miércoles, 4 de marzo de 2015

REY DE LEÓN ALFONSO VI "EL BRAVO"

REY DE LEÓN ALFONSO VI "EL BRAVO"


ROMANCE DEL JURAMENTO QUE TOMÓ EL CID AL REY DON ALONSO
En santa Gadea de Burgos,   do juran los hijosdalgo,
allí le toma la jura   el Cid al rey castellano.
Las juras eran tan fuertes   que al buen rey ponen espanto;
sobre un cerrojo de hierro   y una ballesta de palo:
—Villanos te maten, Alonso,   villanos, que no hidalgos,
de las Asturias de Oviedo,   que no sean Castellanos;
mátente con aguijadas,   no con lanzas ni con dardos;
con cuchillos cachicuernos,   no con puñales dorados;
abarcas traigan calzadas,   que no zapatos con lazo;
capas traigan aguaderas,   no de contray ni frisado;
con camisones de estopa,   no de holanda ni labrados;
caballeros vengan en burras,   que no en mulas ni en caballos;
frenos traigan de cordel,   que no cueros fogueados.
Mátente por las aradas,   que no en villas ni en poblado;
sáquente el corazón   por el siniestro costado;
si no dijeres la verdad   de lo que te fuere preguntando,
si fuiste ni consentiste   en la muerte de tu hermano.—

EL GRAN REY LEONÉS QUE METIÓ EN CINTURA A LOS REBELDES CASTELLANOS


FUENTE DIARIO DE LEÓN
Desde el año 2004, la villa de Sahagún ha venido acogiendo una serie de cursos de verano en torno al rey leonés Alfonso VI que llegaron a su cénit en 2009 con la celebración de un amplio congreso internacional con motivo del noveno centenario de la muerte de este monarca, el primero que se coronó «emperador de las Españas». Ahora acaba de llegar a las librerías Alfonso VI y su legado, la obra editada por la Diputación que recoge y ordena todas aquellas ponencias y actas.
El catedrático de la Universidad de Alcalá de Henares Javier Rivera fue el encargado, ayer, de glosar alguno de los logros de este rey «que nunca participó en ninguna batalla» pero que, a fuer de diplomático, abrió su reino y buena parte de la Península a las influencias de Europa. «Logró que tropas europeas participaran en la toma de Toledo, conquistó Madrid, aunque entonces sólo era un poblado, cambió la liturgia mozárabe en favor de la romana, vigente en el resto del continente, potenció el Camino de Santiago, colocó en puestos de relevancia a monjes y abades franceses... y con ellos llegó el feudalismo, algo que no fue demasiado positivo para la vida de las gentes humildes de la época», declaró Javier Rivera, haciendo notar que «desde la Marca Hispánica (los condados catalanes) hasta Galicia y los reinos de Taifas musulmanes se reconocía la preeminancia, sobre sus respectivos gobernantes, de Alfonso VI».
También comentó que la figura de este rey es indisociable del monasterio que tanto favoreció y en el que quiso ser enterrado, el de Sahagún, y por tanto el libro se refiere a ambos «desde todas las perspectivas». Javier Rivera ejemplificó la magnificencia del monasterio recordando que en el siglo XVI quisieron llevarse parte a El Escorial y les resultó imposible por lo colosal de sus estructuras. Tanto Rivera como el profesor de la Universidad de Valladolid Javier Pérez Gil remarcaron que el libro pretende también «restaurar la memoria» del emperador, que había caído «en un cierto olvido» en beneficio del Cid Campeador. La historiografía franquista había ensalzado esta última figura, en realidad «un mercenario como había tantos en España» y cuyo cantar, sí, «es un monumento de la literatura española» pero que llevó a ver a Alfonso VI como un «rey felón», dijo Rivera. Ahora, libros como éste quieren realzar la enorme altura histórica del emperador en una «revisión muy a fondo». El diputado de Cultura, Marcos Martínez, concretó que son 26 textos de 28 investigadores nacionales y extranjeros, 464 páginas y 500 ejemplares de tirada para los que la Diputación destinó un total de 18.720 euros.
lfonso VI y su reino es el título del primer libro del historiador leonés Ricardo Chao después de muy diversos artículos en revistas especializadas y en prensa y de una destacada presencia en Internet a través de su blog Corazón de León . «En realidad fue un encargo que me hizo la editorial El Búho Viajero, aprovechando la, por entonces, cercanía del noveno centenario de la muerte de Alfonso VI y el mil cien aniversario del reino de León -"indica-". En cualquier caso acepté encantado, porque es una figura cuya agitada vida siempre me ha fascinado».
Este experto explica, en pocas palabras, por qué Alfonso VI fue un rey tan importante: «En 1065, tras la muerte de Fernando I, su padre, el reino se dividió entre sus tres hijos varones; sin embargo, en 1072, tras muchos avatares, Alfonso reunificó la herencia paterna y lanzó al reino de León a una de sus cotas más altas. Con él las fronteras avanzaron por primera vez más allá del Tajo, e incluso partió en dos a los reinos taifas de al-Ándalus. Su principal hito fue la conquista de Toledo, la antigua capital de la Hispania visigoda, en 1085. Si no hubiera sido por la invasión de los almorávides a partir de 1086, Alfonso VI probablemente se habría ido haciendo poco a poco con todos los reinos musulmanes».
«Fue tan importante -precisa- que era reconocido como rey superior por los demás reyes cristianos de Hispania (algunos fueron incluso vasallos suyos), y casi todas las taifas se vieron obligadas a pagarle tributos sencillamente para poder seguir existiendo. No es de extrañar que gracias a esta posición privilegiada Alfonso se autotitulara Imperator totius Hispaniae ».
El prólogo del libro es obra del escritor Juan Pedro Aparicio, comisario que fue de León 2010, y a continuación va una introducción que explica brevemente la historia del reino de León hasta la época de Alfonso VI. «Los primeros capítulos van dirigidos a exponer el contexto histórico, así como la historia de su padre, Fernando I, que es vital para comprender muchos de los aspectos de su reinado», añade Chao. «Como es lógico, la mayor parte del libro explica la trayectoria de Alfonso, aunque he dedicado capítulos a aspectos más específicos como sus difíciles relaciones con el Cid, la influencia de Europa (sobre todo de Francia), y las mujeres que poblaron su vida, desde sus hermanas a sus cinco esposas legales», continúa el investigador, que en cuanto al lenguaje ha intentado buscar «un término medio; sin salirme del rigor histórico, he pretendido que sea accesible para cualquier persona mínimamente interesada en la historia medieval».
La historia de los leoneses. Profesor en el colegio leonés de los Agustinos, Chao reconoce que conocer nuestra historia «es una de las grandes carencias de los leoneses, lo que es un grave problema ya que, en mi opinión, la identidad de los pueblos que quieren tener un futuro ha de basarse en el conocimiento de su pasado. El año pasado di muchas charlas por toda la provincia, y sí que se percibe un interés por la historia leonesa. Recuerdo que en un colegio uno de los chicos me preguntó al final que por qué razón no se veía nada de lo que yo había explicado en los libros de texto, y me temo que ahí está una de las claves: la mayoría de esos libros no dedican ni dos líneas al reino de León, a pesar de sus 320 años de historia. Hacen falta más libros, pero sobre todo que sean objetivos y que no manipulen nuestro pasado por intereses políticos».
Ante la pregunta de lo que tienen que ver los leoneses del siglo XI con la actual población de este territorio, el autor recuerda que «nos separan casi mil años». «Sin embargo, hay instituciones que se pueden rastrear en los documentos medievales, como los concejos, que mal que bien todavía perduran hoy en día. Lo mismo podría decirse de muchas costumbres ancestrales. En aquella época la gente luchaba por sobrevivir y conseguir más tierras, y hoy lo hacemos por conseguir trabajo sin tener que emigrar», explica.

