Visiones del mestizaje en las Antillas
hispanoparlantes: Pedro Pérez Cabral y
su “comunidad mulata
* Presentado
en el Seminario “El Caribe: visiones históricas de la región”, Instituto Mora,
México, 18-19 de octubre de 2006.
Pedro L. San
Miguel**
** Historiador e investigador de la Universidad
de Puerto Rico, recinto de Río Piedras, autor de varios textos sobre República
Dominicana. Especialista en el área de metodología de la investigación
histórica.
Fuente:
Boletín del Archivo General de la Nación
Año LXIX, Vol. XXXII, Núm. 118
En 1934,
Antonio S. Pedreira, a la sazón una de las voces mayores de la intelectualidad
puertorriqueña, publicó su obra magna Insularismo, en la que se adentró en los
escabrosos recovecos de la identidad. (Antonio
S. Pedreira, Insularismo: ensayos de interpretación puertorriqueña. San Juan,
Biblioteca de Autores Puertorriqueños, 1957. La obra de Pedreira, y en
particular su Insularismo, ha generado una literatura relativamente abundante.
Entre sus lecturas recientes más sugerentes se encuentran: Insularismo e
ideología burguesa, Juan Flores, Nueva lectura, A. S. Pedreira, Río Piedras:
Huracán, 1979; La maldición de Pedreira, Rafael Bernabé, “Aspectos de la
crítica romántico-cultural de la modernidad en Puerto Rico”, Río Piedras:
Huracán, 2002, pp. 38-57; y El sueño que no cesa: la nación deseada en el
debate intelectual y político puertorriqueño, 1920-1940, José Juan Rodríguez
Vázquez, San Juan: Ediciones Callejón, 2004, pp. 35-152.) En esta obra
señera, Pedreira emitió juicios sobre temas diversos –carentes, según
reconocimiento propio, “de un análisis científico”– que abarcaban la historia,
la cultura, la antropología y la geografía puertorriqueñas. Entre otros
perentorios asuntos, Pedreira discutió los orígenes de la sociedad isleña, tema sobre el cual
emitió algunos de sus juicios más categóricos. En pasajes que evocan las no
menos tajantes afirmaciones del letrado decimonónico Salvador Brau –una de las
figuras fundacionales tanto de la sociología como de la historiografía
puertorriqueñas–, Pedreira aludió a la formación racial de la sociedad isleña.( Las afirmaciones de Salvador Brau sobre la formación racial se encuentran en su
ensayo “Las clases jornaleras de Puerto Rico”, en Ensayos, sociológicas. Río
Piedras, Edil, 1972, pp. 14-15.) En esos
pasajes, reprobó con especial intensidad el proceso de mestizaje que había
ocurrido a partir de la conquista. En una breve oración, ampliamente citada,
resumió de manera fulminante las implicaciones que, según él, había tenido el
mestizaje sobre la “personalidad puertorriqueña” y en consecuencia, sobre la
formación nacional: “De esta fusión [de los españoles con ‘las demás razas’]
parte nuestra confusión”. (Pedreira,
Insularismo, p. 22.)
Las ideas de
Pedreira han sido comentadas con relativa amplitud, razón por la cual las
abandono por el momento, si bien en una versión futura de este trabajo espero
regresar a ellas. Lo que quiero destacar ahora es que las mismas emblematizan una
determinada concepción acerca del mestizaje en las Antillas hispanas. En dicha
concepción, el mestizaje es denostado por haber producido unos tipos humanos
que supuestamente congregaban las tareas físicas y las tachas morales de los
grupos étnicos o las “razas” que, en diverso grado, contribuyeron a la
formación de la población antillana a raíz de la conquista. En pasajes no menos
memorables que los ya citados, Pedreira vuelca todos sus prejuicios contra el
“grifo ese tipo de mestizo que de acuerdo a él, era “de más recia complexión y
atrevimiento que ningún otro producto etnológico puertorriqueño y que amparándose
en la poca sangre blanca que abona su derecho [,] aspira y ambiciona [,] y su
resentimiento encuentra válvula de escape en la democracia”.(/ Idem.,
pp. 26-27).
