“El Materialismo Histórico y Dialéctico aplicado al proceso de “hominización”, el surgimiento de las clases sociales y la civilización”
Escrito por:
David García Colin
http://www.militante.org/node/299
Introducción
Sin
duda uno de los procesos más impresionantes del universo es la
transformación de la materia inorgánica en vida, de vida en conciencia;
pero sobre todo las condiciones materiales para la transformación de la
conciencia animal en pensamiento humano y la relación de éste con la
transformación social del medio natural en cultura humana y, llegados a
un punto crítico: el surgimiento de la civilización y su inseparable compañero: los antagonismos de clase.
Hoy, gracias al desarrollo de la ciencia,
vinculada al desarrollo de las fuerzas productivas impulsadas por el
desarrollo del capitalismo, tenemos ya un bosquejo general de ese
increíble y apasionante proceso. Por sí mismo los resultados de la
ciencia constituyen una confirmación de la visión materialista del
mundo. Si bien la ciencia nos proporciona, en éste terreno como en
otros, la materia prima para el pensamiento con una gran cantidad de
descubrimiento que involucran disciplinas como la biología, la genética,
la antropología, la arqueología, etc; a la filosofía le queda la tarea
de la interpretación, la deducción de leyes del desarrollo y la
extracción de conclusiones generales. Sin duda la ciencia sin filosofía
se torna ciega y la filosofía sin ciencia se vuelve metafísica.
El
materialismo dialéctico es el método del marxismo, representa una
concepción general dl mundo que afirma que el universo, la sociedad y su
reflejo: el pensamiento se encuentran en un proceso interminable de
cambio a través de saltos bruscos y repentinos por medio de
contradicciones, desarrollando una tendencia general hacia la
complejidad progresiva. El materialismo histórico
no es más que la aplicación del pensamiento dialéctico al estudio de la
historia. La tesis fundamental del materialismo histórico la explica
Marx en su célebre pasaje de
la Introducción a la Crítica de la Economía Política diciendo que “en la producción social de su vida, los hombres contraen determinadas relaciones necesarias e independientes de su voluntad, relaciones de producción, que corresponden a una determinada fase de desarrollo de sus fuerzas productivas materiales. El conjunto de estas relaciones de producción forman la estructura económica de la sociedad, la base real sobre la que se levanta la estructura jurídica y política y a la que corresponden determinadas formas de conciencia social. El modo de producción de la vida material condiciona el proceso de la vida social, política y espiritual en general. No es la conciencia del hombre la que determina sus ser, sino, por el contrario, el ser social es lo que determina su conciencia. Al llegar a una determinada fase de desarrollo, las fuerzas productivas materiales de la sociedad entran en contradicción con las relaciones de producción existentes, o, lo que no es más que la expresión jurídica de esto con las relaciones de propiedad dentro de las cuales se han desenvuelto hasta allí. De formas de desarrollo de las fuerzas productivas, estas relaciones se convierten en trabas suyas. Y se abre así una época de revolución social. Al cambiar la base económica, se revoluciona, más o menos rápidamente, toda la inmensa superestructura erigida sobre ella”[1]. El objeto de estudio del “Materialismo histórico” es, pues, la historia humana desde el punto de vista de sus leyes inmanentes.
la Introducción a la Crítica de la Economía Política diciendo que “en la producción social de su vida, los hombres contraen determinadas relaciones necesarias e independientes de su voluntad, relaciones de producción, que corresponden a una determinada fase de desarrollo de sus fuerzas productivas materiales. El conjunto de estas relaciones de producción forman la estructura económica de la sociedad, la base real sobre la que se levanta la estructura jurídica y política y a la que corresponden determinadas formas de conciencia social. El modo de producción de la vida material condiciona el proceso de la vida social, política y espiritual en general. No es la conciencia del hombre la que determina sus ser, sino, por el contrario, el ser social es lo que determina su conciencia. Al llegar a una determinada fase de desarrollo, las fuerzas productivas materiales de la sociedad entran en contradicción con las relaciones de producción existentes, o, lo que no es más que la expresión jurídica de esto con las relaciones de propiedad dentro de las cuales se han desenvuelto hasta allí. De formas de desarrollo de las fuerzas productivas, estas relaciones se convierten en trabas suyas. Y se abre así una época de revolución social. Al cambiar la base económica, se revoluciona, más o menos rápidamente, toda la inmensa superestructura erigida sobre ella”[1]. El objeto de estudio del “Materialismo histórico” es, pues, la historia humana desde el punto de vista de sus leyes inmanentes.
De
acuerdo con esta concepción de la historia la explicación del proceso
histórico se encuentra en la producción y reproducción de la vida,
reproducción basada, por un lado, en la reproducción sexual de la
especie y, por el otro, en la producción de los medios de vida por medio
de la producción de herramientas. Para que el ser humano pueda estar en
condiciones de hacer historia primero debe estar en condiciones de
poder vivir; para vivir necesita alimentarse, vestirse y producirse las
herramientas necesarias para ello; pero el hombre no es un ser abstracto
y genérico sino que es un ser concreto y social que al producir su vida
establece relaciones de producción determinadas por el grado de
evolución de sus fuerzas productivas. Así por ejemplo los instrumentos
de “la edad de piedra”, determinan relaciones sociales igualitarias en
virtud de la limitada productividad del trabajo humano y la naturaleza
de su producto. La invención de la agricultura y la ganadería determinan
un cambio en las relaciones sociales y la división social del trabajo
(surgimiento de las clases sociales) en virtud de la producción de un
excedente por encima de las necesidades básicas. El surgimiento de la
agricultura intensiva por medio de sistemas de regadío determinan el
surgimiento de lo que Marx llamaba “despotismo asiático” en virtud del
cual una casta privilegiada por medio de un estado centralizado
reclutaba a un ejército de hombres en la construcción de empresas
estatales. En ciertas condiciones la existencia de estamentos
privilegiados decantaba en el surgimiento de la esclavitud como modo de
producción dominante (la existencia de condiciones privilegiadas para el
comercio marítimo en el Mediterráneo posibilitaron el que la mano de
obra esclava fuera una mercancía abundante que se volviera una relación
social predominante en estados como el Fenicio, Griego y Romano). La
extensión de la producción agrícola (más extensivas que intensivas) a
niveles sin precedentes durante el periodo romano determinó las
condiciones para el surgimiento del feudalismo: la existencia de señores
feudales y ciervos atados a la tierra y obligado a pagar
tributo. La circunnavegación de África y el descubrimiento de América
dio un impulso al comercio desarrollando las ciudades y una nueva clase
social que basaba su poder en nuevas fuerzas productivas –burguesía- (
proceso que parte desde los gremios feudales y su estructura artesanal,
hasta la manufactura y la gran industria moderna). En cada uno de estos
casos observamos una revolución en las relaciones de producción en
función del desarrollo de la ciencia y la técnica. Ésta base material de
la sociedad determina la superestructura ideológica e institucional de
la sociedad (Estado e ideología). La ciencia va evolucionando dentro de
la estructura de ciertas relaciones de producción y de ciertos reflejos
ideológicos y instituciones encargadas de mantener el status quo (un
sistema socioeconómico dado), el desarrollo gradual de las fuerzas
productivas llega a un punto crítico en el cual dicho desarrollo entra
en contradicción con las relaciones de producción, la ideología
dominante y las instituciones vigentes; entonces surge un periodo de
revolución social que determina el surgimiento de nuevas ideas que
indican el preludio de un nuevo y más progresivo modo de producción en
donde se ponen a tono la superestructura con las fuerzas productivas. La revolución neolítica, el surgimiento de las primeras civilizaciones, el colapso del imperio romano, la Revolución Francesa,
etc; son la expresión de que las relaciones sociales anteriores habían
entrado en contradicción con el desarrollo de las fuerzas productivas,
esa contradicción es resuelta por medio de una serie de revoluciones
sociales que ponen más o menos en armonía las relaciones sociales, la
superestructura institucional y la ideología (que había germinado en el
seno de la ideología anterior ahora caduca) con dichas fuerzas
productivas.
De
hecho, de manera implícita o explícita, esta es la forma en que la
antropología moderna se aproxima al desarrollo histórico que va del mono
al hombre. Incluso aunque el antropólogo tenga una concepción idealista
o postmoderna de la historia (Boasianos o particularistas históricos)
opera el 90% de los casos con una clasificación de la historia que se
basa en una concepción materialista de ésta. De
manera muy simplificada, con el objetivo de poner de relieve la óptica
correcta del marxismo, podemos decir que la historia del surgimiento
humano se comprende en relación con las revoluciones tecnológicas que
transforman al mono en hombre. Desde hace unos 6 millones de años,
cuando aparece el Australopithecus, hasta hace unos dos millones de años
dominan las leyes de la biología para explicar el comportamiento y la
vida de estos ancestros nuestros, sin embargo, su transformación hacia
la ruta humana se debe, fundamentalmente, a la fabricación de
herramientas posibilitadas por la liberación de la mano y la postura
bípeda; el género homo se define por su relativa independencia de pautas
biológicas a favor de patrones culturales determinados por la base
material de producción, especialmente por su capacidad de fabricar
herramientas específicas; el primer paso que nos separa del reino animal
se dio con las primeras herramientas de piedra (conocidas como técnica
olduvaiense) que fueron legadas por el homo habilis hace unos dos
millones de años; la interacción entre el hombre y sus fuerzas
productivas, por un lado, y la naturaleza cambiante por el otro, nos
lleva, con el homo erectus y el homo ergaster, al siguiente salto hace
poco más de un millón de años con una tecnología superior (tecnología
acheliense) y con la domesticación del fuego; hasta este punto lo más
probable es que las fuerzas productivas obligaran a estos hombres
prehistóricos a ser carroñeros más que cazadores constituyendo el
periodo histórico conocido como paleolítico inferior o fase inferior del
salvajismo; las mismas contradicciones que nos llevan del habilis al
erectus nos llevan del erectus al los sapiens-arcáicos, especialmente al
neandertal (hace unos 300 mil años), los cuales con una tecnología
superior (conocida como técnica levalloisiense o musteriense) comienzan a
demostrar una capacidad de simbolización y abstracción propiamente
humanos y, específicamente con los neandertales, la capacidad de
conquistar los climas helados de la última glaciación y a la caza de
presas mayores como los enormes mamuts, abriendo el paleolítico medio o
fase media del salvajismo; el final de la glaciación (fin del
pleistoceno) somete a prueba a estor protohumanos de los cuales surge
triunfante el sapiens-sapiens que ya había surgido y cohabitado con las
sapiens arcáicos hace más de 100 mil años demostrando una capacidad de
adaptación tecnológica con la que no contaban las otras especies
humanas. Es nuestra propia especie la que da el gran salto cultural hace
unos 40 mil años durante el apogeo del comunismo primitivo y con el
surgimiento de una diversidad tecnológica sin precedentes que muestra
todo el potencial del modo de producción comunista de la edad de piedra
significando el paleolítico superior o fase superior del salvajismo;
esplendor bruscamente interrumpido, hace unos 13 mil años, por el corto
periodo mesolítico que prepara finalmente a la trascendental revolución
neolítica hace unos 12 mil años donde entramos al periodo conocido como
barbarie.
El
surgimiento de las clases sociales y, posteriormente, el estado
(fenómeno conocido como civilización) nos muestra, por otro lado, un
punto de inflexión decisivo impulsado por primera vez hace unos 12 mil
años fundamentalmente por con la llamada “revolución neolítica” o el
surgimiento de la agricultura y la ganadería. Éste salto brusco en la
historia nos muestra de manera muy clara y diáfana el papel del
desarrollo de las fuerzas productivas en la transformación de las
relaciones sociales y del conjunto de la superestructura social;
representa una de las confirmaciones más espectaculares de las ideas
fundamentales del materialismo histórico. Este salto resulta clave pues
se puede estudiar de una forma “químicamente pura” el surgimiento de las
clases sociales con todas sus repercusiones en todos los aspectos de la
cultura; proceso que comienza con el surgimiento de jefaturas y
termina, hace unos 6 mil anos, con el surgimiento de un monstruo llamado
estado, y con éste nace la escritura, la arquitectura, la filosofía, la
astronomía, la religión y el papel que en todo ello jugó el desarrollo
de las fuerzas productivas. En suma la historia del proceso que nos
lleva del mono al hombre resulta un proceso dialéctico: un desarrollo en
espiral lleno de tensiones o contradicciones que son superadas
dolorosamente con nuevas revoluciones, que presenta una gráfica que
tiene ascensos bruscos que superan cambios acumulativos así como caídas
abruptas y, sin embargo, presenta una tendencia general hacia un aumento
progresivo del control de hombre frente a la naturaleza y cuya
constante es la transformación gradual interrumpida por asombrosas
revoluciones; proceso que ratifica de una manera asombrosa las tesis
centrales del materialismo histórico.
Con
esta perspectiva resulta apasionante determinar el salto dialéctico en
donde las leyes de la evolución biológica quedan subsumidas por las
leyes de la evolución histórica, es decir, el punto crítico en donde se
puede legítimamente hablar de historia humana en lugar de evolución
natural. La historia humana – si bien convencionalmente se divide a la
historia en periodo prehistórico e histórico, es claro que aquí nos
referimos a historia en el sentido amplio- existe desde que los
homínidos fueron capaces de transformar de manera más o menos conciente
su propio entorno y con ello transformarse a sí mismos y sus relaciones
sociales (creando cultura, lenguaje, arte, eventualmente instituciones
estatales, etc)[2];
la fabricación de herramientas, la transformación social del hombre en
conjunto son sus herramientas (conjunto llamado fuerzas productivas)
constituye la clave de la historia humana porque es el factor decisivo
que nos diferencia del resto del reino animal y nos sitúa en el terreno
de la sociedad humana: una realidad cambiante que no depende de las
leyes de la biología sino de las leyes objetivas de la historia; leyes
descubiertas por Marx y Engels. Si bien es cierto que sería absurdo
estudiar mediante el materialismo histórico a los primeros homínidos
(los “Australopitecinos”), en el estudio su surgimiento y desarrollo
dialécticos se encuentran las claves de la presión evolutiva hacia el
crecimiento del cerebro y la ruta que nos lleva del “mono” al hombre;
los elementos que nos conducen, pues, de la evolución biológica a la
historia humana se encuentran en germen en éstos antepasados de cerca de
6 millones de años de antigüedad, en ellos se encuentran las claves del
surgimiento de la historia (objeto del materialismo histórico): la
locomoción bípeda y una mano estructuralmente capaz de fabricar
herramientas.
Este
estudio nos dará elementos para determinar la “esencia” del ser humano o
su propia especificidad confirmando la óptica marxista del tema.
Nuestra esencia esta en la capacidad de transformar socialmente nuestro
entorno, nuestras relaciones sociales y a nosotros mismos por medio del
desarrollo de herramientas, en supeditar a la naturaleza a nuestras
propias relaciones sociales objetivas que reflejan el desarrollo de la
fuerzas productivas, un desarrollo que no depende esencialmente de la
subjetividad humana, sino que, al contrario, refleja e interactúa
dialécticamente con su base material. Se trata de una esencia cambiante,
histórica, concreta. No existe una esencia metafísica, inmutable,
separada de el desenvolvimiento histórico humano; paradójica y
dialéctimente la esencia humana permanece cambiando, su esencia esta en
el cambio o más precisamente en la transformación del medio por el
hombre, por medio de la creación y transformación de ciencia y
tecnología y gracias e ello la transformación del hombre en sus
relaciones sociales, física e intelectualmente.
Este
estudio mostrará la pertinencia y la vigencia del marxismo y sus
principales categorías en el análisis del surgimiento de la humanidad y
la civilización. Se trata del estudio de un proceso que involucra la
validez de los aspectos fundamentales del marxismo tanto en lo que
respecta a su base filosófica (materialismo dialéctico) como a muchos de
las derivaciones de su aplicación a la historia (materialismo
histórico) como es la teoría de la lucha de clases, el significado y el
papel del estado, la relativa dependencia de la superestructura con
respecto a su base (infraestructura); así como a lo que el mismo
surgimiento de la humanidad nos tiene que decir, a la luz de la teoría
marxista, con respecto a la esencia misma del hombre, su peculiaridad y
lo que todo ello nos sugiere con respecto a los males y las esperanzas
de nuestro tiempo y las expectativas de un mundo mejor.
¿Existe progreso en la historia?
El
estudio de la hominización, el surgimiento de las clases sociales y la
civilización pone en evidencia que la historia no es un proceso azaroso o
caprichoso, sino que tiene leyes que determinan su desarrollo, que
determinados resultados son más posibles que otros tomando en cuenta la
producción material de la vida y que condiciones productivas similares
dan como resultado estructuras sociales, instituciones e ideologías
similares. Y dialécticamente cada fenómeno convergente (por ejemplo la
existencia de sociedades de despotismo asiático que se refleja en la
construcción de pirámides en sociedades sin ningún tipo de contacto)
tiene sus propias peculiaridades. En otras palabras la historia es un
proceso convergente y divergente al mismo tiempo pero tanto la
divergencia como la convergencia pueden ser comprendidas de manera
científica si somos capaces de descubrir los procesos materiales que las
determinan. Al mismo tiempo la sucesión de
diferentes modos de producción que se condicionan dialécticamente
expresa un desarrollo progresivo en cuanto a la productividad del
trabajo y el desarrollo de la ciencia y la técnica.
La
idea de que existen sociedades más progresivas que otras encuentra
resistencia entre la escuela del particularismo histórico y la tendencia
relativista del “pluriculturalismo”, se afirma que toda cultura es tan
valiosa como cualquier otra y que es imposible, además de retrógrado,
hablar de superioridad de las culturas. Afirmar que una cultura es más
elevada que otra es menospreciar la cultura, etnocentrismo, ignorar la
diversidad cultural y favorece la opresión y desaparición de culturas
diferentes a la nuestra. Sin embargo estas objeciones se basan en un
malentendido (basado en una profunda diferencia de metodología) cuando
se orientan contra la visión marxista de la historia.
Los
marxistas no estudiamos a la historia desde un punto de vista
sentimental o de aprecio abstracto. Podemos compartir con el
“multiculturalismo” la opinión de que toda cultura, cada pueblo tiene
elementos valiosos sin negar el hecho de que existe un desarrollo
progresivo de la historia. Nuestra valoración de las culturas humanas no
es abstracto como en el caso de los multiculturalistas porque, a
diferencia de éstos, nosotros sabemos que la cultura de cada sociedad
determinada está muy lejos de ser homogénea y que, por el contrario, se
encuentra dividida por contradicciones que reflejan intereses de clase,
que la cultura dominante, aún cuando contenga elementos valiosos que se
heredan a sistemas socioeconómicos más progresivos, es la cultura de la
clase dominante. Compartimos
la preocupación por la opresión y el etnocidio que produce la sociedad
contemporánea –el marxismo tiene como objetivo la emancipación de los
trabajadores-; pero comprendemos que la opresión y la desaparición de
las culturas ancestrales se basa en la naturaleza misma del capitalismo y
que la solución de éste problema está en la lucha contra el modo de
producción capitalista y la lucha por el socialismo: un modo de
producción que posibilitaría la autodeterminación de los pueblos y la
preservación y cultivo de los elementos valiosos de la cultura
universal. Lamentablemente los “multiculturalistas”, ni mucho menos los
boasianos (cuya teoría desarrollada por Franz Boas nació como reacción
contra la teoría marxista de la historia), ven la vinculación entre la
autodeterminación de los pueblos con la lucha por el socialismo. Tanto
el multiculturalismo como el particularismo histórico son teorías que
tienen como consecuencia práctica la imposibilidad de comprender de
manera científica a la historia y, consecuentemente, no están en
posibilidad de ofrecer una alternativa. En verdad los pueblos oprimidos
no ganan en autodeterminación ni un milímetro por el hecho de que en las
academias se afirme la diversidad abstracta de las culturas; incluso
esa diversidad que los multiculturalistas defienden incluye la
“diversidad” de clase, disfraza la explotación bajo la máscara de la
diversidad y la tolerancia; no se trata más que de una vacua abstracción
que intenta ocultar la opresión concreta y que los oprimidos sean
tolerantes con la explotación. El “particularismo histórico” de Boas y
Margaret Mead confiesa explícitamente la imposibilidad de encontrar
leyes históricas dejando en su lugar la recopilación, muchas veces
valiosa, pero por sí misma estéril y siempre ocultando premisas teóricas
que determinan la recopilación de hechos.
¿En
donde radica el factor determinante que nos permite hablar de progreso
en la historia?. Si nosotros tratamos de avaluar el progreso en términos
morales o subjetivos no saldríamos de la arbitrariedad y los gustos y
prejuicios del intérprete; esta vía justificaría plenamente la posición
relativista y abstracta de los multiculturalistas. Si comparáramos desde
el punto de vista de la moral abstracta a las sociedades preestatales,
como los bosquimanos, con la moderna sociedad capitalista, ésta última
no saldría muy bien parada; mientras que probablemente nos inclinaríamos
por la libertad, la igualdad y la fraternidad si comparáramos estos
valores abstractos de la revolución francesa con la moral monástica del
feudalismo (un monje quizá opinaría diferente). Con este criterio no
iríamos más allá de las frases de catecismo y la historia moralizante.
Si evaluáramos el progreso historia desde el punto de vista de los
logros estéticos habría tantas opiniones como gustos tenga el
observador: qué es más valioso ¿la pinturas rupestres de Francia y
España o la pintura bizantina del Medievo?, ¿la estructuras megalíticas
de Stoneheinge o la pirámides de Egipto?. A su manera todos estos logros
estéticos y arquitectónicos marcan cumbres en la capacidad estética del
ser humano.
