MARTÍ EN FEDERICO GARCÍA GODOY: APORTES A LA ÚLTIMA GUERRA DE INDEPENDENCIA CUBANA [1]
Fuente:http://historiadordelcaribe.blogspot.com/2013/12/marti-en-federico-garcia-godoy-aportes.html
sábado, 7 de diciembre de 2013
Por Jesús Méndez Jiminián[2]
“Los hombres son como los astros, que unos dan luz de sí y otros brillan con la que reciben”. ~ José Martí (1853-1895)
GUERRAS DE INDEPENDENCIA DE CUBA
José Abreu Cardet en su obra “Historia de Cuba”, recientemente publicada en Santo Domingo, a este respecto ha señalado que, “Entre
1868 y 1898 se desarrollaron en el archipiélago cubano tres contiendas
independentistas. La primera de 1868 a 1878, es conocida como la Guerra
Grande; la segunda, entre 1879 y 1880, se llama la Guerra Chiquita; la
última, de 1895 a 1898, ha pasado a la historia como la Guerra de
Independencia o del 95”, y a la que Martí llamó la “Guerra Necesaria”. (p. 135 en “Historia de Cuba” de José Abreu Cardet y otros, Archivo General de la Nación, Vol. CLXXXVI, Editora Búho, Santo Domingo, D.N., 2013).
Carlos Manuel de Céspedes |
Cuando se inició la Guerra Grande con el levantamiento del “… 10 de octubre de 1868 uno de los comprometidos, Carlos Manuel de Céspedes[3],
un abogado y propietario de un ingenio azucarero (el Demajagua, n. de
j.m.j.) natural de Bayamo y radicado en la jurisdicción de Manzanillo,
se alzó en armas. Pese a las discrepancias, la inmensa mayoría de los
conjurados lo secundaron. Muy pronto la guerra se extendió por gran
parte de la isla como el incendio en una sabana (…). El 4 de noviembre
se alzaron los camagüeyanos; en febrero de 1869, los villareños. En la
parte occidental se produjeron algunos alzamientos como el de Jagüey
Grande, pero estos fracasaron. En el occidente no existían las
condiciones para el estallido. Había una población muy importante de
inmigrantes españoles que apoyaban la metrópolis”. (pp. 142-143, ob. cit.).
En aquellos momentos, “Cuba
era un país más desarrollado económicamente que España y, sin embargo,
dependía políticamente de esta; el mercado para el 80 por ciento de la
producción cubana eran los Estados Unidos”. (p. 486 en “De Cristóbal Colón a Fidel Castro. El Caribe frontera imperial” de Juan Bosch, Cuarta edición, Editorial Ciencias Sociales, La Habana, Cuba, 2007.).
¿Por qué no cuajó la guerra independentista de 1868-1878 en el Occidente cubano?
Para tener una idea, Bosch en su citada obra dice que, “Por
ejemplo, en Matanzas, el territorio más pequeño, había en 1868 unas
cuatrocientas unidades azucareras de las cuales 370 eran de vapor y 31
eran trapiches; pues bien, de las 612000 toneladas de azúcar, que
produjo Cuba ese año, más de trescientas mil habían sido fabricadas en
Matanzas (…). Al estallar la revolución, los ingenios de toda la isla
eran unos dos mil, y por lo menos la mitad de ellos estaban produciendo
muy poco o se hallaban parados, puesto que más de la mitad de la
producción total del azúcar se obtenía solo en Matanzas, donde estaba la
mayor concentración de ingenios de vapor”. (p. 486, ob. cit.).
Y agrega Bosch que, “Ya
desde principios de 1868 la situación económica de Cuba era
desesperada. En las ciudades y en los campos se cerraban los comercios,
los dueños de los ingenios pequeños y anticuados no podían producir
porque no tenían capacidad para competir con los ingenios de vapor: los
esclavos de esos dueños de ingenios pequeños y anticuados se convertían
en cargas insostenibles; los terratenientes hipotecaban sus fincas. Como
España estaba también afectada por la crisis, aumentó los impuestos que
pagaban los cubanos. Ese estado de caos favorecía la conspiración, que
se extendía…, y en la región Oriental, donde la crisis era más intensa
que en Occidente debido a que en este último lugar la modernización de
la industria azucarera había alcanzado la mayoría de las fábricas y, por
tanto, podían seguir produciendo a precios de mercado sin anunciarse.
