jueves, 9 de junio de 2016

Domingo de la Mota falleció

Domingo de la Mota falleció ayer.

Por Arlette Fernández Viuda Fernández Domínguez
Esta es la carta que me enviara en 1980. Nuestros encuentros fueron escasos pero recuerdo como el disfrutaba rememorando aquella mañana del 25 de septiembre de 1966 cuando llegamos desde Puerto Rico acompañando al presidente Bosch en su histórico regreso al país. Del aeropuerto partimos a Santo Domingo. En el asiento trasero íbamos don Juan, doña Carmen y yo. Delante iban Eliseo Andújar-Barahona, Ramón Emilio Mejias -Pichirilo y Domingo de la Mota. Durante el trayecto vivimos momentos de tensión porque se escuchaban disparos, no recuerdo qué tan cerca de nosotros pero que hicieron que Barahona se detuviera en medio de la autopista. Yo reaccioné y les grite repetidas veces que siguiéramos, convencida de que era lo correcto hacer en esos momentos. Pasados los años, cuando Dominguito y yo nos encontrábamos él rememoraba con elogios mi ocurrencia.
SU CARTA
Señora
Arlette viuda Fernández
Ciudad.-
Estimada doña Arlette:
Me he enterado de que usted está escribiendo un libro sobre la vida del coronel Rafael Fernández Domínguez y le ruego me permita ofrecer mi aporte, aunque será una mínima parte de los conocimientos que tengo acerca de su lucha y de su vida. Esto es un deber que tenemos los que le conocimos y tratamos porque el pueblo dominicano debe conocer quien fue el coronel Fernández Domínguez.
Su figura señera, digna, se mantiene viva en mi mente y me considero en verdad afortunado alhaber tenido la oportunidad de tratarle en cierto grado de intimidad.
Recuerdo que un día, 28 de diciembre de 1964, llegué a Puerto Rico procedente de Venezuela y dirigí mis pasos a la casa del profesor Bosch. Con él estaba quien iba a convertirse en héroe inmortal de la gesta de abril, el coronel Fernández, sonriente e irradiando simpatía me dio un caluroso abrazo. Después de dar un informe al profesor Bosch y separarnos, por mutuo acuerdo el coronel y yo decidimos juntarnos al otro día. En Puerto Rico desarrollamos actividades relacionadas con el ingreso del profesor Bosch y él al país. Desde temprana edad él y yo cultivamos una sana amistad. Ahora en Puerto Rico y contemplando los momentos difíciles que atravesaba nuestro país, esa amistad iba a acrecentarse.
Por espacio de un mes conversamos sobre muchos temas y ese tiempo bastó para yo apreciar el trabajo que estaba realizando a favor del pueblo. Escuché de sus labios cosas interesantísimas que demostraban su acendrado patriotismo. El coronel era un dechado de afecto, de una marcada sencillez humana. Me llamó la atención sobremanera ver, como a veces, militares de rango superior a él que encontrábamos a nuestro paso, le saludaban con un respeto que parecía propio de un Jefe.
En uno de esos momentos de expansión me expresó: “Dominguito, la Revolución tiene compromisos muy duros para uno. ¿Tú sabes lo que significa para mí tener que sentar en el banquillo de los acusados a personas que quiero mucho y todo por cumplir con una exigencia de los principios y de la lealtad?
Me contó también, que su relación humana con el profesor Bosch tuvo su origen en una ocasión que siendo presidente constitucional, éste se presentó a San Isidro y expuso claramente a los militares la trama existente para dar un golpe de Estado y que en ese momento él se dio cuenta que esto sería funesto para el país y causa de malestar y división en las Fuerzas Armadas y que la forma de hablar del profesor Bosch, plena de entereza, le hizo jurarse a sí mismo que desde ese momento lucharía por defender la Constitucionalidad y pelear siempre por la causa de la libertad y la defensa de los derechos del pueblo dominicano.
Todo esto lo llevó a cabo el coronel Fernández Domínguez y es asunto que pertenece a la Historia, pero esta historia debe conocerla ya el pueblo dominicano con detalles.
El día que murió estuvimos juntos una buena parte del tiempo. Me había manifestado que era necesario tomar el Palacio Nacional porque al abrirse las negociaciones, era vital para el sector constitucionalista hacerlo desde el edificio del Ejecutivo, la sede del Gobierno. Que era un golpe político que él consideraba debía darse.
Esa tarde del 19 de mayo el coronel Fernández Domínguez cayó para siempre herido de muerte.
Un sargento cuenta que llegó a decirle. “Coronel, eche para atrás que lo han herido”. Y él le contestó bajo el fragor de los tiros: “Yo no he venido para dar pasos atrás”.
El coronel Fernández Domínguez llena mi recuerdo con estelas luminosas y es en el país un patrimonio eterno de grandeza”.
La Vega, República Dominicana,
5 de mayo de 1980
Firmado: Comandante de la Mota
Dominguito, a la izquierda, marcado con la flecha, semi-oculto, detrás de Mundito Espinal. A la derecha de don Juan, Pichirilo. Al fondo, de último, Hugo Pérez Mota.
Tomado del muro de Arlette Fernández


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