No
obstante, la cosa cambia si evaluamos el progreso en términos
materialistas, es decir, desde el punto de vista del control, que un
modo de producción determinado, da a los hombres sobre la naturaleza; es
decir, desde el punto de vista del desarrollo de las fuerzas
productivas y la capacidad de estas para desarrollar la productividad
del trabajo; este criterio no es arbitrario porque refleja lo
específicamente humano: la producción de su vida por medio del trabajo y
la producción de herramientas. Desde éste punto de vista es claro que
el capitalismo, a pesar de su moral individualista y egoísta, es
infinitamente superior al comunismo primitivo en sus fuerza productivas y
por tanto, en la productividad del trabajo humano. La superioridad de
un modo de producción con respecto a otro se refleja en el aumento
absoluto de la población, en la progresiva división del trabajo, en la
agricultura intensiva, en el desarrollo del comercio, en la extensión e
intensidad de la producción. Ello se refleja en términos ideológicos en
fenómenos como el surgimiento de nuevas ramas del saber: en el
surgimiento de la filosofía y la ciencia, en el surgimiento de la
religión a partir del pensamiento mágico, en el surgimiento de la
ciencia a partir de la religión. En última instancia la sucesión de
diversos modos de producción hasta llegar al modo de producción
capitalista prepara las fuerzas productivas que posibilitan las
condiciones materiales para la abolición de la sociedad de clases, la
abolición de la propiedad privada de los medios de producción y la
instauración de una sociedad sin clases basado en la superabundancia.
Será un regreso al comunismo primitivo sobre bases infinitamente
superiores. Al mismo tiempo que cada modo de
producción describe un desarrollo progresivo sobre en el control de los
hombres sobre la naturaleza este progreso está lejos de ser lineal e
incluso homogéneo en cuanto observamos sus consecuencias en la
superestructura social. Así la moral de la sociedad de clases parece una
caída (y desde un cierto punto de vista lo es) de la humanidad desde el
pedestal de la moral del comunismo primitivo, mientras que el
conocimiento de ciertos aspecto de la naturaleza avanza con el
desarrollo de las fuerzas productivas de la sociedad de clases ( por
otro lado un bosquimano observa más detalles de la naturaleza a simple
vista que ni el mismo Einstein sería capaz de detectar); la filosofía
griega aparece como un enorme paso adelante frente a el mito y la
religión de las sociedades de “despotismo asiático”; por otro lado la
situación de las masas trabajadoras no resulta
muy bien parada si la comparamos con la situación de relativa abundancia
del despegue cultural de hace cuarenta mil años (apogeo del comunismo
primitivo); pero dicho nivel de vida se queda corto si, a su vez, lo
comparamos con la riqueza en la que vivía la clase dominante romana. En
suma el progreso histórico es contradictorio y está lleno de contrastes,
no obstante desde el punto de vista decisivo y fundamental del
desarrollo de las fuerzas productivas el esclavismo es superior al
comunismo primitivo, es feudalismo al esclavismo, el capitalismo al
feudalismo y el verdadero socialismo lo será el comparación al decadente
sistema capitalista.
Australopitecinos: las condiciones materiales para la transformación del mono en hombre
“El
trabajo es la fuente de toda la riqueza, afirman los especialistas en
economía política” no dice Engels, “Pero es muchísimo más que eso. Es
fundamental y primera condición de toda existencia humana, y ello en tal
medida que, en cierto sentido, debemos decir que el trabajo creó al
hombre”. En realidad la antropología moderna ha confirmado esta tesis
fundamental para el materialismo histórico: el trabajo y la fabricación
de herramientas nos transformó en humanos, tal como se ven obligados a
aceptar, no sin cierta precaución, antropólogos que no pueden ser
acusados de ser marxistas: “el género homo es el primero en sufrir una
serie de transformaciones que probablemente se originaron con la
construcción de estas herramientas líticas: expansión del cerebro,
modificación de la pelvis femenina para acomodar fetos con mayor cerebro
y reducción del tamaño de los dientes, rostro y mandíbulas”[3].
Sin embargo, en el reino animal el hombre no es el único ser que
fabrica herramientas, una amplia gama de seres vivos las fabrican,
incluso –aunque parezca increíble- algunos insectos llegan a
fabricarlas: “la avispa Amophila urnaria aplana los laterales de su nido
con una piedrecita sujeta entre las mandíbulas. Las larvas de hormiga
león se colocan semienterradas en el fondo de sus trampas en forma de
embudo; con un movimiento brusco de la cabeza envían una lluvia de arena
contra los pobres bichos que tratan de huir por la empinada pared. Las
hormigas Myrmicene mojan pedacitos de madera y hojas en alimentos
viscosos, como miel, pulpa de frutas y fluidos orgánicos de presas,
esperan que las sustancias se adhieran o empapen la madera y regresan
con ella al hormiguero”[4].
Entonces,
¿Cuál es la diferencia entre el trabajo de los insectos y el trabajo
humano?, ¿porqué la nutria no se transformó en algo parecido al hombre
si ella utiliza una roca como herramienta para abrir ostras?. La gran
diferencia es que los animales fabrican herramientas porque están
condicionados genéticamente para hacerlas, no pueden elegir actuar de
otra manera ni pueden adquirir nuevos conocimientos y heredarlos
mediante el aprendizaje a su descendencia; la avispa tiene un gen para
fabricar su curiosa herramienta de la misma
manera en que tiene un gen para tener alas. Mientras que en el hombre (y
en mucho menor medida nuestro primo el chimpancé) las fabricación de
herramientas se convierte en un proceso cultural que no se hereda
genéticamente sino que se aprende, evoluciona y se transforma
progresivamente subordinando a la naturaleza, los instintos y los genes.
La fabricación de herramientas crea historia y transforma física y
socialmente al hombre mientras que la nutria no se ha transformado, ni
se transformará en un ser más inteligente por el hecho de romper ostras
con una piedra; en la nutria esa actividad no marca un salto cualitativo
fundamentalmente porque no forma parte esencial de su modo de
sobrevivir. La fabricación de herramientas por el hombre, dadas las
características estructurales de la mano humana y su carácter social,
implica y genera una capacidad de abstracción, previsión y
generalización que no necesita la nutria ni mucho menos la avispa para
hacer sus herramientas; tampoco esta en condiciones de generar ese
potencial. Incluso la fabricación de herramientas por un chimpancé es
cualitativamente superior a la de la nutria, el chimpancé aprende y no
esta condicionado genéticamente para hacerlas, incluso encontramos
variantes “culturales” de fabricación de herramientas entre chimpancés
de diferentes regiones; algunos chimpancés, por ejemplo, son capaces de
utilizar una rama sin hojas para capturar termitas, utilizan hojarasca
como espoja para beber agua; tienen una cultura muy rudimentaria
(algunos simios tienen la tradición de limpiar su alimento con el agua
de mar). Incluso aquí encontramos una diferencia cualitativa entre el
simio y el hombre; los simios no tienen necesidad de fabricar
herramientas de manera habitual para sobrevivir porque, en condiciones
normales, pueden obtener todo lo que requieren directamente de su
entorno natural; sólo en condiciones límite y de una manera muy
rudimentaria nuestros primos fabrican herramientas. Por el contrario la
fabricación de herramientas por el hombre es una actividad esencial sin
la cual el ser humano no podría sobrevivir; esta actividad es el factor
que, en última instancia, determina su evolución histórica e incluso su
transformación física. ¡Por ello ningún chimpancé ha generado la
capacidad de escribir poesía, esculpir El David de Miguel Ángel ni tener
la capacidad lingüística de los seres humanos¡.
El comportamiento de los chimpancés resulta relevante porque nos da una
idea del punto de partida de la evolución humana. La prueba de que no
se requiere más que e cerebro de un chimpancé y encontrarse en una
situación límite para dar muestras de ingenió que superarían la
inteligencia de George Bush o la de algunos diputados la proporcionaron
unos chimpancés de un parque cercano a Atlanta quienes “partieron
grandes palos y los introdujeron en las grietas de una cerca de 6 metros.
Luego subieron por ellos, como los montañeros por la clavijas cuando
escalan una pared, y huyeron por arriba (…) Mi ejemplo favorito” dice
Marvin Harris “es el de los chimpancés que desarrollaron el hábito de
alumbrarse la cavidad bucal mediante una linterna para limpiarse los
dientes y la garganta con los dedos, mirándose en un espejo”[5].
Estos ejemplos asombrosos dan una idea de las proezas, en cuanto a
fabricación de herramientas, que pudieron lograr los australopithecus
dotados con el cerebro de un chimpancé y situados en un contexto que los
obligaba a fabricar herramientas. Lamentablemente para los chimpancés
no contaron con la motivación evolutiva que les permitiera salir del
reino animal. “el repertorio, relativamente breve, de conductas
tecnológicas observadas en estado natural no refleja falta de
inteligencia, sino falta de motivación. En estado natural, normalmente,
son capaces de satisfacer las necesidades cotidianas de un modo eficaz,
desde el punto de vista coste-beneficio, utilizando los recursos físicos
con los que les ha dotado la naturaleza”[6].
El primer homínido conocido (el Australopitecus Aferensis) del que se tiene
seguridad que fue completamente bípedo –el ardipithecus ramidus (4,4
millones de años) representa a una especie anterior que pudo haber sido
la primer especie homídida- seguramente fabricó hace 4 millones de años
herramientas rudimentarias (si bien ninguna que pudiera ser preservada y
estudiada por los antropólogos) de la misma forma que el chimpancé.
Pero había una pequeña gran diferencia entre los chimpancés y los
autralopitecus: los Australopitecinos: caminaban en dos píes. La
evidencia al respecto no sólo proviene de su estructura pélvica que no
deja lugar a dudas sino de un conmovedor conjunto de huellas preservadas
por la ceniza volcánica, tan antiguas como 3.5 a
8 millones de años, descubiertas en 1976 en Laetoli Tanzania. Se trata
de “(..) unas 70 o más huellas continuas de dos individuos, en una
distancia de unos 6 metros.
La evidencia más larga tiene cerca de 30 huellas de individuos
caminando sobre sus dos pies, con una postura y balance claramente
humanos. Una segunda huella es la de un individuo más pequeño que sigue
las huellas del primero. Las huellas parecen humanas por presentar un
arco bien definido, con la ausencia del pulgar divergente,
característico de los grandes simios”[7]
Estos
homínidos contaban con el potencial físico para la fabricación de
herramientas, ¡el cerebro de un chimpancé y la posición erecta era todo
lo que se necesitaba¡. A diferencia de los chimpancés, nuestros
ancestros Australopitecinos, estaban en un contexto ecológico que los
situaba en situación límite y que obligaba a realizar ese potencial y
fabricar herramientas con mucha más frecuencia que los chimpancés: los
bosques retrocedían y las sabanas avanzaban; en este contexto tanto el
bipedalismo como la fabricación de herramientas, estrechamente
vinculados, representaban una ventaja evolutiva para aprovechar recursos
alimenticios que se encontraban en la tierra, transportar primitivas
herramientas de madera y rocas para moler semillas, transportarse a
grandes distancias en espacios abiertos y detectar a potenciales
depredadores de manera similar a como lo hacen actualmente los suricatos
en África y quizá para regular la temperatura corporal al limitar la
superficie expuesta al sol y hacer más eficiente la sudoración corporal.
Las causas se convirtieron en efectos y los efectos en causas: la
posición erguida liberó la mano y facilitó la fabricación regular de
herramientas y con la fabricación de herramientas se fue desarrollando
la posición erguida; la diferencia entre manos y pies; la reducción de
tamaño de dientes rostro y mandíbulas y sobre todo las tendencias hacia
el crecimiento del cerebro, junto con la concomitante transformación de
la pelvis, en una muestras asombrosa de que al fabricar no fabricábamos
nosotros mismos: Engels ya había subrayado las implicaciones
revolucionarias de la posición erecta cuando señala que “la acción de
trepar asigna distintas funciones a las manos y los pies, y cuando su
modo de vida implica la locomoción en suelo llano, estos monos olvidaron
poco a poco la costumbre de usar la manos para caminar y adoptaron una
postura cada vez más erguida. Este fue el paso decisivo de la
transformación del mono en hombre”.
La
mano así liberada se transformó así misma al mismo tiempo que
modificaba su entorno y al propio Australopithecus creando el
instrumento de producción más increíble sobre la faz de la tierra: la
mano humana. “Así pues” nos señala Engels en una pasaje clásico que
conserva todo su valor después de más de 100 años de haber sido escrito
“la mano no es sólo el órgano del trabajo, sino también el producto del
trabajo. El trabajo, adaptación a operaciones siempre renovadas,
herencia de músculos, ligamentos y, a lo largo de prolongados periodos,
huesos que pasaron por un desarrollo especial y el siempre renovado
empleo de ese refinamiento heredado en operaciones nuevas, cada vez más
complicadas, otorgaron a la mano humana el alto grado de perfección
necesario para crear los cuadros de un Rafael, las estatuas de Thorwaldsen, la música de un paganini”[8].
Pero no sólo la mano es el producto del trabajo, sino, lo más
asombroso, el órgano que representa a la materia más altamente
organizada en el universo conocido, la materia que ha cobrado conciencia
de sí misma: el asombroso cerebro humano.
Resultó
una sorpresa cuando los antropólogos descubrieron que los
Australophitecus tuvieron el cerebro de un chimpancé (alrededor de 415
cc), ¡en realidad eran poco más que chimpancés erectos¡. “Sabemos por
medio del registro de fósiles que otros cambios
físicos importantes como la ampliación del tamaño del cerebro, la
modificación de la pelvis femenina para permitir el alumbramiento de
crías con mayor cerebro y la reducción de la cara, dientes y mandíbulas
no se produjeron hasta hace unos dos millones de años, tras la aparición
del bipedalismo. También pueden haberse producido en esa época otras
características humanas, como el aumento del tiempo de dependencia de
las crías jóvenes respecto de sus padres y el aumento de la ingesta de carne en la dieta habitual.”[9].
Desde el punto de vista materialista, sin embargo, esto es
perfectamente lógico y expresa lo que es propio de la humanidad y lo que
explica su surgimiento. Representa una confirmación brillante del
materialismo filosófico porque refuta la tesis idealista según la cual
la esencia del hombre y el motor principal en su surgimiento están en el
pensamiento; más bien al contrario lo que nos transformó en humanos y
lo que es específico del hombre se encuentra en la capacidad de
transformar el medio, transformación que se torna conciente conforme los
homínidos se van transformando a sí mismos –en vinculación con el medio
y las leyes de la selección natural- en hombres. No obstante conforme
la presión evolutiva, determinada por la fabricación de herramientas,
impulsaba el crecimiento del cerebro la relación dialéctica entre el
homínido y al medio ambiente comenzaba a convertirse en su contrario.
Con el género Homo presenciamos el comienzo de la dominación de la
naturaleza por el hombre y la supremacía de la cultura, y no las leyes
biológicas, para explicar el desarrollo humano. Es verdad lo que
explicaba Engels hace más de 150 años: ¡el trabajo convirtió al mono en
hombre¡.
A
pesar de éste comportamiento sin parangón en el reino animal nuestros
ancestros australopithecinos estaban sometidos aún como cualquier animal
a la naturaleza y a las leyes de la evolución biológica, los gérmenes
existentes de comportamiento cultural estaban subsumidos casi
completamente a la biología. Los cambios y el surgimiento de los
primeros homínidos –hasta el surgimiento del genero homo y
específicamente al Homo sapiens- estaban determinados por la dialéctica
de las leyes de Darwin y no las de Marx. No obstante lo que no sabían ni
podían saber nuestros viejos antecesores es que al fabricar
herramientas se transformarían radicalmente en algo muy diferente y
crearían algo desconocido hasta entonces: cultura y el inicio de la
maravillosa senda humana. Pero nos estamos adelantando demasiado. Con
los Australopithecinos aún estamos muy lejos del dominio de la
naturaleza. La prueba de ello es que “su
desaparición se ha atribuido a la crisis climática que se inició hace
unos 2,8 millones de años y que condujo a una desertificación de la
sabana con la consiguiente expansión de los ecosistemas abiertos,
esteparios”[10].
Acerca de las divisiones de la prehistoria
Dado
que con el género homo entramos, en sentido amplio, al terreno de la
historia humana es necesario aclarar la terminología usada para dividir
los periodos de la prehistoria (es decir al periodo anterior a la
civilización). Engels en su obra clásica “El
origen de la familia propiedad privada y el estado” recupera la división
de las etapas culturales de la prehistoria propuesta por el antropólogo
norteamericano Lewis H. Morgan - que utilizaron
antropólogos célebres como Gordon Childe- quien divide a ésta en
Salvajismo, Barbarie y Civilización, dividiendo las dos primeras en
periodos inferior, medio y superior.
La esencia del libro de Engels es mostrar retomando las partes
materialistas de Morgan (en realidad Morgan era filosóficamente
ecléctico y a veces atribuía el progreso histórico a la evolución de los
medios de subsistencia –la parte positiva y perdurable de su obra- como
a la selección natural de las ideas), con los datos científicos a su
disposición, que el desarrollo de las fuerzas productivas determina las
formas de la familia, el conjunto de relaciones sociales, las ideas
dominantes en una sociedad y el surgimiento del estado, es decir, la
confirmación del punto de vista del materialismo histórico. Por supuesto
que nuestra convicción es que los datos modernos justifican en mayor
medida la tesis central de Engels. Pero es necesario aclarar algunos
errores de bulto de las divisiones utilizadas por Morgan y Engels. Los
antropólogos modernos se refieren al periodo llamado por Morgan
salvajismo como paleolítico subdividiéndolo en edades líticas conocidas
como paleolítico inferior medio y superior (en un apartado posterior
veremos las divisiones de este último); agregando otra fase transitoria
al neolítico conocida como periodo mesolítico -sin equivalente en la
terminología de Morgan- inmediata anterior a la
revolución neolítica (conocida por Morgan como Barbarie). Podemos hacer
una conversión a la terminología adoptada por Engels (basada en Morgan),
sin embargo, es necesario considerar que las divisiones de Morgan
estaban asociadas a instrumentos de producción que, en ocasiones, no
corresponden en realidad a dichos periodos dada la información limitada
que poseían sobre el desarrollo de fuerzas productivas en periodos
prehistóricos. Por ejemplo Engels, retomando a Morgan, creía que en el
periodo medio del salvajismo se comenzó con el consumo de pescados,
crustáceos y otros animales acuáticos, además de la domesticación del
fuego; sin embargo, los datos actuales señalan que fue en el paleolítico
inferior (o periodo inferior del salvajismo según la terminología
Morgiana) donde se controló por primera vez el fuego hazaña lograda por
el homo Erectus (si bien aún existen dudas al respecto) y que una dieta
más orientada a pescados y otras fuentes fluviales se dio más bien en el
mesolítico (periodo que no encuentra correspondencia en la terminología
Morgiana); el periodo intermedio del salvajismo (paleolítico medio en
la terminología moderna) esta asociado con sapiens arcáicos como el
neandertal quien se alimentaba, según sabemos, por carne de presas
mayores más que de pescados[11].
Por supuesto que el punto de vista marxista no es refutado por la nueva
terminología, antes bien, al contrario ya que cada fase del paleolítico
esta asociada al desarrollo de las fuerzas productivas incluso
determinadas técnicas de fabricación determinan el paso de una etapa a
otra; en realidad el fondo de la visión marxista se fortalece con nuevas
evidencias y con una división más precisa y clara incluso en cuanto a
la terminología (hace referencia a la materia prima fundamental: la
piedra). En el presente trabajo utilizamos la terminología moderna y la
de Morgan como equivalentes.
Paleolítico inferior (periodo inferior del salvajismo)
Surgimiento del genero Homo, las primeras herramientas
Con
el surgimiento del Homo (hace aproximadamente 2 millones de años) –del
cual se han identificado al menos dos especies: homo habilis y homo
rudolfensis- presenciamos ya un crecimiento notable de la capacidad
cerebral (un promedio de 630cc) de 1/3 en realción con los
australopithecus, el Homo Habilis fue el primer homínido en fabricar
herramientas de piedra muy simples que pueden ser descritas como una piedra a la que se le “saca punta” en uno de sus extremos (tecnología
conocida como “olduvaiense”) que pudieron ser preservadas para el
estudio de los antropólogos. Representa una verdadera revolución, un
salto dialéctico hacia adelante en el árbol frondoso que conduce al homo
sapiens (o mejor dicho a las diversas especies de homo sapiens
anteriores al sapiens-sapiens) esta primitiva tecnología “olduvaiense”
–que expresa ya un muy limitado control sobre la naturaleza- no sufrió
cambios en alrededor de 300 o 400 mil años (hasta el surgimiento del
erectus), un periodo de tiempo largo si comparamos la evolución
histórica propia de los sapiens modernos pero un suspiro en términos
evolutivos. Esta lentitud, desde el punto de vista de la evolución
cultura,l en la evolución de las fuerzas productivas se puede explicar
porque el hábilis seguía estando sometido a la naturaleza- de hecho el
habilis combinaba muy probablemente la dieta de plantas, insectos y
pequeñas presas con la de carroñero oportunista ya que su tecnología le
impedía enfrentarse con presas mayores- y no a
las leyes de la historia; no obstante su supervivencia ya estaba
fuertemente vinculada a la fabricación de toscas herramientas de piedra
-con las que accedía a la médula de los huesos de animales muertos- y
con ello el comienzo de relaciones sociales que describen pautas
culturales.
Hemos
subrayado que la transformación de la naturaleza transforma las
relaciones sociales. El consumo de carne, mediante la caza de crías y
pequeñas presas, pudo jugar un papel muy importante en el desarrollo de
la socialización debido al carácter colectivo de la caza en contraste
con la recolección individual de plantas y semillas, aquí existe una
reacción en cadena que influye sobre aspectos aparentemente sin
relación; en lo relacionado al consumo de carne nuestros primos los
chimpancés son una prueba convincente de ello. “Generalmente, los
chimpancés cazan en grupo y comparten la presa con los demás. Si un
chimpancé no encuentra con quien juntarse abandonará la caza. Durante
todo el proceso de matar, distribuir y consumir las presas, muestran un
entusiasmo y un nivel de interacción social inusuales. Durante la caza,
entre tres y nueve chimpancés tratan de rodear la presa, moviéndose de
un lado a otro por espacio de una hora para cerrar las posibles vías de
escape (…) Los chimpancés sólo comparten de vez en cuando los alimentos
de origen vegetal, pero siempre comparten la carne, excepto si la presa
la captura un chimpancé solitario en la selva”[12]. Es seguro
que éste comportamiento haya estado mucho más presente en el habilis,
pero junto con una mayor ingesta de carne, producto de mejores
herramientas, el consumo de proteínas aumenta considerablemente
favoreciendo el desarrollo del cerebro “Con todo el debido respeto a los
vegetarianos” nos dice sarcásticamente Engels, “el hombre no pudo
surgir sin una dieta de carne, y si esta última, entre los pueblos que
conocemos, llevó en una u otra ocasión al canibalismo (..) ello carece
de importancia para nosotros en la actualidad”
La
fabricación de herramientas jugó un papel crucial en el impulso
evolutivo al favorecer el desarrollo de capacidades de abstracción,
previsión, etc; que requieren mayor capacidad cerebral;
en éste comportamiento sin precedentes en el reino animal se encuentra
parte de la explicación de porqué la evolución los impulsó tan
rápidamente al siguiente salto dialéctico de la senda humana. Como
señala Gordon Childe: “En la historia humana, los vestidos,
herramientas, armas y tradiciones, toman el lugar de las pieles, garras,
colmillos e instintos, para la búsqueda de alimento y abrigo. Las
costumbres y prohibiciones, condensando siglos de experiencia acumulada y
transmitida por la tradición social, ocupan el lugar de los instintos
heredados, facilitando la supervivencia de nuestra especie”[13].