En la región oriental, todos los grandes propietarios… participaban de
la conspiración”. (p. 487).
Otro
factor importante a tomar en cuenta en aquellos momentos es, la
composición la población cubana. Por ejemplo, en Oriente, es decir,
donde se inicia el alzamiento revolucionario, años antes, “En
1862, de una población total de 130,112 habitantes, 83,776 eran
blancos, 36,660 eran negros y mestizos libres y 9,309 eran esclavos. La
población de origen español se radicaba en su mayoría en los puertos
comerciales de Gibara y Manzanillo y ascendía a 4,349. En las cinco
jurisdicciones había 156 trapiches e ingenios, 9,239 sitios de labranza y
vegas de tabaco y 993 potreros y haciendas de crianza”. (p. 139, en “Historia de Cuba”…).
Como podemos observar de lo anterior, “La
esclavitud tenía muy poco peso en la economía. No todos los 9,309
esclavos estaban vinculados a actividades productivas; una parte eran
niños, ancianos y domésticos. El trabajo determinante descansaba en los
campesinos y hacendados ganaderos, para quienes la esclavitud no era
factor fundamental”. (Ibid).
Lo dicho anteriormente refleja que, si bien “Es
cierto que la revolución estalló en un ingenio azucarero…, en general,
el movimiento independentista estuvo más ligado a la hacienda ganadera
que al gran ingenio podía concluir en un nuevo Haití, que era el terror
de los propietarios”, y muy en particular, de las autoridades españolas de la isla. (Ibid).
El gran guerrero dominicano Máximo Gómez Báez (1839-1905), “persistía
en llevar la guerra a Matanzas, La Habana y Vueltabajo, y a pesar de la
oposición del gobierno (en armas, cubano, n. de j.m.j.), cruzó en el
mes de enero de 1875 la trocha de los fuertes que habían formado los
españoles…, comenzó a desatar ataques y a levantar el espíritu
revolucionario, a pesar de lo cual no pudo conseguir que la revolución
avanzara”. (p. 495 en “De Cristóbal Colón a…”.).
“Cuba
tenía en 1877 (casi al finalizar esta guerra, n. de j.m.j.) 1,509,291
habitantes. En 1887, ocho años antes de iniciar la última contienda, la
población alcanzaba la cifras de 1,631,687 vecinos”, de acuerdo al Censo de la República de Cuba bajo la administración provisional de los Estados Unidos, en 1907. (p. 140 en “Historia de Cuba”…).
“Las
enfermedades formaron parte del conflicto. En la guerra de 1868 a 1878
los españoles reconocieron que entre el primero de noviembre de 1868 al
primero de enero de 1878 tuvieron un total de 145,884 fallecidos. De
ellos murieron por causas de enfermedad 133,555; en combate 12,329. Pero
también quedaron inútiles por heridas y fueron licenciados 1,612; en
tanto, que por enfermedad se encontraron en esta situación 37,728. De
aquí se deduce que tan solo el 8.4% murió en combate (…) durante la
guerra de 1895 a 1898, se comprobó que solo el 3.18% de los militares
españoles murió en combate. El resto pereció por motivo de enfermedad”.(p. 136, ob. cit.).