León visto por los árabes

Gustavo Turienzo recordó en el congreso -˜Regnum Legionis-™ que los omeyas respetaban al reino leonés «como a un igual»

   «Incluso en los peores momentos del Reino de León, los omeyas lo siguieron tratando de tú a tú, sin dejar de firmar con él tratados directos». Gustavo Turienzo, de la Fundación Hispano-Libia, pronunció ayer en la última jornada del congreso científico internacional Regnum Legionis la conferencia Entre Dios y Allah: el Reino de León en las fuentes musulmanas , una poco frecuente visión de lo leonés «desde el otro lado».
Turienzo invitó a los presentes a un viaje a través de las crónicas musulmanas, donde se exponen, dijo, los «vicios y cualidades» de los habitantes del viejo reino, aunque sin olvidar que se trata de escritos elaborados «al servicio de los omeyas», por lo que la historia que cuentan está «distorsionada». No obstante, no por ello deja de ofrecer «información sabrosa», como la calificó, sobre la idea que los musulmanes tenían de los leoneses medievales, «siempre que se sepa leer entre líneas», advirtió.
Y así, por ejemplo, de las crónicas se desprende que los máximos mandatarios de Al Andalus consideraban al Reino de León como poseedor «de una categoría jurídica superior a la de los demás poderes peninsulares»; a su monarca lo consideraban «rey de los godos», según recordó Turienzo, y lo elevaron a la categoría de «emperador» antes incluso que a Alfonso VI.
Pero, además, Gustavo Turienzo aseguró que dentro del Reino de León, y refiriéndose al último tercio del siglo IX, vivieron masas de musulmanes que, al menos en teoría, «podían acceder libremente al ejercicio de su religión» gracias a un intrincado sistema de pactos y tributos. Musulmanes que, en algunos casos, no se trataba de simples súbditos, sino de verdaderos jefes que controlaban extensas propiedades, que «podían llegar a reunir 500 caballeros armados» y que mantenían, por medio de alianzas familiares, relaciones con las principales familias del reino. «Llegaron a ser fundadores de ciudades, como por ejemplo La Bañeza, y otras aledañas», dijo.
Y aunque en la documentación existan muchas lagunas «y dé abundantes saltos», como expresó Turienzo, «sabemos que poblaciones amplias de bereberes vivieron durante mucho tiempo en lo que entonces era el Reino de León, como Coimbra o Gormaz».
Junto a Gustavo Turienzo, Alberto Montaner Frutos, de la Universidad de Zaragoza, habló de Los arabismos en la documentación leonesa ; Félix Martínez Llorente, profesor de la Universidad de Valladolid, de Signum Regis: la heráldica real leonesa ; y Vicente Álvarez Palenzuela, de la Universidad Autónoma de Madrid, abordó la figura de Alfonso IX, un rey para un tiempo de cambio .
La conferencia de clausura corrió a cargo de Juan Pedro Aparicio, comisario del 1.100 aniversario del Reino de León, con sus Reflexiones de un narrador en torno a la historia de León , donde se detuvo en analizar el escaso conocimiento público que se tiene del reino, a pesar de su trascendencia histórica en la formación de las actuales instituciones españolas.