Incluso podemos afirmar que la fabricación de herramientas va mucho más
allá, no sólo involucra su papel en la supervivencia, sino constituye
el elemento central que nos permite explicar la totalidad de la
estructura social y de los cambios que operan en ella, su desarrollo
cuantitativo nos lleva irremediablemente a que tarde o temprano se
presente una revolución que abre una nueva fase en el desarrollo de los
modos de producción -así como la acumulación de cambios genéticos nos
lleva tarde o temprano a el surgimiento de nuevas especies-.
Dialécticamente la mano posibilitó el trabajo,
éste creó la mano, ambos desarrollaron el cerebro; el cerebro impulsó el
trabajo y el trabajo transformó al hombre.
El “Planeta de los simios” y la domesticación del fuego
No
obstante aunque lo determinante en el habilis seguía siendo la
selección natural, paradójicamente ésta actuaba sobre la base de la
fabricación habitual de herramientas, esto, a su vez, significó un
tremendo impulso al desarrollo evolutivo de tal forma que en tan sólo
unos 300 o 400 mil años después –un parpadeo evolutivo- el cerebro de
los homínidos se duplicó. Aquí tenemos una reacción en cadena en donde
la fabricación de herramientas, la selección natural, el crecimiento del
cerebro, la cooperación, etc; interactúan recíprocamente convirtiendo a
los efectos en causas y las causas en efectos. Esta interacción nos
lleva hacia el siguiente salto dialéctico de la genealogía humana, “sin duda la etapa más confusa y compleja de la evolución humana. El sucesor cronológico de los citados Homo rudolfensis y Homo habilis es Homo ergaster, cuyos fósiles más antiguos datan de hace aproximadamente 1,8 millones de años”[14] además del ergaster nos encontramos al Homo Erectus con una capacidad cerebral mucho mayor que su antecesor (oscilando entre los 727 y 1.067 cc).
Es
una refutación a la visión gradualista y lineal de la evolución el
hecho de que el árbol genealógico humano sea tan frondoso y abigarrado e
incluso que en determinado momento el planeta tierra fuera un especie
de “planeta de los simios”. El erectus cohabitó el planeta con otros
homínidos como el Australopitecus Boisei y el Robustus (homínidos de
dieta especializada); y con el asombroso Gigantophitecus un enorme
primate desaparecido hace apenas unos 250000 años, el verdadero
Kong-Kong o “sastcuach” de carne y hueso, de 3 metros
de altura y 275 kilos de peso que, se cree, se alimentaba de bambú.
Alguno de éstos hombres primitivos espectaculares, logró controlar de
mejor manera su ambiente, fabricar herramientas de piedra más efectivas,
conocidas como bifaz, caracterizadas por ser trabajadas en toda su
superficie (tecnología lítica conocida en general como Acheliense) en
comparación con las fabricadas por el Habilis. La única forma en que
podían sobrevivir era mediante el reforzamiento de un comportamientos
social basado en la cooperación y la coopartición de alimentos, es
decir, el desarrollo de un comportamiento
cultural que se manifestaba por ejemplo en las diferenciación de
tradiciones regionales en la fabricación de herramientas que se
encuentran en India y Europa: aquí presenciamos ya claras muestras del
comienzo de la cultura humana, es decir, de una transformación
relativamente conciente del entorno (cultura material) y del
comportamiento reflejado en el pensamiento abstracto (cultura
espiritual), no obstante, “la lenta tasa de cambio cultural vinculada
con el H. erectus” , nos dice Marvin Harris, “sugiere con firmeza que su
cerebro estaba organizado de forma muy distinta de los cerebros del
moderno sapiens y que carecían de la capacidad plenamente desarrollada y
característicamente humana de adquirir y modificar pautas culturales de
pensamiento y de conducta”[15].
Es
probable que con éste salto dialéctico este hombre primitivo fue capaz
de controlar una fuerza de la naturaleza fundamental: el fuego, una de
las más grandes revoluciones tecnológicas en la historia de la humanidad
que marcaría para siempre el desarrollo humano: fuente de seguridad,
calor, acceso a nuevos hábitats, acceso a nuevos recursos alimenticios
por medio del cocimiento, y propulsor de la imaginación humana; éste
descubrimiento y la obsesión por su preservación sobreviviría en la
conciencia colectiva en la forma de tradiciones ancestrales de fuego
eterno presentes incluso en la llama de los juegos olímpicos. El control
del fuego representa uno de los primeros pasos que separan al hombre
del resto del reino animal, el erectus fue el primer animal que controlo
su temor al fuego y con ello se separó un paso más del mundo animal al
que aún estaba ligado y probablemente aprovechó este temor no sólo para
ahuyentar a las fieras sino como una poderosa herramienta de caza (al
poder ahuyentar a las presas e la dirección deseada y para endurecer sus
lanzas); el uso del fuego transformó literalmente al hombre no sólo
porque tuvo acceso a nuevas fuentes de proteínas que estimularon su
inteligencia sino porque pudo prescindir de molares grandes y mandíbulas
fuertes y su rostro empezó a configurar una apariencia más humana.
¡Literalmente, como afirma la teoría marxista, el hombre transforma a la
naturaleza y al mismo tiempo se transforma a sí mismo¡. Además de
transformarse físicamente, el control de fuego estímulo la
transformación de las relaciones sociales de los homínidos porque su uso
como instrumento de caza requiere niveles de cooperación y
planificación sin precedentes, además, para cocer
la carne hay que destazar al animal, en un lugar seguro como una cueva,
procedimiento que requiere un nivel de cooperación antes desconocido y
luego cocinar los trozos y el alimento de toda la banda incluso de
aquellos que no pidieron participar directamente como los ancianos y
niños. Probablemente estas actividades sociales implicaron los primeros
balbuceos de lo que cientos de miles de años después se convertiría en
el lenguaje humano[16].
Con el género homo las actividades de caza de presas medianas, además
de la recolección, empiezan a cobrar mayor importancia frente a las
actividades de carroñero y eventual cazador de presas menores, y con
ello, quizá la primera división social del trabajo entre hombres
cazadores y mujeres recolectoras (por lo menos las mujeres preñadas o en
periodo de lactancia). A medida que los lazos sociales y los factores
culturales dominaban a los factores puramente biológicos el tiempo de
dependencia de las crías aumentaba, los seres humanos somos la especie
dentro de todos los primates cuya dependencia de las crías es
asombrosamente larga. Una cría de gacela sabe instintivamente casi todo
lo necesario para sobrevivir, ¡los bebes humanos son unos perfectos
inútiles¡ en una muestra incontrovertible de que la mayor parte de la
conducta humana depende de la cultura heredada y transmitida socialmente
y no de los genes.
Con
esta tecnología notable y con unos cerebros superiores por primera vez
los homínidos rompimos el cordón umbilical que nos unía a nuestra tierra
de origen (África) para comenzar la conquista del mundo mediante una
serie de oleadas que se extendieron durante cientos de miles de años
hacia Asia, Indonesía y Europa. “Esta primera migración humana condujo a la diferenciación de dos linajes descendientes de Homo ergaster: Homo erectus en Extremo Oriente (China, Java) y Homo antecessor/Homo cepranensis en Europa (España, Italia)”[17].
Nosotros
(Homo sapiens sapiens) descendemos de algunos de estos hombres
primitivos, o quizá de alguno que aún no conozcamos, porque a diferencia
de otros homínidos como el Boisei nuestros antepasados de la línea homo
no estaban especializados a ningún hábitat ni alimentación en
particular; el éxito de la dieta especializada del Boisei (semillas y
tallos de fibra dura a juzgar por su dentadura y las fuertes mandíbulas)
en un momento dado represento su mayor fracaso al encerrarlo en un
callejón sin salida evolutivo que lo condujo a la extinción cuando las
condiciones medioambientales que aseguraron su éxito se convirtieron en
su contrario. Mientras que el género homo, que al parecer se encontraba
en éste periodo al borde de la extinción dadas las duras condiciones
ecológicas y su carencia de especialización alimentaria, tuvo que
adaptarse perfeccionando y creando herramientas, transformando su
entorno, produciendo sus propios alimentos y
convirtiéndose progresivamente en un animal más social lo que a la larga
aseguraría su absoluta supremacía no sólo con respecto al resto de los
homínidos sino incluso a la naturaleza misma. Como dice la Biblia (y también la dialéctica) en muchas ocasiones “los últimos serán los primeros y los primeros serán los últimos”.
A
propósito el comportamiento social y cooperativo demuestra que el
egoísmo y la competencia son esencia de una sociedad dividida en clases y
especialmente de la sociedad capitalista y no de la humanidad en sí. Si
algo demuestra el estudio de la genealogía humana es que la “naturaleza
humana” tiende mucho más a la cooperación que a la competencia y el
egoísmo, emanaciones propias de la sociedad de clases específicamente el
capitalismo.
Paleolítico Medio (estadio medio del salvajismo)
El destino trágico del Neandertal, el papel del lenguaje
A
pesar de que el surgimiento del erectus representó una verdadera
revolución también significó una etapa de extremo conservadurismo en la
evolución del hombre, expresa el salto dialéctico que abre una etapa de
calma y estancamiento en la tecnología y el desarrollo de la capacidad
cerebral que durará nada menos que ¡un millón de años¡. Aquí vemos un
ejemplo magnífico de la vinculación dialéctica de calma y revolución. En
sí mismo este hecho es una expresión de la dialéctica en donde largos
periodos de tiempo, donde aparentemente no pasa nada, son escenario de
la acumulación de pequeños cambios que preparan un nuevo salto brusco y
repentino. En biología a este proceso se le conoce como “equilibrio
interrumpido” y en el pensamiento dialéctico a este patrón de desarrollo
se le conoce como “transición de la cantidad a la cualidad” Hegel, en
su Lógica, lo llama “medida”. Este aspecto dialéctico de la evolución
biológica es hoy generalmente aceptada por los biólogos, explicada por
el recientemente desaparecido y afamado biólogo Stephen Gay Gould.
Incluso el mismo Marvin Harris, quien lamentablemente considera a la
dialéctica como mera palabrería, a tenido que aceptar, no sin las
clásicas reservas escépticas, la pertinencia de la teoría dialéctica de
Gould: “A medida que se han ido acumulando más datos sobre la historia
evolutiva del H. erectus, el modelo alternativo “discontínuo” ha ido
cobrando plausibilidad”[18]
El
largo periodo de 2 millones de años anterior al surgimiento del homo
sapiens es conocido por los antropólogos como paleolítico inferior y se
caracteriza por primitivos instrumentos de piedra conocidos como
olduvaiense del Habilís y la acheliense del erectus. Durante todo este
periodo las fuerzas productivas tuvieron un desarrollo relativamente
lento que iba aparejado a la evolución biológica; no obstante hace
aproximadamente 250,000 años surgieron simultáneamente homo-sapiens
arcaicos tanto en Africa como en Europa e incluso se han encontrado
especimenes mas antiguos de cerca de 35,000 años en China (Java) los
cuales tenían una capacidad cerebral que lindaba con la del hombre
actual (1,500 cc) cuando no estaba dentro de los parámetros modernos
pero que aún conservaba algunas características óseas similares al
erectus; a estos hombres se les conoce como homo sapiens arcaico o
simplemente homo sapiens para diferenciarlos con el actual homo
sapiens-sapiens.
En Europa estos hombres arcaicos anteriores dieron lugar, hace 130000 años al más famoso y más estudiado de los hombres arcaicos conocido
como el Homo Neandertalensis especie adaptada a los duros y fríos
climas de la última glaciación, son los primeros hombres en conquistar
los climas helados de las últimas glaciaciones, con cerebros (1600 cc)
incluso mayores que los hombres modernos –si bien con cuerpos más
robustos-. El salto cualitativo en relación a la etapa anterior es
expresada por Marvin Harris con las siguientes palabras: “Si, además de
nuestro género, existe algún aspirante al despegue cultural, este es el
hombre de Neandertal, una especie extinguida de cuasihumanos que
apareció en Europa y Oriente hace cerca de 100.000 años”[19] El
hombre de neandertal significó otro punto de ruptura en la evolución
humana y aún existe debate entre los antropólogos de si el neandertal
representa un eslabón que conduce al homo sapiens-sapiens o representa a
una rama diferente de la del homo sapiens-sapiens, la segunda opción
parece ser la que cuenta con más adeptos; “análisis del ADN mitocondrial (ADNm) de fósiles de H. neanderthalensis
sugieren que la diferencia existente es suficiente para considerarlos
como dos especies diferentes, separadas desde hace al menos 400.000 años
y probablemente más[20]”.
Lo importante es que éstos hombres arcaícos –especialmente el
neandertal- llevaron adelante una revolución tecnológica -que abriría lo
que se conoce como paleolítico medio- conocida como tecnología
musteriense o técnica Levallois, consistente en un ingenioso método de
fabricar herramientas de silex dándoles una forma de tortuga para crear
hachas de mano; además entre sus útiles encontramos puntas, arpones y
proyectiles; por primera vez se crean útiles
compuestos de varias partes (como armas con mango); además de trabajar
en hueso marfil y hasta. Con ésta tecnología lo neandertales eran
capaces de especializarse en la casa de presas mayores como mamuts,
renos gigantes, alces, etc. Sorprendentemente los neandertales, además
de fabricababan mantas y ropa con pieles de animales, muy probablemente
enterraban a sus muertos, tenían ritos funerarios (que incluían
enterramientos con flores y alimentos) y fabricaban (aunque
en muy pequeña cantidad, apenas y se han encontrado) adornos
personales. No obstante éstos últimos datos, dadas sus implicaciones en
cuanto a la conciencia neandertal y dado que es posible explicaciones
alternativas ajenas a la voluntad de los neandertales, hay que tomarlos
con reserva ya que seguramente poseían una capacidad de simbolización y
abstracción que estaba, aún, por debajo del sapiens-sapiens.
El
Neandertal rozaba una conducta de simbolización y abstracción
propiamente humanos representando una revolución que pondría punto final
a un millón de años de estancamiento. Los enterramientos (si es que se
confirman como tales) sugieren por lo menos lazos sociales y emocionales
extremadamente fuertes expresión de una caza extremadamente
cooperativa, sin embargo, la casi inexistencia de arte y la dudosa
evidencia de ritos funerarios –vinculados a una capacidad de abstracción
e imaginación propiamente humanos expresados en la creencia de una vida
después de la muerte- hace pensar que la
capacidad de simbolización y abstracción estaba relativamente limitada
en comparación con el sapiens-sapiens. Estudios polémicos de los cráneos
de estos individuos, de tamaño de sus laringes, hace pensar que el
neandertal poseía, además, una limitada capacidad vocal, más parecida a
la del chimpancé que a la del sapiens-sapiens, que al mismo tiempo
limitaba su capacidad lingüística íntimamente ligada a las funciones del
intelecto[21] . Éste hecho pudo ser decisivo en la suerte de los neandertales.
El
lenguaje humano tiene una capacidad única de abstracción, de separación
mental de aspectos, propiedades y cualidades de los objetos que
resulten importantes en un momento dado del desarrollo social;
universalización que permite expresar el pasado el presente y el futuro y
recrear mentalmente situaciones que no existen e ir más allá de lo
concreto para transformarlo de una forma humana; dicha capacidad expresa
el ser social humano y el conocimiento producido por la transformación
de la realidad y la fabricación de herramientas. Aquí vemos de la forma
más clara lo absurdo de las teorías idealistas y solipsistas del
lenguaje humano. En realidad el lenguaje no crea el mundo (como creía
absurdamente Wittgenstein) sino que, al contrario, el mundo social crea
el lenguaje y es un instrumento para actuar sobre él y transformarlo.
Como decía Engels en un punto crítico resulto que los hombres tenían
algo que decirse y el Neandertal representa, en todo caso, los primeros
balbuceos del lenguaje humano así como los balbuceos de los niños
preparan el camino del habla adulta. La prueba de las limitaciones del
Nandertal esta en el hecho mismo de su desaparición al término de la
última glaciación (hace 35mil años) cuando los glaciares se retiraron y
los neandertales no pasaron la dura prueba de la adaptación a un clima
diferente. Es trágico el destino del neandertal porque durante el
periodo que compartió la tierra con el sapiens-sapiens ambos compartían
prácticamente la misma tecnología; sólo que el sapiens-sapien pudo
adaptarse al cambio revolucionando de nuevo y dando el gran despegue
cultural hace aproximadamente 40,000 años mientras que el neandertal no
pudo superar la prueba. Quizá la clave esta en la capacidad vocal del
sapiens-sapiens para generar más sonidos y, por tanto, un mayor
potencial de comunicación social.
El nacimiento revolucionario del sapiens-sapiens: el triunfo de la cultura
El homo sapien anatómicamente moderno (homo sapiens-sapiens) surgió por primera vez en África hace más de 100,000 años y
llegaría a Europa, pasando por Asia, poco antes de que el neandertal
desapareciera. Generalmente se afirma que la presión de los
sapiens-sapiens contribuiría a la extinción de los neandertales pero, en
todo caso, esa presión debe entenderse aún en términos biológicos.
Representarse al sapiens-sapiens como un asesino despiadado no se
corresponde a la forma cooperativa en la que éstos vivían, esa visión
tiene más que ver con la literatura que proyecta los valores modernos de
competencia burguesas desenfrenada que con pruebas científicas. No hay
evidencias de que el sapiens-sapiens tuviera entre sus presas de caza al
neandertal que por el contrario estaba mucho mejor adaptado al clima
glacial, era mucho más fuerte y resistente y contaba prácticamente con
la misma tecnología (era más probable que el neandertal cazara al
sapiens aunque tampoco hay evidencias de ello), su desaparición tuvo que
ver más con su incapacidad de adaptarse al clima con nueva tecnología.
El
hecho es que los sapiens-sapiens modernos representan ya una etapa en
la cual los factores sociales, estudiados por el materialismo histórico,
dominan a los biológicos, aún cuando, como se verá, los factores
medioambientales, al menos durante todo el periodo de comunismo
primitivo, eran factores de impulso fundamentales al desarrollo de nueva
tecnología. La prueba de ello la tenemos en nuestros propios cuerpos.
Nuestras características físicas como cuerpos gráciles, menor dimorfismo
sexual(diferencias de tamaño entre machos y hembras), pequeños dientes
frontales, cara situada hacia atrás bajo un cráneo de forma globular,
mayor tamaño de la faringe capaz de producir los sonidos elementales de
nuestro lenguaje; son el resultado de la selección natural actuando
sobre la cultura como medio de supervivencia en la forma de hachas de
mano, raspadores, lascas, cuchillos, lanzas, etc; el menor dimorfismo
sexual puede explicarse, por ejemplo, como un peso mucho mayor en
patrones culturales de carácter sexual que en la fuerza bruta del macho a
la hora de la selección de pareja y el apareamiento; el resultado más
contundente esta en el hecho de que desde entonces el tamaño del cerebro
dejó de crecer mientras que la cultura se desarrollo exponencialmente.
Esto muestra de que la explicación última de nuestra evolución no se
encuentra ya fundamentalmente en factores biológicos sino en factores
culturales como son el desarrollo de las fuerzas productivas. El hecho
asombroso esta en que la selección natural actuaba sobre la cultura
generando al sapiens-sapiens pero una vez que éste surgió la cultura
tomo el lugar preponderante volviendo ésta relación dialéctica en su
opuesto: ¡ahora la cultura dominaría a la naturaleza¡. El resultado es
que la supervivencia no dependía ya de la selección natural (que era la
impulsora principal de cerebros mayores) sino de la evolución de la
fuerzas productivas, la supervivencia no dependía ya de la selección de
genotipos expresados en características físicas (fenotipos) ventajosas
sino en relaciones sociales basadas en fuerzas productivas; en ello esta
la explicación de que el cerebro tamaño cerebral se estancara junto con
las características físicas fundamentales.
El gran despegue cultural: El paleolítico Superior (estadio superior del salvajismo)
a) Las fases del paleolítico superior
Cuando
el sapiens-sapiens fue puesto a prueba al final de la última glaciación
el desarrollo de la cultura sufriría una aceleración exponencial en
forma de espiral (dialéctica) sin precedentes que abriría el corto pero
sustantivo periodo conocido como paleolítico superior caracterizado por
una explosión cultural que iniciaría hace 40 mil años, su tecnología se
caracteriza por un incremento repentino en el número y calidad en los
útiles sobre hoja y el florecimiento en las herramientas de marfil,
hasta y hueso. El hombre comenzaría a dominar el globo terráqueo, es la
explosión cultural más importante antes de la revolución neolítica (si
pasamos por alto el periodo preparatorio para el neolítico conocido como
etapa mesolítica), las culturas se empiezan a manifestar en formas
diferentes en función de su medio sobre una base similar con
manifestaciones similares (mostrando que la base material determina en
última instancia los patrones superestructurales); un factor muy
importante en su surgimiento se encuentra todavía en condiciones
medioambientales coyunturalmente favorables para la caza de grandes
presas. “Hacia finales de la última glaciación, la región situada
recibió torrentes de agua procedentes del deshielo que favorecieron el
crecimiento de praderas en las que pastaban enormes manadas de caballos,
bisontes, mamuts y renos. A medida que se retiraban los glaciares, se
formaron enormes praderas vírgenes que fueron invadidas por estos
animales y por los depredadores humanos que los perseguían; pero, sin
que ellos lo supieran, su mutuo estilo de vida estaba condenado”[22]
. Si bien existe un claro salto cualitativo éste fue relativo puesto
que el modo de producción siguió siendo el mismo de millones de años
atrás sólo que aquí encuentra su punto álgido, tal vez debamos decir que
se trato del maximum de los cambios cuantitativos dentro del comunismo
primitivo.
