sábado, 11 de junio de 2016

Jorge Eliécer Gaitán Ayala (Cucunubá2 , 23de enero de 1898 — Bogotá, 9 de abril de1948), fue un político y abogado colombi...


Liderada por Jorge Eliécer Gaitán y Carlos Arango Vélez, nació la Unión Nacional de Izquierda Revolucionaria (UNIR). Fuera del tradicional marco bipartidista, esta organización ha sido uno de los más importantes esfuerzos políticos en el país. UNIR tuvo particular influencia entre la clase campesina, en las zonas cafeteras de Cundinamarca, en el norte del Tolima, Caldas y el Valle.
En la primera etapa de agitación, la guardia de Cundinamarca disolvió a bala una manifestación de campesinos uniristas presidida por Gaitán en Fusagasugá el 4 de febrero de 1934, dejando un saldo de varios campesinos asesinados. Otra masacre tuvo lugar el 14 de agosto de 1934 en la hacienda Tolima, en la jurisdicción de Ibagué, en cuyos trabajadores influía la UNIR. El motivo tuvo que ver con la negativa de los colonos a aceptar los avalúos de las mejoras en los términos arbitrarios en que los realizaba la hacienda.
El partido de Gaitán estimulaba el principio de la militancia individual y de carnetización de sus miembros. Al comienzo se insistió en la necesidad de una rígida disciplina, que incluía prácticas gimnásticas como rudimento de preparación militar. Los organismos no eran propiamente deliberantes y las orientaciones políticas generales del partido eran responsabilidad del caudillo.
La plataforma de acción de la UNIR, enunciada a través del semanario informativoUnirismo, consistía en la intervención del Estado, con criterio social, en la economía; la reforma agraria y organización de cooperativas campesinas; un nacionalismo antiimperialista en cuanto a la política exterior; la reforma constitucional que diera menos protagonismo al presidente y reformas legislativas de tipo social, incluyendo la creación de un banco de previsión social constituido con aportes obligatorios de hasta un 50 por ciento por parte del capitalismo.
Aunque el movimiento captó adeptos no sólo en el campo sino también dentro del sector trabajador de la incipiente industria nacional, las tácticas disolutorias de la burguesía obtuvieron frutos: en el campo con la represión, en el liberalismo oficial y la prensa con el silencio y la acusación de pro comunismo. Aprovechando la vanidad e impaciencia del líder, se logró atraer de nuevo a las filas oficialistas al propio Gaitán, quien declaró disuelta la UNIR en mayo de 1935.
En 1936 Gaitán contrajo matrimonio con doña Amparo Jaramillo y el 8 de junio de ese año se posesionó como alcalde de Bogotá. Como tal, realizó una labor progresista, aunque corta; pero ciertas medidas algo extremas y la presión de la derecha lo obligaron a dejar el cargo. En febrero de 1937 falleció doña Manuela Ayala; la pérdida de su madre y maestra fue un duro golpe, sólo mitigado por el nacimiento, siete meses más tarde, de su única hija, Gloria.
Tras algunos viajes internacionales, Gaitán fue elegido magistrado de la Corte Suprema de Justicia en 1939 y, al año siguiente, el presidente Eduardo Santos lo hizo ministro de Educación. Ocupó este cargo nuevamente por corto tiempo, pero entre otros logros desarrolló un ambicioso plan contra el analfabetismo y para la popularización de la educación y la cultura.
Opuesto a la reelección de López Pumarejo, Gaitán iniciaría en 1941 una carrera política que sólo se detuvo con su asesinato: senador por Nariño en 1942, presidente del Senado en septiembre de ese año, ministro de Trabajo entre 1943 y 1944, y candidato presidencial en oposición al liberal oficialista Gabriel Turbay, creando el Movimiento Liberal Gaitanista. Éste, más que un socialismo estructurado, era de corte populista.
Nunca en el país se volvieron a ver manifestaciones tan multitudinarias ni con tanta emoción y fe en su jefe. Sus famosos gritos de "¡A la carga! ¡Contra la oligarquía! ¡Por la restauración moral de la República!" lograron interpretar el sentimiento de las masas de una manera única y original. Sus variaciones de tono, sentido del humor e ironía, el manejo de los silencios, hicieron de Gaitán un orador telúrico que llegaba a transfigurarse por la emoción de lo que decía y la forma de decirlo, y que lograba transmitir su sentimiento al público.
La organización, disciplina y fe de los gaitanistas hicieron que muchos lo tildaran de fascista pero, aunque de Italia trajo ese gusto por los desfiles de antorchas y algo de la teatralidad mussoliniana, Gaitán era un liberal demócrata, reformista, que buscaba una revolución legal dentro de los marcos constitucionales.
En las elecciones del 5 de mayo de 1946, que ganó Mariano Ospina Pérez, Gaitán, para quien esa contienda sólo había sido un paso más hacia el poder, ocupó un tercer lugar, con sorprendente número de votos y con un apoyo mayoritario en los centros urbanos. Sirvieron también estos comicios para que el gaitanismo tomara el poder dentro del liberalismo y fuera elegido jefe único del partido.
Sus planteamientos sociales fueron enunciados en la Convención del teatro Colón del 18 de enero de 1947 y en agosto del mismo año, en el Congreso, con el fallido Plan Gaitán. Legendarias son ya la Marcha de las antorchas, organizada desde el popular barrio La Perseverancia, en la que él quería "un río de candela, que no se vieran filas cada tres metros, sino filas bien juntas para formar un río de fuego sobre Bogotá", y la sobrecogedora Marcha del silencio, en la que multitudes nunca vistas y perfectamente organizadas llenaron de temor, con su mutismo, a los sectores tradicionales de ambos partidos.
En Manizales pronunció la "Oración por los humildes", en febrero de 1948. Al mes siguiente, debido a la incontrolada violencia gobiernista, Gaitán rompió los lazos del liberalismo con Ospina. Fue excluido, por expreso deseo de Laureano Gómez, canciller de Ospina, de la IX Conferencia Panamericana en Bogotá, inaugurada el 30 de marzo.
El 9 de abril logró Gaitán uno de sus mayores triunfos como penalista al obtener la absolución del teniente Jesús Cortés. Hacia la una de la tarde, cuando salía del edificio donde tenía sus oficinas, fue muerto a balazos, en presencia de algunos de sus amigos, por un pálido joven llamado Juan Roa Sierra, iniciándose así la más pavorosa jornada de muerte y destrucción que haya vivido Bogotá y agudizándose la creciente ola de violencia que, con escasos respiros, aún vive el país

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