglo XIX y
la primera mitad del XX, que mantendrían subordinadas a la narrativa de
la blancura o del mestizaje las presencias y trayectorias de indios y
negros”.[Restrepo, E. 2010: 72]
Ahora
bien, A finales del siglo XIX un nuevo tipo de intelectual comienza a
ejercer la hegemonía del conocimiento, que durante casi todo el siglo
había estado en manos de los hombres de letras, lexicógrafos,
gramáticos, poetas y lingüistas, que se ocuparon de estudios
filológicos y literarios y a los que Malcom Deas llama los “gramáticos”,
mientras que Ángel Rama los identifica como habitantes de la “ciudad
letrada”. Frente a este grupo estaba presente otro grupo de
intelectuales, dispuesto a disputar dicha hegemonía; este grupo estaba
conformado por representantes de nuevas disciplinas tales como la
higiene, la psiquiatría, la biología y la criminología, para quienes las
verdaderas ideas que debían marcar el destino del paísno debían ser las
de las humanidades, sino las de las ciencias empíricas. De este modo,
para la celebración del centenario de independencia, en 1910, los
hombres de ciencia habían desplazado a los hombres de letras; a partir
de entonces, es el discurso biológico el que determina y sustenta los
postulados científicos sobre el tema de las razas. En este contexto
tienen lugar los debates sobre las razas, en la segunda mitad del siglo
XX.
Los problemas de la raza en Colombia
El 12 de octubre de 1920 apareció el libro Los problemas de la raza en Colombia,
en el que el intelectual antioqueño Luis López de Mesa recopilaba una
serie de conferencias dictadas por destacados intelectuales colombianos
entre los meses de mayo y julio de ese año. Para ese momento, el médico
Jiménez López había expuesto frecuentemente la necesidad de controlar
los excesos y las pasiones enfermizas de la raza nacional para formar
ciudadanos útiles y fue su tesis sobre la degeneración de la raza, lo
que propició los llamados “debates alrededor de la degeneración de la
raza”, tema central de la citada recopilación. El discurso biológico
empezó a ejercer su influencia a través de la nueva ciencia de la
eugenesia que buscaba mejorar la población y prevenir la propagación de
los menos aptos. Es así como se empieza a considerar la herencia
biológica, entre las principales causas que explican el atraso del país y
los problemas de su población, tales como su tendencia a la
criminalidad, la locura y la enfermedad. Los más destacados
intelectuales y médicos colombianos, se reunieron con el objetivo de
someter a discusión la tesis del doctor Miguel Jiménez López quien
afirmaba que la población colombiana atravesaba un proceso de
‘degeneración’ a causa de la influencia negativa del medio ambiente en
la zona tropical y de los ‘vicios’ o deterioro biológico heredado de los
ancestros. Entre las figuras más prominentes del debate se encontraban:
- Lucas Caballero: minimizaba la gravedad del problema y proponía como solución generalizar la enseñanza elemental.
- Jorge Bejarano: para este higienista el problema no era de degeneración biológica, sino de hábitos alimenticios incorrectos sumados al chichismo y la falta de higiene, factores que transmitidos por herencia acusaban la debilidad racial de los colombianos.
- Emilio Robledo Y Alfonso Castro: ambos médicos insistían en buscar las causas de la criminalidad y la locura en las enfermedades, el alcohol y la sífilis, y no en las razas.
- Simón Araujo: atribuyó el problema a una política de educación errónea y a la pobreza de los habitantes del país que impedía su desarrollo.
- Calixto Torres Umaña: expuso que la debilidad de la raza obedecía a factores biológicos.
Como
vemos, no todos los participantes en el debate compartían la tesis de
una raza degenerada, sin embargo, el debate se llevó en los términos
propuestos por Jiménez López: la “medicalización” del debate racial a
través del consenso de medidas como la higiene, la educación, la lucha
antialcohólica y antivenérea.
