El primer ministro británico, David Cameron (a la izda.), y su homólogo español, el presidente Mariano Rajoy.
Ingram Pinn
El primer ministro británico David Cameron ha acordado la
celebración de un referéndum sobre la independencia escocesa en 2014 y
España ha declarado que una votación similar en Cataluña es
inconstitucional. La decisión británica es muestra de madurez política,
mientras que la española posiblemente avivará las crecientes exigencias
secesionistas, expone un columnista de Financial Times.
Al llegar a Escocia hace unos años, me encontré con un póster
que presumía de que Glasgow tenía “la latitud de Smolensk y la actitud
de Barcelona”. Era el ejemplo perfecto de la mezcla de camaradería y
admiración con la que los escoceses observan a Cataluña. Barcelona, la
capital catalana, tiene muchas cosas que los habitantes de Glasgow
envidian: un clima mejor, una gastronomía mejor y un fútbol mejor. En un
sorprendente homenaje a Cataluña, los escoceses incluso eligieron a un
arquitecto de su capital, Enric Miralles, para que diseñara el nuevo
edificio de su parlamento.
Sin embargo, ahora son los catalanes los que tienen un motivo para
envidiar a Escocia. El lunes se confirmó que en 2014 Escocia celebrará
un referéndum sobre la independencia. El Gobierno catalán daría lo que
fuera por poder celebrar su propia votación sobre la independencia, pero
el Gobierno español de Madrid ha bloqueado con determinación esta
posibilidad.
España está intentando frustrar el movimiento de la independencia
catalana mediante un dilema jurídico sin salida. El Gobierno central
afirma que los nacionalistas catalanes deben respetar la Constitución
española. Y según su Constitución, es ilegal convocar un referéndum
sobre la independencia.
Pragmatismo frente a legalismo
Los británicos han adoptado un enfoque que es más pragmático y al
mismo tiempo audaz. El primer ministro David Cameron podría haber
insistido fácilmente en que sólo el Gobierno británico tenía el derecho
legal de organizar un referéndum. Sin embargo, ha dejado que los
escoceses organicen una votación sobre el futuro de su nación, con la
condición de que la única pregunta en la papeleta sea la de la
independencia.
Desde un punto de vista judicial y prudente, el enfoque del Gobierno
británico parece más sensato. Cameron, al igual que el presidente
español Mariano Rajoy, es conservador y patriota. A ambos les espantaría
ver cómo se dividen sus naciones. Pero el Gobierno británico ha
reconocido que, al ascender al poder en Edimburgo, los nacionalistas
escoceses se han ganado el derecho democrático de convocar un referéndum
sobre su objetivo de independencia, añorado desde hace tanto tiempo. No
tiene sentido intentar buscar formas legales para frustrar su objetivo.
El enfoque del Gobierno británico, si bien es arriesgado, también es
astuto desde un punto de vista psicológico. Decir a alguien que hay algo
que está terminantemente prohibido, es la forma más segura de avivar su
deseo de hacer eso precisamente. Este principio, que se estableció por
primera vez en el Jardín del Edén, se aplica por supuesto también a la
Cataluña moderna. En cambio, puede que resulte un tanto desalentador
para los nacionalistas escoceses el hecho de que una reciente encuesta
de opinión demostrara un mayor apoyo a la independencia escocesa en
Inglaterra que en la propia Escocia.
Paralelismos fascinantes
Los paralelismos entre las causas escocesa y catalana son
fascinantes. En ambos lugares, los nacionalistas se remontan a
principios del siglo XVIII como la fecha de su pérdida de independencia.
Los escoceses firmaron el Acta de Unión con Inglaterra, con lo que se
creó Gran Bretaña en 1707, tras una operación colonial fracasada llamada
el Esquema de Darien y con la que Escocia casi cae en la bancarrota.
Los nacionalistas catalanes datan su pérdida de independencia en 1714
[en la Guerra de Sucesión, los catalanes se aliaron con el bando
austracista, perdedor], con la caída de Barcelona. En un reciente
partido de fútbol entre el Barcelona y el Real Madrid, los nacionalistas
catalanes señalaron el aniversario coreando cánticos independentistas
en el minuto 17 y 14 segundos del partido.
Tanto los nacionalistas escoceses como los catalanes han utilizado a
la UE para reforzar la defensa de la independencia. Se afirma que una
Escocia o una Cataluña independientes no deben temer el aislamiento, ya
que las nuevas naciones serían miembros del gran club europeo y por lo
tanto podrían combinar la independencia con la seguridad de la
pertenencia a la UE.
Algunos intelectuales escoceses también alegan que la hostilidad
hacia la UE es un vicio específicamente inglés y que los escoceses son
mucho menos chovinistas. Esta idea gusta mucho en Bruselas, donde la
posibilidad de que la secesión escocesa pueda castigar a los ingleses
por su euroescepticismo alegra a ciertas personas. En realidad, las
encuestas de opinión indican que los escoceses son sólo un poco menos
hostiles hacia la UE que los ingleses. En una reciente encuesta, el 60
por ciento de los votantes ingleses afirmaban que querían salir de la
UE, una idea compartida por el 50 por ciento de los escoceses.
Sin cambios respecto al euro
La crisis económica en la eurozona ha hecho que los nacionalistas
escoceses resten importancia a la cuestión europea en su campaña. Ahora
afirman que una Escocia independiente no intentaría unirse al euro de
inmediato, sino que mantendría la libra como moneda, en billetes
escoceses, como ahora.
En cambio, España se encuentra en medio de la crisis del euro, por lo
que el resto de la UE sigue siendo una buena alternativa en
comparación. La mayoría de catalanes insiste en que su nueva nación
seguiría siendo parte del euro.
Sin embargo, existe una gran diferencia entre el caso escocés y el
catalán que ayuda a explicar la diferencia de actitudes en Madrid y en
Londres. En Escocia habitan 5,2 millones de una población total
británica de unos 62 millones y los ingleses por lo general consideran
que los escoceses viven en gran medida de las subvenciones del resto del
país. (Los nacionalistas escoceses lo niegan.) En cambio, Cataluña
posee 7,3 millones de habitantes de una población española total de 47
millones y es una de las regiones más prósperas del país. Su pérdida
sería un revés terrible para España.
Aún así, incluso a los ingleses les costaría algo mantener la
compostura si Escocia realmente votara a favor de la independencia en
2014. Personalmente, espero que tanto Gran Bretaña como España consigan
mantener su unidad. Pero si es así, también debe ser con consentimiento.
El Gobierno español debería dejar de escudarse en la ley y dejar que se
celebre un referéndum en Cataluña. No hay ningún matrimonio que pueda
sobrevivir simplemente declarando que el divorcio es ilegal.
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