La corona imperial de León

 El pasado 21 de mayo me publicaba el Diario de León en esta misma sección un artículo con el título ¿Quo vadis León? En este artículo informaba de que la Junta había creado una Sociedad para la organización de actos conmemorativos del 1100º Aniversario de la Fundación del Reino de León. Decía que esta Sociedad estaba poniendo carteles por la provincia de León con el siguiente texto «el Reino de León en el Marco de la Corona de Castilla».
No contentos con esto, ahora esa Sociedad está programando conferencias por las otras provincias leonesas de Salamanca y Zamora con el mismo cartel, el Reino de León en el Marco de la Corona de Castilla
Esta programación es una auténtica manipulación de la historia perfectamente planificada por políticos para ensalzar a Castilla y empequeñecer a León. Ruego a esos políticos programadores de esas conferencias que demuestren con documentación rigurosamente histórica, en que época, o en qué siglo, o en qué año, o en qué mes, o en qué día, o en qué minuto estuvo el Reino de León en el Marco de la Corona de Castilla. Llevo muchos años buscando algún documento que lo demuestre y, hasta el día de hoy, no he conseguido encontrar ninguno Lo curioso es que cuanto más busco más documentos encuentro que demuestran lo contrario, que fue Castilla quien estuvo en el Marco de la Corona Imperial de León.
La historia real no tiene nada que ver con la fantasía. Para empezar, hay que aclarar y decir que Castilla ni siquiera pudo reconquistar su propio territorio. Empezaron a reconquistarla los Reyes de Oviedo, especialmente Alfonso III el Magno. Continuaron dos de los más grandes Reyes leoneses, Ordoño II y Ramiro II que terminaron de reconquistar las tierras de Castilla a la que unieron como un condado a la Corona Imperial de León. Así continuó hasta que llegó Fernando I. Este conde de Castilla, que fue ungido Rey de León por estar casado con la Reina Doña Sancha, elevó a Castilla a la categoría de Reino, pero dentro del marco de la Corona Imperial de León. Fernando I siempre firmaba como Rey de León y sólo, cuando se encontraba en Castilla firmaba como Rey de este condado, aunque siempre detrás de Rey de León. Las crónicas medievales del Tudense y del Silense cuentan muy claramente que Fernando I convirtió el condado de Castilla en Reino asociado a la Corona Imperial de León a través de la Monarquía Leonesa Así siguió en los reinados de los sucesores de Fernando I, Alfonso VI y Urraca. Las crónicas medievales son muy claras al respecto: Castilla en tiempos de Alfonso VI era una provincia del Reino de León..
Así siguió la historia hasta que llega el nefasto Rey Alfonso VII, coronado Emperador de España. . Alfonso VII rompe en tres pedazos la Corona Imperial de León. El año 1143 Alfonso VII concede la independencia plena a Portugal, hasta entonces parte territorial del Reino de León y al morir, divide el resto del territorio en dos Reinos: el Reino de León y el Reino de Castilla. Lo que hasta ese momento era la Corona Imperial de León, ahora son tres Coronas completamente independientes entre si: León, Castilla y Portugal.
El año 1230 muere el más grande de los Reyes leoneses, Alfonso IX y hereda la Corona de León, un leonés, su hijo Fernando III el Santo, que ya era entonces Rey de Castilla Fernando III es pues Rey de León y Rey de Castilla. Fernando III reúne en su Trono dos Coronas, la de León y la de Castilla, dos Reinos completamente independientes entre si sin que ninguno de los dos tenga hegemonía cobre el otro. Se puede garantizar que hubo unidad de poder, pero en ningún caso unidad de territorio. Había razones históricas así como grandes diferencias muy acusadas que distinguían muy bien ambos territorios. La documentación rigurosamente histórica sobre este tema es muy amplia y muy clara: ni León se integró en Castilla ni Castilla se integró en León.
Es muy grave que unos políticos «fabriquen» una nueva historia a su medida para conseguir inconfesables fines políticos. El que nuestros jóvenes estudien una historia manipulada donde el Reino de León ha desaparecido de la Historia es muy grave y demuestra la catadura de sus fabricantes.
Pero más grave es todavía la actitud de los políticos leoneses que, con su silencio y pasividad se hacen cómplices de esta manipulación de la Historia. No he visto que ninguno haya puesto el grito en el cielo, protestando por este atropello a la Historia y a la identidad de los leoneses. No es comprensible su actitud. Parece que los sueldos de ensueño y el futuro garantizado les complace más que la defensa de la verdad de la historia. La verdad dice el evangelista San Juan hace libres a los humanos mientras que la mentira nos hace esclavos. Los políticos deben recordar que defender la verdad es defender la dignidad de los leoneses, incluida su propia dignidad.
