martes, 6 de octubre de 2015

Las Tribus Floridanas como las que primeros poblaron Haití.

Las Tribus Floridanas como  las que primeros poblaron Haití.
Fuente: Gustavo Adolfo Mejía Ricart, obra Historia de Santo Domingo (una interpretación objetiva), Instituto de investigaciones históricas. Ciudad Trujillo, año 1948. Pág.  73-77
Es lógico presumir que no fueron  las tribus de La Florida las que primitivamente poblaron  a Haití, como pretenden algunos escritores,  (Guridi-Stahl.) ya que no dejaron testimonio de su entrada en esta isla, tal cual hacen siempre, al  través de la Historia, los pueblos vencedores al pasar sobre los  pueblos conquistados, en alguna forma dejando vestigios, es indicios de su civilización por rudimentaria que ella fuese. Se dice por García y  otros, que dichas tribus ayudadas por las de los comanches, apalaquines, túcalos y seminolas, se fijaron en nuestro suelo por invasiones sucesivas, multiplicándose y dando origen a la raza taina. (El origen de estos habitantes, escribe José Gabriel García, la hace derivar  la tradición del multiplicamiento de un gran número de familias que en remoto tiempos hubieron de  emigrar por las costas de La Florida, ahuyentadas por los  invasores de los apalaquinos, túcalos, y  demás tribus guerreras y turbulentas en que  abundaba el continente del norte. ‘ El origen de los primitivos pobladores de esta isla, agrega Logroño, se pierde en la nebulosa noche prehistórica de América siendo muchas las  variaciones de fuentes autorizadas que se disputan la certeza del asunto, pareciéndonos lo más ajustado a la estricta verdad histórica que aquellas familias americanas del  continente, ahuyentadas por las frecuentes invasiones de los apalaquines, túcalos y otras tribus guerreras  del norte, hubieron de emigrar por las  costas de la  Florida y la variante del Atlántico, repartiéndose y multiplicándose luego,  innúmeramente  en el semillero de islas que forma el archipiélago antillano.)
Pero para esto había que aceptar la leyenda infundada del Votán cubano que se hizo escoltar por los caribes para invadir a Yucatán, fundándose, así el  pueblo  protomaya de los itzaes, los cual no está tomado  de ninguna  clara fuente histórica. Humbold imagina que el Votán fue uno de los apóstoles budistas que se diseminaron por la tierra para propagar sus  doctrinas, aunque para  otros es un  caudillo cubano.( El Dr. Narciso Alberti y Bosch en su “ Preshistoria de Quisqueya”,  refiere que el Votán y Zamná eran fenicios que arribaron  a Haití, procedente de  Tiro y Sidón, y hasta llegó a afirmar que “ ellos amarraron sus naves conquistadoras en las Guácaras del Comedero en tiempo tan remoto que el Gran Valle de La Vega Real formaba un mar interior. Pero este es un anacronismo, pues Alberti  hace coexistir  el momento prehistórico en el Valle de La Vega Real era un mar interior y las civilizaciones  de Tiro y Sidón que están a distancia de siglos y hasta de milenios del periodo mioceno e pleistoceno de los mares interiores de la isla. Chavero  opina  que  el Votán quichesa México y las grandes Antillas.)
Javier Angulo Guridi cree “que los haitianos predecían del tronco Waicure de la costa occidental de la América del Norte”, Stahl hace derivar a los indios borinqueños  del continente septentrional, bien que  de orden azteca o descendiente de los seminolas. Pero  la toponimia y la filosofía que nos conciernen, demuestran  que las migraciones a las isla del  archipiélago  del Mar Caribe partieron probablemente de la América meridional ( ” el pueblo, que podemos llamar por ahora “autóctono”, dice Stahl, vivía tranquilo, adueñado de la mayor parte del Archipiélago, perdida la memoria de su origen, conservando en sus nebulosas tradicionales que sus antepasados hacían nacido  en una cueva, como marca la leyenda referida  a Fray Ramón Pane por los  indios del cacicazgo de Guarionex, en Haití. Para la época del Descubrimiento ya tribus muy guerreras se habían apoderado de la península de La Florida. Estos eran los valientes Seminoles, etc.”. Cayetano Cell y Toste añade: “Si los seminolas hubieran lanzado de la Florida a los antepasados  los indo-antillanos, rostros positivos de éstos hubieran quedado en la toponimia de aquel país, huellas de sus costumbres al apropiarse de las mujeres de los conquistadores, y  algunas palabras filtradas en el idioma del triunfador, procedentes de la lengua dominada. Es ley  de la historia que  el  vencedor no hace desaparecer por  completo, en un país, las huellas  del pueblo vencidos”). Y entonces, ¿cómo explicar la retrogradación de esta raza aborigen al grado de salvajez en que la encontró Colón en la  isla de Guadalupe, ya que  unos y otros empujaron a los caribes?