Jefe Bora y otros miembros de la tribu. Fotografía por Jorge G. Mori
Ahora
bien, Luis López de Mesa tercio en el debate afirmando que las
influencias raciales eran demasiado variadas como para hacer una
generalización como la hecha por el doctor Jiménez López. López de Mesa
consideraba que debía tenerse en cuenta no sólo el determinismo
biológico-racial, sino también el determinismo geográfico; por esta
razón, frente a la tesis general de la “degeneración de la raza”, el
académico antioqueño pregunta: ¿cuáles razas y en qué climas? Para él,
si bien es cierto que algunas razas se están degenerando en algunas
regiones, no es menos cierto que otras razas en otras regiones muestran
signos de gran vitalidad, y pone como ejemplo el caso del pueblo
antioqueño formado por personas aptas para impulsar el país. En otras
regiones, que López de Mesa ubica por debajo de los 1500 metros de
altura, se hace necesario favorecer la llegada de inmigrantes, en
especial alemanes, para que contribuyan a fortalecer la raza; de este
modo, al aplicar esta política se lograría impulsar la productividad de
la población racialmente más apta asegurando un brillante futuro para el
país:
“El
capital extranjero va llegando, y va llegando nueva sangre de
inmigración, sobre todo alemana, cuyas virtudes domésticas darían entre
nosotros óptimos frutos de selección.” [Lopez De M. L. 1920: 36]
Nevado del Tolima. Fotografía por Edgar Jimenez
López de Mesa no habla de degeneración, más bien prefiere referirse al problema en términos de depresión y debilidad, y
advierte sobre otros peligros a los que urge prestarle atención
inmediata. En la primera década del siglo XX Estados Unidos se convirtió
en el referente clave para comparar a los países de Latinoamérica. La
posición de Colombia respecto a los Estados Unidos fue algo paradójica,
pues de una parte se reconocía al país del norte por su protagonismo a
nivel mundial y se le admiraba por su transformación de colonia
británica a potencia mundial; por otra parte, existía un clima de
desconfianza y hostilidad hacia Norteamérica por su papel en la
separación de panamá y por su intervención en otros países
latinoamericanos como Cuba y Puerto Rico. En este contexto, López de
Mesa advertía sobre la amenaza de los Estados Unidos a la soberanía
nacional, identificando dicha amenaza con uno de los tres peligros
mortales que debían enfrentar las razas de nuestro país:
“Ahora
sí señores, oíd mis conclusiones sintéticas: En este momento hay en
Colombia, de un lado: I. Una soterrada amenaza estadounidense de
restringir nuestra soberanía nacional; II. Una insuficiencia de
educación que hace de nuestro pueblo un niño incapaz de luchar
victoriosamente por la vida; III. Escasez de recursos económicos para el
desarrollo general del país y en especial para la higiene de la porción
enfermiza de nuestro territorio. Del otro lado, grupos étnicos
vigorosos todavía, y con espíritu inteligente y alerta, que a través de
un siglo de vicisitudes están a punto de sacar avante la raza y la
república. […] de ahí se desprende que no hay degeneración, pero sí
peligros, y que esos peligros son de muerte”. [Lopez de M. L. 1920b:
144]
Ahora,
uno de los problemas que impedían el ingreso del país en la modernidad,
se encontraba en algunas instituciones como la iglesia, que impedían
este proceso y en consecuencia impedían el progreso del país. Sobre este
punto, López de Mesa considera que los cambios no deben ser inmediatos
sino mas bien progresivos, de tal manera que los resultados de las metas
propuestas den frutos a largo plazo, y destaca la necesidad de
aprovechar para ese fin, una de las instituciones que se consideraba al
servicio del aparato ideológico del estado: la escuela. Así pues, la
escuela debería hacer parte de las herramientas utilizadas en una triple
estrategia:
“¿Cómo
corregir las instituciones que impiden el progreso? Por medio de la
persuasión, […] Para entrar de lleno a la civilización contemporánea,
los países latinoamericanos en general y Colombia en particular deberán
desarrollar sus riquezas, fusionar sus razas y asimilar la técnica
occidental”. [Cfr. Cataño, G. 2002: s/p]
De
esta manera, el intelectual antioqueño centra su propuesta en propiciar
las condiciones que permitan contar con una población instruida, además
de facilitar como estrategia la inmigración de extranjeros que ayuden a
lograr este objetivo. En este sentido, el estado colombiano tiene como
obligación elaborar una política coherente con la situación del país,
tomando medidas para favorecer la expansión de la educación en las
aldeas colombianas, a lo que debe agregarse una fuerte política
higiénica centrada en el mejoramiento de las viviendas, la alimentación,
la lucha contra enfermedades que menguan a los individuos y sus
descendientes, como el chichismo, la tuberculosis, la blenorragia, la
sífilis, etc.; lo anterior, hacia parte de las preocupaciones comunes a
todos aquellos que participaron en el debate sobre la degeneración de la
raza, y cimentaron lo que años más tarde serían las políticas de Luis
López de Mesa cuando estuvo al frente del Ministerio de Educación.