El
paleolítico superior se divide en varias fases que se niegan
dialécticamente; “Los arqueólogos dividen el Paleolítico superior en
Europa occidental en varias tradiciones o culturas que se superponen”
nos dice Marvin Harris “Las dos más antiguas se conocen con el nombre e
chaltelperronianense y auriñaciense, que se inician entre el 40000 y 35000 a. C; el solutrense (22000 a. C.) y, finalmente, el magdalenience, que se inició alrededor del 17000 a. C. y duró hasta el final de la última glaciación, alrededor del 10500 a. C.”[23].
El chaltelperroniense se desarrollo en un periodo breve de 3000 o 4000
años en algunas zonas de Francia y España y sus instrumentos se
distinguen por la persistencia de instrumentos típicos de la época
neandertal (levalloisiense o musteriense) y la aparición de útiles sobre
hoja típicos del paleolítico superior; el auriñaciense sustituye a la
etapa anterior se extiende sobre un área mucho más extensa (abarcando la
mayor parte de Europa) y por mayor tiempo con una tecnología más
avanzada (cuchillos, raederas, punzones de hueso) que se refleja en
logros artísticos sin precedentes “incluyen la primera aparición
extensiva de útiles de piedra tallados, y de adornos de astas y marfil;
de conchas marinas y de otros valiosos materiales intercambiados a
grandes distancias, así como los primeros ejemplos de arte realista en
forma de figuras de animales. Además existen pruebas de que se
incrementó el tamaño de los grupos locales y la población: En
otras palabras, todo el espectro de la evidencia arquelógica obtenida
en los yacimientos auriñacienses de Europa parecería reflejar un nuevo
elemento de complejidad e innovación no sólo en la tecnología sino en
varias otras esferas de la conducta y la organización”[24]La
combinación dialéctica entre la tecnología musteriense y la nueva del
paleolítico superior puede interpretarse como la sustitución de la
tecnología del neandertal por la del sapiens-sapiens que procedía de
Oriente medio o como evidencia de la evolución del neandertal en
sapiens-sapiens; no obstante las evidencias apuntan a que el sapiens
sapiens se originó sólo en África y que la persistencia de tecnología
musteriense refleja más bien que la tecnología del sapiens-sapiens
partió sobre la misma base que la del neandertal pero la superó
dialécticamente o incluso de influencia cultural recíproca.
El
punto álgido del paleolítico superior fue representado por la cultura
magdaleniense si bien la cultura auriñaciense tuvo la distribución más
amplia de todas las culturas del paleolítico superior, la magdaleniense
la superó en cuanto a calidad y virtuosismo “al repertorio de armas de
caza se añadieron arpones cuyas puntas estaban hechas de asta y hueso.
Finas agujas de hueso testimonian la probable importancia de ropas
hechas a la medida. Para cazar, los primeros magdalenienses usaban el
propulsor de lanzas, un corto bastón o tablilla con una muesca o gancho
en el extremo (…) A finales del magdaleniense, probablemente, se usaba
el arco y la flecha, tal como reflejan algunas pinturas rupestres de
Francia y España. A menudo las puntas de flechas y arpones y los
propulsores magdalenienses estaban decorados con grabados de caballos,
íbices, aves, peces y dibujos geométricos, algunos de los cuales pueden
ser notaciones que representan ciclos lunares y cambios de estaciones”[25].
La gran familia primitiva
Es
momento de hablar un poco acerca de la familia y su evolución
histórica. La estructura y evolución de la familia esta determinada en
última instancia por el desarrollo de las fuerzas productivas que
condicionan el incremento de la densidad poblacional, factor importante
en la evolución de la familia prehistórica; el carácter nómada de la
familia comunista; y, por otro lado, el surgimiento de la propiedad
privada; en función de ello la familia presenta un proceso de evolución
dialéctica en la cual la actual familia monogámica compuesta por la el
padre la madre y los hijos, por lo demás en acusado proceso de
descomposición, no es más que el eslabón último, producto de la división
de la sociedad en clases, que está destinado a desaparecer junto con la
sociedad dividida en clases.
Podemos
decir que durante toda la época prehistórica las formas de familia
predominante en el homo sapiens-sapiens indignarían al mojigato defensor
de la familia monogámica pues aquí dominan los “matrimonios por grupo”
formas de familia en las que un grupo entero de hombres son conyugues
comunes de un grupo entero de mujeres y a la inversa (aunque , al mismo
tiempo, este hecho no descarta la existencia de parejas de cierta
duración, aún cuando esta relación de pareja no fuera el núcleo de los
lazos familiares); toda la estructura doméstica y social esta
determinada por los lazos de parentesco que se derivan de estos
“matrimonios comunes”; en ellos no había una muralla infranqueable entre
lo público y los privado. El clan entero se componía de una o varias
generaciones de familias enormes. Estas formas de matrimonio
determinaban, entre otros factores que pasaremos a examinar más
adelante, el status de el hombre y la mujer en la sociedad y el hecho de
que las relaciones entre los sexos en el comunismo primitivo nunca
hayan sido tan igualitarias (relativamente) que en cualquier otra época
de la historia. Las formas de familia pasan por una serie de etapas
históricas, deducidas del estudio de pueblos primitivos contemporáneos,
que fueron llamadas por Morgan familia “intercambio sexual sin trabas”,
“consanguínea”, “punalúa” y “sindiásmica”, antes de decantar en la
familia monogámica como producto de la división de la sociedad en
clases. Con el aumento progresivo de la población de unidad familiar
originaria, llamada por Morgan “Gens”(tribu primitiva), se divide para
formar “fatrias” y las fatrias componer a las tribus como la de los
iroqueses estudiadas por Morgan, dicha sucesión lleva implícitas la
generación de tabues en la reproducción de ciertas clases de parientes.
Aunque
es prácticamente nada lo que podemos decir de ello es muy posible que
para hacernos una idea de la estructura social de los Australophitecus
tengamos que mirar a la estructura social de los póngidos que salvo la
posición erecta y el nicho ecológico-factores que resultarían decisivos
en el proceso de hominización- resultan prácticamente idénticos, la
estructura social de la mayoría de los póngidos esta regida directamente
por la biología, en donde encontramos al macho
dominante y su “harem” y los periodos de celo como factor determinante
en la reproducción; aquí la fuerza del macho es el centro de los lazos
“familiares”, el macho dominante tiene el “derecho” de reproducirse con
todas las hembras de la orda y los machos subordinados no tienen derecho
a la reproducción hasta que no se lo ganen por la fuerza. Esta
hipótesis se ve fortalecida por el
hecho de que el Australopithecus aferensis “como la mayoría de los
póngidos vivos, presentaba dimorfismo sexual. Las hembras pesaban
alrededor de 30 kg y medían algo más de un metro de altura, en tanto que los machos pesarían unos 40 kg y medirían alrededor de 1,5 m de altura”[26] Aquí
domina la “ley de la selva”, no podría ser de otro modo puesto que
nuestros ancestros australophitecinos se encuentran aún dentro del reino
animal.
¿Intercambio sexual sin trabas?
Con
el surgimiento del género homo que ye hemos analizado los factores
culturales en el emparejamiento empiezan a cobrar preminencia progresiva
sobre las consideraciones puramente biológicas. El periodo que abarca
el paleolítico inferior o fase inferior del salvajismo es la etapa en la
que nos encontramos con homínidos carroñeros y eventuales cazadores que
se encontraban al borde de la extinción, observamos a una población
desperdigada en bandas de unos cuantos miembros a través de la sabana
africana, los grupos pequeños debían realizar grandes desplazamientos,
dichos desplazamientos implican que las oportunidades de contacto sexual
entre diferentes bandas de los primeros homínidos eran muy reducidas,
ello implica que la reproducción tenía que darse al interno de dichas
bandas que en realidad constituían una unidad de lazos consanguíneos; el
proceso social de reparto de la carne a los niños, mujeres embarazadas y
ancianos determinaba que en el ceno de estas bandas los lazos fueran
muy estrechos y que la banda fuera una unidad social de supervivencia,
económica y reproductiva. En este contexto, para optimizar las
posibilidades de sobrevivencia, no podían existir limitaciones
biológicas en torno al intercambio sexual, es muy posible que existiera
un “comercio sexual” sin restricciones incluso entre padres e hijos (la
terminología de parentesco carecía por completo de sentido). Si la
población estaba al borde de la extinción no podían existir barreras
culturales entre la reproducción entre sujetos en edad reproductiva, la
supervivencia exigía que no existieran tales prejuicios, o mejor dicho,
la falta de trabas biológicas al libre intercambio sexual implica ya un
triunfo de la cultura sobre la naturaleza y la base en la que podían
surgir lo que llamamos “prejuicios”. Esto implica que todos los hombres y
mujeres en edad reproductiva se pertenecían los hunos a los otros, esta
tendencia se reforzaba, sustituyendo a la relación biológica del macho
dominante, en la medida en que la cultura iba subsumiendo a la biología.
Esta es la forma de familia que Morgan y Engels llamarón “intercambio
sexual sin trabas”
Pero
porqué la banda no podía haber estado compuesta de la unión de diversas
familias monogámicas?. La respuesta es que la familia es un reflejo de
la estructura social y el modo de vida de dichas bandas no se
corresponde a la existencia de la familia monogámica (cuya base se
encuentra originalmente en la propiedad privada y la necesidad de
herencia), lo que sabemos es que el modo de vida es comunal incluso en
mayor medida que las sociedades de horticultores o incipientes
agricultores que son estudiados hoy día por los antropólogos como
ejemplos de pueblos primitivos y que tienen estructuras familiares
“sindiásmicas” (existencia de parejas estables e institucionalizadas) y
en donde la tribu comunista se encuentra ya en proceso de disolución; en
éste periodo por el contrario, la banda entera es una sólida e indivisa
unidad económica-reproductiva de carácter comunista que se corresponde
con un libre intercambio sexual, en otras palabras la banda entera es
una unidad consanguínea o una familia o “gens” originaria que aún no se
divide y que no presenta limitaciones incestuosas; las
crías son responsabilidad de toda la horda no por cuestiones
sentimentales sino para optimizar las posibilidades de sobrevivencia; es
factible suponer que si el cuidado de las crías es común entonces los
derechos sexuales son irrestrictos. Quizá elementos a favor de esta
posibilidad son factores como el menor dimorfismo sexual (menor
diferencia física entre machos y hembras) y el menor peso de los
periodos de celo implícitos en ello sugieran que el factor del macho
dominante y la barrera de los celos en el intercambio sexual que
en el hombre tienen un desarrollo tardío producto de la propiedad
privada, iba cediendo su lugar al libre intercambio sexual a medida en
que nos elevamos dentro del género homo; el hecho
es que la hembra humana es la única dentro del orden de los primates
que puede tener relaciones sexuales en cualquier época del año, el sexo
en los humanos no responde a una función puramente reproductiva sino un
medio de reforzamiento de los lazos sociales y una posible prueba del
carácter polígamo de nuestra especie. El intercambio sexual primitivo
podría ser un indicador del grado en que los primeros homínidos se
separaban del reino animal y un argumento contra las simplistas
comparaciones sociobiologistas entre las familias de los primates con
las humanas.
El sexo y la cultura
Curiosamente
muchos antropólogos extraen de estos elementos conclusiones totalmente
opuestas, así en el destacado libro de reciente aparición “Antropología”
Caron L. Embery sus colaboradores- la misma fuente que hemos citado en
el párrafo anterior- comentan que “La creación de
campamentos entre los primitivos grupos del homo pudo incrementar las
posibilidades de recolección de alimentos, pues las madres con sus hijos
pequeños estaban limitadas a la recolección próxima a sus habitáculos,
la única forma en que ellas como sus hijos pudieran obtener una dieta
completa era repartir entre todos ellos cualquier tipo de alimento que
se pudiera obtener allí mismo” de estos elementos indudables los autores
sacan conclusiones opuestas de las que las evidencias señalan cuando
lanzan la pregunta tendenciosa: “¿entre quienes se repartirían tales
alimentos? Lo más probable es que fueran entre parientes próximos. La
distribución entre ellos favorecería que sus hijos sobrevivieran para
tener también hijos a su vez. Por lo tanto, si los primitivos Homo
poseían campamentos y familias, estas características habrían potenciado
conductas aprendidas y difundidas que es lo que llamamos
cultura”(p.129). Pero los autores no se dan
cuenta que el clan en sí mismo era una sola familia y que suponer al
clan compuesto de familias diferentes las cuales tenían preferencia en
el reparto de la carne en función de los “cazadores de carroña” hubiera
resultado absolutamente contrario a las necesidades de supervivencia.
Parece que a los autores les gusta suponer que la familia monogámica es
tan antigua como la humanidad misma, pero no tenemos porque asumir ese
prejuicio ahistórico. Lamentablemente ésta parece ser la posición de la
mayoría de los antropólogos. A lo sumo aceptan la diversidad de las
formas familiares (de la misma forma relativista de la multiculturalidad
liberal) como un hecho caprichoso, azaroso; sin que se pueda establecer
un lazo evolutivo que una a estas formas.
En
el hombre el sexo está desligado de los factores puramente biológicos y
se transforma en un elemento cultural determinado por la estructura
social más que por los genes. El incesto, a pesar de ser un tabú tan
extendido que parece ser universal, es un producto de la selección
cultural y no la natural, los argumentos sociobiológicos del incesto no aplican desde el momento en que éste ha sido una práctica mucho más común en las sociedades civilizadas y
antiguas con todo y su repulsión, -muchas veces hipócrita, del incesto-
de los que están dispuestos a aceptar los curas que se rasgan las
vestiduras en público y abusan de los niños en privado, la realeza de
varios imperios de la antigüedad (los incas, los egipcios, romanos,
etc;) e incluso los plebeyos egipcios de los 3 primeros siglos de
nuestra era, cometían incesto con sus hermanos e incluso sus padres sin
que ningún cura se escandalizara por ello. La enorme cantidad de abusos
sexuales de los padres cometidos en los países industrializados
desmienten totalmente a los argumentos genéticos para explicar el
incesto y mucho menos se aplican a las sociedades del comunismo
primitivo. Marvin Harris desmiente los argumentos sociobiológicos de
forma contundente cuando señala que “es cierto que en las grandes
poblaciones contemporáneas el incesto va acompañado de un porcentaje
elevado de abortos y descendientes minusválidos y portadores de
enfermedades congénitas. Pero este resultado no se tiene que derivar por
fuerza de la práctica de una estrecha endogamia
en sociedades preagrícolas de dimensiones reducidas. En éstas, en
cambio, lleva a la eliminación progresiva de los genes recesivos porque
tales sociedades muestran escasa tolerancia respecto de recién nacidos
con taras o defectos congénitos. Privando de apoyo a tales niños, se
eliminan las variantes genéticas perjudiciales en generaciones futuras y
el resultado son poblaciones que portan una carga de variantes
genéticas perjudiciales mucho más reducida que la de las poblaciones
contemporáneas”[27].
No obstante es cierto que incluso Engels, siguiendo a Morgan sostenía
que el prejuicio del incesto se derriba de una especie de selección
natural afín a ideas que consideraríamos hoy como neodarwinistas – si
bien es claro que dicho error es marginal y no desmerece la visión
materialista de su autor- al decir que “el matrimonio entre gens no
consanguíneos engendra una raza más fuerte, en los físico y en lo moral;
mezclábanse dos tribus avanzadas, y los nuevos cráneos y cerebros
crecían naturalmente hasta que contuviesen dentro las capacidades de
ambas”[28].
Es claro que dicha afirmación es falsa en un doble sentido, primero
porque es totalmente falso el que el cerebro de los sapiens-sapiens
primitivos haya aumentado en tamaño ni un solo gramo, las capacidades de
una tribu no esta en función del tamaño de los cerebros de sus
integrantes sino de sus fuerzas productivas y los recursos disponibles;
segundo porque, como ya hemos señalado en los pueblos primitivos el
incesto no necesariamente deriva en sujetos con discapacidades.
En
el paleolítico inferior (etapa inferior del salvajismo) el intercambio
sexual sin trabas implica que, desde el punto de vista de la
terminología moderna, no existía la división cultural entre padres e
hijos (ni mucho menos primos, tíos, sobrinos, etc.) como elemento
inhibidor del intercambio sexual; todos los hombre y mujeres en edad
reproductiva se pertenecían los unos a los otros y
el clan aún indiviso era una gran familia; como explica Engels “la
tolerancia recíproca entre machos adultos, la falta de celos, eran las
condiciones necesarias para la formación de esos grupos extensos y
duraderos en el ceno de los cuales únicamente es donde ha podido
realizarse la evolución de la animalidad hacia la humanidad (…) el
matrimonio por grupos, la forma en que grupos enteros de hombres y
grupos enteros de mujeres se poseen recíprocamente, es forma que deja
poquísimo lugar a los celos (..) y que, por tanto, es desconocida entre
los animales”. De hecho, la estructura familiar
del homo sapiens hasta antes del surgimiento de la civilización,
estructura basada en las gens (lazos consanguíneos) y la filiación
materna implican una etapa anterior de intercambio sexual sin
restricciones. Si bien no existen ya otros homínidos a excepción del
hombre para demostrar la existencia de esta etapa de la familia que se
ha perdido hace cientos de miles de años, el menor dimorfismo sexual
-menor en la medida en que ascendemos en la genealogía humana- tanto
como la existencia de “la familia por grupos” propia de las sociedades
salvajes es evidencia sugerente de la existencia de dicha etapa. Entre
las poblaciones salvajes en las que existe aún el matrimonio por grupos
nos encontramos, al mismo tiempo, a parejas de cierta duración pero
culturalmente la mujer y el hombre son conyugues naturales de todo un
grupo de mujeres y hombres respectivamente.
Elementos
a favor de esta suposición lo constituye, como veíamos, el menor
dimorfismo sexual, la falta de periodo de celo en las hembras (situación
relacionada con lo primero), y los campamentos del paleolítico inferior
que se han encontrado cuya estructura no se corresponde a la existencia
de familias nucleares como base de la estructura familiar. Uno de los
campamentos es el del yacimiento de Terra Amata en Francia: se trata de
una cabaña de aproximadamente 9x5 metros[29]
un espacio bastante amplio si consideramos el tamaños corporal del homo
erectus a los que se les atribuye y más amplio aún si pensamos que en
estas estructuras habitaban parejas aisladas. Si bien es cierto la
situación está muy lejos de clara puesto que los campamentos base han
sido, también, interpretados como lugares de despiece de animales más
que de vivienda; no obstante podemos hacer notar que si finalmente se
confirmara que estos lugares eran viviendas su estructura parecería
apuntar a que estos lugares eran vivienda de clanes con lazos
consangíneos.
Familia consanguínea
El
crecimiento de la población producto de mejores herramientas determina
el siguiente estadio en la evolución de la familia, la banda original
llega a un punto en su desarrollo en el que debe dividirse para
aprovechar de mejor manera los recursos disponibles. Sabemos que dicha
división tuvo que darse puesto que aun hoy en día los pueblos
preneolíticos o salvajes dividen sus “gens” o bandas cuando alcanzan un
tamaño determinado en otras “hermanas” las cuales reproducen de idéntica
manera la vida de cazador recolector de su “gens” o banda madre.
Llegados a cierto punto en el número de individuos, punto cualitativo
determinado por los recursos alimenticios disponibles en función del
desarrollo de las ciencia y la técnica, la cantidad se vuelve calidad y
la “gens” original debe dividirse de tal forma que la población se
disperse sobre un territorio más amplio al escindirse la gens; una de
las maneras en las que se podría haber facilitado dicha división
originaria es volviendo tabú la reproducción entre ciertos individuos y
con ello la creación de una nueva estructura familiar que Morgan llama
familia consanguínea; podemos suponer que con ello se inventó el tabú
del incesto y posteriormente la diferencia nominal entre padres e hijos
(los nombres y las ideas siempre van detrás de los hechos). Dicha
división era importante porque facilitaba las condiciones para que los
hijos fundaran las nuevas “gens” de tal forma que
generaciones sucesivas de hermanos representaran la levadura perfecta
para otras nuevas. Engels lo explica de la siguiente manera: “Los grupos
conyugales se separan según las generaciones: todos los abuelos y
abuelas, en el límite de la familia, son maridos y mujeres entre sí; lo
mismo sucede con sus hijos, es decir, las padres y la madres; los hijos
de estos forman el tercer círculo de conyugues comunes; y sus hijos, es
decir, los biznietos el cuarto. En esta forma de la familia, los
ascendientes y descendientes, los padres y los hijos, son los únicos que
están excluidos de los derechos y los deberes (pudiéramos decir) del
matrimonio (…) el vínculo de hermano y hermana, en ese periodo, tiene
consigo el ejercicio del comercio sexual recíproco (…) La familia
consanguínea ha desaparecido. Ni aún los pueblos más groseros de que
habla la historia nos presentan ningún ejemplo de ella. Pero nos vemos
obligados a que ha debido existir, puesto que el sistema de parentesco”
(más bien terminología de parentesco) “que aún reina hoy en toda
polinesia, expresa grados de parentesco consaguíneo que sólo han podido
nacer con esa forma de familia, que exige esa forma como estado previo
necesario”[30].
En
la medida en que esas formas de familia han quedado borradas de la faz
de la tierra es imposible saber exactamente qué especie del género homo
fue el primero en practicar el comercio sexual sin trabas y
posteriormente la familia consanguínea, incluso tener una certeza
absoluta de su existencia; sin embargo, podemos suponer que en la medida
en que la cultura y el desarrollo de las fuerzas productivas del
erectus y el habilis anterior a él eran extremadamente conservadoras
-tanto que el erectus presentó un millón de años de estancamiento- es
probable que el intercambio sexual si trabas se diera ya en el
paleolítico inferior (como un ejemplo del triunfo de la cultura),
mientras que la subsiguiente evolución en la estructura de la familia
aconteciera con el sapiens sapiens en un momento dado de crecimiento de
su población producto de nueva tecnología, pasando así del intercambio
sexual sin trabas a la familia consanguínea y de ésta a la punalúa.
