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Heródoto y la guerra
El discurso de alteridad en el conflicto greco-persa
El presente ensayo analiza el concepto de guerra aplicado en la obra de Heródoto, dando cuenta del discurso de alteridad que forja el mundo griego sobre el Imperio persa, marcando polaridades entre libertad y esclavitud o monarquía despótica y democracia. Asimismo, es posible vislumbrar cómo Heródoto critica la guerra por su estado de salvajismo y crueldad, generando miedo, destrucción y esclavitud en las personas. En este sentido, nuestra propuesta considera que la guerra para el mundo griego, se torna una herramienta esencial para legitimar la libertad de éstos frente al despotismo bárbaro y defender los modos de vivir propios de su cultura.
El
problema de la guerra se presenta como una actividad cotidiana y
natural dentro del mundo griego, la cual se puede vislumbrar desde su
concepción agonística en las relaciones políticas y sociales hasta el
enfrentamiento de distintas fuerzas sobrenaturales. Ya desde el mundo
homérico hasta los tiempos macedonios observamos los diferentes
conflictos que se generan en la órbita griega, donde es posible notar
motivaciones políticas, económicas y sociales en el desarrollo de las
rivalidades y actividades bélicas. Ahora bien, si nos internamos en el
concepto de la guerra, podremos notar cómo a través de ésta se
establecen relaciones de encuentro y contacto con una otredad, donde se
marcan las diferencias culturales entre uno y otro pueblo. Sin ir más
lejos, en el caso de los griegos y los persas narrado por Heródoto, es
posible notar cómo los griegos buscan definir su propia identidad
mediante una categoría opuesta de los persas basada en la tiranía y la
barbarie. De esta manera, el griego concibe su cultura como una creación
original y liberada de toda atadura, lo que se torna el motivo central
en la defensa de sus valores y modos de vivir. Pero bien, dentro del
contexto de la guerra narrada por el historiador de Halicarnaso, también
podemos percibir cómo éste imprime un discurso de alteridad en el
conflicto greco-persa, marcando polaridades entre libertad y esclavitud o
monarquía despótica y democracia. Asimismo, es posible vislumbrar cómo
Heródoto critica la guerra por su estado de salvajismo y crueldad,
generando miedo, destrucción y esclavitud en las personas.
Cabe señalar que para el presente estudio se ha considerado como fuente principal la obra Historia
de Heródoto, redactada alrededor del siglo V a.C. Este documento,
escrito en dialecto jonio y dividido en nueve libros, narra con
precisión las Guerras Médicas entre griegos y persas, dando cuenta de
las relaciones de diversos pueblos y culturas de la antigüedad, como
también de la historia, geografía y etnografía de su tiempo. En cuanto a
nuestro análisis, éste se centra particularmente en la Segunda Guerra
Médica, desarrollada entre los años 480-479 a.C. y narrada en los libros
VII, VIII y IX, donde podemos vislumbrar las diferentes prácticas y
actitudes de la guerra desplegada entre Grecia y Persia.
