sábado, 3 de octubre de 2015

Una veneración bañada por la sangre indígena

Una veneración bañada por la sangre indígena

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herreraclubnaco[@]gmail.com 
24 septiembre, 2015 2:00 amhttp://hoy.com.do/una-veneracion-banada-por-la-sangre-indigena/#comentarios 48 comentarios
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Hoy, los dominicanos conmemoramos el día de la patrona de todos nosotros, Nuestra Señora de Las Mercedes, y hacia su santuario en el Santo Cerro de La Vega concurren miles de dominicanos, en señal de veneración, en la búsqueda de milagros, de recuperar la salud, reforzamiento de la fe y solución de problemas personales, como es la tradición desde hace más de cinco siglos.
El origen de la veneración a la Madre de Dios estuvo relacionada con la terrible matanza de indígenas que habitaban la isla, que los conquistadores españoles, en marzo de 1495, cometieron contra los nativos sublevados por la captura de Caonabo y su firme decisión de liberarlo, pero no contaban con la maldad de una raza europea, que con todo tipo de armas y mastines, ensangrentaron el suelo del valle de La Vega Real, mientras una cruz clavada en el tope del cerro, por orden de Cristóbal Colón, se convirtió, según la leyenda, en el incentivo milagroso para que los españoles triunfaran e hicieran huir a los indígenas.
Desde aquel entonces, el Santo Cerro, con su cruz de madera, se convirtió en símbolo de veneración hasta que desapareció casi totalmente con el paso de los siglos al ser descuartizada por la oleada de peregrinos, en miles de astillas venerandas, repartida por muchos lugares y conservada como reliquias en muchas iglesias; hasta la tierra del hoyo, donde fue clavada la cruz, fue motivo de búsqueda por los supuestos milagros que se recibían.
A 520 años de aquella batalla, que fue la decisiva para afianzar la conquista española en la isla y dejar a la población nativa en desbandada, sometidos al vasallaje de unos codiciosos conquistadores, que le impusieron excesivas cargas de tributos a la población. Tales cargas estaban relacionadas con el suministro de oro y plata de las minas en explotación en condiciones infrahumanas, que hasta los niños no escapaban de esa sumisión, ya que tenían que presentarle a los conquistadores un dedal lleno de oro a los colectores funcionarios de la colonia.
La veneración de nuestra Madre María, bajo la advocación de Nuestra Señora de las Mercedes, se inició en esos primeros años de la conquista, no obstante a que su origen estuvo ensangrentado por la sangre indígena, arrancada a miles de nativos. El amor cristiano de los creyentes dominicanos a través de los siglos prevalece en una veneración muy sagrada para los habitantes del país.
Esa veneración está muy por encima de lo que los españoles, de aquel final del siglo XV, consideraron que los favoreció para derrotar a una población que siempre había vivido en paz y no conocía de las maldades de la raza ilustrada que había llegado para saquear los recursos naturales, que el Almirante urgía buscarlos, para poder abonarles a los Reyes Católicos parte de lo que se había invertido para financiar la empresa del Descubrimiento.
Después de tantos siglos, transcurridos desde aquella batalla, queda en el Santo Cerro una hermosa iglesia estilo colonial y con varias instalaciones religiosas y educativas, una pequeña población y en la iglesia el agujero desde donde se sacaba la tierra consagrada por la tradición como lugar de la aparición de la Virgen.
Ya casi nadie se acuerda del origen de la veneración del lugar, que se ha convertido, sin lugar a dudas, en uno de los dos lugares preferidos para la peregrinación de la fe mariana y católica conjuntamente con la Basílica de Nuestra Señora de La Altagracia en Higüey. Ambas advocaciones de la Madre de Dios compiten en el fervor creyente de los dominicanos, y todos, no importa su condición social, acuden alguna vez a pedirle algún milagro y también de los haitianos con Nuestra Señora de La Altagracia, que les otorgue salud, que les revele el número de los premios de la lotería, o hasta pregonan en una burla que consultan a la Madre de Dios para recibir orientación en cuanto a una supuesta preferencia política, que para beneficio del país, es irrelevante.

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