Familia Punalúa
Con
el consiguiente desarrollo de la población, quizá con la explosión
cultural de hace 40 mil años en el apogeo del comunismo primitivo
(aunque es por ahora imposible establecerlo con certeza), también se
desarrolló la familia con la consiguiente exclusión de matrimonio por
grupos, sumándose a la exclusión de los padres y los hijos, de los
hermanos y hermanas -al principio exclusión de los hermanos carnales y
después de los colaterales- quienes en los sucesivo ya no podrían ser
conyugues comunes, surgiendo con ello lo que Morgan llamó “familia
punalúa”. Explica Engels que “según la costumbre hawaiana cierto número
de hermanas carnales o más lejanas (es decir, primas en
primero, segundo y otros grados), eran mujeres comunes de sus maridos
comunes, de los cuales quedaban excluidos los hermanos de ellas; esos
hombres, por su parte, tampoco se llamaban a sí hermanos (lo cual ya no
tenía necesidad de ser), sino punalúa, es decir, compañero íntimo(..) De
igual modo una serie de hermanos uterinos o más lejanos, tenían en
común cierto número de mujeres, con la exclusión de las hermanas de
ellos y esas mujeres se llamaban entre sí punalúa (…) comunidad
recíproca de hombre y mujeres en el ceno de un
determinado círculo de familia, pero del cual se excluían al principio
los hermanos carnales, y más tarde, los hermanos más lejanos de las
mujeres, e inversamente también las hermanas de los hombres (…) por eso
se hace necesaria por primera vez la clase de los sobrinos y sobrinas,
de los primos y las primas”[31].
Un
elemento adicional que fortalece la hipótesis sobre esta forma de
familia (Punalua o quizá consanguínea) lo constituye los restos de los
pocos campamentos completos que se han encontrado pertenecientes al
paleolítico superior: “El yacimiento de Dolni Vestonice, situado en lo
que actualmente es la república checa, data de unos 25.000 años, y eso
uno de los pocos casos en los que existe un plano del campamento
completo. El asentamiento parece estar formado por cuatro cabañas en
forma de tienda de campaña, contruidas probablemente con pieles de
animales, con un hogar enorme en el centro. Alrededor de su parte
exterior había una gran cantidad de huesos de mamut, algunos clavados en
la tierra (…) y cada cabaña acogía, probablemente a un grupo de
familias relacionadas, que sumaban entre 20 y 50 personas (..)” (Antropología,
p. 170). Es probable que cada una de estas cabañas estuviera habitada
por un clan o gen; así pues la gens en esta etapa ya se había dividido
en “gens” o clanes hermanos; puesto que el número de individuos se
corresponde aproximadamente a la cantidad de individuos por banda de
algunos pueblos de cazadores recolectores modernos (los aborígenes
australianos). Ello parece indicar que la estructura familiar de este
campamento era “consangínea” o bien “punalúa”. Estos campamentos no se
corresponden en absoluto a la existencia de familias nucleares.
El
matrimonio por grupos que representa el desarrollo dialéctico de las
estructuras familiares: intercambio sexual sin trabas, familia
consangínea, familia punalúa no quiere decir, necesariamente, que no
existieran posibles parejas con una duración de cierto tiempo; puesto
que la reproducción sexual implica una hembra y un macho no se puede
descartar que dichas parejas establecieran ciertos lazos afectivos. No
obstante esos lazos no existía la noción de promiscuidad, de hijos
ilegítimos; etc. Definitivamente estos posibles lazos de pareja no
formaban la base de la estructura familiar, puesto todo el clan
representaba una indivisa estructura consanguínea. Ya señalamos que su
estructura social implica que los niños eran educados por todo el clan e
inclusive que todos los hombres fueran padres comunes de los hijos
(dado el intercambio sexual la paternidad era dudosa). Según nuestra
hipótesis, es factible suponer que socialmente ese hombre pudiera tener
intercambio sexual con todo un grupo de mujeres (excluidas sus madre y,
si se trataba de familia punalúa también sus hermanos) y esa mujer a
todos los hombres (menos su hermanos), sin que nadie se escandalizara,
aún cuando esto no siempre fuera el caso. Por
supuesto que es imposible probar esta hipótesis especulativa de manera,
concluyente pero es una es especulación compatible con los datos
arqueológicos con respecto al tamaño de las bandas, su carácter nómada,
la disminución del dimorfismo sexual, la características de sus
campamentos; etc.
Las pinturas rupuestres y el materialismo histórico
El
materialismo histórico afirma que en última instancia la
superestructura ideológica es un reflejo dialéctico del modo de
producción imperante en una época determinada y refleja los intereses de
clases o grupos sociales determinados, la superestructura y en especial
el arte nunca pueden superar el contexto sociohistórico en el que se
enmarca. Podríamos decir que el arte es una flor que se alimenta del
suelo nutricio de la sociedad y refleja su salud y vigor, generalmente
los periodos revolucionarios y de acenso de un modo de producción van
acompañados de una explosión artística y de innovación revolucionarias.
Las pinturas encontradas en profundas cuevas en Francia, -petenecientes a
la cultura Magdaleniense- aún siguen sorprendiendo por su simplicidad,
belleza, realismo y reflejan el apogeo del comunismo primitivo en el
paleolítico superior. “Los pintores del paleolítico eran capaces todavía
de ver, simplemente con los ojos, matices delicados que nosotros sólo
podemos descubrir con ayuda de complicados instrumentos científicos[32]”;
representan una manifestación irrepetible de una de las más grandes
manifestaciones artísticas de todos los tiempos; y sin embargo su papel
difiere mucho con las ideas modernas acerca del arte. La muestra más
clara de la influencia que el modo de producción tiene sobre el arte, la
encontramos en sus manifestaciones más tempranas y prístinas.
Las
pinturas rupestres de Francia y España producidas por los hombres y
mujeres del paleolítico superior tienen una relación inmediata con la
lucha diaria por la supervivencia y reflejan el modo de vida y el
entorno de los hombres del comunismo primitivo. “En esta fase de vida
puramente práctica es obvio que todo girase todavía en torno a la
consecución del sustento” Arnold Hauser “No hay nada que pueda
justificar la presunción de que el arte sirviera para otro fin que para
procurar directamente el alimento. Todos los indicios aluden a que éste
arte servía de medio de una técnica mágica y, como tal, tenía una
función por entero pragmática, dirigida totalmente a inmediatos
objetivos económicos”[33].
La unidad con la naturaleza y el bajo control de las fuerzas naturales
determinaba el contenido y la función de este arte; además el arte aún
no había adquirido una independencia relativa con respecto a su base
material; apenas y existía la división social del trabajo y los artistas
de las cavernas no podían representarse su actividad como independiente
de su entrono tribal y crear así una conciencia falsa con respecto a su
propia producción. Al mismo tiempo el arte rupestre es una evidencia
incontestable de que el arte no se desarrolla en una esfera de cristal y
esta exento de los intereses mundanos, es la muestra de que el arte es
una caja de resonancia de la sociedad y refleja intereses muy concretos
aún a pesar de que, a partir de la revolución neolítica, el arte
adquiere un grado de independencia y se sujeta hasta cierto punto a sus
propias reglas, no obstante, nunca podrá independizarse del suelo
nutricio que le da origen y de los puntos de vista de ciertas capas
sociales que expresa. Incluso dentro de la sociedad capitalista, en
donde la división del trabajo ha llegado a extremos tan nocivos y en
donde muchos creadores y filósofos tienen la ingenua ilusión de que el
arte no tiene nada que ver con el crudo mundo material, es posible ver
ya en ésta misma postura el sentimiento de ciertas capas sociales
descontentas con el feo mundo del capitalismo y su vano intento de
fugarse de él por medio del arte (la calidad de dicho arte, no obstante,
no esta mecánicamente determinado por el contenido ideológico
reaccionario que expresa y puede ser un arte valioso aunque exprese
ideas incorrectas).
La
idea fantastica del “arte por el arte” hubiera resultado incomprensible
a éstos hombres porque para ellos el arte no era un producto orientado
principalmente al goce estético sino un ritual orientado a fines tan
prosaicos como la reproducción de los animales de caza y el deseo
imperioso de tener éxito en ella. No es casualidad que los animales de
caza (renos, bisontes, mamuts, caballos jabalíes, bóvidos, rinocerontes
lanudos) fueran el tema favorito de estos artistas; incluso el contenido
del arte esta impulsado en última instancia por factores sociales (no
es casualidad que el arte de vanguardia, por ejemplo, se haya
desarrollado fundamentalmente en la época en que nacía el capital
monopolista en donde se hace necesaria una respuesta del arte a éste
fenómeno); a pesar de que las pinturas rupestres de Francia y España
constituyen el ejemplo clásico, el arte rupestre es un fenómeno
recurrente en todas las sociedades de un modo de producción basado en la
caza y la recolección del paleolítico superior, aún cuando la mayoría
de las culturas de esta etapa histórica no tuvieron ninguna relación ni
contacto y se desarrollaron en periodo de tiempo muy diversos;
manifestaciones artísticas similares se pueden encontrar en África,
Europa, América, Asia y Australia, lo que es una prueba evidente de la
relación que guardan con el modo de producción de la etapa superior del
comunismo primitivo.
Las
realistas representaciones de éstos artistas parecen querer reproducir
la esencia de éstos animales en un intento de asegurar materialmente la
existencia de los animales deseados en la creencia de que dicha
reproducción era al mismo tiempo la reproducción real del animal tal
como señala Hausser “El pintor y cazador paleolítico pensaba que con la
pintura poseía ya la cosa misma, pensaba que con el retrato del objeto;
había adquirido poder sobre el objeto; creía que el animal de la
realidad sufría la misma muerte que se ejecutaba sobre el animal
retratado”. El mismo autor refiere una anécdota sorprendente que
confirma la visión ingenua y mágica de los hombres del paleolítico “El
artista paleolítico adoptaba sin duda ante el arte la misma actitud del
indio siux (..) que dijo de un investigador al que vio preparar unos
bocetos: se que este hombre ha metido muchos de nuestros bisontes en su
libro. Yo estaba presente cuando lo hizo, y desde entonces no hemos
tenido bisontes”[34].
La obsesión por la caza reflejada en este arte se demuestra porque en
el punto álgido del arte de las cavernas existía “un desajuste entre la
frecuencia con que se representan las presas sobe las paredes y la
frecuencia con la que aparecen en los restos de fauna asociados a una
cueva en particular”[35] lo que refuerza la idea de que los animales representados eran los más codiciados en la caza.
El
objetivo de dichas pinturas no era el placer estético, las pinturas se
encuentran ubicadas donde el hombre moderno jamás colgaría una pintura
de Piccasso ni abriría una galería de arte puesto que se realizaban en
partes profundas de las cuevas donde la luz natural no podía llegar.
Parece ser que el acto de alumbrar la obra reforzaba la idea mágica de
la creación del animal idea reforzada con música y danza ritual (en
algunas pinturas aparecen individuos bailando con mascaras y vestimenta
particular); a menudo las pinturas se superponen unas sobre otras
existiendo aun cuando existía espacio disponible.
Es
claro que la necesidad es la madre de la invención, incluso del arte.
No hay nada más alejado a la verdad que la idea kantiana de que el arte
es una “actividad desinteresada” incluso aunque el artista se proponga
tal función esa pretensión ya expresa necesidades e intereses concretos;
pero en el paleolítico superior resultaba imposible siquiera platearse
tales pretensiones. Incluso el incremento de la producción de adornos
personales refleja un aumento en la conciencia de la identidad y
pertenencia tribal de los individuos y una capacidad de abstracción y
simbolización propia del homo sapiens-sapiens; una conciencia del papel
que cada individuo juega dentro de la colectividad (adornos propios de
chamanes, jefes de la tribu) refleja el hecho de que la conciencia había
alcanzado el grado de humanidad gracias a la producción social, los
lazos y el reflejo en la mente de los hombres que de ella emana.
Reflejan la capacidad del sapiens para objetivar la conciencia (reflejo
de su ser social) transformando su entorno y simbolizándose a sí mismo y
su visión del mundo; por eso el arte es una fascinante ventana al
pasado una ventana que se mantiene abierta y cuyas interpretaciones
dependen de la sociedad en la que el arte del pasado se inserta, pero
ello no puede ocultar la función utilitaria que el arte tiene en su
origen.
Las
“Venus primitivas” son otro manifestación artística de estos pueblos
comunistas, uno de los ejemplos más bellos es la “Venus de Willendorf”
de hace unos 37 mil años, se trata de una escultura pequeña de 11.5 cm
hecha de piedra caliza que representa a una mujer bastante regordeta
con nalgas, pechos, cadera, abdomen y vulva de exageradas proporciones.
No se trata de un hecho casual ni una curiosidad la difusión de las
venus en el paleolítico superior en culturas sin ninguna relación
implica el reflejo de una manifestación social profunda de este modo de
producción. Se trata de un bello ejemplo del nexo entre el arte y la
vida social, en primer lugar porque es una ventana a un mundo donde las
mujeres eran el símbolo de la fertilidad de las plantas y los animales
que estos hombres recolectaban y cazaban, una manifestación vinculada al
pensamiento mágico del deseo imperioso por su reproducción; en segundo
lugar es un reflejo del papel y el status que la mujer desempeñaba en la
sociedad. Todo parece indicar que la mujer era un símbolo de fertilidad
(de ahí la representación exagerada de sus partes reproductoras), base
de los lazos consanguíneos y, como recolectora, un sujeto económico de
primera importancia. La evidencia que da el arte del lugar que ocupaba
la mujer durante el comunismo primitivo no deja mucho lugar a dudas “mientras que las pinturas de mujeres son frecuentes en el arte del paleolítico superior” nos dice Jean-Pierre Durad “las
pinturas de hombres o de niños son comparativamente más raras. Y de
este hecho suele concluirse que esta disparidad se debe al estatus de la
mujer en las sociedades de esa época (..) Patricia Rice por su parte
demostró que en estas figuras (las venus) la mujer aparece representada
en toda una variedad de formas de cuerpos y edades, no solamente a las
embarazadas, por lo que constituyen símbolos de matriarcado más que de
maternidad. La amplia distribución de las figuras de Venus y su aparente
importancia para las gentes del paleolítico superior reflejan, de
acuerdo con Rice, la importancia reconocida de la mujer en estas
sociedades. Siguiendo la misma línea, Olga Soffer, examinó los vestidos
de algunas Venus, señalando que si las características de las mujeres
son representadas con tanta frecuencia esto debe significar que las
mujeres estaban muy bien consideradas en esas sociedades, así como que
algunas de ellas alcanzaron posiciones de gran relevancia en el
paleolítico superior”[36] Como
veremos más adelante -en el apartado sobre la familia primitiva- la
mujer nunca tuvo una posición social tan igualitaria, sino es que mayor
que los hombres, como en el comunismo primitivo antes que la división de
la sociedad en clases derribara a la mujer del pedestal de respeto y
admiración que tuvo durante la mayor parte de la historia de la
humanidad para encadenarla a la esclavitud de la familia monogámica.
Acerca del pensamiento Mágico
El
pensamiento mágico es la forma ideológica que domina las
manifestaciones superestructurales de las sociedades de cazadores
recolectores y constituye un ejemplo notable de la manera en que la
superestructura es determinada en último término por las condiciones
materiales de producción a la vez que influye sobre su base material. El
pensamiento mágico, animismo o totemismo es la forma de pensamiento que
implica que la naturaleza esta dominada por multitud de espíritus que
determinan los fenómenos naturales; detrás de cada fenómeno,
especialmente aquellos de relevancia para la supervivencia del la banda o
tribu, existen espíritus a los que hay que suplicar, pedir o incluso
amenazar por medio de conjuros, ritos y fetiches para que accedan a la
voluntad del hombre.
Esta
forma de pensamiento esta implícita en cada manifestación
superestructural e incluso determina ciertos aspectos de la forma de las
actividades de caza, pesca, recolección, alimentación , reproducción,
etc; – al mismo tiempo que el contenido material
(las fuerzas productivas de la edad de piedra con las que se realiza esa
caza pesca y recolección) determina la existencia de la magia- la
danza, música, los cantos, los mitos y leyendas, la pintura, la
manufactura de fetiches (coma las venus primitivas) y utensilios llevan
implícito al pensamiento mágico integrándose en una unidad indisoluble.
Así por ejemplo la danza representa un ritual para garantizar
actividades como la caza – incluso los del bosquimanos del
Kalajari tiene danzas específicas que dependen del animal al que se va a
cazar-, la música funge como catalizador de los estados de trance
importantes para la comunicación con el mundo de los espíritus,
frecuentemente los cantos hacen referencia a los ancestros espirituales
(frecuentemente animales convertidos en totems) de la tribu, los mitos
refieren a la unidad de parentesco a través de leyendas sobre
antepasados reales o fantásticos, la pintura, como vimos, no es más que
un ritual para la reproducción de los animales de caza.
Estas
formas fantásticas de concebir la realidad a su vez moldean hasta
cierto punto las formas de reproducción de la vida; así por ejemplo los
esquimales tienen diversos tabús acerca de la forma en que deben cazar.
No obstante esta influencia recíproca no puede hacernos olvidar que el
factor determinante que condiciona el surgimiento de esta forma de
pensamiento se encuentra en las condiciones en las que estos hombres
producen y viven. En última instancia la impotencia frente a las fuerzas
naturales que se origina en el desarrollo de sus fuerzas productivas es
el origen y base del pensamiento mágico. La necesidad imperiosa que
estas sociedades tienen de controlar los fenómenos naturales frente a
los cuales no son más que impotentes espectadores hace que traten por
cualquier medio a su alcance de controlar esas potencias ciegas; ello es
tan importante que es la base de una de las primeras divisiones
sociales del trabajo con el surgimiento de los chamanes o sacerdotes a
tiempo parcial (Marvin Harris señala que incluso los chamanes no están
exentos del trabajo).
La
base material del pensamiento mágico es pues, la impotencia frente a
las fuerzas naturales que el hombre esta desesperado por controlar ya
que de ello depende su supervivencia y no es difícil imaginarse su base
psicológica: los sueños y las alucinaciones provocadas por drogas son el
origen sugerente de la creencia en el mundo espiritual, la prueba de
ello es que los chamanes de las sociedades cazadoras recolectoras
modernas acuden a estos estados de conciencia para comunicarse con los
espíritus; Engels en su obra “Ludwing Feuerbach y el fin de la filosofía
clásica alemana” ya había señalado esta idea. Antropólogos
contemporáneos como Edward Tylor han señalado este hecho. En los sueños y
en la alucinaciones surge la ilusión de que existe otro yo separada del
cuerpo; el nacimiento y la muerte pueden ser “explicados” por el alma
que habita temporalmente en el cuerpo para después abandonarlo para
siempre; además el alma es el origen de la volición del individuo que
gobierna las acciones del cuerpo para que éste intervenga materialmente
determinando el curso de los acontecimientos; de la misma forma los
fenómenos naturales pueden ser interpretados como el resultado de la
voluntad del alma (o las almas) que habitan en la naturaleza y al igual
que con las almas del resto de los individuos nosotros podemos acudir a
ellas para que accedan a nuestros deseos. Así como en la naturaleza
existen multitud de espíritus (algunos benévolos y otros amenazantes)
para los egipcios los hombres teníamos dos almas, podemos encontrar
culturas que conciben a los hombres dotados de tres y hasta cuatro
almas; el porqué en la mayoría de las culturas el hombre tienen un alma
mientras que en otras tiene una multitud viviendo en el cuerpo de los
mortales es un tema interesante que debe ser investigado tomando en
cuenta las condiciones concretas del desarrollo de dichas culturas.
El
pensamiento mágico es la semilla de la religión porque ambas formas de
pensamiento dividen el mundo en un plano material y otro espiritual y
porque ambas formas se presentan a partir de la frontera que separa lo
conocido de lo desconocido. No obstante no podemos confundirlas de la
misma forma en que no podemos confundir la bellota con el roble, ni la
crisálida con la mariposa. El tema del origen de la religión lo
abordaremos junto con el origen del estado; no obstante podemos
adelantar que en el pensamiento mágico los espíritus comparten el mismo
plano jerárquico así como el mundo de los hombres que refleja es un
mundo igualitario y sin jerarquías; la religión implica un Dios amo y
señor a imagen y semejanza de los amos y señores de la sociedad de
clases, en otras palabras la religión es un instrumento de dominación y
de control espiritual que condiciona a los oprimidos a aceptar su
situación como inevitable, producto de la voluntad divina mientras que
proporciona una justificación a la clase dominante al erigirse como
representantes de dios en la tierra; el pensamiento mágico no es un
instrumento de dominación sino la expresión del sometimiento a las leyes
de la naturaleza; en todo caso la religión es una expresión del
sometimiento a las leyes ciegas y hasta ese momento indomables de la
sociedad de clases; como instrumento de dominación la religión necesita
de un grupo profesional a tiempo completo y una institución que funja
como policía espiritual, tenemos pues a los sacerdotes y los templos; en
contraste los chamanes son “sacerdotes” a tiempo parcial y no son
representantes en la tierra de los dioses sino simples voceros e
interlocutores del mundo de los espíritus y como cualquier mortal deben
trabajar para la comunidad, no están separados de las masas sino solo
son individuos con una sensibilidad especial y voceros de la opinión
colectiva. La religión es producto de la sociedad de clases, expresión
de que la sociedad se ha dividido en contradicciones insolubles; el
pensamiento mágico es expresión de una sociedad igualitaria pero
impotente; al mismo tiempo la religión, al ser negación dialéctica del
animismo, conserva negada muchos de los elementos del pensamiento
mágico, incluso los absorbe de manera completa bajo una lógica
totalmente contraria a su original.
Todos
los pueblos de bandas, aldeas y tribus tienen sin excepción pensamiento
mágico: chamanes, danzas rituales, fetiches, conjuros, etc; un fenómeno
tan universalmente extendido en cierta etapa del desarrollo no puede
ser casualidad. Para el pensamiento estructuralista este patrón es un
reflejo de los arquetipos binarios – en este caso
la contradicción espiritual-terrenal – que se encuentran en el
inconsciente colectivo; lamentablemente el idealismo estructuralista no
puede dar respuesta a la causa de esta contradicción psicológica en las
sociedades del comunismo primitivo; de acuerdo con el estructuralismo la
causa es simplemente la existencia de una estructura profunda del
inconsciente. Lamentablemente dicha respuesta esta muy lejos de ser
satisfactoria porque representa una simple tautología producto del
círculo vicioso al que nos lleva el subjetivismo filosófico. Preguntamos
por las causas de la supuesta contradicción binaria y
se nos responderá con que dicha contradicción es parte de la esencia
humana; es un caso análogo al estudiante no muy destacado que a la
pregunta del maestro: qué es un gato responde que un gato es....un gato;
con esta respuesta uno se evita el problema de dar una verdadera
explicación y asumir aquello que se tiene que probar, resulta bastante
apropiada para aquellos que no quieren explicar nada y al mismo tiempo
dar una imagen de onda sabiduría; todo se resuelve con la existencia de
arquetipos impresos en una naturaleza humana eterna y fin del problema.