Si
retornamos a nuestra problemática inicial acerca del concepto de guerra
aplicado en la obra de Heródoto y el marco jurídico que define este
tipo de acción bélica dentro de la sociedad griega, resulta ineludible
cuestionarse, ¿qué representa la guerra para el hombre griego? ¿Cuál es
la postura que entrega el historiador de Halicarnaso sobre la práctica
bélica? ¿Y de qué manera este conflicto contra los persas nos aproxima a
una construcción cultural que define el espíritu e identidad de la
sociedad griega? Si bien notamos una crítica y rechazo de Heródoto a la
acción bélica por su carácter de destrucción y barbarie, ya sea en lo
humano, material y moral, donde se pierde la libertad y se impone la
esclavitud, el mismo historiador de Halicarnaso nos da cuenta de una
ambivalencia en su discurso al ver en la guerra una herramienta de
legitimación de los valores propios de su cultura, defendiendo el
derecho de libertad que define el espíritu e identidad de la sociedad
griega y construyendo un modelo de justicia y superioridad frente al
despotismo oriental. De esta manera, la guerra permite articular los
valores y actitudes de su cultura, tales como la racionalidad, la
moderación y la prudencia, oponiéndose al desenfreno y salvajismo propio
de la hybris, lo que permite consolidar un sentido de
superioridad y unidad moral del mundo griego basado en la justicia y
libertad humana. En otras palabras, nuestra propuesta considera que la
guerra y el derecho para los griegos durante las Guerras Médicas, se
tornan herramientas esenciales para legitimar la libertad griega frente
al despotismo bárbaro y defender los modos de vivir propios de su
cultura. En este sentido, en la obra de Heródoto no sólo notamos una
guerra material de destrucción, botín o esclavitud, sino que podemos dar
cuenta de cómo se busca proteger la originalidad de un modo de vida que
define su marco espiritual e identidad cultural.
Para
comenzar, es necesario definir el concepto de guerra en la Grecia
antigua. Tal como señala Yvon Garlan en su artículo “El militar”, la
guerra posee un carácter cotidiano en la vida del hombre griego, donde
por ejemplo la Atenas clásica se dedica dos de cada tres años a las
armas sin disfrutar de muchos períodos de paz; a lo que hay que añadir
la inseguridad provocada por diferentes formas de violencia en tierra y
mucho más aún por mar, como actos de represalia, derechos de naufragio y
piratería. De este modo, tal como apunta W. R. Connor en su
investigación “Early Greek Land Warfare as Symbolic Expression”, la
guerra es aceptada como algo inevitable y natural, la cual se encuentra
presente en la realidad y cotidianeidad griega. Es más, ésta se
considera el centro de la vida griega, en cuanto se vincula a las
emociones, valores éticos y rasgos sociales y define el núcleo de la polis
en la medida que se halla conformada por una comunidad de guerreros. De
hecho, para los historiadores griegos la guerra les parece un asunto
digno de memoria, tornándose el tema unificador de sus obras y regulando
los relatos de los acontecimientos. Sin ir más lejos, tal como plantea
Jean-Pierre Vernant en su libro Problemes de la guerre en Grece ancienne, el griego reconoce este espíritu de lucha bajo los diversos nombres de Pólemos, Eris y Neikos,
una misma fuerza de enfrentamiento que Hesíodo sitúa en el origen del
mundo y Heráclito celebra como padre y rey de todo el universo, donde la
guerra griega se define principalmente a través del agón, es decir, la rivalidad. En relación a esto, podemos notar como el enemigo se opone al amigo, alejándose del philos,
que es para el individuo su pariente próximo, donde hijos, padres y
hermanos se sienten de cierta manera idénticos los unos a los otros,
perteneciéndose recíprocamente. De este modo, el enemigo se asocia al
forastero, extraño y diferente.
Guerreros griegos. Lado B de una ánfora ática de figura negra, ca. 570–565 a.C.
Ahora
bien, por muy cotidiana que haya sido la guerra dentro de la vida de
esta sociedad, el hombre griego no puede definirse como un homo militaris,
si se entiende por ello una persona que gusta de la violencia por la
violencia. Tal como sostiene Yvon Garlan, la guerra desenfrenada y
salvaje, la de los lobos, se consideraba desde luego como una
transgresión escandalosa (hybris) que afectaba las normas de
convivencia. Junto con esto, no hay que perder de vista que el personaje
del guerrero como tipo humano desaparece, o más exactamente, como
indica Jean-Pierre Vernant, viene a confundirse con el ciudadano, el
cual rechaza la hybris, delirio e insolencia del hombre que, al
consagrarse totalmente a la guerra y no querer conocer más que la
guerra, se coloca a sí mismo fuera de la sociedad.
