viernes, 16 de enero de 2015

Caos y absurdos en el Panteón Nacional

Caos y absurdos en el Panteón Nacional

Rafael Chaljub Mejìa
Rafael Chaljub Mejìa
En este país el absurdo y el caos parecen no tener límites. Se encuentran en el tropel de las calles y también penetran en los recintos tenidos por sagrados.
Ahora que se está hablando de sacar los restos del general Pedro Santana del Panteón Nacional, vale la pena pensar en los contrasentidos que se han creado en ese templo, donde en una caótica y arbitraria aglomeración han juntado las víctimas con los victimarios.
Están allí las cenizas del general Gaspar Polanco y las de su víctima más renombrada, el general José Antonio Salcedo, ambos presidentes de la República en armas durante la guerra de restauración.
Santana tiene su nicho respectivo y debajo de su nombre un título, Libertador. Junto al vendedor de la república a España, están algunas de sus víctimas.
La heroína María Trinidad Sánchez, el general Antonio Duvergé, los hermanos José Joaquín y Gabino Puello; Eugenio Perdomo, Vidal Pichardo y todos los fusilados del 5 de mayo de 1863 en Santiago, ya consumada la anexión, pero con una participación de primer orden de Santana en ese hecho.
Se salvó Francisco del Rosario Sánchez porque lo llevaron al Altar de la Patria, pero no sería de extrañar si con el tiempo y de seguir los restos de Santana en el Panteón, con él se junte algún otro patriota de esos que él hizo fusilar a verdad sabida y buena fe guardada.
Me da con pensar que cosas como esas no debieran producirse y por eso, para empezar a enmendar absurdos y sinrazones, estoy de acuerdo con que los despojos del así titulado Libertador los lleven a un lugar distinto, separados de los de los hombres y mujeres que él mandó a matar en defensa de una mala causa.
Ese honor inmerecido a ese personaje se lo debemos al presidente Balaguer que al final de los doce años cometió ese acto sacrílego.
Porque además de su historial de vende patria, está el hecho cierto de que al momento de su muerte Pedro Santana ya había dejado de ser dominicano, se había juramentado como español y así se consideró hasta el último instante, un súbdito de la corona de España y de la reina Isabel.
Ojalá prospere la idea del traslado y las víctimas de Santana liberadas de una incómoda compañía puedan dormir tranquilas.

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