Representación de los mestizos a finales del siglo XVIII o principios del siglo XIX. Anónimo.
Las
ideas de López de Mesa se vieron reflejadas en la reforma educativa de
López Pumarejo, a partir de 1935 año en que el antioqueño fue nombrado
ministro de educación. Al frente del ministerio López de Mesa buscó
continuar con la lucha contra el analfabetismo, y prohibió que se les
diera trabajo a los niños menores de 14 años proclamando la educación
como prioridad para los más pobres. Por otra parte, considerando que sin
una alimentación y una higiene adecuada la reforma educativa sería
inútil, conformó comisiones nacionales compuestas cada una por un
médico, un dentista y un inspector escolar, para que visitaran las
escuelas existentes en Colombia. Finalmente, en 1935, López de Mesa al
frente del ministerio de educación nacional, creó las llamadas bibliotecas aldeanas,
que constituyeron el primer esfuerzo por dotar de una biblioteca a los
pequeños municipios del país, en un intento por difundir la cultura,
aumentar la productividad en el trabajo, mejorar en salud, y estatizar
la vida social.
Portada:
Anónimo (siglo XVIII). Pintura de Castas con las 16 combinaciones. Óleo
sobre lienzo. Museo Nacional del Virreinato, Tepotzotlán, Mexico.
Leyenda: 1. Español con India, Mestizo; 2. Mestizo con Española,
Castizo; 3. Castizo con Española, Español; 4. Español con Mora, Mulato;
5. Mulato con Española, Morisca; 6. Morisco con Española, Chino; 7.
Chino con India, Salta atrás; 8. Salta atras con Mulata, Lobo; 9. Lobo
con China, Gíbaro (Jíbaro); 10. Gíbaro con Mulata, Albarazado; 11.
Albarazado con Negra, Cambujo; 12. Cambujo con India, Sambiaga
(Zambiaga); 13. Sambiago con Loba, Calpamulato; 14. Calpamulto con
Cambuja, Tente en el aire; 15. Tente en el aire con Mulata, No te
entiendo; 16. No te entiendo con India, Torna atrás.
Bibliografía
Caldas, Francisco José [1808]. Del influjo del clima sobre los seres organizados. En: Semanario del Nuevo Reino de Granada. Tomo i. Bogotá: Biblioteca Popular de Cultura Colombiana 1942.
Castro-Gómez, S. (2005), La Hybris del Punto Cero. Ciencia, Raza e Ilustración en la Nueva Granada (1750-1816). Bogotá, Ed. Pontificia Universidad Javeriana.
Cataño, Gonzalo, en: “Modernidad sin revolución”. En: http://www.lablaa.org/blaavirtual/credencial/9103.htm, septiembre de 2002.
Friedemann, Nina, (1984), Estudios de negros en la antropología colombiana. En: Jaime Arocha y Nina de Friedemann (eds.), Un siglo de investigación social. Antropología en Colombia, Bogotá, Etno, pp. 507-572.
López de Mesa, Luis. “Segunda conferencia” en: Los problemas de la raza en Colombia, Bogotá, biblioteca de cultura. 1920 y “Tercera Conferencia”, en: Los problemas de la raza en Colombia, Bogotá, Biblioteca de Cultura. 1920.
Naranjo, Julián (2013) El mito de la `Raza Paisa´ o la Construcción de una Identidad. En Revista de Humanidades Populares, Nº 6, México, Abril de 2013, Págs.: 29-39. Disponible en: http://es.scribd.com/doc/133203840/Rev-Humanidades-6 Consultado el 21 de Mayo de 2013.
Restrepo, Eduardo (2010), ¿Quién imagina la independencia? a propósito de la celebración del bicentenario en Colombia. En, Revista Nómadas, Nº 33, Universidad Central, Bogotá, Octubre de 2010, págs.: 69-77. Disponible aquí. Consultado el 20 de Mayo de 2013.
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