Si
analizamos el caso de la práctica de guerra contra el pueblo griego
atribuida por Heródoto al general persa Mardonio, notaremos:
«Insufrible
cosa fuera de verdad que los que hicimos con las armas vasallos
nuestros a los sacas, a los indios, a los etíopes, a los asirios, a
tantas otras y tan grandes naciones, no porque nos hubiesen ofendido en
cosa alguna, sino por querer nosotros extender el imperio, dejamos sin
venganza a los griegos que han sido los primeros en injuriarnos. ¿Por
qué motivo temerles? ¿Qué número de tropas pueden juntar? ¿Qué
abundancia de dinero recoger? Bien sabemos su modo de combatir; bien
sabemos cuán poco o ninguno es su valor. Hijos suyos son esos que
llevamos vencidos; esos que viven en nuestros dominios; esos, digo, que
se llaman jonios, eolios y dorios […] Y contra vos, señor, ¿quién habrá
de ellos que armado os salga al encuentro, cuando os vean venir con
todas las fuerzas de Asia por tierra y con todas las naves por agua? No,
señor; no ha de llegar a tanto, si no me engaño, el atrevimiento de los
griegos. Pero demos que me engañe en mi opinión, y que faltos ellos de
juicio y llenos de su loca presunción no rehúsen la batalla: peleen en
mal hora, y aprendan de su ruina que no hay sobre la tierra tropa mejor
que la persa. Menester es hacer prueba de todo, si todo queremos
conseguirlo». (Heródoto, Historia, VII, 9)
A
partir de este fragmento podemos notar cómo Heródoto vislumbra en las
palabras de Mardonio una práctica bélica e imperialista hacia los
griegos. En primer lugar, se da cuenta del carácter natural y cotidiano
de la guerra para los persas, en la medida que es una herramienta
política y militar bajo la cual expanden sus territorios. Asimismo, es
posible observar cómo el sentido de su guerra se mueve por el desenfreno
y la venganza, en cuanto el general Mardonio le propone al rey Jerjes
acometer contra los griegos por ser los primeros en ofender e injuriar
al Imperio Persa. Ahora bien, no hay que perder de vista que el discurso
planteado por Heródoto busca justificar la defensa de los griegos
contra los persas, considerando la acometida de estos últimos como una
acción basada en la expansión e imperialismo de sus territorios, pero
que genera destrucción, muerte y esclavitud en los lugares que asolan.
En cierta medida, y tal como manifiesta George Cawkwell en su estudio The Greek Wars. The failure of Persia,
Heródoto indica que la invasión persa fue inspirada por la ayuda
ateniense en la revuelta jonia, por lo cual, Mardonio señala que se debe
castigar a los atenienses para que no vuelvan a levantarse contra los
persas. De este modo, la guerra que plantea Heródoto a través de los
persas es una acción que no puede ser considerada justa, puesto que se
funda en el castigo y la venganza, motivos que sólo conducen a la
desmesura y la desolación en la práctica bélica.
