Consecuencias, del tratado de Basilea a la isla de santo
domingo.
Antecedentes
La
base de la colonia francesa en Santo Domingo era el azúcar y con la multiplicación
de los ingenios se hizo necesario traer cada vez con más frecuencia negros del
África puesto que la vida promedio de un esclavo era de apenas siete años.
Rápidamente la población negra desplazó la mano de obra blanca, que no era
numerosa. Como no había muchas mujeres blancas, los dueños de las plantaciones
utilizaban a las esclavas más atractivas para cumplir con sus necesidades.
De estas uniones nacieron hijos y fue
generalizándose poco a poco la costumbre de dar la libertad a estas concubinas
y a sus hijos, los que, al pasar a ser hombres libres adquirían sus derechos
ciudadanos, de acuerdo al artículo 59
del Código Negro, entre los que se encontraba el de sucesión, siempre y
cuando fueran reconocidos por sus padres.
De
esta manera se inició un proceso de mulatización. Al principio los mulatos no
eran muchos pero su número aumentó rápidamente y los blancos comenzaron a
resentir el poder social y económico que adquirían. Este resentimiento dio
origen a la promulgación de una serie de leyes discriminatorias que intentaban
frenar su evolución y hacerlos sentir como ciudadanos de categoría inferior.
Algunos
de estos mulatos ricos emigraron a Francia, y varios residentes en París,
organizaron una sociedad llamada Sociedad
de los Amigos de los Negros para proteger sus derechos. Esta sociedad fue
bien vista por los grupos burgueses más liberales en Francia. Cuando la
burguesía condujo a los franceses hacia la Revolución ya estaban los mulatos,
encabezados por Vincent Ogé, muy
bien relacionados con importantes líderes revolucionarios e intentaron obtener
un decreto de la Asamblea Nacional francesa que reconociera la plenitud de sus
derechos ciudadanos.
Hasta llegaron a entregar alrededor de seis
millones de libras tornesas como ayuda al Gobierno para sanear la deuda
pública. Los franceses, sin embargo, no se mostraron muy dispuestos en
principio a conceder el reconocimiento solicitado por temor a tener que aceptar
más adelante la libertad de los esclavos negros que podrían reclamar igualdad.
Ellos pensaban que la abolición de la esclavitud significaría la ruina de la
Colonia y, con ella, la ruina de la burguesía marítima francesa.
Así
las cosas, los blancos de la Colonia aprovecharon para iniciar un movimiento de
represión contra los mulatos. Cuando finalmente la Asamblea Nacional francesa
dictó leyes que reconocían derechos políticos a la gente de color,
acreditándoles los mismos derechos y privilegios que los ciudadanos franceses
para elegir representantes y sentarse en la Asamblea Colonial, esto no fue bien
recibido por los grandes blancos quienes se opusieron a poner en vigencia estas
resoluciones. Como la Asamblea Colonial estaba dominada por los blancos la
situación no cambió para los mulatos.
Todos
perseguían lo mismo: Los blancos buscaban su independencia, los mulatos la
igualdad con los blancos y eventualmente, también su independencia, y los
esclavos negros, que ganaban conciencia de su condición y deseaban escapar de
ella, se organizaban tras su libertad. Finalmente
el 14 de agosto de 1791 estalló la revuelta en las plantaciones al norte de
Santo Domingo, que se prolongaría por diez años.
Por
más extraño que parezca, esta revuelta reunió a los blancos y a los mulatos,
propietarios también de esclavos, para hacer frente común a la situación que
les arruinaría a todos por igual. Apoyados por tropas francesas que intentaban
impedir el fin de la dominación, solicitaron también la ayuda de Inglaterra.
Los españoles vieron en esta revolución una oportunidad para recuperar los
territorios que habían venido perdiendo ante el avance desconsiderado de los
franceses hacia su territorio en el Este, donde habían penetrado asentándose a
su aire, de manera que les ofrecieron su respaldo a los negros.
Sin
embargo, debido a las profundas diferencias psicológicas y de intención entre
blancos y mulatos su alianza duró poco y así se definieron los campos: Los
blancos que buscaban el apoyo de los ingleses; los mulatos auxiliados por el
Gobierno francés que finalmente, el 4 de
marzo de 1792, les había reconocido la igualdad con los blancos; y por
último, los negros rebeldes que vieron en los españoles a un aliado que les
prometía la libertad que Francia les negaba a cambio, únicamente, de que no
traspasaran sus fronteras.
