Expedición de Colón al
interior de la Isla
Prisión del Cacique
Caonabo.
Batalla del Santo
Cerro.
1-Expedición de Colón al interior de la Isla
Fuente: Historia Dominicana, por J. Marino
Inchaustegui. Tomo I, Impresora Dominicana, 1955
En enero de 1494, Cristóbal
Colón, desde la Isabela despachó dos expediciones al interior de la Isla, para
tomar informaciones sobre lo que había tierra a dentro. Una al mando de Ginés
Gorvalan, esta con rumbo al este, y la otra, bajo el comando de Alonso de
Ojeda, fue al sur. Los cuales al retornar a la Isabela, con muy buenas noticias
y Ojeda, mostro el oro que había recogido en las comarcas que recorrió.
Cegado por la fiebre del amarillo
metal y la ambición desmedida por hacer fortuna, como es natural que suceda en
todas las mentes de los aventureros y los conquistadores. Éste partió
encabezando una enorme expedición tierra adentro siguiendo la ruta que marcara
Ojeda, con un contingente de unos 400 hombres bien equipados y armados con
caballería, de la Isabela el miércoles 12 de marzo de 1494, al son de tambores,
banderas y atabales.
Ordenando abril un camino a
través de una garganta entre montañas. A éste camino le llamo el “ Paso de los
Hidalgos”, en honor a los españoles que con su personal esfuerzo abrieron éste
que fue el primer camino construido por los blanco en el Nuevo Mundo, y penetró
en el valle que bautizo “ La Vega Real”, cuya belleza asombró a todos e hizo
exclamar el conquistador “ Es lo más bello que ojos humanos hayan visto”
Fundación del fuerte de Santo
Tomás, la conquista del interior de la Isla, la inicia con la construcción de
este fuerte, a la orilla del Río Jánico, y puso al mando a Mosén Pedro
Margarit.
2-La
Captura del Cacique Caonabo
Poca antes del 24 de febrero de
1495, , Colón despachó a Ojeda para que con nueve hombres de escolta fuera a la
Maguana, a invitar al cacique Caonabo a que viniera a verle a La Isabela, para
tratar de concertar la paz entre los indios y los españoles y, se presentaba
oportunidad propicia realizar su captura.
Unos diez meses antes Colón había
dado instrucciones al aragonés Mosén Margarit, para que entregara a Ojeda el
mando de la fortaleza Santo Tomás y fuera a recorrer las provincias españolas
mostrando las tropas a los indios para darle a conocer su poderío y le instruyó
detalladamente, para que con nueve o diez hombres de escolta, encabezados por
un tal Contreras, quienes habían adelantarse a establecer relaciones amistosas
con los aborígenes, visitara a Caonabo, llevándole algunos regalos e
invitándole para venir a verle La Isabela.
De acuerdo con los documentos y
escritos de esos tiempos los sucesos se desarrollaron en orden cronológico
siguiente: el 9 de abril de 1494 Colón dio a Margarit las instrucciones para la
captura de Caonabo; el 24 del mismo mes zarpó en el viaje de exploración a
Juana (Cuba), retornando el 29 de septiembre de ese mismo año, cinco meses y
cinco días después de su salida ( en cuyo lapso se rebelaron Mar Margarit y
Buil y se fueron a España), luego estuvo enfermo unos cincos meses en la
Isabela, hasta los fines de enero de 1495, cuando Ojeda ejecutó el plan, del
cual se había encargado Margarit, más de 10 meses antes, pero sin resultado.
Ojeda fue recibido por el
cacique, quien estaba maravillado con las noticias que los indios le habían
transmitido sobre “la campana que habla” (esto
no era más que “cuando los españoles acudían a la Iglesia tañía (tocaba) la
campana en La Isabela, los indios decían que el tañido ( repique) del broce era
“ el habla” de la campana pues los cristianos entendían que era una llamada
para asistir a los servicios religiosos” que los españoles tenían en La
Isabela.
Frente al cacique, Ojeda se
arrodilló y le besé la mano en señal de respeto e hizo que sus compañeros
realizaran ceremonia semejante. Entonces transmitió el mensaje de Colón. Al oír
Caonabo la invitación para ir a visitar al Conquistador, en tono majestuoso
dijo; “Venga él acá y tráigame la campana o turey, que yo no tengo de ir allá”.
De acuerdo con el desarrollo
natural del plan, fracasada la invitación para el viaje a la Isabela, Ojeda por
señas y con algunas palabras que él hablara en la lengua indígena, expresó que
traía para el cacique “turey de Vizcaya” que en el lenguaje de esos días,
mezcla de palabras nativas y españolas, quería decir “joya venida del cielo y traída
de Vizcaya, España,”´ pues los aborígenes llamaban “turey” al cielo y a los
artículos brillantes como cosas o prendas de latón, joyas, y le mostró unos
grillos y unas esposas muy finas y delgadas, relucientes, expresándole que eran
un regalo para él, enviado por Colón y que los Reyes de Castilla, sus señores,
también le ostentaban similares, como joyas de adorno, en sus bailes ( areitos,
como decían los indios), pero le sugirió que para recibir el rico presente
debía primero lavarse y bañarse
El cacique, con algunos de sus
criados y de su gente, fue al río cercano distante una media milla de su
caserío, que Las Casas llamaba Yaqui y que Colón había bautizado Río del Oro,
(el Yaqué del Norte). También le acompañaban Ojeda y sus hombres. Al terminar el
baño Ojeda hizo retirar un poco a los indios, pues dijo que Caonabo entraría a
su pueblo como caballero, es decir, jinete, adornado con sus joyas, como lo
vacían los Reyes de Castilla.