Finalmente,
el 10 de febrero de 1878 se produjo el llamado Pacto del Zanjón, pese a
la oposición de algunos jefes revolucionarios, entre ellos Vicente
García[4], Gómez y Maceo, que puso fin a la guerra, en la que al concluir, quedaba devastada media isla de Cuba. “En
Camagüey, por ejemplo – dice Bosch –, quedaron solo dos ingenios de
azúcar, dos potreros y unas doscientas reses, y en la capital del
departamento llamada entonces Puerto Príncipe, había más de mil casas
vacías. La clase social que inició y encabezó la revolución quedó
liquidada, lo mismo en Oriente que en Camagüey; los que salvaron la vida
no salvaron los bienes. Las mujeres de las familias que habían vivido
en la esplendidez cosían, lavaban y planchaban en la emigración. Había
millares y millares de cubanos establecidos en Norteamérica, en todo el
Caribe y hasta en España. Y como sucede siempre, esa emigración injurió a
los luchadores que salieron de Cuba; los acusó de traidores echó lodo
sobre sus reputaciones”. (p. 498 en “De Cristóbal Colón a…”).
Un caso
puesto en tela de juicio fue el de Máximo Gómez, quien envió a Jamaica a
su familia, para luego allí unirse a ella. A Gómez lo acusaron de
traidor y de recibir dinero de las autoridades españolas. La situación
penosa en que quedó él y su familia es descrita por el joven historiador
cubano Antonio Álvarez Pitaluga en su obra “La familia de Máximo Gómez”, en la que aparecen anotaciones como estas:
“A
principios de 1878, una mal vestida mujer (se refiere a Manana, la
esposa, n. de j.m.j.) con evidentes rasgos de escasez y dificultades,
con una niña de pelo castaño de cuatro años, un varón de casi dos y otro
más pequeño, aun en brazos, se despide con besos y cálidos abrazos de
un hombre de 43 años, portador de duros síntomas de vejez física. El
esposo (Gómez, n. de j.m.j.) también se despide de igual manera de sus
hijos, él queda en Cuba para definir la suerte de una revolución en su
epílogo. Los amigos más cercanos y sus contemporáneos de lucha hace ya
tiempo que lo llaman El Viejo. Los consejos de despedida fueron
sencillos y claros: reunirse en Jamaica con sus cuñadas Regina y María
de Jesús, no comprometerse material ni moralmente con nadie, esperar
pronto noticias de él”. (p. 24 en “La familia de Máximo Gómez” de Antonio Álvarez Pitaluga, Editora Política, La Habana, 2008).
Más adelante observa Álvarez Pitaluga, que “Acaecido
el Pacto de Zanjón en Cuba, el 10 de febrero, Martínez Campos le
insiste en varias oportunidades al mayor general Gómez para mantenerlo
en la Isla como líder mambí, representante de los cubanos “unidos” ahora
a su caduca metrópolis… La ya figura nacional no acepta; la revolución
no tiene posibilidades reales de duración momentáneamente…”. (p. 25, ob. cit.). Gómez ya en Jamaica, unido a su familia, hace estas anotaciones sobre su vida: “Nos
encontramos sin patria, sin hogar, ni amigos, ni pan, y sin siquiera
podernos entender con los hijos del país, por no conocer su idioma. Era
poco menos que si hubiésemos naufragado en un país desierto (…) al
destino se le ocurre divertirse con nuestras desgracias (…), en aquellos
momentos lloraba porque ustedes (su familia, n. de j.m.j.) me pedían
pan y yo no tenía pan que darles”. (p. 26).
La situación en Jamaica de los Gómez-Toro era tal, que “Uno
de los más allegados contemporáneos de Gómez, Ramón Roa, condensó el
dramatismo (en que vivía esta familia, n. de j.m.j.) ese año: “(…)
Máximo Gómez se está muriendo de hambre”. (p. 27). De Kingston pasaron a Spanish Town, donde “Levantan
– dice Álvarez Pitaluga – un rancho de yagua y guano (con piso de
tierra, n. de j.m.j.) en medio del monte y se alimentan diariamente solo
con mangos”. (Ibid).
Recordando aquella infeliz guerra,
“Un historiador español contemporáneo… hizo un interesante
razonamiento: “El principal enemigo que tenemos en Cuba no son los
insurrectos, es el clima. Con todas las apariencias de benigno – agrega
–…, castiga con el mayor rigor al individuo, y hace los mayores estragos
en las masas cuando estas precauciones dejan de guardarse”. (p. 137, en “Historia de Cuba”…). Lo anteriormente señalado es corroborado por Gómez también en algunas de sus notas.