Cuando
los radicales jacobinos derrocaron al gobierno burgués girondino en Francia,
declararon inmediatamente la guerra a Inglaterra, Holanda y España, que se
oponían a la Revolución y aprovechando esa coyuntura, los ingleses de Jamaica
respondieron al llamado de los blancos y comenzaron a enviar sus tropas a Santo
Domingo donde rápidamente ocuparon gran parte del Sur y de las costas del Oeste
de la isla.
Los
españoles, apoyados por los negros sublevados establecieron un cordón en la
frontera y lograron la conquista de la mayor parte del Norte de la colonia. Los
franceses comenzaron a perder terreno y de no haber sido por la inteligente
decisión del Comisionado francés Galbaud que el 29 de agosto de 1793 dictó un
decreto que abolía la esclavitud en la colonia, al tiempo que llamaba a los
negros para que los apoyaran, posiblemente hubiesen perdido la guerra.
Los
negros se dividieron. Algunos importantes cabecillas no quisieron responder al
comisionado de Francia y prefirieron continuar al lado de los españoles pero
Toussaint Louverture, que en principio y atendiendo a razones estratégicas
había colaborado con ellos, aceptó en mayo de 1794 el llamado y se pasó al
bando francés acompañado por unos 4,000 hombres. También los mulatos se
dividieron y algunos apoyaron al Gobierno francés mientras los más ricos se
unieron a los blancos y a los ingleses.
Como
eran en su mayoría los negros quienes controlaban las zonas conquistadas por
los españoles, estos perdieron rápidamente las posesiones ganadas en la colonia
francesa. San Rafael, Las Caobas, Hincha, Bánica y San Miguel de Atalaya
cayeron en manos de las tropas comandadas por Toussaint Louverture quien desde
ese momento y junto al General Juan Esteban Laveaux, Gobernador de la parte
francesa se dedicó a expulsar a los ingleses de la colonia.
Consecuencias
Al
enterarse de la firma del tratado en Suiza muchos residentes en la parte
española resolvieron abandonar el país tan pronto fuera posible, entre ellos el
Arzobispo Fernando de Portillo y Torres quien, no obstante, debió esperar tres
años hasta lograr sus deseos, pero, la mayoría prefirió quedarse. Los que
consideraron marcharse, especialmente los vecinos de La Vega, al enterarse de
que los que habían emigrado hacia Cuba pasaban grandes penalidades, escribieron
al Rey para que se les concediera un plazo mayor de un año para salir de la
isla, mientras encontraban nuevos destinos (Puerto Rico, Venezuela).
A un año de la firma del convenio todavía
estaban la mayoría de los dominicanos dedicados a sus ocupaciones habituales,
acariciando la esperanza de que la cesión sería invalidada, esto así, porque
era conocido que el Gobierno español trataba de recuperar la parte española de
la isla, proponiendo al gobierno francés a cambio el traspaso de la Luisiana;
lo que en ese momento no fue aceptado por Francia que seguía planeando la
ocupación definitiva para convertir Santo Domingo unificada, en un emporio y
utilizarla como base de operaciones de un amplio proyecto de expansión
colonial.
El
gobierno francés había enviado al Comisario Roume de Saint Laurent con
instrucciones específicas de "preparar amistosamente y de antemano las
cosas para que se efectúe la evacuación de las plazas, puestos y
establecimientos de aquella isla cuando parezca conveniente y sea posible
enviar allá con este objeto las fuerzas francesas necesarias "y de valerse"
de todos los medios posibles de persuasión para desimpresionar a aquellos
ciudadanos de las falsas ideas que hayan podido imprimírseles a la Revolución
francesa y disipar en su espíritu cuantos recelos se les haya inspirado acerca
del libre ejercicio de su religión." Roume debía trabajar rápido para
evitar que los ingleses, que ocupaban importantes territorios tanto en el Sur
como en la costa occidental, rompieran el cordón militar de las fronteras con
la intención de apoderarse de Santo Domingo antes que los franceses. Los
ingleses no reconocían la cesión, argumentando que violaba las antiguas
estipulaciones del Tratado de Utrecht.
Siguiendo
instrucciones del propulsor del Tratado de Basilea, Manuel Godoy, conocido como
el "Príncipe de la Paz", el Gobernador Joaquín García y Moreno
trabajó intensamente durante el primer año después de la cesión para entregar a
los franceses la parte española, a la vez que defendía la frontera de un ataque
inglés mientras intentaba que los gobiernos de Cuba y España facilitaran los
medios para transportar a los emigrantes.