Asimismo,
el historiador de Halicarnaso nos da cuenta de las prácticas crueles y
barbáricas realizadas por los persas con el cuerpo de Leónidas:
«Después
de haber pasado este discurso, fuese Jerjes a pasar por el campo entre
los muertos, y allí dio orden que cortada la cabeza de Leónidas, de
quien sabía ser rey y general de los lacedemonios, fuera levantada sobre
un palo. Y entre otras pruebas, no fue para mí la menor esta que dio el
rey Jerjes de que a nadie del mundo había aborrecido tanto como a
Leónidas vivo, puesto que no sé que haya en todo el mundo gente ninguna
que haga tanto aprecio de los soldados de mérito y valor como los
persas. En efecto, los encargados de aquella orden la ejecutaron
puntualmente.» (Heródoto, Historia, VII, 238)
Léonidas en las Termópilas (Jacques-Louis David), 1814
A
partir de este fragmento podemos notar cómo hay sorpresa y rechazo por
parte del historiador de Halicarnaso ante la crueldad de los persas,
quienes mutilan el cuerpo de Leónidas que ya se hallaba muerto. Heródoto
describe las prácticas barbáricas de los persas, violando los derechos
de guerra y mutilando el cuerpo de los muertos. Tal como expresa Adrian
Lanni en su estudio “The laws of war in ancient Greek”, el trato
respetuoso y el regreso de los enemigos muertos era una norma muy
arraigada en la sociedad griega, lo que consideraba no mutilar ni dañar
los cuerpos de los vencidos. Sin embargo, Heródoto nos relata
precisamente lo contrario. La noción de guerra que se construye también
considera los ultrajes y deshonores a los vencidos. En este sentido, el
persa busca saciar su hybris mediante el hecho de cercenar la
cabeza del rey de Esparta y levantarla sobre un palo, lo que por un lado
denota un carácter de triunfo en la medida que se realza la cabeza como
trofeo, pero que también contribuye a generar una imagen espantosa e
inhumana de quienes cometen este acto.
No
hay que perder de vista que acciones de este tipo resultan contrarias a
los ideales que definen la realidad cultural del mundo griego, tales
como el valor, la piedad, la justicia y la prudencia. Sin ir más lejos,
Yvon Garlan señala que en la vida moral, el valor de un hombre de bien (agathós), su areté,
consiste ante todo en un valor razonado que manifiesta tanto en su
fuero interno como luchando contra las pasiones mezquinas. Incluso, como
añade Werner Jaeger en su obra Paideia. Los ideales de la cultura griega,
el valor del hombre justo es quien obedece las leyes y se rige por sus
mandatos, cumpliendo también su deber en la guerra, es decir, respetando
los límites de lo que es de uno y lo que es otro y evitando las
acciones en provecho del interés personal y los actos de injusticia
moral. En otras palabras, el ethos del hombre griego va a estar
dado en sus acciones y valores que van a configurar los ideales de su
educación y disciplina moral, combatiendo contra todo tipo de pasión que
resulte lejana a la prudencia y moderación, y realizando actos piadosos
y justos que reflejen las virtudes del ciudadano.
En relación a esto, podemos apreciar cómo los griegos se oponen ante este tipo de acciones bárbaras y salvajes:
«Por
la acción que acabo de cumplir, a mí y a mi patria nos ensalzas hasta
las nubes, y tu con tu aviso nos abates tú mismo a la mayor ruindad,
queriendo nos ensangrentemos con los muertos, pretextando que así
lograría yo mayor aplauso entre los griegos con una determinación que
más conviene con la ferocidad de los bárbaros que con la humanidad de
los propios griegos, que abominarían en ellos semejantes desafueros.» (Heródoto, Historia, IX, 79)
Si
analizamos este caso, podremos vislumbrar cómo los griegos se oponen a
la barbarie y ferocidad de los persas. En primer lugar, difieren de
mutilar o dañar los cuerpos de los persas derrotados, lo cual es
considerado un acto de vileza y ruindad, y que tal como expresa K. H.
Waters en su estudio Heródoto, el historiador: sus problemas, método y originalidad,
es calificado como algo ‘sumamente sacrílego’. De ninguna manera
visualizan el honor a través de ese tipo de acciones, lo que sin duda
estiman que es más propio de los bárbaros que de los helenos. Tal como
sostiene Helen H. Law en su artículo “Atrocities in Greek Warfare”, el
mismo Heródoto expresa su repugnancia ante el hecho de mutilar los
cuerpos de hombres caídos, repudiando este tipo de situaciones que
considera como indignas. Por otro lado, no hay que perder de vista que
si bien se rechazan este tipo de actos, como también la guerra en sí, el
hombre griego se autodefine en base a la humanidad, es decir, los
valores dados por la moderación, la racionalidad y la prudencia. En este
sentido, podemos notar como la sophrosyne se contrapone al modelo de hybris
asociado al mundo persa, basando sus actos en virtudes morales que
definen los ideales de la cultura griega. En otras palabras, mediante
esta postura que manifiestan los helenos al oponerse a dañar los cuerpos
de los vencidos, no sólo expresan su rechazo ante ese tipo de prácticas
atroces e irracionales, sino fortalecen las virtudes que definen sus
modos de vida, es decir, los valores e ideales que configuran el
espíritu de los griegos basados en la humanidad y civilización.
