Paredones,
Ladrillos y Leyendas
(Las
Ruinas de La Vega Vieja )
Conferencia dictada por el Dr. Luís Manuel Despradel
Cuando apenas contaba trece
lustros de existencias, y después de haber pasado, con apresuramiento de
fantasía, del esplendor magnificante al abandono de la decadencia, un furioso movimiento sísmico convirtió en
informe montón de tristes ruinas la blasonada Concepción de La Vega Real , joven enclavado en la pujante castellana en el
mismo corazón del Cacicato de Magua.
Así refiere Guido Despradel
Batista en su Historia de La
Concepción de La
Vega , la destrucción
de la ciudad. Y prosigue ´´ jalón primerizo del empuje brioso de la Conquista en estas
promisorias vastedades de América, la ciudad cantarina que hiciera extenderse a través del Océano el
vigor y la gracia de Sevilla, después de un
apogeo, y como nueva Pompeya,
rodó de bruces al antro oscuro de la desolación
y de la muerte.
Su hermosa Catedral, su Casa
de Fundición (donde quizás en 1510 se acuñó la primera moneda de
América), su extenso Monasterio de San
Francisco, su imponente Fortaleza, sus ricas casas señoriales: todo rodó al
suelo.. Pero ya era un pedazo de alma
bizcará de España curtido en la fecundidad del seno joven de América, y su espíritu, inmortal, buscaría
refugio para seguir realizando su
perturbado destino´´
Cristóbal Colón en 1595. Fundó en el mismo verde
corazón del Cacicazgo de Maguá la Fortaleza de la Concepción , de tapia y con amenas, apenas a diez
o doce leguas de las minas de oro que con quinto al Rey daban a la corona de España más de trescientos mil (300,000)
ducados al año. Alrededor de la
Fortaleza , que es tal
vez la primera de tapia que se fundó en América, se formó la Villa de la Concepción. Llegó
a tener miles de habitantes y a ser
cabeza de Obispado y fue además la
principal ciudad de toda la Isla durante los primeros
años
Cuentan los viejos
cronicones que el Virrey Don Diego Colón acompañado de Doña María de
Toledo y de su fastuosa corte dejaron la comodidad del Alcázar de Santo Domingo
de Guzmán para visitar la floreciente Vega. Los virreyes apadrinaron la primera misa de Fray Bartolomé de Las
Casas en la Monumental
y rica Catedral Vegana, fue también la
primera misa ´´ nueva´´ cantada en
América, en la primada sede Episcopal de la Isla
Española y del Nuevo Mundo.
Esa vez se
acuñó en honor del cura una emisión
de monedas que le fueron regaladas al padrino. El segundo Alcalde Mayor
de la Colonia
tenía su asiento en la ciudad. Aquí
creció también por primera vez en América el fruto blanquidulce de la
cana de azúcar
El Rey de España, a más de
título de ciudad, le dio a la Concepción su escudo. El
mismo que ahora luce La Vega de hoy, blasonado escudo de sangre que le dejó su
muerta ciudad madre: castillo de plata y encima
de él un sobreescudo azul con una cruz de la Virgen María y
dos estrellas de oro en campo de gules.
El mismo Cristóbal Colón, ese
´´Quijote del Océano´´, en trance de
muerte pidió que se hiciera en La Vega Real
una capilla para que en ella
descansaran sus huesos. Tal la impresión de agrado que le causó al
Almirante La Vega
de entonces.
La ciudad crecía y
prosperaba, de todos los contornos isleños y de más allá de las
islas venían ramerías interminables de visitantes, y la ciudad crecía, crecía y
prosperaba, pero un día sonó en el oído de los conquistadores el cascabel de la
codicia y de la aventura anunciando oro y riquezas nuevas en Costa Firme. La Vega , la Española toda comenzó a desplomarse y a decaer. La Colonia antes próspera se convirtió en trampolín
para el salto esperanzado hacia las
tierras nuevas.