“A
pesar de su situación colonial, Cuba tuvo importantes instituciones y
sociedades científicas en la segunda mitad del siglo XIX, muchas de las
cuales fueron reflejo de los impulsos intelectuales y de
institucionalización de la ciencia que se vivía en España, además de
responder a los intereses particulares de la élite insular que desde los
últimos años del siglo XVIII habían demostrado interés en potenciar
aquellas disciplinas relacionadas con su agricultura, entre otros”. (p. 146 en “De la esclavitud a la criminalización de un grupo: la población de color en Cuba” de
Consuelo Naranjo Orovio, en Op. Cit, Revista, del Centro de
Investigaciones Históricas, Núm. 16, Departamento de Historia, Facultad
de Humanidades de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras,
2005.).
Entre 1845 y 1877, por ejemplo, ya en Cuba se habían creado varias instituciones científicas y educativas de interés relevante. “La
Real Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana, en
1861, la Sociedad Antropológica de la Isla de Cuba, en 1857, el Liceo
de La Habana, en 1845, o el de Guanabacoa en 1861, supuso la
institucionalización de algunas… disciplinas…, que en esos momentos
contaban con gran prestigio en Europa y Estados Unidos, y llenaron un
espacio importante en una sociedad regida por una oligarquía preocupada
de sacar el máximo rendimientos a sus esclavos…”. (p. 147, ob. cit.). Habían intelectuales en la Cuba de aquellos tiempos que llegaban a concebir la idea de que, “el progreso para Cuba residía en la anexión a Estados Unidos” como es el caso de José Ignacio Rodríguez, que así lo planteó en su obra “Estudio
histórico sobre el régimen, desenvolvimiento y manifestaciones
prácticas de la idea de anexión de la Isla de Cuba a los Estados Unidos
de América”. (p. 149). Años antes, el presidente norteamericano
James Buchanan, siendo diplomático planteó junto a otros colegas a
través de un acuerdo llamado Tratado de Ostende, que Cuba debía de ser
posesión norteamericana a cualquier precio.
En la Guerra Grande (1868-1878), participaron favor de los insurrectos soldados de otros países, pues, “La
Guerra de la Restauración de la República Dominicana, la de la Secesión
de los Estados Unidos y la de los mexicanos contra el emperador
Maximiliano fueron grandes abastecedores de oficiales y jefes
experimentados de las filas insurrectas”. (Ibid). Entre los dominicanos, sobresalieron “Los
generales Luis Marcano, Modesto Díaz, Máximo Gómez y otros muchos… que
combatieron en las filas insurrectas (y) jugaron un papel muy
importante”. (p. 145). En el caso de Norteamérica son relevantes las figuras de Thomas Jordan y Henry Reeve. “Thomas
Jordan – dice Abreu Cardet – fue jefe del Departamento Oriental y luego
jefe del Estado Mayor del Ejército Libertador desde mayo de 1869 hasta
mediados de ese año. En la práctica, era el jefe de Camagüey donde se
mantuvo operando”. (p. 152).
Unos “30
extranjeros con experiencia militar llegaron a ostentar grados de
coronel o general en las fuerzas cubanos durante la guerra de 1868. De
ellos, 10 eran de Venezuela, 1 de Francia, 6 de México, 7 de República
Dominicana, 1 de Colombia, 2 de Estados Unidos, 1 de Polonia, 1 de
Canadá y 14 de España”. (p. 150).