Por otro lado, Heródoto también nos da cuenta de la crueldad y esclavitud a la que someten los persas a los griegos vencidos:
«Por
estas razones que en su favor alegaban y de que tenían allí por
testigos a los tésalos, dióseles cuartel, aunque no por eso lograron muy
buen éxito, porque los bárbaros mataron a algunos al tiempo que los
prendían conforme llegaban, y a los más, empezando por su general
Leontíades, se les marcó por orden de Jerjes con las armas o sello real
como viles esclavos.» (Heródoto, Historia, VII, 233)
A
partir de este pasaje podemos observar cómo los tésalos, que eran
aliados de los griegos en la batalla de las Termópilas, tras ver como
los persas empezaban a declarar la victoria sobre dicho terreno, no
dudan en retirarse del combate y aliarse con los medos. Ahora bien, el
resultado no es muy favorable para los tésalos, puesto que muchos son
pasados por el filo de la espada, y otros tantos esclavizados. Cabe
destacar que el rey ordena que se les marque con las armas o sello real,
que tal como explica François Hartog en su libro “El espejo de
Heródoto: ensayo sobre la representación del otro”, responde a la idea
de que una marca en el cuerpo resulta ignominiosa y refleja una señal de
esclavitud. En otras palabras, es un signo de dominación, en cuanto el
rey puede cortar, mutilar y marcar los cuerpos de sus súbditos,
manifestando como el poder despótico del amo se impone sobre el esclavo.
Ahora bien, mediante las palabras de Demarato, podemos apreciar como los griegos combaten contra la esclavitud persa:
«Grecia,
señor, es una nación criada siempre sin lujo y con pobreza, pero hecha a
la virtud, fruto de la sabiduría y de la severa disciplina. Con la
misma virtud que practica remedia su pobreza y se defiende de la
servidumbre. Tal elogio debo darlo a todos los griegos que moran cerca
de la región y países dóricos; pero no hablaré ahora de todos ellos,
sino solamente de los lacedemonios. Y, en primer lugar, digo que de
ningún modo cabe que den oídos a nuestras pretensiones, encaminadas a
quitar la libertad a Grecia, de suerte que aunque todos los demás
griegos os presten vasallaje, ellos solos saldrán a recibiros con las
armas en la mano.» (Heródoto, Historia, VII, 102)
Claramente
podemos notar cómo el mundo griego difiere de esta mentalidad que
coarta la libertad en las personas. En este caso en particular referido a
los lacedemonios, el cual relata Demarato a Jerjes, es posible observar
como el consejero persa advierte al déspota de que los espartanos no
dejarán ser sometidos por el imperio, alzando las armas en caso de ser
necesario para defender su libertad. Sin duda alguna, esto se responde
en la medida que los griegos no conciben su modo de vivir en términos de
vasallaje y esclavitud. Tal como sostiene Victoria Cuffel en su
artículo “The Classical Greek Concept of Slavery”, el ideal de vida de
los griegos es ser completamente libre de funciones serviles, puesto que
para ellos la libertad significa hacer lo que se quiere.
