domingo, 22 de marzo de 2015

Ensayo de una Oligarquía disfrazada de democracia

Ensayo de una Oligarquía disfrazada de democracia

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Democracia: Del griego Demos o pueblo y Kratos o poder. Gobierno del pueblo, Gobierno de todos.
Oligarquía: Del griego Oligo o pocos y Arkhos o jefe. El gobierno de unos pocos.
En mí cabeza solo se fijaba la palabra democracia como forma de gobierno en República Dominicana, estaba claro, no había conocido una tiranía en carne propia y los años del Balaguerismo habían quedado atrás en mi juventud temprana. Solo había conocido “Democracia”, había elecciones, libertad de expresión y justicia para todos, no me cabía dudas mi país era una país democrático.
Esta realidad poco educada no permitía quizás jugueteos intelectuales que combatieran el concepto preconcebido que me hiciera sobre la democracia, hasta hace unos años, no muchos, que ante la realidad quizás descuidada o descarada del manejo del estado y sus ramas, he podido permitir a mi cabeza dudar de aquel concepto y me pregunto: ¿Tenemos democracia? ¿Hemos tenido democracia alguna vez? ¿A quién le pertenece el país? ¿Es esto una oligarquía? ¿Desde cuándo?
Sin dudas no hay respuesta sencilla a esta realidad, pero sin entender nuestra historia política y la “transición” colonial-republicana es aún más complicado descifrarla. Para ello habría que comprender primero, qué poco ha cambiado desde la colonia en términos de los poderes que controlan el sistema. Un sistema primordialmente Oligárquico desde los inicios, donde a pesar de tener una monarquía en ultramar, es en mano de virreyes y oligarcas españoles que recae el poder colonial.
Dentro de las pocas diferencias notables está el hecho de que en la época colonial solo la élite Española colonizadora podía ocupar puestos de poder, esto se va moldeando con el paso a la república para incorporarse a esta élite Española, ciudadanos criollos que servían a los intereses del poder económico terrateniente español o criollo, algunos de los cuales lograrían alcanzar la cumbre de poder político y económico como resultado de sus alianzas. El pueblo sin embargo permanece ajeno a las decisiones del destino colonial o republicano. El capital timonea el destino.
Se acentúa con el paso de los años la necesidad de detener la opresión violenta de antaño y propiciar la opresión intelectual, si ya no nos pueden callar por la fuerza nos callan al limitar el acceso al conocimiento. Se va armando así una elite político-oligárquica que pone sus servicios elitista capitalista por encima del servicio o la representación popular, esta élite comienza a dividirse con expresa claridad inclinada por los intereses de sus diferentes ramas comerciales, divisiones económicas que marcan alianza con la tendencia que mejor defienda sus intereses, los afrancesados, los españoles, la tendencia haitiana, sin duda el pueblo no tiene aún representación.
Poco a poco miembros del pueblo sin linaje o poder económico se unen a la élite político-económica antes exclusiva, algunos llegan a la fuerza, otros con picardía política y nace una rama de nuevos intelectuales al servicio del poder.
Así pasamos de una élite oligárquica diminuta y de linaje noble, a una económica y luego político económica, para pasar por momentos breves y no tan breves a una de poder económico-militar. Es incluso oprimida tras breves momentos de victoria popular cualquier caracterización contraria al poder económico criollo o extranjero y se retorna a una élite política-económica con disfraz de democracia representativa que antes se disputa el servilismo de las clases económicas para ganar escaños primero y para conservarlos después.
De los grandes caudillos con tendencias opresivas y violentas se pasa a un caudillismo de carácter más “participativo”, menos agresivo y quizás hasta más intelectual pero sin alejarse (con excepciones de corta duración) del servilismo al interés económico nacional y extranjero. Se acentúa con el paso de los años la necesidad de detener la opresión violenta de antaño y propiciar la opresión intelectual, si ya no nos pueden callar por la fuerza nos callan al limitar el acceso al conocimiento.
Un pueblo ignorante y manipulable que pasa a ser susceptible no solo por su pobreza y la cultura del “patriarcado caudillista” sino también a la nueva tendencia de eliminar su carácter de pueblo al sumarlos a las filas del “estado”, agregando nóminas de pago para las lealtades, facilitar acceso a los servicios sociales bajo el alegato de incentivo a su militancia. Y así la república pasa de tener pueblo y por tanto esperanza democrática, a ser una masa de seres con ataduras al estado que facilitan la permanencia de las élites tanto políticas como económicas.
Hoy, esta es nuestra realidad, una elite política menos intelectual e igual de servil, ya no solo a los poderes económicos de la oligarquía sino además a sus intereses personales y a la lealtad a sus caudillos de la nueva era, que oprimen más con la ignorancia sistémica y la compra de voluntades que con la fuerza. Un “pueblo” disminuido mediante mecanismos que destruyen el nosotros (Pueblo) y construye un ellos (Estado o casta) eliminando así la democracia como tal.
He cambiado mis preguntas iniciales por las siguientes: ¿Soy pueblo o casta? ¿Nos gobiernan o nos representan? ¿El problema es quienes nos gobiernan o cómo nos gobiernan? ¿Democracia u Oligarquía?

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