Los historiadores  nacionales han acogido sin mayores averiguaciones, la genealogía floridana de nuestros indígenas, como una especie de tradición  inconmovible. Pero bastará seguir la trayectoria de tales razas continentales e invasoras, para  notar su  craso error.
Dichos protonáhoas o waccuris, autóctonos de California, se desparramaron en tres ramales al separarse en Arizona,  procedentes todos de su  centro de dispersión en el Yuma. Uno de ellos, el  de los yaquinahuatl, descendió por Sonora, Simales,  Tequila, Jalisco, Oaxaca, Chiapa, y  de ahí se fusiono con el de los mixtecas, chapotecas y otros hasta que compuso el pueblo tolteca y se  confundió finalmente con el de los mayoquichés (Chavero-Palacio). Otro invadió a Chiguagua, Durango y Zacatecas, y fundó las razas de los mexicanos, zápotecas y aztecas (los haitianos procedían  del tronco waicure de la costa occidental de América del Norte, escribe Guridi en su Geografía Fisico-historica, antigua y moderna de la isla de Santo Domingo). Y  el tercer ramal atravesó el territorio céntrico  de la América del Norte, y se apoderó  del Valle  del Mississipi y la Florida,  en  donde se estacionó temporalmente para bajar después  por  el litoral del Golfo de México hasta Panuco,  ya  arrastrado a otras tribus que  hallaron en su camino, y cambiando su nombre por el de chanes o ulmecas.
Stahl dice que los seminolas de la Florida emigraron a las Bahamas por  donde penetraron en las Antillas Mayores,  esto es,  establece  conexiones históricas entre los naturales de uno y otro archipiélagos, que  han  dado base a la teoría de las tribus de los seminolas, apalaquines,  etc., como precursores de los haitianos, siboneyes y borincanos, y  hasta  ha servido para identificar al caribe de esas islas menores con los tainos de las islas mayores del Atlántico colombiano. Angulo Guridi tiene la misma opinión  que Stahl acerca del origen norteamericano de nuestro indio (Chavero-Palacio-Teja Zebre). Pero en Puerto Rico ni en Cuba se han podido hallar indicios siquiera que permitían dar pábulo a tan absurdas ideas de Stahl repetidas por  nuestros escritores con una constancia digna de mejor causa. Evidencia la cultura taina que había gran afinidad artística y en sus mismas instituciones,  entres aztecas, mayas e insulares.

En verdad es muy difícil esclarecer el  origen de los  indígenas de la  misma isla de Haití, por la confusión de la Crónicas al respecto. Para algunos investigadores sólo hubo dos variedades perfectamente definidas, la de la parte oriental, derivada de los caribes, y la del centro y  el oeste tribus de tronco lucayo, sedentarias y pacíficas, (Seria un problema muy difícil precisar con  exactitud el origen de los  indígenas que Cristóbal Colón encontró en Santo Domingo en el momento del descubrimiento. Los que escribieron la historia de la llegada de los españoles  a nuestro país, no  se  tomaron el trabajo de indicar el nombre genérico de las  tribus. Un solo hecho pudo adquirirse: la  isla  se  había convertido en punto de reunión  de dos razas que sus lenguas y sus costumbres las  hacían distintas y antagónicas. En la parte oriental, sus población salida de los Caribes nómadas, valientes y sanguinarios, en el centro y en el oeste, tribus Lucayas, sedentarias y pacíficas. Se supone que  estos últimos fueron  descendientes de un pueblo que  acosado de la Florida por los Algonquines, había pasado a las Bahamas y de una en otra isla había llegado hasta Haití (Llenas, ob. Cit. P. 5)

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