España está en deuda con León. Ninguna otra región colaboró más que León en la formación de este hermoso país llamado España. Primero fue Oviedo, luego León (eran un solo Reino) los que reconquistaron las tierras de Castilla. Un Rey de León, Alfonso VI reconquistó la ciudad Imperial de Toledo y todo su Reino. Alguien debería aclarar por qué al Reino de Toledo se le llamó Castilla la Nueva y ahora Castilla la Mancha cuando fue reconquistado por un Rey de León, repoblado mayoritariamente por ciudadanos del Reino de León, asturianos, gallegos y leoneses, muy pocos castellanos y las leyes oficiales impuestas fueron las leonesas del Fuero Juzgo. Otro Rey de León, Alfonso IX reconquistó el Reino de Badajoz, hoy Extremadura. El mismo Alfonso IX fundó la primera Universidad española, la de Salamanca. Por si todo esto fuera poco el mismo Alfonso IX fue el primer Rey de Europa y del mundo que convocó el primer Parlamento Democrático del mundo aquí, en León, en San Isidoro, el año 1188, logrando para León la referencia mundial del Parlamentarismo. Democrático ¿Quién puede decir lo mismo?
Ruego pues a esos políticos que demuestren en que momento de la historia el Reino de León estuvo bajo el Marco de la Corona de Castilla. !Ya basta de engañar a los ciudadanos con mentiras infames!
   La Historia de Castilla también es conocida a través de esos mismos documentos medievales. Éste es un resumen:
Las tierras de Castilla fueron reconquistadas por los Reyes asturianos y leoneses que las unieron al reino astur primero y luego al Reino de León. Castilla fue durante siglos un condado leonés, lo que hoy llamaríamos una provincia leonesa. El conde de Castilla, Fernando I, luego Rey de León, elevó el condado de Castilla a la categoría de Reino, pero siempre subordinado al superior, el Reino de León. El propio Fernando I firmaba los documentos como Rey de León. Solamente, cuando firmaba documentos en territorio castellano firmaba como Rey de León en primer lugar y después como Rey de Castilla.
El primer Rey efectivo de Castilla fue Sancho II, hijo de Fernando I. Sancho, a pesar de llevar el sobrenombre de Bravo jamás se enfrentó al enemigo invasor, a los musulmanes. Su ambición le llevó a atacar primero a los Reinos de Navarra y de Aragón, quienes le derrotaron en toda línea. Después de la muerte de su madre, la Reina Sancha, atacó al Rey de León, Alfonso VI, a quien pilló desprevenido porque no podía esperar el ataque de su hermano. Posteriormente volvió a atacar a Alfonso VI y fue derrotado, pero un exceso de confianza de Alfonso VI permitió a Sancho coger prisionero a su hermano. Posteriormente Sancho, incapaz de dominar su ambición, fue muerto a las puertas de Zamora. Esta es la auténtica historia de Sancho II, el llamado Bravo, cuando debiera ser llamado el Ambicioso.
A la muerte de Sancho II, Castilla pasó a ser nuevamente parte del territorio del Reino de León hasta la muerte de Alfonso VII, que dividió el Imperio Leonés en tres partes: León, Castilla y Portugal, tres reinos completamente independientes entre si. El Rey de Castilla fue Sancho III, que reinó poco más de un año después de coronarse Rey. No se le conoce ningún enfrentamiento con el enemigo invasor, pero sí un ataque al Reino de León, llegando hasta Sahagún. Fernando II, rey de León, supo apaciguar muy diplomaticamente al Rey castellano y hacer un pacto amistoso con él.
A Sancho III le sucedió su hijo, Alfonso VIII. Este Rey castellano ha recibido las mayores alabanzas de los historiadores, de ahí el sobrenombre de El Noble. Esta es su historia. Lo primero que hizo Alfonso VIII no fue atacar al enemigo invasor, sino, como de costumbre, atacar al Reino leonés, aprovechando la subida al Trono de León de un jovencito llamado Alfonso IX, llegando hasta Valencia de Don Juan. Alfonso VIII fue el primer Rey castellano que se atrevió a atacar él solito con tropas castellanas a los musulmanes, pagando muy cara su osadía con la derrota más vergonzosa de toda la Reconquista. La derrota de Alarcos costó a Castilla la enorme cifra de 30.000 muertos.
La victoria en la batalla de las Navas de Tolosa le cubrió de gloria. Esa batalla está considerada por los historiadores como la gran batalla de toda la Reconquista, la gran victoria de Castilla. Sin embargo, hay que matizar algunas cosas. Esa batalla no la ganó Castilla sola, fue una auténtica cruzada de todas las fuerzas cristianas y algunas europeas, especialmente francesas, que se añadieron a la cruzada. Esa victoria ha sido muy engrandecida, cuando no lo fue tanto como se dice. Se habla de casi 300.000 bajas musulmanas entre muertos y prisioneros, cifra imposible para aquellos tiempos. Prueba de ello, es que Alfonso VIII, envalentonado por la victoria, quiso reconquistar la ciudad de Baeza y fue derrotado otra vez vergonzosamente por los «restos» del ejército musulmán después de su derrota en Navas de Tolosa. A Alfonso VIII le sucedió su hijo Enrique I que era un niño y que murió a los 15 años.
