Observaciones sobre el comando armado que "paralizó" a los 500 policías en los incidentes del PRD
Por Robert Vargas Aquello parecía una escena de una pelicula de acción, cuando "los buenos" llegaban a acabar con los malos y con todo lo que se interpusiera en su camino.
Cuando el comando de asalto se desmontó de su transporte tipo militar, lo primero que hicieron fue hacer estallar varias bombas de humo, con el que hicieron una cortina.
Entonces avanzaron decididos, con todo el equipo de un comando de acciòn rápidA.
Metralletas de asalto y potentes fusiles ligeros.
Sus caras ocultas detrás de pasamontañas o pañuelos, las manos cubiertas con guantes especiales y los cascos de acero y la ropa negra les daban ese toque especial que atrapa la sicologÍa de quienes los observan.
Parecían de las fuerzas tácticas.
El impacto sicològico es tan aplastante, que los no iniciados en combates armados, los llegan a considerar invencibles, como si una onza de plomo no pudiera acabar con su humanidad.
Pero así llegaron ellos, como dueños del escenario. Como Rambo.
No eran integrantes de la fuerza policial enviada por la Policìa Nacional. Se trataba de un comando bien armado y bien entrenado al servicioo del grupo de Hipólito Mejía.
(Estos superaron con creces a los hombres armados de Miguel Vargas, que corrieron por sus vidas cuando vieron la verdad, aunque al principio disparaban sus armas de forma profusa, según se ve en una multitud de videos).
Ese comando, en segundos trepó hasta la azotea de la Casa Nacional, donde minutos antes las gentes de Miguel Vargas disparaban a los "hipolitistas".
Lo interesante de todo esto no es que el comando brotara "de la nada" y tomara el control, sino que los "linces" y los "topos" que estaban allí quedaran detrás de la cortina de humo. Paralizados y mirando para otro lado.
Los incidentes ocurridos frente al local nacional del PRD revelaron, además, que algo no está del todo claro en la Jefatura de la Policía Nacional.
Por ejemplo, hubo un momento en que el Jefe de la Policía Nacional, José Armando Polanco Gómez, llamó a un canal de la televisión que transmitía en directo los incidentes y dio un ultimatun de "diez minutos" para que el local fuera desalojado o la Policía entratría.
Esa fue su orden.
Los diez minutos pasaron y ningún policía entró.
No solo eso, sino que los que estaban dentro del local pudieron cargar con cuatro de los cinco fusiles que la seguridad de Miguel Vargas habría dejado abandonados dentro del local ante la embestida de "las bases".
El Sub Jefe de la Policía, Victor Campusano, que estaba al frente de las tropas, actuó con mucho tacto y cuidó la forma en que actuaría.
Se le vio que llamó a otros generales que estaban allí y conversó con ellos.
Sabía que el costo político de penetrar a la sede del PRD, con los ànimos tan enardecidos como estaban, podía ser muy elevado.
Quizás por eso no corrió a obedecer a ciegas la orden de su jefe, sino que se tomó su tiempo y esperó a las negociaciones entre los dirigentes del PRD, Gustavo Montalvo y Danilo Medina.
La percepción generalizada de quienes vieron la escena es la de que Campusano actuó con "cabeza propia" y evitó u baño de sangre aunque, por algún motivo, prefirió voltear la mirada cuando el comando de los hipolitistas llegó dispuestos a librar la madre de todas las batallas.
De ser correctas esas interpretaciones, podríamos estar en presencia de una fisura en la jefatura policial, con un Campusano actuando con cuidado a la espera de su turno para sustituir a Polanco Gómez
También tendríamos que admitir que la exhibición de fuerza armada del sector de Mejía, enviaba el mensaje de que también él tiene su cuota de poder en las Fuerzas Armadas con las que podría responder, si se viera acorralado.
Así las cosas, el domingo pasado es posible que ocurrieran algunas de esas cosas que "no se ven", pero que envìan mensajes claros y precisos.
De no ser así, sería difícil entender porqué los quinientos policías no pudieron contener a los seguidores de Mejía, quien demostró que tiene agallas para hacer lo que hizo y mucho más.
Y eso, ya Miguel Vargas lo sabe.
En el aire, sin embargo, quedan algunas preguntas.
¿Por qué los cientos de tropas, incluidos topos y linces, no actuaron cuando llegó el comando que tomó por asalto el local del PRD?
¿Por qué no quisieron participar de un "enfrentamiento" real con gentes aparentemente entrenadas para la guerra?
¿Qué conocía Campusano que desconocía su jefe para dar tiempo y dilatar el cumplimiento del ultimatum?
¿Hay en la jefatura de la PN diferencias de criterios en relación a la forma de enfrentar ese tipo de incidentes?
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