GAZCUE
ENTRE EL AMOR Y EL DOLOR
A RE Í TO, 8 Sábado 3 de m a
r zo H OY
DELIA BLANCO De señal a señal WILSON MORFE
De señal a señal
Gazcue
se extiende hacia el mar en una perspectiva de calles que desembocan en el
Malecón cubiertas de frondas verdosas, salpicadas de un desfiladero de
arboledas improvisadas. Las ceibas, los almendros tropicales, las amapolas y
las carolinas se imponen bajo el asombro y la anarquía, pues hace más de cien
años que lo que en el pasado fue una hacienda, se convirtió poco a poco en una
zona especial y escogida por familias amantes de la naturaleza y de la
arquitectura familiar que le dieron a esta zona urbana todas las cualidades de
un paraíso escogido por familias de bien que ya tenían a partir del siglo
XX una alta idea y visión de la vida urbana
La
aristocracia de Gazcue no viene de ningún escudo ni Plaza de Armas, pero sí de
la determinación y buen gusto de quienes entendieron antes de las modas
ecológicas, y mucho antes de la tan referida cultura urbana, que una ciudad es
un conjunto de valores de convivencia y vivencias espaciales que determinan el
carácter y las características de una ciudad. Muchos envidiaron vivir en
Gazcue, pues entendían que en la inmensidad del piso urbano, en este pedacito
de ciudad, se preservarían los valores ancestrales del buen vecindario, del
paisajismo, de la botánica, de la flora y de la floresta, para nunca permitir
que se estableciera una frontera inhumana entre naturaleza y ciudad.
Las casas
de Gazcue son exclusivas y responden cada una de ellas al toque y a la
personalidad que le quiso sellar cada una de las familias propietarias, pero
también, responden a la libertad de ejecución de cada arquitecto e ingeniero
que todavía en los primeros años del siglo XX dibujaban y construían con la libertad
de la locura heredada del genio mayor de la edificación: Antonio Gaudi. Este
aspecto lo podemos encontrar en la Villa Hena , también llamada Casa de las Raíces,
ubicada en la calle Doctor Delgado, resultado de las influencias traídas por
hombres y mujeres que produjeron una maravillosa estructura, siendo esta una
muestra incomparada del art nouveau. Dice la historia que fue propiedad de un
ingeniero civil de origen vegano de nombre Zoilo Hermógenes García Peña, y que
la bautizó con el nombre de Villa Hena en honor a una de sus hijas. Este vegano
supo utilizar a Jaime Malla Salon, originario de la migración catalana.
Dicha casa
considerada hoy patrimonio nacional concentra en ella la filosofía de Gazcue,
un dialogo vegetal entre arquitectura y paisajismo. Esto, debió de haber sido
siempre el sello noble de esta zona. Mantener la tradición con espíritu de
nobleza como resalta la antigua residencia de Virgilio Pimentel construida en
1930, ubicada en el No.30 de la calle Doctor Báez, conservando todavía su señorío,
en la actualidad propiedad de la distinguida arquitecta Gladys Franjul, fiel
conservadora de la exquisitez mozárabe post-moderna de esta residencia.
El asombro
se multiplica al penetrar a la intimidad de cada una de estas ocurrencias
arquitectónicas, como puede serlo la antigua residencia Laneza, ubicada en la
esquina de la César
Nicolás Penson con Félix María Delmonte, obra del arquitecto
Amable Frómeta y del ingeniero Virgilio Bernal.
Casi todas las residencias de Gazcue lucen escaleras
externas de geometría y trazo popular, pero, edificadas con los materiales
modernos, tales como hormigón, cerámicas españolas, pasamanos italianos y pisos
de azulejos, todas con unos aires de cinemascope, que nos recuerdan la llegada
de Clark Gable corriendo por las escaleras de la residencia de Scarlett O´Hara,
en la película “Lo que el viento se llevó”. Pueden hacer la experiencia para
verlo en pantalla, si visitan la Casa Pensó , construida
en 1910, ubicada en la
Doctor Delgado.