Estos datos, rigurosamente ciertos, demuestran que Castilla, por sí sola, no reconquistó un solo metro cuadrado del territorio español en poder de los musulmanes, ni obtuvo nunca una sola victoria militar. Y esa es la Castilla que muchos historiadores nos quieren hacer ver como la creadora de España.
A Enrique I le sucedió en el Trono de Castilla su sobrino Fernando III quien, deseando emular a su padre Alfonso IX, Rey de León, atacó a los musulmanes infructuosamente. Hay un dato muy significativo que olvidan casi todos los historiadores. Fernando III no fue capaz de recuperar un solo metro cuadrado, siendo solamente Rey de Castilla. Su primera conquista fue la ciudad de Trujillo el año 1232, dos años después de haber sido coronado Rey de León a la muerte de su padre Alfonso IX. Luego llegaron las victorias en cadena, Jaén, Córdoba, Sevilla, Murcia y otras, pero siempre después de ser coronado Rey de León, es decir, gracias a la intervención de las tropas leonesas. Todos los Reyes posteriores a Fernando III hasta Isabel I fueron Reyes de varios reinos todos ellos plenamente independientes entre si aunque los historiadores nos quieran hacer ver lo contrario, que todo era Castilla.
Llegados a este punto, la pregunta se hace inevitable. ¿Cómo es posible que todavía alguien puede afirmar que Castilla fundó España? Y, si lo afirman tan tajantemente, ¿de dónde viene la manipulación de la historia? ¿cuándo, cómo y dónde empezó la manipulación?
Hay datos más que suficientes que demuestran el cuándo, el cómo y el dónde. Fue ya en el siglo XII cuando comenzó el período de las falsificaciones de la historia. en los monasterios de Castilla. Los centros eclesiásticos eran los únicos que fabricaron y conservaron los archivos medievales. Con la llegada de la Orden del Cluny a España se impuso la obligación de tener una escritura que acreditase la propiedad de los bienes. Los monasterios castellanos «fabrican» documentos que acreditaban la propiedad de los bienes desde tiempos antiguos sin que nada ni nadie pudiese contradecirlos.
Estos documentos fabricados en los monasterios castellanos para justificar las propiedades, sirvieron también para ensalzar a ciertas personas como a los condes y Reyes de Castilla y para difamar o desprestigiar a los Reyes de León. Son los famosos cantos de Gesta, las leyendas castellanas. Estos documentos ya no existen. Lo que ha llegado hasta nuestros días son copias de copias, siendo en su mayor parte falsos, pero han sido la base para fabricar la Historia de Castilla y la Historia de España.
Estas falsificaciones hechas por los monasterios de Castilla para legitimar propiedades o ensalzar condes y reyes castellanos en la Edad Media, debido al analfabetismo y a la falta de medios de los ciudadanos y a la falta de inspecciones administrativas, han sido aceptadas y confirmadas por la Administración casi siempre por ignorancia.
El historiador más importante que utilizó estos documentos fabricados en los monasterios de Castilla fue Don Rodrigo Jiménez de Rada, quien los utilizó a su antojo, manipulando los datos auténticos e inventando otros nuevos de tal manera que ocultó al Reino de León como si nunca hubiera existido. Las crónicas escritas por Jiménez de Rada fueron consultadas y continuadas por el Rey Alfonso X. En los tiempos modernos, empezando por el historiador Ambrosio de Morales, continuando por Modesto Lafuente y ya en el siglo pasado por Justo Pérez de Urbel, la mayor parte de los historiadores han dado por auténticos todos los Cantos de Gesta y leyendas castellanas y con estas falsificaciones se ha escrito la Historia de España. Ultimamente no han faltado historiadores que han demostrado que la casi totalidad de esas leyendas castellanas son todas apócrifas, escritas en tiempos posteriores a los hechos relatados. No tiene una explicación lógica que Castilla se lleve toda la gloria de la creación de España cuando por si sola no fue capaz de reconquistar un solo metro cuadrado a los invasores ni adjudicarse una sola victoria contra el enemigo común. Esto no quiere decir que Castilla no hiciera todo lo posible, según sus posibilidades, para echar a los enemigos de España. Todos los demás reinos lo hicieron. Y sin embargo el Reino de León, que reconquistó por si solo más de la mitad de todo el territorio español, haya quedado en el olvido como si nunca hubiera existido
Sería deseable que este año 2010, cuando se cumplen los 1100 años del Reino de León, los historiadores, especialmente los catedráticos leoneses, hicieran una limpieza de todas esas manipulaciones, algunas son auténticas barbaridades, y hacer brillar la verdad, una verdad que pondría a cada reino en su sitio y que, sin lugar a dudas, elevaría el prestigio y la gloria del Reino de León hasta el lugar que le corresponde: ser considerado lo que fue, el fundador de España.