Ahora todo se reduce a ejemplificar la idea preconcebida.
Afortunadamente existe una explicación consistente aunque más prosaica
de lo que gustarían nuestros filósofos subjetivistas. Esta forma de
pensamiento es tan universal en las sociedades de bandas y aldeas porque
todas tienen la misma base material. De la misma forma: en todas las
sociedades de clase existe religión porque en todas se requiere de un
instrumento de opresión espiritual. El pensamiento mágico es un ejemplo
más de que el desarrollo histórico esta sujeto a leyes subyacentes que
pueden ser comprendidas por el hombre y de que la historia, al contrario
de lo que creía Henry Ford, los irracionalistas y empiristas contemporáneos no es una “chorrada”.
c) Una caricatura maliciosa de marxismo acerca del determinismo mecánico
La
visión marxista de la historia no tiene nada que ver con el
determinismo mecánico que muchos de los detractores ignorantes del
marxismo pretenden atribuir a este; por el contrario cualquiera que
comprenda las implicaciones de la visión materialista y dialéctica de la
historia que implica el materialismo histórico puede entender lo lejano
que esta el marxismo del mecanicismo lineal; la evolución de la cultura
humana no esta determinada mecánicamente por el modo de producción, la
forma en que la cultura se manifiesta muestra una multitud de variantes
que se van haciendo más variadas y complejas a medida en que nos
acercamos al sapiens-sapiens y a medida que éste desarrolla sus fuerzas
productivas; especialmente en puntos de ruptura como lo es la explosión
cultural del paleolítico superior. Por supuesto que en la determinación
de la forma actúan factores como la difusión y mezclas culturales e
incluso factores tan inesperados como los climas locales, el ciclo de
las plantas y las especies animales que habitan los entornos
particulares. Los utensilios reflejan infinidad de variantes locales
cuyas causas son tan variadas que pueden incluir, incluso, el carácter
de los primeros artesanos en crearlas sobre cuya creación innovan las
generaciones posteriores, los prejuicios, las creencias, los accidentes
históricos etc; juegan su papel en la determinación de la forma y los
ritmos del desarrollo. No obstante, la necesidad
es la madre de la invención y las necesidades están dictadas por la
producción y reproducción material que interactúa y transforma al medio;
en última instancia las formas culturales están determinadas
dialécticamente por el contenido en que dichas sociedades producen y
reproducen sus condiciones de existencia y sus relaciones sociales que, a
su vez, están determinadas por el desarrollo de sus fuerzas
productivas. Gordon Childe nos explica, correctamente, la dialéctica del
Materialismo histórico de la siguiente manera: “El investigador de la
cultura material tiene que estudiara a la sociedad como una organización
cooperativa destinada a producir los medios de satisfacer su
necesidades, a reproducirse y reproducir nuevas necesidades. Tiene que
ver su economía en acción. Pero la economía influye en la ideología, y
es a su vez influída por ésta. El concepto materialista de la historia afirma que la economía determina la ideología. Es más seguro y más exacto repetir con otras palabras lo
que ya se ha declarado: a la larga una ideología sólo puede sobrevivir
si facilita el funcionamiento regular y eficiente de la economía. Si lo
traba, la sociedad- y con ella la ideología- han de perecer a la larga.
Una ideología anticuada puede trabar una economía e impedir su cambio
durante un plazo más largo que el generalmente admitido”[37].
Una forma ideológica esta condenada a desaparecer tarde o temprano si
frena el desarrollo de las fuerzas productivas; que tan tarde o que tan
temprano puede resultar de suma importancia para las generaciones que
viven esa coyuntura puesto que efectivamente las formas ideológicas
caducas pueden frenar efectivamente el desarrollo histórico, pero
cederán finalmente bajo las fuerzas revolucionarias de la sociedad o de
lo contrario, si la contradicción no esncuentra solución, la sociedad
puede colapsar.
El
error gemelo del determinismo mecánico estructuralista que tanta
repulsión causa esta en el relativismo postmoderno, que encuentra su
correlativo antropológico en la escuela del “particularismo histórico”,
que hace imposible la ciencia y vuelva a la historia en una sucesión
inconexa de hechos únicos e indescifrables de los cuales no se puede
decir nada salvo constatar la diversidad aleatoria de sus formas; se
pretende que dicha postura afirma la diversidad y la pluralidad pero
refleja más bien la decadencia y el individualismo subjetivo extremo y
un pesimismo intelectual propio de las etapas de decadencia social. Por
el contrario el desarrollo del paleolítico en diversas regiones
demuestra que en relación indisoluble a las formas diversas se
encuentran bases similares que determinan patrones culturales similares;
las formas nunca pueden separase del contenido y en última instancia
están determinadas por éste. Como decía Hegel “la forma es la
manifestación inmediata de la esencia” a modos de producción similares
encontramos manifestaciones culturales similares al mismo tiempo que
diversas como comenta correctamente Marvin Harris “Series de industrias
paleolíticas similares a las de Europa se han dado también en Asia y
Africa. Por ejemplo, las técnicas levalloisiense y las industrias
musterienses sucedieron a las tradiciones achelienses en todo el
territorio africano. Incluso existe una industria de lascas parecida a
la musteriense en el norte de China. Alrededor del 40000 al 30000 a.
C. se fabricaban útiles de hueso, lasca y hoja en Siberia y hay pruebas
de que complejos de útiles similares pueden haber surgido en las
Américas poco después. Durante el periodo del 20000 al 10000 a. C. es imposible decir que cualquier región haya logrado decisivas ventajas en la tecnología o en el empleo de símbolos. Para
se exactos, había mucho de variación en el contenido específico del
conjunto de útiles de los cazadores de mamuts euroasiáticos, de los
habitantes de los bosques del sudeste de Asia y de los cazadores
australianos de marsupiales, pero esta variación probablemente refleja
una adaptación local más que diferentes niveles de progreso tecnológico”[38](el subrayado es mío). Formas
de vida basados en modos de producción equivalentes producen fenómenos
similares, o en otras palabras que la superestructura refleja a la forma
de producción y que no se puede separar de su base material. Aceptar
esto es aceptar el punto de vista del materialismo histórico, pero ello
tiene implicaciones practicas en la sociedad capitalista con respecto a
su caducidad y eso es algo que no pueden aceptar los que abierta o de
manera implícita aceptan al capitalismo como algo eterno o aquellos que
se lamentan de la decadencia y el relativismo pero lo ven como un hecho
trágico e inevitable y proyectan el relativismo individualista a toda la
historia de la humanidad.
El comunismo primitivo. El primer modo de producción
En
general los fundadores de la filosofía política burguesa clásica
(Locke, Hobbes, -Russeau es un caso especial aún cuando naturalmente
acepta al estado democrático burgués como el propio de la naturaleza
humana-) consideraban al estado –junto con una división social en líneas
de clase producto de la “naturaleza humana”- como el producto de un
contrato social entre propietarios orientado a preservar la propiedad
privada y acabar con la guerra de todos contra todos propia de las
sociedades sin estado. La totalidad de los teóricos políticos burgueses
consideran al estado como un arbitro imparcial ineludible a las
sociedades humanas y lo dan por sentado así como damos por sentada la
respiración. Es un prejuicio generalizado pensar que sin el estado, sin
las instituciones estatales, sin ejército, sin policía, sin tribunales,
sin cárceles la vida del hombre en sociedad sería imposible debido a la
“naturaleza humana” egoísta, abusiva, avariciosa, etc. Es probable que
si hiciéramos un catálogo de lugares comunes éste último estaría entre
los primeros. Entonces debemos aceptar al monstruoso Leviatán como
nuestro eterno compañero y limitarnos a maquillarle el rostro de la
manera más amigable posible, mantener sus dientes lo más blancos y
brillantes que se pueda y evitar su fétido aliento y condenar las ideas
sobre sociedades igualitarias o comunistas como locuras infantiles.
¿Pero en realidad es así?.
El
estudio de las sociedades anteriores a la revolución neolítica nos dice
que quizá no exista otro prejuicio más mezquino, estrecho y estúpido
que aquel que ve en el estado y las clases sociales instituciones
eternas. Aunque no les guste a los teóricos burgueses y aunque resulte
increíble para la mayoría de las personas, por lo menos desde que el
homo sapiens-sapiens apareció sobre la faz de la tierra hace poco más de
100 mil años hasta hace uno 10 mil años las sociedades humanas se las
arreglaron bastante bien sin presidentes, reyes, faraones, monarcas; sin
cárceles, policías, ejercito; tribunales, ministerios, iglesias; y
prácticamente las guerras sólo se daban ante crisis ecológicas en
relación con la densidad de población (en función de fuerzas productivas
muy limitadas) y muy esporádicamente porque no habían clase sociales,
ni ricos ni pobres, ni princesas ni prostitutas. Como señala
correctamente Marvin Harris “El observador que hubiera contemplado la
vida humana al poco de arrancar el despegue cultural habría concluido
fácilmente que nuestra especie estaba irremediablemente destinada al
igualitarismo salvo en las distinciones de sexo y edad. Que un día el
mundo iba a verse dividido en aristócratas y plebeyos, amos y esclavos,
millonarios y mendigos, le hubiera parecido algo totalmente contrario a
la naturaleza humana a juzgar por el estado de cosas imperantes en las
sociedades humanas que por aquel entonces poblaban la Tierra”[39].
En
un periodo que comprende la mayor parte de la historia del hombre sobre
la faz de la tierra –desde hace más de 10000 años hasta apenas unos 10
mil si consideramos al sapien-sapiens o más de 2 millones de años si
partimos desde el abilis- el modo de producción básico de la humanidad
se basó en la caza, la pesca y la recolección, en general los hombres
eran nómadas, vivían en bandas, clanes y tribus de un máximo de unos
cuantos cientos de personas; su modo de pensar se ajustaba a lo que
conocemos como pensamiento mágico y vivían sometidos a los caprichos de
la naturaleza. No había clases sociales, ni ricos, ni pobres, ni existía
Estado, ni familia nuclear; el individuo se encontraba subsumido a la
colectividad de la misma forma en que una abeja se subsume a la colmena
destacando individualmente en función de necesidades colectivas
religiosas, bélicas o de otra índole bajo la soberanía de la asamblea
general. No existen ni pueden existir desigualdades sociales antes al
contrario todos son igualmente pobres o ricos porque todos están
sometidos a la naturaleza. Incluso en las sociedades salvajes que
penosamente sobreviven en nuestros días y que aún no son disueltas o
totalmente deformadas por las fuerzas corrosivas y corruptoras del
capitalismo nos encontramos con relaciones igualitarias; al respecto nos
dice Marvin Harris que “las sociedades cazadoras-recolectoras como los
esquimales, los ¡kung san del Kalahari y los aborígenes australianos
gozan de u alto grado de seguridad personal sin necesidad de tener
soberanos o especialistas en la ley y el orden. Carecen de reyes,
reinas, dictadores, presidentes, gobernadores o comandantes; de fuerzas
policiales, soldados, marineros o marines; de CIA, FBI, inspectores de
hacienda o jefes de la policía federal. No hay códigos de leyes escritas
ni tribunales de justicia formales; ni abogados, alguaciles, jueces,
fiscales, jurados o funcionarios de tribunales; ni tampoco coches
patrulla, tanques, cárceles o penitenciarias. Esto también es así en
muchas sociedades de aldeas”[40]
La existencia de ese monstruoso y horrendo Leviatán llamado estado (incluso en su bonita forma democrático-burguesa) requiere de condiciones materiales para existir. Este
monstruo es inviable en sociedades basadas en la caza pesca y
recolección porque en ellas es imposible la desigualdad de la riqueza ni
existe propiedad privada sobre los medios de producción fundamentales.
No existe un excedente sobre las necesidades elementales susceptible de
ser acumulado y usado para explotar a otros seres humanos, por eso son
imposibles las clases sociales o privilegios basados en el trabajo
ajeno. Incluso en el periodo de mayo esplendor del comunismo primitivo
(hace 40 mil años durante el paleolítico superior) los excedentes y el
tiempo libre que efectivamente se obtenían no eran susceptibles de ser
usados para explotar a otros y obligarlos a trabajar para uno; en primer
lugar porque se trataba, en la mayoría de los casos, de un excedente no
acumulable (la carne de mamut se hecha a perder) y la recolección de
semillas no daba para crear excedentes considerables. Las herramientas
de caza y adornos personales susceptibles de atesoramiento podían ser
obtenidos por cualquiera puesto que las materias primas, los bosques,
las rocas, etc; no eran propiedad privada y cualquiera podía aprender a
hacerse su propios adornos y armas, además no tiene sentido atesorar
objetos que sólo serán un estorbo en sociedades nómadas y que carecen de
la capacidad de subyugar a otros. Además las sociedades de éste periodo
eran numéricamente reducidas (alrededor de 150 personas) todos se
conocían y se trataban como una gran familia (más delante hablaremos de
los tipos de familia).
Ni
siquiera existían bases materiales para el egoísmo puesto que los
miembros del clan o la banda obtenían más siendo generosos o
igualitarios que intentando la locura de atesorar e imponerse como Rey.
“La gente ofrecía porque esperaba recibir y recibía porque esperaba
ofrecer. Dado que el azar intervenía de forma tan importante en la
captura de animales, en la recolecta de alimentos silvestres y en el
éxito de las rudimentarias formas de agricultura, los individuos que
estaban de suerte un día, al día siguiente necesitaban pedir. Así, la
mejor manera de asegurarse contra el inevitable día adverso consistía en
ser generoso.”[41]
Si algún miembro lunático de algún clan se le hubiera ocurrido
comportarse como se supone debería hacerlo alguien que tiene la
naturaleza humana que nos atribuyen los pensadores burgueses,
reproduciendo la ridícula representación teatral que se supone creó al
estado cuando alguien dijo “¡esto es mío¡ o “les propongo un contrato
para crear al estado”, seguramente le habría sucedido algo similar o
peor –probablemente lo hubieran expulsado de la tribu o quizá se lo
hubieran comido- a lo que nos cuenta Marvin Harris. “Supongamos que un
¡Kung con ansia de poder como la descrita por Hobbes se levantara un
buen día y le dijera al campamento: a partir de ahora, todas
estas tierras y todo lo que hay en ellas es mí. Os, dejaré usarlo, pero
sólo con mi permiso y a condición de que yo reciba lo más selecto de
todo cuanto capturéis, recolectéis o capturéis. Sus compañeros,
seguramente pensando que se habría vuelto loco, recogerían sus escasas
pertenencias, se pondrían en camino y, cuarenta o cincuenta kilómetros
más allá, eregirían un nuevo campamento para reanudar su vida habitual
de reciprocidad igualitaria, dejando al hombre que quería ser rey
ejercer su inútil soberanía a solas”[42].
Frecuentemente
se intenta negar esta etapa social de comunismo primitivo arguyendo los
mismo prejuicios bajo una nueva forma: ¡simplemente mofándose de dicha
sociedad¡[43],
diciendo, por ejemplo, que ello sería hablar de una edad dorada de la
sociedad humana, un mundo perdido y un paraíso terrenal y ¿no se supone
que la tierra es un valle de lágrimas?. No hay nada más fácil que crear
un muñeco de paja y luego regodearse por el placer de haberlo destruido
fanfarroneando con ello. Que sepamos desde hace tiempo no hay
antropólogo serio ni marxista que se precie que crea en ese muñeco de
paja ni en las fábulas bíblicas, creadas para asustar a los niños, sobre
el sufrimiento eterno y el alma humana pecadora (es posible erradicar
el valle de lágrimas junto con el capitalismo). Si bien es muy posible
que durante su apogeo el comunismo primitivo permitió la existencia de
tiempo libre e incluso abundancia –si bien ninguna que diera poder sobre
otros hombres-; si bien es cierto que es posible encontrarse hoy en día
con comunidades salvajes que trabajan menos que un obrero industrial,
el comunismo primitivo no tenía nada de idílico. En general las
sociedades del paleolítico, exceptuando quizá el paleolítico superior-
se las veían muy duras para sobrevivir; incluso en los casos en que
experimentaban periodos de abundancia ello se lo debían a coyuntura
climáticas favorables (coyunturas que podían durar tiempos largos desde
la perspectiva individual), es decir, se lo debían a su apabullante
dependencia frente a la naturaleza, el tamaño de su población estaba
limitado por sus enanas fuerzas productivas reflejándose en fenómenos
como el infanticidio, el canibalismo y aún la guerra o cazando algunas
cabezas o cueros cabelludos de alguna gens o clan desafortunadas para
aumentar sus territorios de caza y recolección. Había límites objetivos a
la densidad de población que no podían ser rebasados y que dependían de
su subordinación propia del reino animal frente a las fuerzas de la
naturaleza, Marvin Harris nos señala que “(..) probablemente los pueblos
de la edad de piedra no permitieron que sus poblaciones rebasaran los
límites de una o dos personas por milla cuadrada”[44];
de acuerdo con algunas investigaciones ello implicaba mantener
estancado el crecimiento de la población en una tasa anual del 0,001 por
100 para la edad de piedra[45];
de acuerdo con estimaciones hechas sobre la esperanza de vida y salud
de dicho periodo, de acuerdo con el estudio de las osamentas humanas,
para lograr el estancamiento del crecimiento poblacional el infanticidio
pudo alcanzar el 50 por 100 de los nacimientos[46],
su dinámica de población estaba dictada por las salvajes leyes de
Malthus (quizá el único tipo de sociedad humana donde las leyes de
Malthus resultan correctas hasta cierto punto). Su mente estaba dominada
por el pensamiento mágico que incluía, además de conocimientos valiosos
de plantas y animales, en su mayoría creencias absurdas y fantásticas
habitadas por espíritus, duendes, y monstruos nacidas de su impotencia
frente a las fuerzas de la naturaleza. De hecho, como veremos, su modo
de vida estaba condenado por los cambios climáticos que desaparecieron a
las estepas y las grandes presas y abrieron el
periodo de crisis conocido como mesolítico. Cualquier cambio en los
hábitos, el número de las presas o en la disponibilidad de recursos
podía hacer que dichas sociedades desaparecieran como de hecho sucedió.
Existen
objeciones a la existencia del comunismo primitivo como un estadio del
desarrollo de los modos de producción que provienen de investigadores
serios como el propio Marvin Harris quien nos señala que “El predominio
de la propiedad colectiva de la tierra no significa, sin embargo, que
las bandas de cazadores y recolectores carezcan por completo de
propiedad privada. La teoría del comunismo primitivo, según
la cual uno de los estadios de los estadios universales del desarrollo
de la cultura se caracterizó por la ausencia total de propiedad privada
(Epstein, 1968), no se ve respaldada por los hechos. Muchos objetos
materiales de las sociedades organizadas en bandas están bajo el control
(esto es son propiedad) de individuos específico, en
especial los artículos que el propio usuario ha producido. Hasta los
miembros de las sociedades más igualitarias creen normalmente que las
armas, recipientes, adornos, útiles y otros efectos personales no se deben coger o utilizar sin el consentimiento de su propietario. Sin embargo es remota la posibilidad de que el hurto o la apropiación indebida de tales objetos provoque graves conflictos”[47]. Es
una pena decir que dicha objeción esta basada, en primer lugar, en la
confusión de carácter elemental entre medios de producción y medios de
consumo individual. La propiedad privada de medios de consumo individual
como adornos, recipientes y efectos personales no invalida la tesis de
la no existencia de la propiedad privada (véase tan sólo El Manifiesto
Comunista) ya que la teoría marxista se refiere claramente al la
propiedad privada sobre los medios de producción como el elemento que
nos separa del comunismo primitivo y como elemento que determina la
existencia de clases sociales.
En
segundo lugar, me parece que Marvin Harris confunde la forma con el
fondo cuando dice que existe propiedad privada sobre fuerzas productivas
como arcos, flechas, hachas, puntas, etc; ésta se revela como pura
apariencia cuando consideramos, como explica el mismo Marvin Harris, que
los territorios de caza, tala, recolección donde se encontraban las
materias primas y todo lo necesario para fabricar herramientas, eran
propiedad colectiva: “la madera para el arco, las hojas para el techo,
los pájaros que daban plumas, los leños que albergaban gusanos y la
fibra para cestas estaban allí para que todos los
tomaran. Las tierra, el agua, los alimentos vegetales y los animales de
caza eran propiedad comunitaria. Todo hombre y mujer tenía derecho a
una porción igual de naturaleza”[48]. A lo sumo podemos decir que arcos,
flechas, lanzas, puntas pertenecen a todos y a ninguno en particular
porque su propiedad estaba al alcance de todos; cualquiera podía hacerse
sus propios instrumentos y de hecho estaba obligada a hacérselos puesto
que la caza era de carácter colectivo y, salvo las limitaciones de sexo
y edad, todos estaban obligados a participar (aunque fuera por turnos).
Aún suponiendo que existieran “robos” producidos por el deseo de tener
una lanza hecha por un elemento especialmente habilidoso, éste último no
tiene poder para explotar a otro con ese lanza excepcionalmente hecha y
le sería más útil al “ladrón” pedirle al virtuoso que le enseñara la
técnica apropiada, el virtuoso seguramente aceptaría encantado puesto
que flechas mejores aseguran una caza colectiva mayor y una comida
mejor.
