LABERINTOS... HISTORIA Y MITOLOGIA!!
Un laberinto es una construcción arquitectónica o un jardín, caracterizado por tener una estructura tan complicada que, una vez que se ha accedido a su interior, resulta imposible o muy difícil salir. Las fuentes históricas nos revelan la existencia de laberintos desde muy antiguo, en Egipto, en Grecia, en Etruria y en otras partes de Europa y Asia, siendo el más conocido de todos el del Minotauro, en Creta. Este ser (mitad hombre mitad toro) sólo comía carne humana, por lo que periódicamente se encerraban en sus muros a reos desdichados para ser devorados por el monstruo. Este era el destino de Teseo, que fue destinado al sacrificio e introducido en el laberinto. Gracias a la ayuda de Ariadna (la hija del rey Minos, que le prestó un ovillo de lana con el que marcar su camino), Teseo dio muerte al Minotauro y regresó triunfante a su Atenas natal donde reinó hasta su muerte. A partir de esta leyenda se desarrollan paralelismos con el camino existencial que cada uno debemos recorrer, que si bien está plagado de peligros e incertidumbres, también están presentes la confianza y espíritu de superación necesarios para conseguir cualquier meta que nos propongamos.
Su finalidad es un misterio, aunque normalmente se asocian a ceremonias de iniciación y a mitos relacionados con la necesidad de atraer y encerrar a las fuerzas del mal, para evitar su influencia negativa sobre la población. Otros autores consideran que el laberinto es un símbolo de confusión, caos y alejamiento de la verdad. Por último, en el diseño de los laberintos también se han querido ver representaciones del movimiento de los astros. Existen ciertas imágenes de los siglos XVI y XVII, en las que la órbita de cada planeta está dibujada como un muro que hay que circundar para llegar al centro del universo. Hay que tener en cuenta que hasta esas fechas se pensaba que el cielo tenía forma circular.
El símbolo del laberinto ha sido utilizado con relativa frecuencia en el arte antiguo y medieval. Su intención en muchos casos es meramente decorativa, pero como tiene carácter geométrico y no representa ninguna cosa tomada de la naturaleza, en ocasiones ha sido interpretado de manera esotérica. Su iconografía, no obstante, suele estar relacionada con la historia mitológica de Teseo, Ariadna y el Minotauro, cuyas figuras ocupan habitualmente el centro de la composición, sobre todo en mosaicos romanos.
Durante la Edad Media, el motivo del laberinto fue cristianizado y la figura del centro fue sustituida por la palabra «Ecclesia» o por el emblema de la cruz, como sucede en la iglesia de San Vital de Ravena. En este caso, la función del laberinto era defender el centro, entendido éste como espacio sagrado, realidad absoluta o verdad revelada. El acceso al centro era reservado exclusivamente a los iniciados en la fe; los neófitos debían superar alguna prueba para poder acercarse.
Este último es el sentido que tienen los laberintos que se realizaron en el pavimento de algunas catedrales góticas, como las de Reims, Amiens, Saint-Martin de Saint-Omer y Chartres, en Francia. El de Chartres es el único que se conserva in situ, ocupando todo el ancho de la nave central, sobre el eje que separa la tercera y la cuarta bóveda, contando desde los pies. Sus dimensiones son las siguientes: 16 m de diámetro y 264 m de recorrido a través de 11 círculos concéntricos. Como curiosidad matemática, su diámetro es exactamente el mismo que el que tiene el rosetón de la fachada principal. De esta forma se muestra, a través de la propia arquitectura, todo el sistema de proporciones con que fue construida la catedral.
Este último es el sentido que tienen los laberintos que se realizaron en el pavimento de algunas catedrales góticas, como las de Reims, Amiens, Saint-Martin de Saint-Omer y Chartres, en Francia. El de Chartres es el único que se conserva in situ, ocupando todo el ancho de la nave central, sobre el eje que separa la tercera y la cuarta bóveda, contando desde los pies. Sus dimensiones son las siguientes: 16 m de diámetro y 264 m de recorrido a través de 11 círculos concéntricos. Como curiosidad matemática, su diámetro es exactamente el mismo que el que tiene el rosetón de la fachada principal. De esta forma se muestra, a través de la propia arquitectura, todo el sistema de proporciones con que fue construida la catedral.
En las fuentes históricas, al laberinto de la catedral de Chartres se le denomina «El Camino de Jerusalén» porque el acto de recorrer el laberinto de rodillas, recitando el Miserere, se consideraba una penitencia que otorgaba tantas indulgencias como la peregrinación a Tierra Santa. El laberinto era así una especie de camino de fe, lleno de obstáculos y sufrimiento, desde la condición de mortal hasta la llegada a la Jerusalén Celeste, el Paraíso descrito en el Apocalipsis. Lo cierto es que, en muchos aspectos el hombre medieval entendía su vida como una larga peregrinación.
La idea del camino vital también es acertada para interpretar el laberinto que había en la catedral de Reims, que conocemos a través de grabados del siglo XVIII. Su forma era la de un octógono con otros cuatro octógonos más pequeños situados en las esquinas. En el interior de cada uno había figuras humanas: las de las esquinas correspondían a Jean D’Orbais, Jean Le Loup, Gauchier de Reims y Bernard de Soissons, los cuatro artistas más importantes de la catedral, mientras que en el centro estaba el Obispo Humbert, que puso la primera piedra del edificio. Otra interpretación está relacionada con la organización de los gremios de constructores: en el centro se dejaba la capa del Maestro Mayor de las obras, mientras que en las esquinas se encontraban los principales oficios por los que tenía que pasar el aprendiz hasta llegar al grado de Maestro. El recorrido simbólico era un ejercicio de igualdad social y de fe, ya que todos los artistas tenían que hacerlo por igual, y todos, aprendices, oficiales y maestros, tenían cabida en el seno de la Iglesia.
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