El reinado de Alfonso VI cristalizó los primeros cimientos del imperio leonés

Enrique Sáiz, quien destacó la importancia de Alfonso VI, cuyo reinado pasó a la historia por dinamizar culturalmente el territorio, un legado que llegó a ciudades como Soria, Osma o Sahagún, donde «se está definiendo lo que es el sentido de estos monumentos que se hicieron desde la Edad Media hasta nuestros días», explicó.
En la primera jornada se puso de manifiesto la relevancia del reinado de Alfonso VI, cuyo reinado, junto al de su nieto, Alfonso VII, fue «auténticamente importante en la cristalización del imperio leonés», según destacó el jefe del Departamento de Historia Medieval del CSIC, Carlos Estepa, en su intervención en el congreso,
La primera de las ponencias corrió a cargo del profesor de la Universidad de Salamanca José María Mínguez, quien bajo el título Fronteras interiores y fronteras exteriores , desgranó algunas de las carácterísticas de la sociedad leonesa del siglo XI, en base a su faceta de la expansión conquistadora. Mínguez explicó que «la grave crisis interior que sacudió a la sociedad leonesa a lo largo de las últimas décadas del siglo X, y primeras del XI, fue superada a través de un proceso marcado por la violencia militar y social, que vuelca su propia agresividad al exterior». En este contexto destacó que «la personalidad del rey Alfonso VI que sirvió para controlar estos impulsos expansionistas hacia unas empresas que marcaron la historia de los reinos septentrionales de la península durante los siguientes siglos».
Por su parte, el profesor de la Universidad de Oviedo, Francisco Javier Fernández Conde señaló que la política episcopal de Alfonso VI destacó fundamentalmente por la restauración de las sedes episcopales arruinadas y la consolidación de las restauradas, y en impulsar las elecciones episcopales. También intervino el director del Museo de Pontevedra, José Carlos del Valle, quien disertó sobre la arquitectura monasterial en la época del monarca, en cuyo reinado se comenzó la construcción del monasterio de Santo Domingo de Silos, «el primer testimonio de un conjunto monástico estructurado a la manera benedictina en las tierras sobre las que dominó Alfonso VI»

