En Contexto
Baile de Tehuantepec, (1928): óleo sobre lienzo de 2,00 metros de alto por 1,63 de ancho. Es una de las obras más importantes que el muralista Diego Rivera (México 1886-1957) pintó sobre tela y la más importante del pintor en una colección privada fuera de México
El empresario y coleccionista de arte argentino Eduardo Constantini marcó un récord histórico para el arte latinoamericano al comprar la obra de Diego Rivera “Baile en Tehuantepec”, de 1928, por la que pagó la suma de 15,7 millones de dólares,
El trabajo es un óleo sobre tela, un tipo de pintura infrecuente en la carrera del muralista mexicano y la más importante entre las obras del autor que permanecía en una colección privada fuera de México.
Según trascendió ayer, la obra – que quintuplicó su valor en el curso de los últimos veinte años – será exhibida en el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (MALBA) a partir del mes de marzo de 2017.
La adquisición marcó un hito en el mercado de arte latinoamericano apenas días después de que un cuadro de Frida Kahlo marcara el último récord para una obra de arte de América Latina en subasta.
La noticia circuló rápidamente e indicó que el lienzo de Diego Rivera se vendió de forma privada por casi el doble del valor que se había pagado por el de Kahlo.
“Baile en Tehuantepec” de Rivera fue vendido a un Constantini por 15,7 millones de dólares, dijo la casa de subastas Phillips, que facilitó la transacción.
El 12 de mayo el cuadro de Kahlo “Dos desnudos en el bosque (La tierra misma)” fue adquirido en Christie’s por poco más de 8 millones de dólares.
Una obra codiciada
Con 2 metros de largo por 1,63 de ancho (78 por 64 pulgadas), el de Rivera es uno de los cuadros en tela más grandes del muralista mexicano, señaló la rematadora con sedes en Nueva York y Londres.
Constantini, fundador y presidente del Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (MALBA), dijo que llevaba más de dos décadas esperando por la obra tras no haberla podido adquirir en una subasta de Sotheby’s en mayo de 1995.
El empresario y coleccionista agregó que cuando Phillips le informó hace poco de que el cuadro estaría nuevamente disponible, se le “rompieron todos los esquemas”.
“Cuando recibí un email, fue emoción pero también duda. No podía creer que efectivamente se tratara de esta obra”, dijo Constantini .“Fue muy sorpresivo para mí que después de 21 años la obra se vendiera”.
Constantini explicó que para él Rivera es el artista más importante de la historia moderna y contemporánea latinoamericana y que “Baile en Tehuantepec” es una de sus obras principales sobre tela. A pesar del interés del argentino en la obra, dijo que en la subasta de 1995 solo logró comprar el cuadro de Kahlo “Autorretrato con chango y loro”.
“Por un tema presupuestario, no pude adquirir las dos piezas”, explicó. “Siempre me quedó en mi mente quién había comprado la otra obra, dónde estaba”.
“Baile en Tehuantepec” muestra una escena del baile folklórico zandunga, con seis bailarines en indumentaria tradicional de vivos colores y con bordados tradicionales. Rivera, quien fue marido de Kahlo, lo pintó en 1928 en su etapa de realismo social, luego de sus obras cubistas.
Después de exhibirse por primera vez en 1930 en el Museo Metropolitano de Arte de Nueva York, la obra fue expuesta en varios lugares de Estados Unidos y Europa. Entre 1962 y 1995 perteneció a la colección de la Galería de Ciencia y Arte de IBM. En la subasta de 1995 fue adquirida por un coleccionista anónimo y quedó fuera de exhibición.
Constantini compró la obra a título personal y la exhibirá en el MALBA, dijo.
Para Augusto Uribe, vicepresidente para las Américas de Phillips, se trata del cuadro más importante de Rivera en una colección privada fuera de México.
“Lo que hace que este lienzo sea particularmente importante es que es un trabajo emblemático en el que Rivera hizo esfuerzos para establecer una identidad nacional al romper con el modernismo europeo y adoptar la mexicanidad”, dijo Uribe. “Esta obra maestra moderna captura el compromiso de Rivera ante los objetivos muralistas para conmemorar la celebración de la cultura indígena de México”.
“Baile en Tehuantepec” se exhibirá en octubre en el Museo de Arte de Filadelfia y en febrero en la feria española ARCO de Madrid. En marzo del 2017 llegará a Buenos Aires.
El MALBA exhibe desde hace años otra obra emblemática de Rivera, el cuadro cubista “Retrato de Ramón Gómez de la Serna”
Publicado por El Día