Sin ir más lejos, Heródoto narra el caso de los lacedemonios que niegan ser vasallos de los persas en defensa de la libertad:
«¿Por
qué, oh amigos lacedemonios, mostráis tanta aversión a la amistad con
que el Rey os convida? En mi persona y en mi fortuna tenéis a vista de
ojos una prueba evidente de cómo sabe el Rey honrar a los sujetos de
mérito y a los hombres de valor. En vosotros mismos experimentaríais
otro tanto si quisierais declararos por vasallos del Rey, quien, como
está de vuestras prendas bien informado, haría sin falta que fuese cada
uno de vosotros gobernador de alguna provincia de Grecia». A lo cual
respondieron: «Este tu aviso, Hidarnes, por lo que a nosotros mira, no
tiene igual fuerza y razón que por lo que mira a ti, tú que nos lo das,
si sabes por experiencia el bien que hay en ser vasallo del Rey, pero no
el que hay en ser libre e independiente. Hecho a servir como criado, no
has probado jamás hasta ahora si es o no la dulce independencia de un
hombre libre; si la hubieses alguna vez probado, seguros estamos que, no
sólo nos aconsejarías que la mantuviéramos a punta de lanza, sino a
golpe de segur, ofreciendo el cuello al acero». Así es como contestaron a
Hidarnes. (Heródoto, Historia, VII, 35)
Si
analizamos este caso podremos notar cómo dos lacedemonios se dirigen
por propia voluntad donde Jerjes a pagar la pena cometida al rey Darío,
esto debido por la muerte dada a sus heraldos en Esparta. Claramente
podemos vislumbrar como Hidarnes, señor persa, les ofrece ser vasallos
del Gran Rey, una propuesta que los espartanos rechazan ya que ellos
prefieren la libertad e independencia. En cierta medida, y tal como
explica Germán Burgos en su trabajo “Las guerras médicas: un hito para
la identidad de la Grecia clásica”, renunciar a la libertad habría
equivalido a desistir a la calidad de griego, a la mismísima condición
humana, tal como la concebían los helenos como parte de su identidad.
Sin ir más lejos, los lacedemonios le dicen a Hidarnes que como criado
aún no ha probado el goce de la autonomía y que por lo mismo no puede
llegar a comprender el sentido de defensa de la libertad. Tal como
manifiesta Raúl Buono-Core Varas en su artículo “El sentido de la
libertad en Atenas y Esparta”, los persas obedecían a un soberano
absoluto, que era su amo, al que temían y ante el cual se prosternaban;
en Grecia esas costumbres no existían. En este sentido, los griegos no
conciben obedecer sólo a un amo, por lo cual, éstos no se someten a la
voluntad de los persas, ya que su lucha se define en la protección de la
libertad frente a la esclavitud del despotismo oriental.
Pues
bien, si efectuamos un balance final sobre las ideas de la guerra y el
derecho en el mundo griego, podremos apreciar como éstas se constituyen
herramientas esenciales para la defensa de la libertad y los modos de
vida propios de su pueblo. Si bien en el relato de Heródoto notamos cómo
la guerra representa un estado de catástrofe, destrucción y esclavitud,
también es posible constatar ciertos valores, prácticas y actitudes que
nos aproximan a imágenes y nociones culturales que se construyen sobre
la otredad bárbara y que permiten establecer diferencias con los valores
e ideales del mundo griego. En este sentido, la construcción discursiva
que se asocia al imperio persa se basa en la idea de que sus acciones
militares nacen del deseo y el exceso, es decir, de una hybris
descontrolada con la cual buscan expandir sus territorios y someter a
los otros pueblos que consideran inferiores a su cultura. Por otra
parte, el mundo heleno difiere completamente de esta mentalidad, lo cual
ya queda plasmado en el pensamiento de Heródoto, quien vislumbra en
este tipo de acto desmedido una fuerza que cae en el pathos y
que sólo genera desastre y miseria en los hombres. Ahora bien, el
conflicto desplegado entre Grecia y Persia nos conduce a otra
problemática que tiene sus raíces en los fundamentos políticos de cada
estado. En cierta medida, la configuración política de cada pueblo nos
refleja los modos de vida con los cuales se autodefinen estas culturas.