Puesto
que las materias primas y el acceso a las fuerzas de trabajo eran
patrimonio común no se explica la posición de Harris a no ser que
exista, además, una penosa confusión entre control técnico y apropiación
real de los medios de producción. Como señala Marx en El Capital el
control técnico del instrumento de trabajo (que
hay que diferenciar de la apropiación privada de los medios de
producción) depende del instrumento mismo, es decir, del desarrollo de
la ciencia y la técnica. El desarrollo de las fuerzas productivas no
sólo determina las relaciones entre los hombres sino de los hombres con
las herramientas; un arco, por ejemplo, se utiliza de manera individual a
diferencia de una cadena de producción de la Ford
en donde participan miles de obreros. A pesar del carácter técnico
individual del uso de las herramientas de la edad de piedra la caza era
de carácter colectivo y sólo tenían sentido en un marco de caza y
apropiación colectiva de lo cazado, el control técnico de dichos
instrumentos por parte de individuos aislados no contradice el carácter
colectivo y comunista de su modo de producción y apropiación. En las
sociedades organizadas en bandas y aldeas jamás podremos encontrar apropiación
privada de los medios de producción, salvo confundir la forma con el
fondo. Nadie tenía la capacidad de explotar a otros seres humanos,
cuestión que determina el carácter comunista de las sociedades basadas
en la caza y la recolección y que jamás podamos encontrar en ellas
diferencias de clase y riqueza.
Por otro lado los cabecillas y jefes de la Tribu, por lo menos antes del neolítico y antes de la formación de la primeras “jefaturas” y reinos protoestatales, no tenían poder
sobre los medios de producción, su autoridad de fundaba en la autoridad
moral, en el ejemplo y en habilidades sobresalientes en alguna esfera
de importancia para el clan, se trataba de individuos con autoridad
moral que tenían capacidad de persuadir pero nunca de imponer, dicho
reconocimiento no les daba poder para obligar y explotar a otros y salvo
las cualidades en las que se destacaban las cabecillas en todo lo demás
eran como cualquier otro miembro sometido a la asamblea y al juicio de
“popular” y a revocabilidad inmediata,. Frecuentemente el poder de los
cabecillas o jefes de la tribu (frecuentemente los ancianos) se
limitaban a presidir las ceremonias religiosas y en todos los casos a
expresar de mejor manera la voluntad colectiva, cuando si actuaban de
otra manera eran ya revocados, ya aislados, expulsados o incluso
asesinados. Los ¡Kung san del kalahari son un ejemplo notable de el tipo
de liderazgo propio del comunismo primitivo pues “Cuando Richard Lee
preguntó a los ¡Kung san si tenían cabecillas , en el sentido de un poderoso jefe, éstos le dijeron ¡por supuesto que tenemos cabecillas¡ de hecho todos somos cabecillas(…)[49]”¡que
asombrosa lección de los que significa la verdadera democracia
comunista¡, ¡Uno pensaría que los ¡kung san leyeron el Estado y la
revolución de Lenin sino fuera porque esta es la esencia democrática del
comunismo¡. De la misma forma Lenin describió el régimen político que
debía imperar ya en la primea fase de la revolución socialista (la
dictadura de los trabajadoes) diciendo que cuando todo mundo es
burócrata nadie es burócrata. Si los ¡Kung san logran esto con la
tecnología de la edad de piedra imaginemos lo que se podría lograr con
las fuerzas productivas modernas dentro de una sociedad socialista.
Otra
cuestión interesante es la manera impresionante en que el desarrollo de
la ciencia y la técnica determina las relaciones sociales, ya
mencionamos que una relación social clasista estaba imposibilitada por
el modo de producción (y éste por el desarrollo de la técnica), así que
las fuerzas productivas determinaban relaciones sociales igualitarias o
comunistas, además también determinaban la división social del trabajo
que estaba asombrosamente limitada. En las sociedades de cazadores
recolectores sólo encontramos divisiones en el trabajo social producto
de las diferencias de sexo y edad, además de funciones rituales,
religiosas y bélicas (ante crisis ecológicas) e incluso éstas varían
dependiendo del papel en la producción de hombres, mujeres y niños en
función del clima y los recursos naturales. Podemos encontrar en ésta
etapa incluso actividad comercial (dado el carácter nómada de los
pueblos del paleolítico) pero el comercio estaba limitado por la falta
de un excedente imperecedero, además de las pieles y recursos naturales
exclusivos, el comercio jamás cobrará un papel determinante en la
producción y en la división social del trabajo y se limita a artículos
de lujo.
Es
necesario determinar también cual es la tensión o contradicción central
que impulsa el desarrollo de las fases del comunismo primitivo que
veremos a continuación. Dentro de las sociedades de clases el factor
determinante del desarrollo se encuentra en la lucha entre esclavistas y
esclavos, señores feudales y ciervos, burgueses y proletarios; en el
comunismo primitivo no encontramos dichas contradicciones, en cambio
encontramos la contradicción entre las imponentes, incomprensibles y
fatalmente cambiantes fuerzas de la naturaleza y los hombres armados con
fuerzas productivas de la edad de piedra tecnología cuyo avance se da
en su mayor parte a paso de tortuga; en este tensión encontramos a la
cultura material (incluidas las fuerzas productivas) como el elemento
conservador que se adapta penosa y dolorosamente al cambio de las
condiciones ecológicas. Es fundamental tener en mente esta contradicción
porque, como veremos, determina todas las esferas de las sociedades
salvajes o paleolíticas imponiendo su impronta en el pensamiento mágico,
el arte, las formas familiares, y el desarrollo de nuestros viejos
abuelos. La tarea del comunismo moderno es destruir la piedra angular
(la propiedad privada sobre los medios de producción) sobre cuya base se
alzan las contradicciones de clase modernas para sustituirlas por la
tensión entre un cosmos infinito y una fuerzas productivas
potencialmente infinitas en manos de todos los hombres. A diferencia del
salvaje comunista ahora el hombre comunista será el amo colectivo de la
naturaleza infinita.
El origen de la guerra
La
guerra puede ser definida como un enfrentamiento armado entre, por lo
menos, dos grupos de seres humanos cuya consecuencia es la pérdida de
vidas y cuyos objetivos dependen de la estructura social en la que se
inserta éste fenómeno. Para que dos grupos de hombres armados se
enfrenten con el objetivo de matar a la mayor cantidad de individuos
posible se requieren premisas materiales. Si el objetivo de la guerra es
obtener mano de obra esclava se requiere la capacidad tecnológica para
absorber esa mano de obra de forma productiva (como fue en el caso de
Roma); si el objetivo de la guerra es obtener nuevos territorios para
los señores feudales se requiere la existencia de agricultura y
ganadería para que los campesinos sean capaces de pagar tributo, de otra
manera la conquista sería una empresa inútil y absurda; si el objetivo
de la guerra es obtener nuevos mercados, materias primas, etc; se
requiere la existencia de una industria capitalista que pueda aprovechar
esa mano de obra y esos recursos naturales; si el objetivo de la guerra
es el saqueo se requiere un producto excedente sobre la necesidades
básicas que pueda ser saqueado; si el enfrentamiento se trata de una
guerra civil se requiere, obvio decirlo, de sociedad civil en relación a
la existencia de un estado, la sociedad civil por su naturaleza está
dividida en clases, la guerra civil no es más que expresión de éste
hecho. Además en cualquiera de estos casos se requiere una organización
estatal y una producción capaz de alimentar a un ejército de burócratas y
hombres armados (en forma de un estado) que pueda administrar y
mantener el status quo. En el caso de las guerras revolucionarias (que
se manifiestan en la existencia de una guerra civil) la situación es más
clara aún, dichas guerras son la expresión de la lucha por la
liberación de las clases oprimidas. En todos estos casos la guerra es
producto de la división de la sociedad en clases. Sin esto la guerra,
salvo la excepción que veremos producto de ciertas condiciones
excepcionales del comunismo primitivo, es una cuestión absurda. Ninguna
supuesta naturaleza humana guerrera y violenta cambiaría este hecho, si
los hombres durante la mayor parte de la historia de la humanidad
hubieran actuado bajo la lógica de “el hombre es el lobo del hombre”
nuestra especia no hubiera sobrevivido.
No
existe ninguna evidencia arqueológica concluyente de que los pueblos
prehistóricos del comunismo primitivo practicaran la guerra: “La primera
prueba arqueológica realmente fiable acerca de la existencia de la
guerra, es la construcción de aldeas y poblaciones fortificadas. La más
santigua es Jericó prebílbico, donde en 7500 a.
C. ya se había construido un complejo sistema de murallas, torres y
zanjas defensivas o fosos, de modo que no quedan dudas de que ya
entonces la guerra era una parte importante de la vida cotidiana"
(Canibales y reyes, p. 53). Si bien no hay evidencias acerca de la
existencia de guerras teóricamente no se puede descartar de manera
absoluta enfrentamientos esporádicos entre distintas bandas comunistas producto
de eventuales limitaciones medioambientales para proveer productos de
caza y pesca suficientes. Estos enfrentamientos serían el producto de
crisis medioambientales o de puntos críticos en la densidad de población
más allá de los cuales se vería afectado el nivel de vida de estas
sociedades, aquí los enfrentamientos serían producto de la contradicción
central del comunismo primitivo: fuerzas productivas de la edad de
piedra frente a las fuerzas de la naturaleza. A pesar de ésta posible
excepción, en las sociedades del comunismo primitivo no existían bases
materiales para la guerra. No había antagonismos de clase que derivaran
en enfrentamientos armados ni, por consiguiente, guerras de carácter
imperialista con el objetivo de someter a otras bandas; no existía
excedente considerable sobre las necesidades básicas que pudiera ser
fuente de conflicto; adicionalmente el número
reducido de las bandas (quizá unos 30 miembros) convierte la guerra en
un contrasentido a la supervivencia; así que aun aceptando la existencia
de conflictos que derivaran en enfrentamientos armados no podrían
existir un gran número de bajas ( más adelante veremos el carácter
cómico de la guerras de los pueblos de salvajes actuales). Aún hoy las potencias imperialistas no va a
la guerra porque quieran cometer suicidio sino porque por ese medio la
clase dominante pretende obtener ventajas materiales bastante palpables
(petróleo, rutas comerciales, mercados, etc); claramente en el comunismo
primitivo no existían en absoluto semejantes motivaciones.
Si
sólo tratamos de visualizar guerras entre estas sociedades con el
objetivo de someter a otros pueblos a algún tipo de explotación –por
ejemplo esclavitud- de inmediato veremos que dicha hipótesis resulta en
un aborto ridículo: en primer lugar los “esclavos” eran simplemente
bocas más para alimentar en una situación en donde no existen los
recursos para obtener ese alimento, el modo de producción de este
periodo tenía limitaciones muy precisas en cuanto a la densidad de
población; tampoco existe un ejército permanente, policía o nada
parecido que pudiera someter a los esclavos a la obediencia.
Evidentemente esas sociedades no cuentan con las bases materiales para
la esclavitud, ¡la esclavitud resultaría un fracaso rotundo sin un
excedente económico¡. Aún suponiendo la existencia de guerras producto
de presiones medioambientales los vencidos serían dispersados para
aliviar la presión sobre un hábitat determinado y quizá algunos de los
infortunados vencidos fueran comidos (no había otra cosa que hacer con
ellos). Sí todavía insistimos en la existencia regular de guerras nos
encontraríamos que nuestra hipotética “comunidad comunista guerrera”
habría desaparecido en poco tiempo, el simple hecho de perder aunque
fueran 5 miembros en una sola batalla podría significar una catástrofe
social (significaría la pérdida de cerca del 17% de la población). A lo
anterior hay que agregar el carácter nómada de dichas sociedades por el
cual la motivación de la defensa del territorio tampoco existe.
El
estudio de la mayor parte de las actuales poblaciones de cazadores
recolectores como los san o Bosquimanos del sur de África, los iunuit o
Esquimales, los habitantes de las islas Andamán cerca de la India,
los Shoshoni de EUA, los yahgan de Patagonia, los indios misión de
California, los semai de Malasia, no conocen la guerra aún cuando, como
veremos, las poblaciones actuales de cazadores recolectores están
sometidos a presiones brutales por parte de las fuerzas disolventes del
capitalismo; si el modo de producción de estas bandas determina que sean
predominantemente pacíficas debemos suponer que los pueblos
prehistóricos del comunismo primitivo lo eran con mayor razón (ya que,
en condiciones normales, no se veían obligados a luchar por recursos
naturales limitados). [50] No obstante, es cierto que los etnólogos han documentado la existencia de enfrentamientos armados en algunas de las
sociedades de cazadores recolectoras actuales (como los aborígenes
Australianos). No obstante debemos considerar que estos sobrevivientes
están sometidos a presiones brutales por parte del capitalismo (Tribus
africanas son usadas criminalmente por el imperialismo para matarse unos
a otros y robar sus recursos naturales); aún cuando no exista
intervención consciente de alguna potencia para utilizara estos grupos
como carne de cañón, las fuerzas ciegas del mercado son más que
suficientes para reducir al mínimo los cotos de caza y pesca de estas
sociedades de tal forma que la presión medioambiental es un factor más
que suficiente para enfrentar a las bandas comunistas por los limitados
recursos naturales (Marvin Harris a estudiado esta presión como causa
material de las guerras entre sociedades de cazadores recolectores).
Marvin
Harris nos da una idea del etnocidio y las presiones que significa el
capitalismo para estos pueblos: “Estos ataques genocidas no se limitaron
a América del norte y del Sur. También fueron llevados a cabo en
Australia, en las islas del pacífico y en Siberia. Tampoco son
acontecimientos que tuvieron lugar hace mucho tiempo y sobre los que
ahora nada se pueda hacer. Aún están ocurriendo en las vastas y remotas
regiones de la cuenca amazónica y en otras regiones de Sudamérica, donde
los últimos restos de pueblos organizados en bandas y aldeas libres e
independientes del Nuevo Mundo han sido arrinconados por la expansión
implacables de los colonos, comerciantes, compañías petrolíferas,
profesores, granjeros y misioneros (…)” más adelante nos refiere el
destino trágico de los impresionantes Kung San del Kalahari, cuyo
ejemplo de moral comunista hemos referido antes, quienes “se han
convertido en la diana de fuerzas estatales inmensas que han cambiado su
modo de vida amenazando su supervivencia física. Muchos hombres Kung
san se han visto atraídos al servicio del ejército sudafricano, en su
lucha contra las guerrillas que pretenden establecer un estado
independiente en Nambia. Según fuentes sudafricanas, el desarrollo del
sentido de orientación de los san, su habilidad para el rastreo , su
conocimiento del bosque y su aguda vista, hacen de ellos perfectos
luchadores contra la guerrilla” (Marvin Harris ,
Introducción a la antropología… pp.501-502). Es irónico que esas
sociedades comunistas que son tomadas por los defensores del capitalismo
como ejemplos de que la guerra es eterna e inevitable representan más
bien los efectos nocivos y corruptores del sistema que ellos defienden.
No obstante la existencia de guerras por factores medioambientales, aún
cuando sean por presiones provocadas por el sistema capitalista,
muestran que en situaciones concretas y excepcionales es posible que las
sociedades prehistóricas del comunismo primitivo tuvieran
enfrentamientos esporádicos, si bien es fundamental comprender que estos
posibles enfrentamientos (de los cuales no hay ni una evidencia
contundente) no tenían en todo caso ni un átomo de contenido clasista y
tampoco representaban un fenómeno esencialmente inherente a dichas
sociedades; mientras que, por el contrario, la guerra es un compañero
inevitable en las sociedades clasistas especialmente el capitalismo
(cuya expansión imperialista es absolutamente inevitable). Ni siquiera
durante el más prologado auge en la historia del capitalismo (el boom
postguerra 1945-1974) hubo un solo día en que no hubiera en el mundo
alguna guerra provocada por la sede de ganancia del capital.
Incluso
los enfrentamientos que presenciamos producto de presiones
medioambientales difieren en contenido (como ya vimos no tienen un
contenido clasista) e incluso en forma, sólo forzando el termino
podríamos definir a esos enfrentamientos como verdaderas guerras. La
siguiente cita referida por Harris servirá de ejemplo para tener
conciencia del enorme abismo que separa las guerras estatales de las
preestatales: a finales de 1920 los grupos de cazadores recolectores
Tiklauila-rangwila y los mandiiumbula de las islas Bathhurst y Melville
en el norte de Australia fueron a guerra, ambas bandas fijaron de mutuo
acuerdo una hora para el encuentro: “cuando los dos grupos se reunieron,
ambos bandos intercambiaron algunos insultos y acordaron encontrarse
formalmente en un espacio abierto donde había lugar suficiente. Al caer
la noche (..) los individuos de los dos grupos intercambiaron visitas,
puesto que las partidas de guerra incluían a parientes de ambos bandos y
nadie consideraba a todos los miembros del otro grupo como enemigos. Al
amanecer, los dos grupos formaron filas a los dos lados del claro. Las
hostilidades comenzaron cuando unos ancianos se echaron en cara sus
agravios (..) cuando comenzaron a arrojarse lanzas, las arrojaron
individuos que actuaban movidos por razones basadas en disputas
individuales. Puesto que los ancianos eran quien más lanzas arrojaban,
la puntería solía ser poco certera. Con bastante
frecuencia la persona alcanzada era algún combatiente inocente o una de
las ancianas chillonas que pasaban entre los luchadores, profiriendo
gritos obscenos y cuyos reflejos para esquivar las lanzas no eran tan
rápidos como los de los hombres…En cuanto alguien era herido, incluso
una vieja aparentemente ajena a la cuestión, la lucha se detenía de
inmediato hasta que ambos bandos podían evaluar las implicaciones de
este nuevo incidente” (Caníbales y reyes, pp54-55). Estas “guerras” son
más bien escaramuzas francamente graciosas (ridículo es compararlas con
las guerras de clase de las sociedades estatales) que expresan tensiones
producto de la presión del capitalismo sobre los hábitats de estos
pueblos, dichas tensiones se expresan, además, en un aumento
considerable en las acusaciones de brujería por parte del chaman
(expresando la voluntad colectiva) sobre algunos miembros de la
comunidad que son vistos por el colectivo como una amenaza; en todo caso
estas escaramuzas reflejan crisis y decadencia de estas sociedades más
que un fenómeno normal que emane de su modo de producción. Son fenómenos
similares a los tensiones al interno de una familia que se expresan en
pleitos por motivos individuales y aparentemente accidentales (aunque en
muchas ocasiones el accidente es el vehículo que expresa lo necesario).
Ya hemos señalado que aún sin descartar la existencia de estos
enfrentamientos en las bandas prehistóricas de hace 40 mil años, estas
representarían crisis producto de cambios climáticos y un exceso en la
densidad de población que no puede ser mantenida con sus fuerzas
productivas pero no reflejo de una supuesta naturaleza humana inmutable.
Sin
duda los enfrentamientos aumentaron en frecuencia e intensidad una vez
que los poblados comunistas cruzaron el umbral de la revolución
neolítica, en primer lugar porque ya se contaba con un excedente sobre
la necesidades básicas (aunque en las sociedades de horticultores aún no
se llega al nivel del surgimiento del estado); excedente que se
manifestó en la cultura material en la forma de equipos para elaborar
alimentos, cultivos, animales domésticos, etc. Si bien hay que señalar
que muy probablemente el aumentos en la frecuencia de los
enfrentamientos en las aldeas actuales como los Yanomano tenga más
relación con las limitaciones que la agricultura no intensiva impone
sobre la densidad de población por virtud de la cual las aldeas se
enfrentaban con el objetivo (revestido de motivos ideológicos
fantásticos) de dispersar a las aldeas por debajo del umbral de
sustentabilidad de su modo de producción. Es probable que en las aldeas
de horticultores aún comunistas de la prehistoria la existencia de
guerra se debiera a la misma razón más que a la estratificación social
aún embrionaria. Sin embargo, es claro que con la diferenciación de
privilegios y riqueza (aún sin convertirse en privilegios de clase) nace
irremediablemente la ambición, la avaricia, los celos, la mentira, etc.
Los
Yanomano, tribu de horticultores de Brasil y Venezuela, ha representado
el ejemplo clásico con el cual muchos antropólogos pretenden probar que
la guerra es un fenómeno universal y que forma parte de la naturaleza
humana ya que los Yanomano son guerreros foribundos a tal grado que las
muertes en enfrentamientos constituyen alrededor del 33 % en varones
adultos y al mismo tiempo no sobrepasan el nivel de jefatura (es decir
no están divididos aún en clases ni por tanto organización estatal). Sin
embargo, si bien los Yanomano no están divididos en clases, ya
encontramos diferencias sociales en cuanto a riqueza y privilegios, ya
encontramos propiedad privada en forma de hortalizas propiedad de la
familia (presumiblemente sindíasmica) centrada en el varón, ya
encontramos a jefes de la tribu que detentan privilegios y distinción
embrionaria. Sin embargo, es probable, que las razones de la guerra se
encuentren no en diferencias de status sino en la lucha contra la
naturaleza, lucha llevada al máximo en virtud de la influencia de la
sociedad de mercado. Parece ser que en este caso el origen de la guerra
se encuentra en la tensión entre una población creciente (por la
introducción de herramientas de acero y nuevos cultivos) y recursos
naturales limitados dadas sus fuerzas productivas; Marvin Harris ha
argumentado de manera bastante consistente que el aumento de la densidad
de población producto de la introducción de instrumentos de acero como
machetes ha incrementado mucho el numero de población mientras que al
mismo tiempo las fuentes de carne disminuyen o a lo menos se mantiene
constante; en este contexto los Yanomano pelean para mantener los cotos
de caza y pesca dentro de los niveles de sustentabilidad, ello lo
obtienen expulsando a bandas rivales y, en consecuencia, dispersando la
población sobre un espacio más amplio. En palabras de Marvin
Harris “a medida que las aldeas Yanomano crecen, la caza intensiva
disminuye la disponibilidad de presas en el entorno. La carne de los
grandes animales escasea y la gente se ve obligada a consumir más
animales pequeños, insectos y larvas (…) se alcanza el punto de los
rendimientos decrecientes. Aumentan las tenciones dentro y entre las
aldeas, y esto las lleva a escindirse antes de agotar de manera
permanente los recursos animales. Esto provoca, asimismo, la escalada de
incursiones, que dispersa las aldeas Yanomano sobre un extenso
territorio, a la vez que protege los recursos vitales al crear tierras
de nadie que funcionan como reservas de caza” (Marvin Harris,
Introducción a la antropología general p. 470). Aquí las contradicciones
que provocan la guerra no son contradicciones de clase sino la
contradicción entre un modo de producción aún relativamente igualitario y
el medio natural (veíamos que ésta es la contradicción de las
sociedades sin clases). Esta contradicción ha sido llevada al extremo
por las fuerzas corrosivas de la industria capitalista
No
obstante es necesario hacer una importante aclaración: aún cuando los
yanomano ya han descubierto la horticultura (desconocen la domesticación
de animales), el contacto con herramientas de metal ha provocado que la
tensión señalada aumente de manera considerable los conflictos, de una
manera que resultaría imposible sin el contacto del capitalismo por
medio de la introducción de nueva tecnología. Hace más de 100 años los
Yanomano obtuvieron machetes y hachas de acero de los misioneros, de
esta manera la población de cada aldea paso de unos 50 miembros hasta
166, además los misioneros introdujeron los Platanos y los Yantenes
sustituyendo a la tradicional mandioca revolucionando, dentro del marco
de la horticultura, su modo de producción. Es de suponer que los
enfrentamientos antes de la llegada del hombre blanco fueran mucho
menores o incluso prácticamente inexistentes. Debemos subrayar que
aceptando que la contradicción entre el hombre del comunismo primitivo y
la naturaleza pudiera ocasionar enfrentamientos y “guerras” vemos que
aún dentro de sociedades que ya han incorporado la agricultura (en la
forma de horticultura) un catalizador para las
tensiones y enfrentamientos se encuentra en el influjo del capitalismo.