O diciéndolo con las palabras gráficas del historiográfico Alberto Rincón: ´´ Fue
una tentación para la aventura y la codicia. El oro lanzaba su clarinada
vibrante, y hombres de todas las
categorías, hombres envueltos en llamas de guerra y en humo de sacrificios humanos, vestidos de
hierro pasaron estremeciendo la tierra, y desgajando selvas, sembrando la
muerte. Iban, frenéticos y alucinados, tras el socavón del oro. Así comenzaron a nacer ciudades: en las cercanías
de los lugares en donde se encontraba el
preciado metal, se plantaba una fortaleza. Más luego venía una iglesia. Junto a
la cruz, la espada. Al lado del Arcabuz que mata la fe que salva´´
Así el terremoto destruyó
la ciudad de La Concepción de La Vega Real la noche
del 2 de diciembre de 1562, ya
eran pocos los habitantes: doce o veinte, pero talvez cuarenta personas vivían en la grade
abandonada ciudad a esa fecha. Esas mismas personas fueron las que fundaron a orilla
del Río Camú el villorrio de dieciséis (16) bohíos: comienzo de La Vega actual a ocho (8) kilómetros de la otra. Para
ese entonces la destruida ciudad tenía
triste fama de ser ´´ la más pobre y desolada que debe haber en el mundo´´, según la patética carta del
franciscano Fray Nicolás Ramos a Felipe II.
El hecho de que en la
ciudad destruida y bajo sus escombros no aparecieran cadáveres parece
servir de apoyatura a mi tesis de que no
murió casi nadie o que nadie murió en
ese terremoto.
Las mil lenguas de la leyenda
popular cuentan que el terremoto
que destruyó La Vega Vieja fue un
Castigo del Cielo, porque los orgullosos señores que allí vivían en la
molicie y a las anchas de su riqueza llegaron a la herejía de
ordenar no oficiar las misas en las horas
señaladas hasta tanto ellos no terminaran su aderezamiento. Y eran
crueles con sus indios esclavos. En el terremoto murieron los más pecadores, y
los atemorizados que sobrevivieron a la catástrofe se reunieron alrededor del
cura que les ordenó seguirles sin volver
la cara hacia atrás. Pero una vieja
curiosa desoyó el mandato… y se convirtió en piedra. Esa piedra de la leyenda,
con una cara humana e inscripciones y
una cruz en su superficies, de la piedra labradas por los
indios --- estuvo mucho tiempo en el patio del Colegio San Sebastián,
que funcionó en La Vega
por el esfuerzo altruista y humanitario
del Padre Fantino. Contaban los viejos del lugar que la tierra quedó temblando,
temblando, por muchos años y años.
Observando las ruinas que quedan, principalmente los recios paredones
de la catedral, más que hundidos por el terremoto, los edificios se derrumbaron; igual se v130
en el resto de torre de la fortaleza,
con sus almenas bajas, seis en la torre circular, típicas en las fortalezas
construidas en los siglos XIV y XV. Es
probable que la base de esta fortaleza estuviera hace poco tiempo un
poco hundida lo mismo que otras paredes debido a la naturaleza cenagosa del
terreno bajo y a las
hojas podridas de los arboles y las maderas de la vieja ciudad, que con
las aguas de las lluvias que bajan de las lomas
y los cerros entre palmares,
cocoteros, tabaco y conucos bien cuidados por los agricultores que hoy ven esa piedras, esas caritas de indios,
resto de la alfarería indígena, con
indiferencia, ajenos al caudal de la historia y de la cultura que ellas llevan en su abandono y en su antigüedad
Las renombradas
TEMBLADERAS, refiere el historiador
Manuel Ubaldo Gómez, que se originaron,
después de la destrucción y desaparecieron desde hace algunos