Es así como los persas, basados en la monarquía y la realeza, son
considerados un imperio despótico y tiránico que esclaviza a sus
súbditos y desconoce el sentido de la libertad. Bajo esta noción que
construyen los griegos sobre los orientales, ellos mismos basan sus
estructuras culturales como una identidad opuesta al despotismo y
barbarie practicado por los persas, puesto que se alejan de las leyes y
las formas civilizadas de existencia. En este sentido, los griegos se
sienten los creadores de una forma original de vida, en la cual respetan
el valor de la libertad, en la medida que ésta no se ata ni limita en
sus posibilidades, ni esclaviza ni provoca destrucción en las personas,
sino que forja un espíritu crítico, racional, virtuoso y autónomo que
permite alcanzar la excelencia humana.
Monarquía persa. Jerjes I, hijo de Darío I
En
definitiva, es posible comprender cómo la guerra permite articular los
valores y actitudes de su cultura, tales como la racionalidad, la
moderación y la prudencia, que dan cuenta de la sophrosyne que
constituye el ideal griego, consolidando un sentido de superioridad y
unidad moral en su comunidad. En relación a esto, es posible pensar como
la guerra se legitima como una causa justa dentro de la concepción
griega, en cuanto se torna un instrumento con el cual se pueden defender
precisamente estos valores y virtudes que configuran la identidad de lo
heleno. Pero bien, resulta importante destacar que no sólo se protegen
estos elementos, sino que se ampara por sobre todo el sentido de la
libertad, la humanidad y la civilización que reflejan el marco
espiritual y cultural de su mundo. En otras palabras, la guerra se
justifica en cuanto su fin último está dado por la defensa del universo
creado por los griegos, es decir, las costumbres, prácticas y modos de
vida basados en la libertad espiritual y autonomía del individuo que
constituyen la esencia más pura de su mundo e identidad cultural.
Portada:
Hoplita griego luchando contra un guerrero persa. Kílix del siglo
V a. C., conocido como Copa de Edimburgo 187.213, del Pintor de
Triptólemo; circa 480 a. C. Museo Arqueológico Nacional de Atenas.
Imágenes: Busto de Heródoto. Una copia romana, siglo II d.C; Jerjes,
rey de los persas; Jerjes manda a azotar el Helesponto, 1909; 8. Detalle
del friso de los arqueros del palacio de Darío. Susa.
Bibliografía comentada
Para el presente estudio, hemos trabajado con la fuente de Heródoto, Historias,
Iberia, Barcelona, 1955, la cual fue traducida por Bartolomé Pou.
Asimismo, hemos considerado esencial los trabajos que abordan el
concepto de guerra en el mundo antiguo: Connor, W. R., “Early greek land
warfare as symbolic expression”, Past & Present, núm. 19, 1988, pp.3-29; Dawson, Doyne, The origins of Western Warfare: militarism and morality in the Ancient World, Westview Press, Oxford, 1996; Garlan, Yvon, “El militar”. En Jean-Pierre Vernant, El hombre griego, Alianza, Madrid, 1995, pp.77-99; Harmand, Jacques, La guerra antigua: de Sumer a Roma,
EDAF, Madrid, 1976; Hölscher, Tonio, “Images of war in Greece and Rome:
between military practice, public memory and cultural symbolism”, The Journal of Roman Studies, vol. 93, 2003, pp.1-17; Hunt, Peter, Slaves, Warfare, and Ideology in the Greek Historians, Cambridge University Press, Cambridge, 2002; Rich, John y Shipley, Graham, War and society in the Greek World, Routledge, London and New York, 1993; Sage, Michael, Warfare in Ancient Greece, Routledge, New York, 2003; Tritle, Lawrence, “Warfare in Herodotus”. En Carolyn Dewald y John Marincola (eds.), Herodotus, Cambridge University Press, Cambridge, 2006, pp.209-223; Lanni, Adriaan, “The laws of war in Ancient Greece”, Law and History Review, vol. 26, núm. 3, 2008, pp.469-489; Law, Helen, “Atrocities in Greek Warfare”, The Classical Journal, vol. 15, núm. 3, 1919, pp.132-147; Vernant, Jean-Pierre, Problemes de la guerre en Grece ancienne,