Podríamos
extasiarnos de amor, casa por casa, pues las conocemos a través de caminatas
diarias, de madrugada y de atardecer, pero, este amor, sale resentido y dolido,
indignado y rebelde, cuando en la mayoría de las esquinas del Gazcue de hoy,
maltratado por el abandono del cuidado urbano de las autoridades municipales y
del medio ambiente, vemos hoy aceras enteras agrietadas, tuberías y fuentes
rotas, alambrados pegados de arboledas, expuestos a provocar en cualquier
momento, cortocircuitos de alta peligrosidad. Este mismo dolor se hace rebeldía
cuando tenemos intervenidos los derechos de la ciudadanía y de la convivencia
entre vecinos cuando en el Gazcue de hoy se profana y se insulta a sus
habitantes, bajo el irrespeto de la convención del plano urbano que no permite
que en esta zona se construyan edificios de más de 4 plantas.
Venimos
sufriendo por años, viendo cómo de cada lado de la avenida Bolívar levantan
torres; pero nunca hemos pensado que en las calles de las entrañas profundas
del centro de Gazcue, de sus calles más simbólicas, donde habitan y residen
familias de honor, ciudadanos conscientes, envejecientes respetables,
profesionales de clase media que ejercen las leyes, la educación y la ciencia
de la educación, a diario aparezcan monstruosos edificios, que ya en la calle Benito
Monción esquina la conocida calle Santiago, se levante un doble condominio de 6
pisos, y que apenas a unos 100
metros más adelante en el terreno de la casa que
perteneció a la familia Cueli, se estén instalando las fundaciones de un
condominio cuya cantidad de pisos no se confiesa, pero, que ya todo el mundo
sabe que serán más de cuatro pisos.
Esta
situación es una provocación a ciudadanos/ as de bien, que han escogido vivir
en la calle Padre Boil, traer sus hijos al Colegio Babeque, participar de las enseñanzas
artísticas y creativas del remozado Palacio de Bellas Artes. Entonces, cuáles
son los planes… y cuáles son las ambiciones de los responsables municipales y
congresionales para que la ciudad de Santo Domingo sea respetada en la gran
variedad de zonas urbanas y residenciales que siendo valoradas cada una por sus
características contribuyan a la paz ciudadana, al bienestar de la población
urbana. Hoy día es imposible discernir quién daría la cara para llevar un
proyecto democrático que entienda y acepte que no hay progreso social ni
convivencia si los moradores de una ciudad no se sienten en armonía, en paz y
apoyados por sus representantes en los cabildos, en la asamblea nacional y en
cualquier estamento público que vele por estos principios.
No basta
con defender y desarrollar la
Zona Colonial , Ciudad Nueva y quizás, sectores del antojo de
los ministros de turno, de Cultura, Medio Ambiente, y de los alcaldes. Se debe
ahora llamar a una reflexión y acción sobre todos los proyectos y planes
maestros urbanos que no se estén implementando o, peor aún, que estén fuera del
cumplimiento de las leyes. Por lo señalado, el caso de Gazcue es un ejemplo
patético que requiere de la intervención inmediata de las autoridades
competentes, para evitar que se siga destruyendo un patrimonio de tanta
importancia.
Finalmente,
mi amor por Gazcue ha sido estimulado por mi amiga Marcelle O. Pérez Brown,
quien nació y vivirá hasta el final de sus días en esta zona, y quien es una
luchadora por la preservación de la integridad arquitectónica de la misma,
donde hace un siglo se asentaron selectas familias dominicanas, así como
inmigrantes dotados de mucho conocimiento, cultura y pasión por el medio
ambiente. Marcelle, ha publicado bajo el fondo de colección del Banco Central
de la R.D. la
segunda edición de su importante libro “Gazcue, Jardín Urbano”, dedicado a la
memoria de su padre el arquitecto Octavio Pérez Garrido, uno de los
constructores de esta hermosa zona, y también, dedicado a Jochi Russo y doña
María Ugarte, ambos orientadores y estimuladores para lograr que ella nos
legara este invaluable aporte.
Invito a
los y las lectoras a buscar esta obra que disfrutarán y le enseñarán a amar,
cuidar y defender –aún más- sus zonas, sus barrios, sus espacios.
DELIA BLANCO De señal a señal WILSON
MORFE
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