años, a causa de que esos
terrenos fueron desmontados y convertidos en predios agrícolas; sed cree que
las tembladeras fueron originadas por la
rotura del acueducto, cuyas aguas estancadas habían convertido el sitio
en una verdadera ciénaga. Pero el estudioso aunque a veces fantaseador Dr.,
Narciso Alberty Bosch, va más
lejos, y en la creencia de que hace siglos el Valles de La Vega Real estuvo
cubierto por el mar, dice de las
Tembladeras: ´´ lugar situado detrás
del Santo Cerro, más allá del Arroyo
Colorado y de donde fue fundada la
antigua ciudad de La Vega
Real. Parece, que al
ir emergiendo la Isla
y retirándose la Bahía
de Samaná, quedó una ciénaga aislada, formó una laguna, que fue secándose y
sobre la cual habían extendido los arboles sus raíces: haciendo los árboles una
especie de piso falso encima del
agua. Si
una persona percutía allí, sobre de aquel piso, se movían, se cimbreaban los árboles del alrededor como
sucede con los muebles de una habitación cuando se va andando sobre de un piso
que no esté bien afirmado
La vegetación, el légamo, las
conchas, los animales acuáticos, los detritus de todos ese
mundo pequeño habitado, y la elevación del terreno, todo ha sido secado el lugar y las Tembladeras,
se han convertido en tierra donde las campesinos hicieron sus conucos.
Pero les ha sucedido, que al ir
a darle fuego a una ´´ tumba´´, ha ardido todo el terreno a consecuencia
de haberse formado una turbera (primer
período del carbón de piedra) en esos terrenos pantanosos y de poco fondo, por el crecimiento y acumulación de los animales
que vivieron y murieron en el lugar
Aún ahora, al uno
brincar y pisar con fuerza en esos
lugares de las ruinas la tierra percute y se siente como blanda y poco
consistente, precisamente en los sitios
más bajos y por donde pasaban las aguas
del viejo acueducto.
Es poco probable que el Almirante y los notables
arquitectos españoles escogieran un lugar como ese para la pesadas
edificaciones que desafiaron siglos con
sus piedras monumentales. Yo no he hecho estudios sobre esto;
no es más que un racionamiento particular y obra de dediciones. El mar puede ser
que estuviera hace siglos por
ahí, pues aún hoy se encuentran rocas y
vegetales petrificados propios de fondos
marinos, por las Tembladera quizás se
originaron como dijo Manuel Ubaldo
Gómez. ( Nota, de Ubaldo Solís. Luis Ml. Despradel, hace referencia en estos a
lo escrito por el Dr., Narciso Alberty Bosch, en su obra, Apuntes Para la Prehistoria de
Quisqueya, obra Ilustradas, Tomo Primero, Geología y Parte Descriptiva,
publicada en 1912, Imprenta El Progreso, La Vega
En un higo silvestre que
existió, y que aún ahora renueva sus ramas afincando sus raíces
sobre unos paredones caídos; parte del campanario de la catedral; había una vez
una campana de bronce de más de un pie de altura y otro tanto de diámetro en el bocel. Tenía una inscripción:
F-I (iníciales de los reyes católicos de de Fernando e Isabel de un lado: y del
otro el arcángel San Miguel con el
demonio a su pies. Esta campana la buscó inútilmente el padre
Dionisio de Moya, quien hizo quemar el higo creyendo que había
cubierto en su seno la campana.
Dicha campana antes de la infructuosa búsqueda del sacerdote fue regalada a Don Gregorio Riva que a su vez
la regaló al escritor don Manuel de Js. Galván, el ilustre autor de
´´Enriquillo´´, para que escribiera algo
acerca de la ´´ campana del higo´´. Galván a su vez se la obsequió al padre Francisco X. Billini.