Ecole des Hautes Etudes en Science Sociales, París, 1985. Junto con
esto, resultan valiosos los trabajos en torno a las Guerras Médicas y el
problema de la alteridad greco-persa: Bengtson, Hermann, Griegos y Persas. El mundo mediterráneo en la edad antigua, Siglo XXI, Madrid, 1973; Balil, Alberto, “Heródoto y las grandes batallas de las guerras médicas”, Estudios Clásicos, tomo 6, núm. 32, 1961, pp.32-92; Cawkwell, George, The Greek Wars. The failure of Persia,
Oxford University Press, New York, 2005; Burgos, Germán, “Las Guerras
Médicas: un hito para la identidad de la Grecia clásica”, Tiempo y Espacio, núm. 25, 2010; Flower, Michael, “Herodotus and Persia”. En Carolyn Dewald y John Marincola (eds.), Herodotus,
Cambridge University Press, Cambridge, 2006, pp.274-289; García
Sánchez, Manuel, “Los bárbaros y el Bárbaro: identidad griega y
alteridad persa”, Faventia, 29/1, 2007, pp.33-49; Buono-Core Varas, Raúl, “La barbarie, ¿una ruptura, una alternativa?”. En José Luis Widow, et. al., Un magisterio vital: historia, educación y cultura. Homenaje a Héctor Herrera Cajas, Editorial Universitaria, Santiago, 2009, pp.211-223; García Sánchez, Manuel, “Los bárbaros y el Bárbaro, los persas y el Persa: la retórica de la alteridad”. En El Gran Rey de Persia: formas de representación de la alteridad persa en el imaginario griego, Universitat de Barcelona, 2009; Jones, W. H. S., “Greeks and Foreigners”, The Classical Review, vol. 24, núm. 7, 1910, pp.208-209; Hartog, François, El espejo de Heródoto: ensayo sobre la representación del otro, Fondo de Cultura Económica, México D.F., 2003; Santiago, Rosa-Araceli, “Griegos y bárbaros: arqueología de una alteridad”, Faventia,
20/2, 1998, pp.35-45. Por otro lado, hemos considerado estudios que
profundicen sobre la libertad y la esclavitud en el mundo griego, como
también acerca del despotismo y la tiranía oriental: Buono-Core, Raúl,
“El sentido de la libertad en Atenas y en Esparta”, Limes, 14-15, 2002-2003, pp.46-54; Cuffel, Victoria, “The classical Greek concept of slavery”, Journal of the History of Ideas, vol. 27, núm. 3, 1966, pp.323-342; Plácido, Domingo, “Las formas del poder personal: la monarquía, la realeza y la tiranía”, Gerión, 25, núm. 1, 2007, pp.127-166; Rihll, Tracey, “War, slavery and settlement in early Greece”. En John Rich y Graham Shipley, War and society in the Greek World, Routledge, London and New York, 1993, pp.77-107; Rodríguez Adrados, Francisco, La democracia ateniense,
Alianza, Madrid, 1975. Finalmente, hemos sumado otros trabajos que nos
aportan valiosas miradas sobre la figura del historiador de Halicarnaso y
el contexto cultural de su época: Dewald, Carolyn y Marincola, John
(eds.), Herodotus, Cambridge University Press, Cambridge, 2006; Plácido, Domingo, “De Heródoto a Tucídides”, Gerión, 4, 1986, pp.17-46; Waters, K. H., Heródoto, el historiador: sus problemas, método y originalidad, Fondo de Cultura Económica, México D.F., 1990; Jaeger, Werner, Paidea: los ideales de la cultura griega, Fondo de Cultura Económica, México, 2001.
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