Las
encomiendas en el gobierno de Nicolás Ovando
El sistema de
encomiendas en Santo Domingo durante el siglo XVI
Por José
Checo. (Miembro
de número de la
Academia Dominicana de la Historia. )
Fuente:
Revista CLIO. Órgano de la Academia Dominicana de la Historia. Año 2003.
No. 162-04. Pág. 72-77
El
estado de semianarquía existente, la falta de autoridad imperante y la
explotación impuesta por los colonos fueron los
resultados de la gestión de Francisco de Bobadilla, sucesor de Cristóbal
Colón en el gobierno de la Isla
de Santo Domingo. Como eso en nada beneficiaba económicamente a España, ésta
decidió sustituirlo en 1502. (Sobre
las instrucciones dadas a Bobadilla, véase la Real Cédula en
Navarrete I, doc. No .CXXXII, p. 447 y CODOIN. AM. OC. I 38, pp. 430-431.)
Llegó
entonces a la Isla
de Santo Domingo frey Nicolás de Ovando, como nuevo gobernador, quien se
presentó con órdenes precisas de terminar el desorden existente. Estas
recomendaciones dadas por los Reyes Católicos tenían por objeto la
centralización administrativa de la colonia (Una buena síntesis de la organización de las Indias durante el
gobierno de Ovando (1502- 1509) puede consultarse en Carl Ortwin Sauer.
Descubrimiento y dominación española del Caribe. 1a ed. en español. México,
Fondo de Cultura Económica, 1984, pp. 223-242. Hace pocos años fue publicada la
obra de Esteban Mira Caballos. Nicolás de Ovando y los orígenes del sistema
español, 1502-1509. Santo Domingo, Centro de Altos Estudios Humanísticos y del
Idioma Español, 2000, con originales y valiosos aportes sobre el tema.)
Uno de
los primeros pasos dados por el Gobernador fue terminar con la introducción de
los negros que entraban a servir de esclavos al igual que los indígenas.
Fundamentalmente, Ovando quería evitar, como se decía, que A los negros
pudieran enseñar malas costumbres a los indios”. La Corona , preocupada
aparentemente por la A
cristianización de ellos y las buenas costumbres, aceptó tales disposiciones
del Gobernador (Podría decirse que esa fue siempre
preocupación de la Corona
española. En anterior instrucción dada por los Reyes Católicos al almirante
Cristóbal Colón se decía: “Primeramente: I. Que como seáis en las
dichas islas, Dios queriendo, procuréis con toda diligencia de animar e
atraer a los naturales de las dichas Indias a toda paz e quietud, e que
nos ayan de seruir e estar so nuestro señorío e sujeción benignamente, e
principalmente que se conuiertan a nuestra santa fe católica y que a
ellos y a los que an de yr a estar en las dichas indias sean administrados
los santos sacramentos por los religiosos e clérigos que allá están e
fueren; por manera que Dios nuestro Señor sea seguido y sus conciencias
se aseguren”. Publicada en Navarrete I, doc. No.CIV, pp. 409-412 y en
CODOIN. AM. OC. I 38, pp. 358-364.
Ovando
comenzó a dar sus primeros pasos organizando a los indígenas para la
explotación de las minas de oro. Con el pretexto de evangelizarlos y educarlos
se las ingenió diciéndoles que debían ser trasladados a distintos sitios que en
realidad vinieron a ser puntos mineros. Los indígenas estuvieron bajo el
control de una mayoría de colonos, venidos a la isla junto con el Gobernador,
los cuales inmediatamente se entregaron a la búsqueda y lavado de oro (A ese respecto afirma Magnus Mörner:
“Esta Sociedad tenía, de manera natural, un carácter dualista, tratándose de
dos categorías: cristianos e indios. Para la buena policía de ambos grupos
tenían que vivir concentrados. Ya en 1501, los Reyes Católicos advirtieron que
los cristianos en Hispaniola no debían vivir derramados...” Efectivamente, en
1503 la Corona ,
al enviar nuevas órdenes a Ovando sentó el principio de que también los indios
“se repartan en pueblos en que vivan juntamente, y que los unos no estén ni
anden apartados de los otros por los montes. En estos pueblos, cada familia
india debía tener su casa propia para
que vivan y estén según y de la manera que tienen los vecinos de estos nuestros
Reinos”. Cada uno de los pueblos debía ponerse bajo la tutela y jurisdicción de
un vecino español. Los indios serían puestos en policía al hacérseles adoptar
las costumbres de los españoles. Sus dirigentes debían esforzarse para que los
naturales se vistan y anden como hombres razonables y hasta debían procurar que
algunos cristianos se casen con algunas mujeres indias, y las mujeres
cristianas con algunos indios, porque los unos y los otros se comuniquen y
enseñen, para ser doctrinados en las cosas de nuestra Santa Fe Católica, y
asimismo como labren sus heredades y entiendan en las haciendas y se hagan los
dichos indios e indias hombres y mujeres de razón.” En Estado, razas y cambio
social en la
Hispanoamérica Colonial. México, Secretaría de Educación
Pública, 1974, pp. 9-10. Véase, también, a Roberto Cassá. Los Indios de las
Antillas. Madrid, Editorial Mapfre, 1992, Cap. IX, pp. 197-215.