Después de la muerte del padre Billini sus herederos prestaron la famosa
campana a Mr. Curtis, delegado del Gobierno
de los Estados Unidos, para ser exhibida
en una exposición de Chicago. En
Chicago quedó o sabe Dios dónde, ´´ la campana del higo´´
Santos, Azulejos, Metales,
Ladrillos
En la iglesia parroquial de La Vega y en la del Santo Cerro
hay objeto de plata y azulejos provenientes de la antigua ciudad. En la misma
iglesia de La Vega ,
actualmente hay dos santos pintados al
óleo que provienen de la
Catedral de La Vega Antigua. Uno llamado ´´ Piedad´´ y otro con
una imagen de Nuestra Señora de la
Antigua , patrona de las dos Vegas. En la iglesia de San
Antonio está la imagen de San Sebastián en una estatuilla que perteneció al
Colegio Padre Las Casas.
En 1881 ´´ el utilitarismo
abatió el campanario de la catedral y sus ladrillos y azulejos fueron
utilizados por ele maestro Onofre de Lora
en la construcción de la actual iglesia del Santo Cerro´´.
Lorenzo Despradel (Muley) en un
folleto, se lamentaba del descuido de los veganos de hace algunos años, que
comían indolentemente, panes quemados en hornos construidos con los venerados
ladrillos de las ruinas de la primera Vega
De aquella ciudad ya sólo queda…
De la Catedral queda un paredón
con el comienzo de un arco de una puerta
en su parte superior. De lo que fue el campanario hay un gran muro derribado con u n higo
parásito en sus ladrillos junto a un
sembradío de tabaco, tabaco que cuando la conquista, quizás, en esas mismas tierras de Maguá asombró la vista
de los españoles al ver fumar los indios por primera vez. Fumar: el primer aporte del indígena quisqueyano a la civilización.
Más al norte, en un pequeño cuadro de terreno cercado de mayas, está la base
circular de una de las cuatro torres de la Fortaleza la Concepción, con sus seis aberturas en forma de cruz abiertas por
dentro en una bóveda abocinada, en la pared de la torre como ocho pies de espesor, desde donde los soldados disparaban sus
arcabuces a los indios cuando la
desesperación y el mal trato los hicieron rebelarse, en raros
momentos de belicosidad.
Hay muros hundidos, y paredes
dispersas entres conucos y entres montes de dadillos. Por ahí mismo siguiendo
el camino desde la torre del fuerte está al oeste de la catedral en ruinas un aljibe: depósito del acueducto que llevaba
por canales de piedra el agua abastecedora de la gran ciudad. Hasta hace poco,
los campesinos simples, de ahí tomaban
el agua, de allí regaban la tranquilidad
próspera de sus conucos. Aún hoy cerca
estuvo edificada la ciudad de los orgullos, del oro y de los blasones
españoles! El sitio así se llama hoy: El Aljibe.( nota es bueno señalar que este el Dr. Luís Manuel Despradel, escribió
este trabajo, en abril del 1952, y
desde esta hecha hasta el día de hoy las cosas con relación a las ruinas de la Vega Vieja , han
cambiando mucho, la depredación, la falta de conciencia de los ciudadanos, el
menosprecios de las autoridades veganas pasadas y presentes por la preservación
de estos legado historio único en América con estas características,
por ser la primera educaciones hecha por los colonizadores españoles, hacen
que las descripciones hecha por
el historiador vegano, sean hoy
diferentes, pero una diferencia en sentido
contrario de retraso que dicen
mucho de nuestro apego a las tradiciones y a nuestro legado histórico, U.