Mientras la sociedad no se divida en clases sociales los enfrentamientos
no tienen un carácter de clase, los yanomano no hacen esclavos a las
aldeas vencidas sino que simplemente las dispersan. Mientras una
sociedad no se divida en clases los enfrentamientos serán la excepción y
no la regla, su existencia recurrente refleja la decadencia producto de
fuerzas internas (divisiones de clase) o externas (el influjo de la
civilización).
En
síntesis podemos decir que el fenómeno recurrente de hombres matándose
unos a los otros es producto de la división de la sociedad de clases, la
división entre explotados y explotadores. El fenómeno de la guerra
tiene una base de clase. La guerra (las guerras imperialistas como las
revoluciones) es la expresión más cristalina e incontrovertible de la
lucha de clases. La existencia de conflictos entre los salvajes actuales
refleja el hecho de que estas sociedades han sido “contaminadas” por la
civilización. Si bien no se puede descartar conflictos producto de su
propia lógica tomando en cuenta crisis medioambientales provocadas por
cambios climáticos naturales o un aumento de la densidad de población
más allá de los límites objetivos. En el 99% de los casos la guerra no
es más que la expresión de que la sociedad se ha dividido en
contradicciones insolubles. Si es que se demuestra que los pueblos
prehistóricos recurrían a la guerra podemos prever que esta conducta
constituye una excepción producto de el enfrentamiento de estos pueblos
contra las fuerza naturales. El hecho es que la evidencia arqueológica
demuestra que la guerra es un fenómeno relativamente nuevo en la
historia de la humanidad y que durante la mayor parte de la historia de
la humanidad (hasta hace unos 7 mil años) los hombres vivieron sin
necesidad de matarse los unos a los otros. El hecho es que no es sino
hasta el surgimiento de la civilización cuando aparecen las evidencias
de la guerra a una escala absolutamente sin precedentes. La guerra no es
una expresión de la naturaleza humana sino la expresión de la
naturaleza clasista de la civilización. El lastre de la guerra no podrá
desaparecer mientras subsista la división entre explotados y
explotadores, la guerra no podrá desaparecer mientras exista la lucha de
clases de la cual la guerra no es más que su expresión más cruda.
Podemos afirmar que “la guerra para terminar con todas las guerras” es
la lucha por el socialismo.
Mesolítico: una etapa de crisis, preparándose para el gran salto
A
pesar de los inmensos logros de los pueblos salvajes como los
Ariñaciences y Magdalenienses éstos seguían dependiendo de la “voluntad
de la madre tierra” para sobrevivir y aunque su potencial cerebral era
idéntico a la de los hombres del renacimiento sus fuerzas productivas se
encontraban a años luz de distancia y esta era una diferencia que
determinaba todo lo demás. En realidad su supervivencia, su densidad de
población, sus periodos de crisis y decadencia estaban determinados por
factores que escapaban totalmente a su control; como señala el célebre
profesor Gordon Childe “la suerte de las sociedades salvajes más
brillantes del pasado-las culturas magdalenienses de Francia- bastará
para revelarnos las limitaciones biológicas de esa economía. Una feliz
conjunción de circunstancias, ajenas en absoluto a su dominio, brindó a
los magdalenienses alimentos suficientes para mantener a una población
numerosa y tan fáciles de conseguir que, gracias a ello dispusieron de
tiempo para embellecer su vida con una magnífica cultura espiritual. Pero
la superestructura mágica en nada contribuyó a aumentar los víveres
que, después de todo, no eran inagotables. Por consiguiente la población
se limitó y disminuyó al desaparecer las condiciones especialmente
favorables. (…)Esto condujo a un atolladero (una contradicción), y si
esa contradicción no hubiera sido superada, el Homo sapiens habría
seguido siendo un animal raro, como lo es en realidad el salvaje.”[51] Podemos
afirmar, sin temor a equivocarnos, que la contradicción fundamental que
impulsó el desarrollo de las fuerzas productivas en todas las fases del
comunismo primitivo fue la tensión desigual entre fuerzas productivas
enanas y una naturaleza frecuentemente implacable.
Las
estepas, en donde hace 40 mil años las culturas del paleolítico
superior encontraron las condiciones ecológicas ideales para un modo de
vida basado en la caza de grandes presas y la recolección, representaban
un fenómeno climático transitorio. “Las praderas eurasiáticas eran
simplemente una fase ecológica temporal. Hace unos 12.000 años, los
árboles empezaron a invadir las praderas. Bajo el dosel frondoso de los
bosques no podía crecer la hierba. Hacia el año 10000 a. C. gran parte de la llamada megafauna pleistcénica (mega=enorme;
fauna: animales) se había extinguido en Europa. El rinoceronte y el
mamut lanudos, el bisonte de las estepas, el alce gigante y el asno
salvaje desaparecieron. Sin duda alguna, los cazadores,
extraordinariamente hábiles del paleolítico superior, contribuyeron a
esta catástrofe ecológica (….) En Europa el mesolítico fue una época de
intenso cambio ecológico local. Bosques de abedules y pinos se
extendieron por la tierra, y los cazadores instalaron sus campamentos en
calveros junto a los márgenes de los ríos, a orillas de los lagos y
estuarios y en las costas”[52].
Si bien los hombres del paleolítico superior eran magníficos cazadores y
su actividad tenía una repercusión significativa sobre su medio al
grado de contribuir a la extinción de algunas especies, aún seguían
estando sometidos a los factores climáticos y su tecnología tenía
limitaciones naturales muy concretas: “Una tecnología producía un alto
nivel de vida cuando había una gran abundancia de plantas y animales,
mientras que las tecnologías y técnicas de caza y recolección más
eficientes no evitaban el hambre cuando escaseaban los recursos
cinegéticos y vegetales”[53] En
estas condiciones, frente a la desaparición de la grandes presas, los
cazadores tuvieron que capturar animales pequeños como jabalíes,
venados, etc; que eran más difíciles de cazar en habitats boscosos y era
muy complicado obtener las cantidades necesarias de carne. Estas
condiciones adversas para la caza empujaron a algunos pueblos
(Inglaterra 9.500 a.
C.) a procurarse la ayuda del perro en las tareas de la caza. “El mejor
amigo del hombre” significó también el primer experimento de
domesticación de animales, su domesticación no significó ningún capricho
doméstico sino un recurso importante orientado a la supervivencia.
La alimentación tuvo que orientarse hacia lo que los antropólogos llaman una dieta de espectro amplio compuestas
por alimentos vegetales, pescados, molusco y otras fuentes costeras y
fluviales. Ello tuvo un impacto en el desarrollo de las fuerzas
productivas que se hacen más variadas y especializadas: una increíble
cantidad de instrumentos de pesca: redes, cañas, anzuelos, arpones;
aparecen por primera vez instrumentos de piedra como son las hachas; se
desarrollan medios de transporte como pequeñas embarcaciones, canoas,
trineos, remos; los asentamientos crecen en tamaño y duración. No
obstante la prueba más evidente de las limitaciones en la tecnología de
éstos pueblos es que durante el periodo comprendido entre 13000 y 7000
años a. C. se dio una tendencia recurrente en todas partes del mundo a
sociedades cazadoras y recolectoras de espectro amplio en todas partes
del mundo “No es fácil evitar la conclusión de que esta tendencia
recurrente parece reflejar factores como cambios medioambientales
inducidos por la recesión y fundición de los glaciares continentales, la
consiguiente elevación del nivel del mar y la extinción de la megafauna
del pleistoceno”[54].
Esta tendencia es una muestra de cómo el desarrollo de las fuerzas
productivas influye directamente sobre el control que el hombre tiene de
su medio, y ese control repercute directamente en la forma de vida y en
las relaciones sociales de los hombres. En este caso representa un
ejemplo del limitado control del hombre frente a la naturaleza durante
el comunismo primitivo, al mismo tiempo muestra que poblaciones con
modos de producción similares en condiciones climáticas similares
presentan manifestaciones similares. No es casualidad que durante esta
etapa desaparecieran las pinturas rupestres ocupando su lugar
representaciones geométricas y símbolos sobre armas y artefactos,
probablemente manifestaciones abstractas y rituales de semillas y
conchas, con ello es evidente, una vez más, que el arte no es obra del
libre arbitrio del artista sometido a limitaciones materiales y sociales
muy concretas.
El
mesolítico fue una etapa preparatoria para le revolución neolítica
(domesticación de plantas y animales). La necesidad es la madre de la
invención y la situación de relativa crisis de recursos que representó
el mesolítico era un suelo fértil para una revolución, la contradicción
dialéctica entre el medio y las limitadas fuerzas productivas debía
resolverse si el hombre debía llegar a la cumbre de la civilización o
continuar en un grado considerable de animalidad. La agricultura, como
toda revolución de relevancia, no es producto de las ideas puras sino de
las contradicciones materiales que se manifiestan en forma de
necesidades a superar. Lo cazadores-recolectores no inventaron la
agricultura porque algún cabecilla de la tribu se le ocurriera una gran
idea, sino porque la crisis del mesolítico generó el potencial que tenía
que convertirse en acto más tarde o más temprano. Era imposible un
salto similar en la condiciones de abundancia del paleolítico superior.
Además de la necesidad desesperada de recursos de los pueblos del
mesolítico, los poblados estaban en mejores condiciones para realizar el
salto: eran relativamente poblados estables en torno a sus fuentes
habituales de recursos (siempre y cuando sus fuentes estuvieran
concentradas en una zona determinada) y estaban obligados a poner
atención a los ciclos de las plantas que recolectaban, el sedentarismo
preagrícola era estimulado por la necesidad de almacenar los granos
recolectados. “Los cazadores-recolectores de espectro amplio levantaron
las primeras aldeas permanentes para contar con un lugar para almacenar
el grano, molerlo en forma de harina y convertirlo en tortas o gachas”[55].
No es casualidad que la revolución neolítica se realizara por primera
vez en la historia de la humanidad en la zona conocida como creciente
fértil ubicada en el oriente medio en donde los pueblos mesolíticos
recolectaban en esta región trigo, cebada, guisantes, lentejas y las
cabras y ovejas se encontraban en estado salvaje. No es difícil
representarse el salto de la recolección selectiva de plantas a la
domesticación selectiva de plantas. Además el excedente del sobrante de
la cosecha (comenzando con experimentos con el sobrante de la
recolección) es materia prima para la domesticación de animales la cual
requiere de bases materiales porque un animal no se puede domesticar si
no se le puede alimentar. Efectivamente la causa de que los hombres del
comunismo primitivo no hayan inventado con anterioridad la ganadería no
se debe a que fueran estúpidos sino a que no podrían alimentar a los
animales domesticados en una proporción que implicara una ventaja
comparativa frente a la caza. Con la agricultura
los cazadores recolectores se dieron cuenta que ya no tenían que ir en
busca de su presa sino que las presa podía ir al cazador al mismo tiempo
que se cultiva y se concentraban los alimentos de los ancestros de las
cabras, ovejas, vacas y cerdos domésticos.
El Neolítico
Las
contradicciones generadas por la crisis de recursos del mesolítico
fueron resultas temporalmente por un modo de subsistencia de espectro
amplio; esa nueva situación generó, en la región conocida como creciente
fértil, una dependencia hacia la recolección selectiva de los ancestros
silvestres del trigo y la cebada que posibilitaron un relativo
sedentarismo (asociado al almacenamiento) que precedió unos 2 mil años a
la revolución neolítica. Eventualmente la recolección selectiva dio
paso a la siembra selectiva generando una reacción en cadena hacia la
domesticación de los animales que se alimentaban de dichas gramíneas
(ovejas, cabras salvajes, vacas, cerdos). Los primeros pueblos
sedentarios de Oriente medio tuvieron el enorme privilegio de contar con
las condiciones ideales para la caza y la
agricultura simultáneamente; ello tendría importantes consecuencias en
el ritmo de desarrollo de las sociedades en el viejo mundo y podría
explicar, en parte, porque el viejo mundo conquisto al nuevo y no a la
inversa.
La agricultura y la ganadería representaron el salto revolucionario más grande hasta ese momento que superaría cualitativamente los
millones de años anteriores de evolución histórica. La agricultura hizo
posible la domesticación de animales porque existía rastrojos
suficiente para poder alimentarlos. Ello generó una explosión
demográfica brusca y repentina sin precedentes “De este modo, en el
neolítico se produjo un rápido incremento en la población. Comenzando
con 100.000 personas en torno al 10000 aC; poco antes del 6000 a.
C. la población de Oriente medio había alcanzado probablemente los 3,2
millones, se multiplicó por treinta, en el plazo de 4.000 años”[56];
con la explosión demográfica y el crecimiento de la densidad de
población se hicieron necesarias obras de regadío y la existencia de un
poder administrativo central que excedía las posibilidades de gestión de
los clanes o gens comunistas los cuales cristalizaron en el surgimiento
de jefaturas y reinos precursores de los estados; las facultades de
administrativas y de almacenamiento de las jefaturas, originalmente
surgidas por la asamblea popular, favorecieron el surgimiento de
privilegios posibilitados por la existencia de un excedente considerable
en manos de una casta privilegiada. Al mismo tiempo a una velocidad
vertiginosa surgieron las primeras ciudades con casas, templos,
fortificaciones, palacios; con la ciudades nace la arquitectura; el
sentido de pertenencia a un pueblo determinado se comienza a establecer,
no con respecto a los lazos consanguíneos propios de los clanes, gens y
tribus, sino por las propiedades y el territorio; la bíblica Jericó en
Jordania es un ejemplo clásico de las primeras ciudades, con una
extensión de 4 hectáreas
y con 2000 habitantes; con Jericó nacen las “murallas de Jericó”, los
fosos y las torres o el testimonio más temprano de que la guerra resulta
de la propiedad y las diferencias de clase; el compañero inseparable de
la opulencia es la ambición de la propiedad ajena y los métodos más
crueles para obtenerla. Junto con la opresión surge la necesidad de
mantenerla, cada vez se vuelve más necesaria la creación de un ejercito
permanente vinculado a la clase dominante en sustitución de la tribu
armada; nace la religión institucionalizada como justificación divina
del poderoso y consuelo patético del oprimido; junto con el ocio del
rico surgió la filosofía el arte y la ciencia y una base de
necesidades materiales que les da sustento; la ideología se divide en
tantas partes como clases y grupos parten a la sociedad, dominando la
ideología de la clase dominante. Con el excedente nace también la
posibilidad del comercio regular, aunque en un comienzo de artículos de
lujo, y con él la división del trabajo: “En Beida, Jordania existían
talleres divididos en áreas separadas dedicados a la manufactura de
útiles de hueso, de puntas de flecha y la fabricación de abalorios, lo
que sugiere que diferentes individuos se centraban en la producción de
un excedente de artefactos que luego intercambiaban con otras familias o
con otras comunidades”[57];
con el comercio surge la necesidad del transporte y se inventan los
vehículos de ruedas y los barcos de vela; con la domesticación de las
ovejas también se domestica su lana y surge el hilado y el tejido; con
una mayor necesidad de almacenamiento surge la alfarería, la cerámica y
el torno del alfarero junto con una nueva división del trabajo (el
artesano); el cocimiento del barro es el punto de partida para la
fundición del cobre; con el almacenamiento surge la contabilidad, las
matemáticas, los pesos y medidas y la escritura; con la necesidad de
prever los ciclos agrícola nace la astrología (que es a la astronomía
como la alquimia a la química) y los calendarios (algunos, como el maya,
más precisos que los modernos). Con este salto la sociedad se dividió
para muchos milenios entre reyes y plebeyos, sacerdotes y herejes,
millonarios y mendigos, doncellas y prostitutas, ideas y materia,
doctores e ignorantes; no obstante dicho salto tenía que darse antes de
que el hombre pudiera liberarse definitivamente de esas lacras sociales y
enviarlas definitivamente al museo de antigüedades.
El neolítico es un fenómeno que se extiende a nivel global desde el 12000 a C. hasta el 2000 a
C. empezando por el oriente medio y extendiéndose a Europa por una
combinación de difusión y desarrollo independiente. Muy probablemente la
revolución neolítica haya surgido independientemente en China y el
sudeste asiático (5000 a C.) así como en el oeste de Africa (8000 y 6000 a C.). Por supuesto que la revolución neolítica en América (7000 a
C.) se dio con absoluta independencia de cualquier influencia del
“viejo continente”. Estos datos resultan importantes porque la asombrosa
similitud de fenómenos asociados a la revolución neolítica en
poblaciones sin ningún tipo de influencia representan experimentos
históricos involuntarios que confirman de manera incontrovertible al
materialismo histórico; como señala Marvin Harris “Los orígenes
independientes de la agricultura del Nuevo Mundo avalan la hipótesis de
que las culturas humanas tienen mayores probabilidades de evolucionar en
unas direcciones que en otras. Indican, además, que hay que buscar la
explicación de las convergencias y divergencias de la historia humana en
el estudio de los procesos materiales que tienden a producir
consecuencias similares bajo condiciones similares”[58].
En efecto el surgimiento en el nuevo mundo del sedentarismo, las
ciudades, estados, imperios, arquitectura monumental, escritura,
metalurgia no pueden ser obra del espíritu humano, de los grandes
hombres, de la casualidad o de la influencia de alguna civilización
extraterrestre (los crédulos idealistas están dispuestos a aceptar
cualquier explicación, por absurda que esta sea, antes de acudir a
explicaciones científicas); tienen que obedecer a leyes que sólo el
materialismo histórico puede explicar científicamente. Incluso las
diferencias y los retrasos relativos en el desarrollo encuentran su
explicación desde la perspectiva materialista de la historia.
BIBLIOGRAFÍA
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Marvin Harris “Caníbales y Reyes”
Marvin Harris “El desarrollo de la teoría antropológica, una historia de las teorías de la cultura”
Marvin Harris “Nuestra especie”
Marvin Harris “Vacas, cerdos, guerras y brujas”
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Arnold Hauser “Historia social de la literatura y el arte”
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María Purificación “Atropología, sociedad y cultura”
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Godelier, M “Economía, fetichismo y religión en las sociedades primitivas”
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Levi-Strauss “Arte, lenguaje, etnología”
Leroi-Gourgham “El útil y la palabra”
Leakey “El origen del hombre”
[1] Marx.
C. “Prologo de la contribución a la crítica de la economía política”,
en “C. Marx, F. Engels Obras escogidas en tres tomos”, Progreso, Moscú,
1976, pp 517-518,
[2] No obstante Marx afirma en la Ideología Alemana que con la revolución socialista comienza la historia de la humanidad y concluye la prehistoria.
[3] Antropología, Carol R Ember, et al; p.122
[4] Marvin Harris “Nuestra especie” p. 29
[6] Marvin Harris “Nuestra especie” p.34
[7] Maria purificación (..) “Antropología sociedad y cultura” p.62
[8] Engels “El papel del trabajo en la transformación del mono en hombre” en “Dialéctica de la naturaleza2, p. 139
[9] Carol R. Ember, Melvit Ember, Meter Peregrine “Antropología”, p.103
[10] “http://es.wikipedia.org/wiki/Hominizaci%C3%B3n?”
[11]
Para una valoración de la parte perdurable de Morgan y también de sus
elementos caducos véase con espíritu crítico y con ciertas reservas “El
desarrollo de la teoría antropológica, una historia de las teorías de la
cultura” de Marvin Harris.
[12] Marvin Harris “Nuestra especie”, p.41
[14] http://es.wikipedia.org/wiki/Hominizaci%C3%B3n?
[16]Cf. María Purificación Cervera Rivero, María Candelaria Ku Puc “Antropología, sociedad y cultura” pp. 68-69
[17]http://es.wikipedia.org/wiki/Hominizaci%C3%B3n?
[18] Idid. P.118
[19] Marvin “Nuestra especie” p. 82
[20] http://es.wikipedia.org/wiki/Hominizaci%C3%B3n?
[21] Cf M Harris Nuestra especie pp 85-86
[22] Marvin Harris, Op cit, p. 234
[23] Marvin Harris, Op cit, p. 220
[24] Ibid. pp 222-223
[25] Marvin Haris, “Itroducción a la antropología general”, p. 224
[26] Antropología, p.110
[27] Marvin Harris “Nuestra especie” p.186
[28] Engels “El origen de la familia la propiedad privada y el estado” p 52
[29] “Antropología, Carol R. Ember, p.142”
[32] Arnol Hausser “op cit”, p 14
[35] Marvin Harris, Introducción.. p. 231
[36] Citado en “Antropología” p.175
[38] Marvin Harris, pp. 232-233
[42] Ibid. p.317
[43] Vease por ejemplo “
[44] Marvin Harris “Caníbales y Reyes”, p.27
[45] Cf. Ibid. p.28
[46] Cf. Ibid. p.31
[47] Marvin Harris “Introducción…” p. 452
[48] Marvin Harris “Canibale y reyes” p.103
[49] Marvin Harris “Introducción a la antropología general” p. 458
[50]
Aunque hay que anotar que según Marvin Harris (en su obra Caníbales y
Reyes) algunos miembros de esta lista se componen de refugiados producto
del enfrentamiento entre bandas de cazadores recolectores producto de
la lucha por los cotos de recolección y casa. Mas adelante analizaremos
esta fuente de conflicto.
[54]Ibid. p. 237
[55] Marvin Harris, “Caníbales y reyes” p.44
[56] Marvin Harris “Inroducción a la antropología p. 256
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