Viracocha,
Wiracocha o Huiracocha también llamado el dios de la Varas es el más
destacado entre los dioses del ámbito andino. Es posible que su gran
difusión se debiera a que los religiosos católicos buscaban un nombre
para explicar a los naturales el concepto de Dios. Además, añadieron a
su nombre otras palabras a fin de recalcar su calidad de ser supremo, de
este modo se formó el nombre en quechua de: Apu Qun Tiqsi Wiraqucha
Pachaq Yachakchi.
En
quechua, apu significa señor, tiqsi significa fundamento, base, inicio;
mientras que wiraqucha proviene de la fusión de dos vocablos: wira
(grasa) y qucha (contenedor de agua lago, laguna). En la simbología de
los antiguos andinos, la grasa era una figura de la energía y el agua,
el elemento capital del ciclo vital del universo.
Cuando
los primeros cronistas llegaron a América, el español estaba en plena
evolución y su alfabeto aún carecía de normativa. En tales casos, era
común el uso tanto de la “v” como de la “u” para representar
indistintamente la vocal [u] y a la semiconsonante [w], hoy
representadas como u o hu. Por tal motivo fue mayoritariamente
transcrito como Viracocha, aunque también algunos escribieron Huiracocha
y Huiraccocha. Otras versiones fueron Ticci, Tiqsi o Tiksi.
Es
plausible que el nombre original sea wayra qucha- el viento de los
mares- tanto por su concepción como un personaje que aparece por el lado
del mar y como viento. Características señaladas en Kon -viracocha de
los relatos de Huarochirí, como en la desaparición de Tunupa. Cf. Dioses
y hombres de Huarochirí.
En
el Tahuantinsuyo, el culto a Viracocha fue muy restringido, pues aparte
del templo de Quisuar Cancha eran pocos los santuarios dedicados en su
honor y todos estaban localizados en la zona del Cusco. Su imagen se
encontraba también en el Coricancha, y según los cronistas existía
cierta rivalidad entre el culto a Viracocha y el culto a Inti, el dios
sol. Al parecer, en ciertos momentos de la historia inca prevaleció la
adoración de uno sobre otro.
Los
cronistas señalan que Tiqsi Viracocha vino de Tiahuanaco y creó unos
seres a su semejanza . Algunas versiones mencionan que él hizo el mundo;
que en su peregrinaje llegó a Cacha donde sus habitantes trataron de
matarlo: él se arrodilló, levantó las manos al cielo e hizo bajar de lo
alto un fuego que abrasó la comarca. Luego siguió su camino y llegó al
puerto de Manta, donde se encontró con sus servidores y se embarcó con
ellos por el mar.
En este tipo de relatos, hay coincidencia en mencionar que Viracocha es el dios supremo o hacedor del mundo.
En
el antiguo Cuzco, se le dio gran importancia al ser “el que envió a
Manco Cápac y Mama Ocllo a fundar una ciudad”(aunque eso se descartó
porque esa leyenda tiene más de fantasía que realidad), ya que los
“cuzqueños” creían que en verdad había ocurrido eso. Con el paso de los
años se fue olvidando el culto a este dios, y se tomó más importancia al
dios Sol(Inti), hasta el reinado de Yahuar Huacac (‘[el que] llora
sangre’), que mandó a construir el templo de Wiracocha en la ciudad del
Cuzco, ya que Sinchi Roca en su reinado bautizó a akamama como qusqu (=
Cuzco).
Viracocha
al igual que otras deidades, fue nómada y tenía un compañero alado, el
pájaro Inti, una especie de pájaro mago, conocedor de la actualidad y
del futuro, representado en mitos orales como un picaflor de alas de oro
(Quri qinqi).
Se da al dios todopoderoso la facultad de dirigir la construcción de todo lo visible e invisible.
Comienza
su obra en el mundo de los antiguos (ñawpa pacha) tallando en la piedra
las figuras de los dos primeros seres humanos, de los primeros hombres y
mujeres que van a ser los cimientos de su trabajo. Estas estatuas las
va situando Viracocha en los sitios correspondientes y, a medida que les
da nombre, se animan y toman vida en la oscuridad del mundo primigenio
(ñaupa pacha), porque todavía no se ha ocupado el dios de dar la luz a
la Tierra, solamente iluminada por el resplandor del Titi, un puma
salvaje y ardiente que vive en la cima del mundo, seguramente el jaguar
que se entremezcla con otros animales en las representaciones totémicas
del Imperio inca y de las culturas preincas anteriores.
Este
mundo de aquí o Kay Pacha, todavía está en tinieblas porque Viracocha
posterga toda su labor de erección de un mundo completo, al nacimiento
de los seres humanos que van a disfrutar de él.
Satisfecho
con los humanos, el dios prosiguió su proyecto, ahora poniendo en su
lugar a sus hijos el Sol (Inti), a la Luna (Mama Quilla), y a las
estrellas infinitas, hasta cubrir toda la bóveda celestial con sus
luces.
Después, Viracocha se dirige al norte para, desde allí, llamar a su lado a las criaturas que él acaba de dotar con vida propia.
Al
partir de Tiahuanaco, Tiqsi Huiracocha había delegado las tareas
secundarias de la creación en sus dos ayudantes, Tocapu Huiracocha e
Imaymana Huiracocha, quienes emprenden inmediatamente las rutas del este
y del oeste de los Andes, para a su paso por tan largos caminos dar
vida y nombre a todas las plantas y a todos los animales que van
haciendo aparecer sobre la faz de la tierra, en una hermosa misión
auxiliar y complementaria de la realizada antes por su dios y señor
Huiracocha, misión que terminan junto a la orilla del mar, para después
perderse regiamente en sus aguas, una vez cumplida la tarea ordenada por
el dios creador principal del universo de los incas y preincas al
parecer desde la época de Caral.
En
los mitos orales se revela a Huiracocha como un sabio gobernante de la
época de Caral el cual dio las leyes de la economía de la retribución
(trueque, sistema de distribución del trabajo) como también del Ayllu o
gran unidad familiar andina. Este Viracocha luego ascendió a la
categoría divina, al igual que todos los grandes gobernantes preincas e
incas.
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