Ovando
tuvo muchos problemas no sólo con la disposición de impedir la entrada de
negros a la colonia, sino con los propios colonos que se encontraban en la
isla, los cuales vivían a sus anchas y prácticamente la dominaban. Cuando éstos
se dieron cuenta de cuáles eran las verdaderas instrucciones del Gobernador que
debían cumplir, entre ellas las de pagar impuestos, respondieron de una forma
violenta contra el alto dignatario. Ante esa situación el Gobernador no ejecutó
inmediatamente las órdenes recibidas de la Corona española sino que fue aplicándolas en
forma gradual de modo que en el año de 1505 ya tenía el control absoluto de la
colonia ( Esa situación está bien
descrita en la obra de Úrsula Lamb. Frey Nicolás de Ovando, Gobernador de las
Indias. Santo Domingo, Sociedad Dominicana de Bibliófilos, Inc. 1977, pp. 95 y
ss.)
La
situación de los indígenas bajo el sistema esclavista implantado por el
gobernador Ovando se tornaba cada día más desastrosa, ya que muchos de ellos
morían al no serles posible soportar tan ignominiosa situación, mientras otros
se suicidaban (La situación de los
indígenas bajo el sistema esclavista implantado por el gobernador Ovando se
tornaba cada día más desastrosa, ya que muchos de ellos morían al no serles
posible soportar tan ignominiosa situación, mientras otros se suicidaban Sobre la muerte de los indígenas son
esclarecedoras las palabras de Georg Friederici cuando afirma: “Otra manera de
causarse la muerte fundase, por último, en ese estado de ánimo a que se da el
nombre de A depresión moral: el indio que toma la resolución de morir o que cree morirse sin
remedio, expira efectivamente en brevísimo plazo, sin que nada externo venga a
provocar o acelerar su muerte. Tales eran los medios a que recurrían los
indios, acosados por los malos tratos y las violencias de que les hacían objeto
los europeos, para privarse de la vida, que no era ya, para ellos, más que una
carga. Dábanse, en estas condiciones, casos de suicidio en masa de tribus
enteras, como lo demuestra, no sólo el testimonio del Padre las Casas, de quien
tanto se recela, sino, incluso, entre otros, el de su rabioso enemigo, el
historiador Oviedo y Valdés, cuyo nombre jamás mienta el obispo de Chiapas sin
acusarlo de parcialidad en favor de los conquistadores y en contra de los
indios Los aruacos de las Grandes Antillas y de las Bahamas se dieron la muerte
en masa, llevados de su desesperación, ingiriendo zumo de yuca o ahorcándose”.
En El carácter del descubrimiento y de la conquista de América. México, Fondo
de Cultura Económica, 1987, p.252. A esas causas habría que sumarles las
múltiples enfermedades que surgieron del contacto español-indígena. Véase: “La Guerra Microbiaria :
El Efecto más devastador del Encuentro de Dos Mundos”, de Manuel García Arévalo
en su obra Santo Domingo en ocasión del Quinto Centenario. Santo Domingo, Comisión
Dominicana del Quinto Centenario, 1992, pp. 229-243 ) y las madres
utilizaban brebajes para no tener hijos. No obstante, Ovando, queriendo
mantener el control sobre la colonia, la emprendió contra el cacique de la
provincia de Higüey y más tarde contra Anacaona. (Sobre la horrenda matanza donde Anacaona fue ahorcada, véase Úrsula
Lamb. Ob. cit., capítulo VI, pp. 95-110.)
Los
resultados de la política ovandina se hicieron sentir en la producción minera
ya que decrecieron los beneficios. Ante eso, Ovando escribió a la Corona informando tal
situación, desvirtuándola, al decir que los indios se fugaban a los montes y
que no querían trabajar (Eso
lógicamente formaba parte de la mutua visión prejuiciada que existió entre los
españoles y los indígenas. Interesante trabajo que enfoca esa realidad es el
del erudito profesor de Yale University José Juan Arrom titulado “Las Primeras
Imágenes Opuestas y el Debate sobre la Dignidad del Indio”. En De Palabra y Obra en el
Nuevo Mundo. Tomo I. Imágenes interétnicas, Madrid. Siglo XXI editores, 1992,
pp. 63-85. Son también muy ilustrativas las siguientes palabras de Pierre
Vilar: “Esto comenzó por el drenaje del oro existente en el territorio de joyas.
P. Chaunu estima que en dos o tres años se drenó todo el oro producido por los
indios de las Islas en mil años.” (Seville et I=Alantique, t. 8, vol. I, París
1959, p. 510). “Una vez esta colecta terminada empieza la producción de Placer.