Entonces montó a su caballo e
hizo poner al cacique en las ancas del mismo animal y luego le pusieron los
grillos y las esposas. Ojeda hizo que su corcel diera dos o tres vueltas,
mientras los indios se mantenían alejados pues temían a los caballos, habiendo
creído hasta hacia poco que el bruto y el jinete eran una sola criatura
fantástica, y luego todos los españoles se fueron alejando, como para volver al
pueblo, pero tomaron el camino de la Isabela
Ya perdidos de vista de los
aborígenes, los españoles amenazaron a Caonabo con sus espadas, como para
matarle mientras otros lo ataban a Ojeda con cuerdas que para tal fin habían
traído. Y seguido se lanzaron en veloz carrera, salvando montañas, ríos,
serranías, y valles, sin detenerse a comer, venciendo todos los obstáculos que
les oponía la tierra virgen, no descansando hasta llegar a la Isabela, donde el
cacique fue mantenido en prisión en la casa del Almirante, cargados de hierros
y cadenas
Esta descripción de la captura de
Caonabo por Ojeda, el plan del Almirante con Mosén Pedro Margatit y Contreras,
posteriormente ejecutado por Ojeda, están de acuerdo en lo esencial con la
descripción que de estos sucesos hace el padre Las Casas, quien afirma que así
se contaban en La Españolas en la época de su llegada, en el 1502, “seis o
siete años después de esto acaecido”
Hay historiadores como Oviedo que
sostienen que Caonabo fue apresado por el adelantado Bartolomé Colón; otros,
como Antonio del Monte y Tejada y José Gabriel García, que Caonabo fue apresado
después de la batalla de La Vega Real; Fernando Colón asevera que fue apresado en
la misma batalla, con sus hijos y mujeres, opinión que sólo ha sido repetida
después de Javier Angulo Guridi, porque está refutada in extenso por la
descripción que hizo Las Casas. Pedro Mártir de Anglería, dice que el cacique
acepto la invitación del Almirante y emprendió el viaje a la Isabela al frente
de numerosa gente suya, con el plan de matar a Ojeda y sus nueves hombres, pero
Ojeda lo apresó antes
3-Batalla
de La Vega Real, erróneamente llamada del Santo Cerró
Los aborígenes, deseosos de
libertar a Caonabo e instigados por los tres o cuatro hermanos del cacique, se
reunieron en número de hasta unos 100,000 mil ( según Las Casas) y marcharon
sobre La Isabela con actitud hostil, bajo el mando del cacique Maniocaotex,
quien era un subalterno de Guarionex.
El Almirante decidió salir
seguido a combatirlo y aún cuando había muchos enfermos, inútiles para la
lucha, partió de La Isabela el 24 de marzo de 1495, al frente de 200 hombres y
20 jinetes, acompañado del aliado cacique Guacanagarí y su gente, dirigiese al
Valle de La Vega Real. Dos días después se produjo el choque bélico,
probablemente en la llanura de Esperanza, en territorio del cacique Guarionex.
En nuestra historia abundan
confusiones en relación con esta batalla, principalmente a causa de que el
historiador Antonio Del monte y Tejada, dice que los españoles se afianzaron
para atacar a los indios en el Santo Cerro, en la cercanías de la ciudad de La
Concepción de La Vega y que se sirvieron de esta eminencia `para diezmar a los
indios, quienes trataron inútilmente de destruir la cruz plantada allí por
Colón, y en cuyos brazos apareció milagrosamente la visión de Nuestra Señora de
la Mercedes. Lo cual dio ánimo a los españoles para vencer a los aborígenes
Geográficamente es imposible que
tal cosa sucediera así, pues Las Casas, dice que el encuentro ocurrió a dos
jornadas de la Isabela. Luego el Almirante y sus hombres, quienes sólo
recorrían 5 leguas por día, sólo estaban a 10 leguas de la Isabela, es decir
que se produjo en la cuenca del Río Yaqué, en la banda occidental del valle,
mientras que el Santo Cerro, está en la del Rio Camú- Yuna, en la banda
oriental del valle. La interrogante es ¿Podría recorrerse esa distancia a pié
en dos días, por malos caminos y en territorio hostil, propicio para embocada
Colón dividió su fuerza en dos,
un ala al mando del Adelantado Bartolomé Colón y otras a sus órdenes. Los
españoles se apalancaron en dos cerros y atacaron a los indios por dos flancos,
la infantería de ballestas, arcabuces y espadas y el auxilio de 20 perros de
presa mientras los jinetes usaban lanzas
En esta acción, conocida como la
batalla de La Vega Real, se produjo tan gran cantidad de muerto por parte de
los indios, que ella inicia y decide a favor de los españoles la conquista
militar del Cibao. Esclavizándose, además, grandes cantidades de aborígenes,
apresados, algunos de ellos fueron enviado como esclavos a España en cuatro
navíos al mando de Antonio de Torres.
En cuanto a la cruz del Santo
Cerro, lo único que se conoce de fehaciente es lo que dice Las Casas
refiriéndose a la edificación de la fortaleza de La Vega, “junto al pie del
cerro grande, donde se puso la cruz que dura hasta hoy; con la cual toda esta
isla tiene n gran veneración” pero no hay pruebas de que sea de níspero ni
existe documento que atestigüen que fue posteriormente trasladada a la catedral
de Santo Domingo.
Lo que es evidente es que la cruz
nada tuvo que ver con la batalla de La Vega Real, la cual erradamente se
menciona como la batalla del Santo Cerro
Recopilación
Ubaldo
Solís
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