García se vio obligado, en obediencia a su
mandato, a ceder a los franceses la plaza de Bayajá, a lo que antes se había
negado, y se dispuso a entregar el resto de las partes de la colonia con miras a
concentrar las tropas españolas en Santo Domingo, desde donde embarcarían una
vez llegadas las tropas francesas.
En
julio de 1796, cuando la entrega parecía inminente, el General francés Donato
Rochambeau, se negó a ejecutar la incorporación de la parte española a la
francesa con un ejército compuesto por negros, únicas fuerzas disponibles a ese
momento. Esta situación pospuso la toma de posesión de la parte española
"hasta nueva orden".
Los
ingleses en su avance ya habían ocupado Las Caobas, San Juan y Neiba pero las
perdieron a manos del haitiano Toussaint Louverture . Finalmente salieron de la
isla en abril de 1798 tras firmar un acuerdo secreto con Toussaint mediante el
cual renunciaban a la ocupación militar a cambio de ventajas comerciales.
Por
fin, a finales de marzo de 1798 llegó a Santo Domingo, comandada por el General
Hedouville, la Comisión francesa que recibiría la entrega de la parte española
pero el General estaba más interesado en enfrentar a Louverture que
prácticamente controlaba la situación. Hedouville no tuvo éxito en su propósito
y fue obligado por el general haitiano a abandonar la isla bajo amenaza de
muerte, en octubre de ese mismo año. El Comisionado Roume pasó entonces a la
parte francesa a ocupar el lugar de Hedouville. Agravada la situación entre
negros y mulatos tras la salida de los ingleses y la sublevación de los negros,
todavía se pospuso por más de un año la entrega de la parte española a Francia.
Desde
principios de 1799 hasta abril de 1800 no existía en la isla ningún representante
autorizado para consumar la cesión. Tanto Roume como el General Antonio
Chanlatte, quien quedó a cargo de Santo Domingo español, tenían órdenes de no
entregar la parte española a menos que fuese a tropas enviadas especialmente
desde Francia.
Desde
que Roume llegó a la parte francesa Louverture solicitó autorización para
ocupar Santo Domingo oriental pero Roume se negó varias veces a acceder a ello
alegando que eso violentaba sus órdenes, hasta que en abril de 1800 Louverture
obligó al Comisario Roume de Saint Laurent, último miembro de la Comisión Civil
que quedaba en la Colonia cedida a Francia en 1795, a autorizar mediante
decreto fechado 27 de abril, la entrega de Santo Domingo al gobierno colonial
francés comandado por él. El decreto en cuestión fue enviado inmediatamente al
Gobernador Joaquín García y al General Antonio Chanlatte en Santo Domingo.
Tras
una serie de incidentes, el 26 de enero de 1801 Toussaint Louverture invadiendo
la parte oriental de la isla, llegó a Santo Domingo para recibir las llaves de
la ciudad de manos del Gobernador García y Moreno. Tras la consumación del
hecho, Louverture procedió a la unificación de la isla bajo su gobierno. Para
institucionalizar el poder reunió una asamblea general y dictó la primera
constitución política vigente en ambas colonias. Luego regresó a Haití, dejando
el poder en manos de Paul Louverture.
Algo
más tarde, Napoleón, que tenía sin embargo otras ideas, lanzó una flota con más
de 80 navíos y alrededor de 58,000 hombres para recuperar la colonia de Santo
Domingo de manos de los negros. Esta flota arribó a la isla el 29 de enero de
1802. La mitad de los barcos llegó a Samaná, y la otra mitad alcanzó Cap
François el día 3 de febrero. Las tropas fueron divididas para atacar a las
fuerzas de Louverture desde diferentes puntos: Santo Domingo, Monte Cristy,
Samaná, Puerto Príncipe, y. la más importante. Contra El Cabo, esta última
comandada por el cuñado de Napoleón, el General Charles Leclerc, jefe de la
expedición militar.
El
25 de febrero de 1802, el gobierno de Paul Louverture entregó la plaza al
general francés F. M. Kerverseau, tirando al suelo la dominación de los
antiguos esclavos negros en la parte occidental. La otrora parte española
continuó como colonia francesa hasta la "Guerra de la Reconquista" en
1809.
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