Costantini pagó el récord de US$ 15,7 millones por un Rivera muy codiciado

Mayo de 1995. Todo listo en el hotel de ventas de Sotheby’s en York Avenue y la calle 72 para la subasta de arte latinoamericano que incluía un autorretrato de Kahlo, rodeado del aura que envolvió siempre la figura de Frida: la mujer dolida, partida en dos siendo muy joven tras un cruel accidente callejero; la que pintó en su regazo y en la cama una y mil veces sus rasgos morenos inconfundibles.
La obra había fascinado a Eduardo Costantini con sólo mirar el catálogo de la venta. Entonces era un coleccionista centrado en el arte latinoamericano, pero no tenía en mente, ni por asomo, la creación de un museo. Tomó el avión a Nueva York para estar en la sala el día de la venta, recorrió la exposición en compañía del experto Augusto Uribe, se detuvo frente al cuadro -más chico de lo que imaginaba, pero de calidad sublime- y supo entonces que el Frida sería suyo. Solamente se interponía entre ambos una pintura, de Diego Rivera, que lo fascinaba por igual.
De la misma procedencia que el autorretrato, la colección de IBM, Baile de Tehuantepec era una tela de gran tamaño (2,007 x 1,63,8), obviamente destinada al casillero de los récords, con la fuerza y el colorido del gran muralista, sólo que sobre la tela, algo infrecuente en su producción. Es, sin duda, junto con Vendedora de alcatraces, uno de los lienzos más imponentes que Rivera pintó en su vida.
Qué dilema para el coleccionista. No podía comprar las dos obras. La suma excedía largamente su presupuesto, así que renunció al segundo y fue por el Frida. Peleó en la subasta la pintura de pequeño tamaño y poderosa fuerza hasta pagar por ella tres millones de dólares, precio que por años fue el más caro por un artista latinoamericano, y récord de Kahlo.
Hasta aquí llega la historia que alguna vez compartió Costantini en Conversaciones con LA NACION. Confió en aquel encuentro que le había quedado la espina del “Rivera perdido”, obra que nunca más apareció en un remate ni fue exhibida en público. El comprador, se supo después, había sido el empresario Seagram, el mismo del edificio imponente que el arquitecto Mies van de Rohe diseñó en el corazón de Manhattan.
Costantini siguió comprando. Fundó el Malba en 2001 y nunca supo nada del colorido baile de mujeres con huipiles y pelo trenzado hasta hace dos semanas. Era domingo por la noche cuando recibió una llamada desde la Gran Manzana. Era Augusto Uribe, aquel experto de Sotheby’s que hacía 21 años había rematado el Frida hoy colgado en el Malba y que ahora es deputy chairman de la rematadora Philips. Uribe conocía el secreto del “Rivera perdido” por Costantini y al tener el cuadro entre sus manos no dudó en marcar el número argentino. Se trataba de una venta privada, encargada por el heredero de la familia Seagram, y tenía una lista de quince candidatos. El primero estaba acá.
Sopresa telefónica
La noticia fue tan grande como el precio del cuadro, que en dos décadas se había multiplicado cinco veces, como ocurre con los valores del mercado de arte cuando las obras tienen calidad museo. “Dos veces no se pierde una oportunidad”, pensó Costantini, antes de acordar el valor y cerrar la operación en 15,7 millones de dólares.
Baile de Tehuantepec, pintada en 1928, es la obra más importante de Diego Rivera en una colección privada fuera de México. Se exhibió por primera vez en el MoMA en 1930 y un año después integró la retrospectiva del muralista en el museo neoyorquino. En 1950, se presentó en la XXV Bienal de Venecia en el envío oficial de ese país, con obras de José Clemente Orozco, Rufino Tamayo y David Alfaro Siqueiros.
Esta última adquisición del coleccionista y empresario argentino completa un conjunto excepcional de arte moderno latinoamericano, formado por tres obras emblemáticas, como son Abaporu, de Tarsila do Amaral; Autorretrato con loro y chango, de Frida Kahlo, y el Retrato de Ramón Gómez de la Serna, en estilo cubista, de Diego Rivera.
El próximo octubre, Baile… se presentará en el Museo de Arte de Filadelfia en la muestra Pintar la Revolución, Modernismo Mexicano 1910-1950; en febrero irá ARCO Madrid, que, como se recordó ayer en la feria arteBA, tendrá a la Argentina como país invitado, y en la que también Costantini será homenajeado por su trayectoria de coleccionista. Finalmente, en marzo llegará a Buenos Aires y será colgado en las paredes del Malba, donde acompañará el Autorretrato con chango y loro de Frida. Se sellará así una historia de amor que tuvo siempre su correlato en la pintura.
También el amor tuvo mucho que ver con Dos desnudos en el bosque, la pintura de Frida Kahlo rematada una semana atrás en Christie’s de Nueva York al récord de ocho millones de dólares. El cuadro de 25×30 centímetros reproduce una escena en la que dos mujeres en actitud amorosa, una de ellas con la cabeza recostada en el regazo de su amada, contemplan la naturaleza. La pareja del entorno bucólico remite al romance escandaloso y apasionado vivido entre la pintora de Coyoacán y la artista Dolores del Río, a quien le regaló el cuadro, de 1939.
Si se piensa en el diminuto tamaño de la obra, no está lejos de la verdad quien asegure que se trata de una de las cinco más caras del mundo.
La noticia del Rivera récord potencia la colección del Malba y llega en medio de la celebración plata de arteBA, cuando el Museo Nacional de Bellas Artes, nuestro museo mayor, consagra una atractiva y postergada muestra al muralismo mexicano, con ejemplos sublimes de dibujos y pinturas de Rivera, Orozco y Siqueiros.
En suma, se trata de una oportunidad única para revisar la historia del mayor movimiento pictórico de México, con un potencial político indiscutido, que dejó en la Argentina la obra más célebre del patrimonio de los muralistas fuera de México. Se trata de Ejercicio plástico, de David Alfaro Siqueiros, restaurado por expertos internacionales y exhibido en el Museo del Bicentenario, vecino de la Casa Rosada. Siqueiros y su amada Blanca Luz dejaron un testimonio único en las paredes de un sótano de Don Torcuato por encargo de Natalio Botana, director del diario Crítica. Allí está también plasmada la matriz estética de dos de nuestros mayores pintores: Berni y Spilimbergo.
baile en Tehauntepec

Publicado por La Nación