El legado astur-leonés

 El Arca Santa o Arca de las reliquias es una de las obras más representativas de la platería románica asturiana, vinculada al rey Alfonso VI (1065-1071), como donante de la misma a la catedral de Oviedo. Esta aseveración se ha generado a partir de la indicación de Manuel Gómez Moreno, al insertar la fecha de 1075 en el espacio dañado de la inscripción de la placa superior -” El Arca Santa de Oviedo documentada , Archivo Español de Arte, t. XVII, Madrid, 1945, pp. 125-136-”. Recordaba en él el documento 72 del Archivo de la Catedral de Oviedo, datado el 14 de marzo de 1075, que proporciona dicha fecha como la de la donación a la catedral. Comparten esta opinión Ramón Platero Fernández-Candosa y Agustín Hevia Ballina -” Arca Santa o de las Reliquias, Orígenes. Arte y Cultura en Asturias. Siglos VII-XV, catálogo exposición, Oviedo,1993, pp. 248-251, n. 160-” y más recientemente Mª Soledad Álvarez Martínez -” El Románico en Asturias, Gijón, 1999, p. 270-”. La autenticidad de este documento ha sido puesta en tela de juicio por Bernard F. Reilly, argumentando que se trata de un producto de la rivalidad entre Oviedo y Santiago de Compostela y lo pospone al siglo XII -”B. F. Reilly, The Chancery of Alfonso VI, Santiago, St. Denis, and St. Peter, Nueva York, 1985, pp. 1-40, sobre todo p. 7, nota 40-”. Julie Harris revisa la literatura artística y, esgrimiendo diversos argumentos, llega a la conclusión de posponer la datación a comienzos del siglo XII, durante el mandato del obispo Pelayo (1101-1130) -” Arca Santa of Oviedo, The art of medieval Spain, A.D. 500-1200, Nueva York, 1993, pp. 259-260, n. 124; Id., Redating the Arca Santa of Oviedo, Art Bulletin, LXXVII, 1, 1995, pp. 83-93, sobre todo p. 87, nota 23-”. Por mi parte, estoy más de acuerdo con Gómez Moreno no sólo por los aspectos documentales, sino también por las concomitancias con obras relacionadas con la realeza, de forma que se hace difícil ignorar su relación con ambientes palaciegos.
Su estructura y dimensiones propenden a considerar su uso como altar en ceremonias especiales. Recuerda un perdido altar de la catedral de Santiago de Compostela, analizado junto con otras preseas por Serafín Moralejo -” Ars Sacra et sculpture romane monumental: le trésor et le chantier de Compostelle , Les Cahiers de St. Michel de Cuxa, 11, 1980-1982, julio, pp. 190-238; Id., Les arts somptuaires hispaniques aux environs de 1100 , Les Cahiers de St. Michel de Cuxa, 13, 1983, julio, pp. 285-303-”. El arca fue construida para contener multitud de reliquias, entre ellas, un fragmento del lignum crucis, que se enumeran en la larga inscripción, en latín, grabada sobre la cubierta, que traducida al español, dice así dice así: «Toda la asamblea del pueblo católico adepta a Dios conozca qué ínclitas reliquias se veneran dentro de las preciosísimas entrañas de la presente arca; esto es: mucho del leño, o sea de la cruz del Señor; de su vestido, que fue dividido por suertes; del pan deleitable, de que hizo uso en la cena; del sepulcro del Señor, y de su sudario, y de su santísima sangre; de la tierra santa que entonces holló con piadosos vestigios; de las ropas de la Virgen María, su Madre; también de su leche, lo que es muy admirable. Y a estas reliquias están unidas igualmente algunas otras de santos muy aventajadas, de quienes, en cuanto pudimos, aquí suscribimos los nombres; esto es, de San pedro, de Santo Tomás, de San Bartolomé, de los huesos de los profetas y de todos los apóstoles, y de otros muchísimos santos, cuyos nombres sólo recoge la sabiduría de Dios.
Para todas ellas el egregio rey Alfonso, dotado de humilde devoción, hizo este receptáculo, por dentro exaltado con las prendas de los santos, por fuera adornado con obras de arte no viles, por lo que después de su vida merezca la compañía de aquéllos en las mansiones celestiales y ser ayudado por sus oraciones. De cierto estas prendas saludables y venerados dones conoció toda la provincia en la era, sin duda, 1113, por mano e industria de los clérigos y obispos, que por esto nos reunimos con dicho Alfonso príncipe y con su gratísima hermana llamada por nombre Urraca, a quienes el Redentor de todos conceda indulgencia y perdón de sus pecados por estas prendas de los santísimos apóstoles y mártires; esto es, de los santos Justo y pastor, Adriano y Natalia, Cosme y Damián, Julia, Verísimo y Máximo, Germán, Baudulio, Pantaleón, Cipriano, Eulalia y Sebastián, Cucufate, Félix, Sulpicio». De dicha narración, se desprenden varios datos, sobre los cuales incidiré.
J. Harris ha efectuado un análisis documental, iconográfico y estilístico muy enriquecedor, pero no se han despejado todavía todos los interrogantes sobre el programa iconográfico-litúrgico, para el que formulo algunas propuestas. La placa de la Maiestas Domini, emplazada en el frente del arca, está inscrita en el tetragonum o tetragonus mundi, elemento que se repite en manuscritos carolingios; está rodeada del apostolado, situado en doble registro a ambos lados. John Williams piensa que dicho tema está inspirado en un frontal de altar tejido perdido, donado por Alfonso III a la catedral de Oviedo en 908, -” The Moralia in Iob of 945: Some Iconographic Sources , Archivo Español de Arqueología, XLV-XLVII, 1972-1974, p. 233, n. 41-”, lo cual significaría un claro respeto por la tradición asturiana. J. Harris llama la atención sobre la iconografía de Santa Ana, presente dos veces tanto en el arca, como en las pinturas del Panteón de los Reyes de León, en San Isidoro, datado bastante antes de 1149 -”Antonio Viñayo, San Isidoro de León. Panteón de los Reyes. Albores románicos: arquitectura, escultura, pintura, León, Edilesa, 1995, p. 34 o en la segunda década del siglo XII [J. Williams-”. Lo que no contempla J. Harris al respecto, es que no figuran las reliquias de la madre de la Virgen entre las guardadas en el arca; por el contrario, invoca como justificante de la devoción de Santa Ana la traída de reliquias desde Constantinopla por los cruzados en 1204, ¡un siglo más tarde!, por lo tanto, nada añade a la motivación de la doble presencia de Santa Ana. Pero, y sigue indicando, el obispo Pelayo estaba interesado por las genealogías de Cristo, aludiendo a una inscripción suya en un libro examinado por Ambrosio de Morales.
La Genealogía de Cristo contiene un claro sentido catequético y se hallaba muy divulgada a lo largo de la Edad Media. La Historia Scholastica de Petrus Comestor era la más popularizada -”Incluida en la Patrología Latina , de Migne vol. 198, Col. 1049-1722-” y con ella se inician los Beatos mozárabes y Biblias. Así pues, la figura de Santa Ana está justificada desde esta consideración genealógica de Cristo. Las reliquias se vinculan tanto al Antiguo Testamento, como el bastón de Moisés en el paso del Mar Rojo, como al Nuevo, poniéndose especial énfasis en Cristo, la Virgen Apóstoles y santos, muchos de ellos venerados en la liturgia hispánica. Las reliquias de algunos santos proceden de Toledo, como Santa Eulalia de Mérida y San Pelayo, entre otros.
Habida cuenta de las relaciones estilísticas con el Liber Testamentorum -”Archivo de la catedral de Oviedo, ms. I-” realizado en Sahagún hacia 1118, advertidas por la investigadora norteamericana, y la representación del rey Alfonso II el Casto de rodillas ante la Maiestas, identificado por su nombre en capitales, de la misma manera que Fernando y Sancha, rey asimismo nominado, postrados de hinojos en el episodio de la Crucifixión del Panteón Real, estimo que la vinculación del arca con la corte real es bastante lógica. La figura del crucificado es idéntica en el arca y en las pinturas.
Por otra parte, y esta es otra de mis propuestas, Urraca, la encargante y patrocinadora del Panteón Real, bien pudo inspirarse en el programa iconográfico del arca, paralelo en los dos conjuntos, derivados tal vez, en un modelo común o servir el arca de inspiración para el programa iconográfico del Panteón regio.
El programa iconográfico de las pinturas de San Isidoro se inscribe en un esquema global, que se corresponde con los tres ciclos del año litúrgico: Adviento-Navidad, Cuaresma-Pasión y Pascua-Glorificación. La comparación con el esquema del programa del Arca Santa es ilustrativo para deducir la conclusión. Las relaciones entre una y otra corte perviven en las personas de los hijos de Fernando y Sancha, Alfonso VI y Urraca.