Solís)
I por otros estrechos caminos,
ahora al este, se llega a una hondonada, cruce de caminos reales, donde hay miles de ladrillos enteros y en
fragmentos: ahí estaban los tejares, los hornos que suministraban los ladrillos
de las altivas construcciones veganas. El sitio por amor a la tradición aún se
llama: Los Hornos ( nota, sobre los ladrillos, la
manos destructoras e ignorantes arrasaron con todos, nada queda hoy día solo pequeños escombros, todo los
destruyeron, U. Solís
I eso es todo. Las buenas
gentes dicen que entre todas esas ruinas hay muchas
riquezas enterradas. Puede ser que
haya riqueza, pero no en la cantidad que
cree la imaginación popular si se
recuerda que cuando el terremoto destruyo La Vega ésta
era una ciudad simi abandonada y apuradamente pobre.,( nota. Hay riqueza pero no la riqueza que se imagina la
gente, es la riqueza de nuestra historia, de lo que fueron nuestros ancestro, la
lucha del aborigen explotado, los signos de opresión y crueldad de
nuestra razas, es la riquezas que
puede ser encontrada en las ruinas de la ciudad de la Concepción de La Vega. U. Solís)
En colecciones particulares se
ha visto monedas de cobre, de oro, de plata, alhajas, utensilios de uso común y
un estribo que he visto de plata en las manos, hecho de plata, con una inscripción que parece haber sido del
Almirante Cristóbal Colón, o, al menos fabricado para él. En la Iglesia de La Vega , hay
muchos objetos de plata provenientes de la antigua catedral (nota.
Luis Ml. Despradel, apunta de manera
sutil el saqueo de las riquezas de la antigua
ciudad de La Vega ,
es realmente cierto, coleccionista
nativos y extranjeros tienen en su poder más del 70% de los tesoros
arqueológicos del este pueblo dominicano, pero
lamentablemente los veganos nos tenemos
historia, la hemos hachado por la
borda, la hemos despreciado, no le interesas a las autoridades
pasadas y presentes porque esto no es
materia de la politiquería barata, ya que
n o producen voto, así estamos
culturalmente con una clase
política ignorante, sin ningún
sentido de su responsabilidad histórica, y una clase intelectual que vive en el aire, solo le interesa las
lisonjas del poder, mendigo de su intelecto, salvo algunos figura que como el
quijote pelean con los molino de la monstruosidad de la ignorancia, La Catedral
de La Concepción
de La Vega ,
alberga muy poco conocido por la
generalidad de las personas, una gran
riquezas de piezas, objetos y otros
cosas de la Vega Vieja ,
pero éstos objetos valiosísimos no se
pueden mostrar, donde, no hay un lugar en la ciudad para
que ellos puedan estar y ser
objeto de la contemplación y la admiración de los visitantes nacionales y
extranjeros, por la
incapacidad, la desidia, la falta de
conciencia del valor histórico
de este pueblo, de sus autoridades n propiciar la instalación de un
archivo y museo histórico de La Vega. U. Solís)
Piedras: escondidas en la
alfombra de hojas de cacaotal adentro,
piedra: junto al tabaco verde y bien
cuidado; paredones y soledad entre las
cercas agresivas de las mayas punzantes.
Verdor, sombras piedra y
leyendas; es todo lo que queda. I en la
noche silente que se duerme en las
ruinas; vuelos de luciérnagas, granizada
de oro en las alas, remedos del viejo oro que creció en las entrañas de esa mismas tierra, del viejo oro de La Vega antigua, del oro que
volé en las alas de la
Ambición y del tiempo.
Es en éste último párrafo del
autor de este magnifico trabajo del Dr. Luis Ml. Despradel, que hace un llamado a
la redención, de la historia de La
Vega , que aún escrito en 1952, permanece con actual vigencia , diremos hoy más que nunca.
Cuando dice ´´ aquí reunidos
pidamos al Ayuntamiento Vegano que en las ruinas se haga un local en
cual se aloje un museo que recoja las piezas de La Vega , que andan
dispersas (monedas, alhajas, documentos, metales, objetos de ladrillos,
cuadros etc.), para que puedan decir
como era, cual era la historia, y la cultura de la vieja grande ciudad destruida. Donde haya un personal especializado encargado de
practicar excavaciones y reconstruir la
ciudad. Que se consigne planos,
mapas, etc. Y todas las bibliografías para que el visitante, el estudioso y el
turista puedan tener idea cabal del
significado de esas piedras. Para
tal petición la época se propicia pues existe en nuestro país. .
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