Mucho menos
conocida y comentada que la obra de Pedreira es la de Pedro A. Pérez Cabral
titulada La comunidad mulata: el caso socio-político de la República Dominicana
(Pedro Andrés Pérez Cabral, La comunidad
mulata: el caso socio-político de la República Dominicana. Caracas, Gráfica
Americana, 1967. Las referencias y las citas de esta obra provienen de esta
edición.) aparecida más de tres décadas después de haberse publicado Insularismo;
pese a esto, entre ellas existen importantes vasos comunicantes en lo que
respecta al mestizaje en las Antillas. En ambas obras, para decirlo de manera
concisa, se realiza una interpretación racialita según la cual la existencia de
la población mestiza se concibe como un lastre a los procesos de formación
nacional en la República Dominicana y Puerto Rico, respectivamente (Empleo el término “racialismo” tal como se
usa en Tzvetan Todorov, Nosotros y los otros: reflexión sobre la diversidad
humana. México, Siglo XXI, 1991. En esta obra, Todorov distingue entre
“racialismo”, que se refiere a las doctrinas, y “racismo”, que se refiere a las
prácticas.) Pérez Cabral fue un anti
trujillista que desde sus años estudiantiles, antes de exiliarse, se vio
involucrado en varias actividades en contra del régimen dictatorial de Rafael
Leónidas Trujillo. Por ejemplo, “por negarse a pertenecer a la Guardia Universitaria
Presidente Trujillo, un grupo de encuadramiento político-ideológico cuyos fines
se extendían a la vigilancia y el espionaje”, le fue negada la matrícula en la
Universidad mientras cursaba la carrera de medicina (A menos que se indique lo contrario, los datos biográficos sobre Pérez
Cabral provienen de Diógenes Céspedes, “El sentido de la responsabilidad frente
a la escritura: un estudio de jengibre”, en Pedro A. Pérez Cabral, Jengibre.
Santo Domingo, Alfa & Omega, 1978, pp. 5-37, cita de la p. 10)
Posteriormente
sufrió prisión y, en 1939, se exilió en Venezuela donde residió buena parte de
su vida. En lo que a su obra escrita se refiere, Pérez Cabral incursionó en la
poesía, la novela y el ensayo aunque no se le reputa como un escritor
destacado.
Sus obras más
significativas son Jengibre (Caracas, 1940), que según Diógenes Céspedes cierra
el ciclo de la novela realista de tema social que se ubica en los años
1935-1940, y La comunidad mulata (Caracas, 1967), que se inserta en la tradición
latinoamericana del ensayo de interpretación histórico- social y acerca de la
identidad. (Su obra ensayística incluye
un libro titulado El pre-imperialismo norteamericano. Caracas, s. e., 1965.)
En general, la obra de Pérez Cabral ha tenido una escasa difusión en la
República Dominicana por haberse publicado el grueso de ella fuera del país. Esto
es así sobre todo respecto de La comunidad mulata, pese a que en los años
ochenta se realizó una edición dominicana de esta obra (La comunidad mulata: el caso socio-político de la República
Dominicana, 2da. ed., Santo Domingo, Editora Montalvo, 1982.) Posiblemente
sus polémicas posiciones han contribuido a que la obra haya permanecido al
margen de las discusiones dominicanas acerca de la identidad y de la formación
nacional.
Pérez Cabral inicia su obra realizando una
crítica a unos comentarios realizados por el novelista Jorge Amado, quien alegó
en una entrevista que Brasil era el único “país mulato” del mundo (Citado por Pérez Cabral, “La comunidad…”,
p. 9. La entrevista apareció en la revista estadounidense Ebony, julio de
1965.) Amén de argumentar
que la aseveración de Amado era incorrecta debido a que los mulatos, los
“descendientes de los grupos étnicos blanco y negro”, no constituyen “la mayor
parte de la población de Brasil”. Ni este país, ni los Estados Unidos ni África
del Sur, los tres países con “los mayores grupos mulatos del planeta”, podían
conceptuarse de tal manera ya que en ninguno de ellos “el conglomerado descendiente
de blancos y negros es el grupo demográfico cuantitativamente predominante ni,
mucho menos, el que ejerce hegemonía determinante en la vida norteamericana, brasileña
y sudafricana”. Según Pérez Cabral, Brasil es “un enorme crisol étnico, pero no
es la única nación mulata del mundo”. Tal calificativo, añade, “corresponde
exclusivamente a la República Dominicana”.
(11 Ibid., pp. 9 y 11.)
Más tal
condición no debe considerarse un motivo de orgullo ni de vanidad. Al
contrario, Pérez Cabral afirma: “no creemos que la condición exclusiva de país
mulato represente un privilegio muy digno de ser disputado”.( 12 Ibid., p. 9.)
Y en efecto,
en su obrase dedica primero a trazar los orígenes históricos de la población dominicana,
y en segundo lugar, a tratar de demostrar cómo la constitución étnico-racial del
país ha tenido repercusiones nefastas sobre su formación como nación. En lo que
a su constitución étnico-racial se refiere, Pérez Cabral comienza destacando
que en las Antillas la conquista implicó la desaparición de la “comunidad
autóctona” y la eventual “transculturación a distancia” de “dos conglomerados
étnicamente distintos, uno de migración voluntaria [los españoles] y de migración
involuntaria el otro” [los africanos]. Este “fenómeno sociológico”, como lo
designa el autor, no ocurrió en ninguna otra parte del planeta, por lo que
“constituye el signo supremo de la historia antillana”. El “hibridismo” en las
Antillas se vio impulsado por diversos factores, entre ellos por lo que el
autor denomina en su peculiar estilo, “condición discriminatoria de algunos de
los grupos invasores del Caribe”, es decir, “a la ausencia de discriminación
étnica en los núcleos españoles, portugueses y –en menor grado– franceses como ingredientes
humanos de la transculturación integral” (13 Ibid., pp. 16-17.)
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