SEPULCRO CON LOS RESTOS DEL REY ALFONSO VI EN EL MONASTERIO DE SAHAGÚN-LEÓN

La relación de Alfonso VI y Hugo el Grande, tema de Cluny 2010

Las «fuertes» relaciones diplomáticas y afectivas entre el rey Alfonso VI y el que fuera abad del monasterio francés de Cluny Hugo el Grande centrarán los actos conjuntos que se organizarán en 2010 en la localidad francesa de Cluny para celebrar el centenario de su abadía.
«Profundizar en estas relaciones» será el objetivo de las actividades conjuntas que desarrollarán la comisión organizadora del IX Centenario de la Muerte del Rey Alfonso VI, que se cumple este año 2009, y la Federación de Sitios Cluniacenses (FSC), con motivo del XI Centenario de la constitución de la Abadía de la localidad francesa de Cluny, 910.
Así lo ha explicado el profesor de Arquitectura de la Universidad de Valladolid Javier Pérez Gil, portavoz de la comisión organizadora del IX Centenario de la Muerte de Alfonso VI, con motivo del Encuentro Internacional de Cultura Cluniacense, que se ha celebrado esta semana en Sahagún.
Una decena de expertos de España, Portugal y Francia han debatido durante estos días en Sahagún sobre la influencia en Europa de la orden cluniacense, una rama de los benedictinos, pero que contaba con unas reglas propias.
En este encuentro se han analizado posibles actuaciones conjuntas para celebrar el centenario de la muerte de Alfonso VI, enterrado en Sahagún, y el de la fundación de la abadía de Cluny en 910.
   Poco más de nueve meses duró la estancia del rey Alfonso entre los moros de Toledo. Los sucesos del Cerco de Zamora, en que su hermano Sancho murió atravesado por un venablo a manos del supuesto traidor Bellido Dolfos, cambió totalmente el rumbo de la Historia y permitió alzarse al rey leonés con la totalidad de los reinos que un día su padre había mal-dividido sembrando la discordia entre sus hijos.
A partir de este momento, la figura del Cid Campeador, manejada y manipulada por los castellanos en cada tiempo, trató de eclipsar al leonés en su auténtica valía y enfrenta a este personaje de leyenda, potenciando su aureola de héroe entre el pueblo llano, que suele ponerse al lado de los mitos, jaleando todos sus disparates, llega al esperpento de inventarse escenas donde su héroe espanta a los enemigos después de muerto.
Alfonso no tuvo suerte de convivir a la vez con semejante personaje, pues los castellanos urdieron toda una trama para socavar su prestigio y hasta se inventaron la fantástica «Jura de Santa Gadea», como justificación a un pretendido destierro, cuya causa estuvo en la amonestación lógica de un monarca absolutista hacia quien parecía ignorar sus compromisos puntuales con la Corona, siempre en estado de alerta por el acecho de sus reinos desde los cuatro puntos cardinales.
Algunos pasajes, descritos por el historiador árabe, Ben Bassam, poco sospechoso de tomar partido en sus relatos históricos, ponen en boca del Cid Campeador frases como éstas: «Yo apremiaré a cuantos señores en la Andalucía hay, que todos habrán de ser míos, y pues que el rey Rodrigo reinó sin ser de linaje de reyes, también reinaré yo, y seré el segundo rey Rodrigo» o la siguiente: «Un Rodrigo perdió esta península, pero otro Rodrigo la salvará».
De lo que se deduce, que el «cabreo» de don Alfonso con su famoso vasallo estaba más que justificado, y que la defensa a ultranza del ilustre Menéndez Pidal hace aguas cuando sus múltiples oponentes, convenientemente documentados y con criterios rigurosos, parecen terminar diciendo: «Dios, que buen señor, si hubiese buen vasallo».
Las mujeres de Alfonso VI
Como rey, y como varón dominante, en una época de componente fuertemente machista, Alfonso nunca descuidó tener bien asegurado «el reposo del guerrero». Por suerte, o por desgracia, fue enviudando sucesivamente sin que en ningún momento quedase tocado de melancolía duradera para dejar mucho tiempo el tálamo vacío. Cinco fueron los matrimonios del rey Alfonso, que casó en el año 1069 con Inés de Aquitania, de la que obtuvo la anulación eclesiástica de su boda después de ocho años sin descendencia. En 1081 se casa con Constanza de Borgoña, bisnieta del rey de Francia, Hugo Capeto, que le da dos hijas: Urraca -“que sería la heredera del trono- y Elvira. Muerta Constanza en el año 1093, Alfonso casa ese mismo año con Berta de Borgoña, que murió a los dos años sin descendencia.
Contrae nuevamente matrimonio con la viuda del Gobernador de Córdoba, Zaida -”cristianizada como Isabel-” que le dio tres hijos: Sancho, el único hijo varón de Alfonso, Elvira y Sancha.
La muerte de Zaida, y sobre todo la muerte de su hijo Sancho en 1108, en la Batalla de Uclés, minaron la fortaleza de Alfonso, que no obstante en ese año celebró su quinto matrimonio con Beatriz, de la Casa Ducal de Aquitania, cuyo matrimonio tan sólo duró un año, pues el 1º de julio de 1109, moría el rey dejando como heredera a su hija primogénita Urraca.
Las relaciones extramatrimoniales, tan pródigas entre la nobleza, se mantenían en cierta manera de «tapadillo», excepto la concubina de turno quedaba notoriamente encinta y exigiendo un reconocimiento oficial para sus vástagos.
Este fue el caso de Alfonso con algunas de sus múltiples amantes, siendo la más notable la relación que tuvo con Jimena Muñoz, que le dio dos hijos: Teresa de León y Elvira.
Alfonso, cuya querencia especial hacia la villa de Sahagún y su monasterio benedictino, quiso enterrar a las cuatro esposas que le premurieron en panteones dentro de la Abadía, y él mismo dispuso ser enterrado al lado de ellas en un monumental panteón que Ambrosio de Morales, comisionado del rey Felipe II, describía en su visita a Sahagún, en el año 1572, de esta manera:
«En medio de la capilla Mayor está enterrado el rey don Alonso el VI con harta magestad de sepoltura: sobre leones grandes de alabastro está una arca de mármol blanco de ocho pies en largo, cuatro en ancho, y alto, y el cobertor es llano y liso de una pizarra negra: sobre éste tienen con madera hecha representación de gran tumba, que de ordinario está cubierta con un tapiz tejido
Visitas: 31

No hay comentarios:

Publicar un comentario