El oro es de aluvión. Hay que lavar la arena y moverla en bateas. Mano de obra
forzada, a menudo femenina, está sometida a este trabajo desde la salida hasta
la puesta del sol. Quizá no es agotador, pero destruye el equilibrio del
trabajo agrícola anterior y suprime las cosechas de subsistencia; el trabajo
continuo está, también, por encima de las fuerzas de la mano de obra, en las
condiciones de alimentación de una economía poco desarrollada. De ahí un
hundimiento de la población cuyos resultados son seguros: la población indígena
es reducida a casi cero, sucesivamente, en Santo Domingo, Puerto Rico y Cuba.
El ciclo del oro en cada una de estas islas es muy corto porque es destructivo,
no de materia, sino de mano de obra”. En Oro y moneda en la Historia (1450-1920).
Barcelona, Editorial Ariel, 1982, p. 89.
Así, la Corona ordenó a Ovando que
obligara a trabajar a todos los indios
que tuviera bajo su dominio. Desde luego, esta disposición trajo como consecuencia
las protestas de los pobladores. Pero al fin y al cabo, Ovando resolvió la
situación. El plan de repartimientos de la Corona , realizado por Ovando, tenía por objetivo,
como antes se ha afirmado, la centralización económica de la isla, ya que una
administración de ese tipo permitía un enriquecimiento más rápido, aunque acarreaba
un decrecimiento de las fuerzas de trabajo aborígenes ( Como bien afirma Frank Moya
Pons “hoy conocemos bien los detalles del terrible tratamiento que recibían los
indios en las minas y en las estancias españolas, y la altísima mortalidad que
producía entre ellos el hambre, los maltratos y las enfermedades. Hoy sabemos que
cualquiera que hubiera sido la población original en 1492 y cualesquiera las
causas de su declinación, ya en 1508 los indios habían descendido a unos 60.00
individuos. El impacto del choque con los europeos fue tal que ni siquiera la
importación de unos 40.000 indios de las islas vecinas entre 1508 y 1513 pudo
detener el colapso de la sociedad aborigen. En 1509 un nuevo censo arrojó la
cifra de 40.000 y en 1510 sólo se registraron 33,523” . En “Legitimación
ideológica de la conquista: El caso de La Española ”, que contiene la obra De Palabra y Obra
en el Nuevo Mundo, tomo II. Encuentros interétnicos. Madrid, Siglo XXI
editores, 1992, p. 67. Véase, además, a Pierre Chaunu. Conquista y Explotación
de los Nuevos Mundos (siglo XVI), 2da. ed. Barcelona, Editorial Labor, S.A.,
1984, p. 5.
Para
remediar dicha situación se reinició de nuevo la entrada de negros esclavos a
la isla. Así vemos que al desarrollo del coto minero le fueron necesarias las
fuerzas de trabajo de los negros esclavos, constituyendo la esclavitud de los
indios y negros la base social sobre la cual estaba estructurada la economía
colonial. (Amplias informaciones
sobre el tema en Luis N. Rivera Pagán. Evangelización y Violencia: La Conquista de América.
San Juan de Puerto Rico, Editorial Cemí, 1990, Capítulo VI, pp. 189-220; y en
Justo L. del Río Moreno. Los Inicios de la Agricultura Europea
en el Nuevo Mundo, 1492-1542. Edición conjunta ASAJA-Sevilla, Caja Rural de
Huelva y Cuando desapareció Ovando del panorama isleño, en37Caja Rural de
Sevilla, 1991, pp. 243 y ss.)
1509,
el sistema de encomiendas no llegó a su término. Diego Colón vino a sucederle
en el gobierno de la isla realizándose nuevos repartimientos de indígenas entre
los encomenderos quienes, desde luego, gozaban del favor del nuevo virrey de La Española. Esta
situación de intereses creados vino a repercutir grandemente en la vida
política de la colonia. (Sobre Diego
Colón y su gobierno, véase la documentada y acuciosa obra de Luis Arranz
Márquez. Don Diego Colón, Almirante, Virrey y Gobernador de las Indias. Tomo I.
Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Instituto “Gonzalo
Fernández de Oviedo”, 1982.)
Eran
tantos los desmanes cometidos contra los indígenas que los religiosos dominicos
se vieron precisados a cambiar de actitud.( Sobre los dominicos y su papel
en este período de la historia de Santo Domingo, véanse, entre otras obras, las
siguientes: Emilio Rodríguez Demorizi. Los Dominicos y las Encomiendas de
Indios de la Isla
Española. Santo Domingo, Academia Dominicana de la Historia 1971, y Miguel
Angel Medina, O.P. Los Dominicos en América (capítulo I). Madrid, Editorial
MAPFRE, 1992.
Como
expresión pública de su protesta avalaron el sermón pronunciado por fray
Antonio Montesino en el Adviento de 1511, llamado con toda justeza por Lewis
Hanke “el primer clamor por la justicia en América. (Véase su clásica obra La Lucha Española por la Justicia en la Conquista de América.
Madrid, Ediciones Aguilar, 1967.)
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