LOS QUE EMIGRARON A SANTO DOMINGO
“El
inicio de la primera guerra independentista cubana (1868-1878) y la
violenta represión desatada por las autoridades coloniales provocaron
una fuerte corriente migratoria desde la Isla hacia las ciudades
norteamericanas”, Venezuela,
Haití, Jamaica, República Dominicana, España y otros lugares. En el
caso de los Estados Unidos, se concentraron en su mayoría, en principio,
en la ciudad de Nueva York, que se constituyó en el principal
asentamiento demográfico cubano en el exterior hasta entrada la década
de los años 80 del siglo XIX. “A
principios de la misma ya Cayo Hueso la sobrepasaba y a partir de 1886
Tampa ocupó el primer lugar, gracias al rápido fomento de las fábricas
de tabaco en esa localidad. No obstante, New York mantuvo su primacía
política y cultural dentro de la emigración y respecto a la Isla”. (p. 23 y 70 en “La comunidad cubana de New York: siglo XIX” de Enrique López Mesa, Editorial Ala y Raíz, Centro de Estudios Martianos, La Habana, Cuba, 2002).
Durante la guerra de 1868-1878, por ejemplo, “Rafael
María de Mendive (1821-1886) – el maestro habanero de José Martí –
también se radicó en New York…, “para correr la serte de los cubanos”
como dijo su mejor discípulo. Por una ironía de la vida, el poeta
enamorado de las noches tropicales escribiría uno de sus mejores sonetos
– “El beso de la noche” (1870) a orillas del Newton Creek, en el
Cementerio del Calvario. Esta ciudad también le inspiró su poema
satírico “Un socialista hambriento” (1871)…”. (p. 27, ob. cit.).
Otras grandes figuras de la intelectualidad cubana vivieron durante
estos años en New York: Cirilo Villaverde (1812-1894), Antonio Sellén
(1838-1889), Enrique José Varona, José Antonio Echevarría (1815-1885),
Luis A. Baralt y Peoli (1849-1933), Juan Clemente Zenea, Néstor Ponce de
León y Antonio Bachiller y Morales (1812-1889), entre otros. De
Bachiller y Morales, miembro de importantes Sociedades Históricas de New
York y Pennsylvania, escribió Martí que era hombre “orgullo de Cuba” y “ornato de su raza”, y que “dejó
su casa de mármol con sus fuentes y flores, y sus libros, y sin más
caudal que su mujer, se vino a vivir con el honor, donde las miradas no
saludan, y el sol no calienta a los viejos, y cae la nieve”.
En Nueva York, “Martí
– que llegó a residir en enero de 1880 – no solo cubrió los grandes
acontecimientos políticos, económicos y sociales de la ciudad, sino que
también detuvo su mirada en muchos detalles de la vida cotidiana, como
lo demuestran sus artículos sobre Coney Island, los ferrocarriles
elevados y los niños vendedores de diarios. Por sus crónicas transita
toda una época de New York, con sus luces y sombras, sus grandezas y
miserias, sus personajes y personajillos (…) es que sus crónicas son el
mejor testimonio de la radicalización de su pensamiento político,
económico y social…, New York está vivo y entero en sus crónicas”,señala López Mesa. (p. 39, ob. cit.).
Cuando
se produjo la primera oleada de cubanos a la República Dominicana, a
partir de 1868, la población del país a inicios de la década de los años
‘70, “era estimada entre 150,000 y
207,000 por los comisionados del gobierno norteamericano que
inspeccionaron el país para auscultar las probabilidades de viabilidad
del proyecto de anexión de Báez, aunque Abad la había estimado en
252,000 para 1869 y Javier Angulo Guridi la había calculado en 300,000
para 1866 en una proyección a todas luces exagerada” (p. 10), dice José del Castillo en su trabajo titulado “Las Emigraciones y su Aporte a la Cultura Dominicana” (Finales
del siglo XIX y Principios del XX), en EME-EME, Estudios Dominicanos,
UCMM, Volumen VIII, Número 45, Noviembre/Diciembre, 1879, Santiago de
los Caballeros, R.D.).
“Un registro de extranjeros – dice más adelante – mandado a realizar por el Ministerio de Interior y Policía en 1882”, por ejemplo, da como resultados que, “Puerto
Plata encabeza los centros computados, con 1038 extranjeros sobre un
total de 1953, o sea, con el 53%, seguido de Santo Domingo, con 773 que
representaban el 40%... el Seibo, con 82, San Pedro con 65 y Azua con
27”. (p. 15, ob. cit.). Entre los grupos de inmigrantes más importantes se hallaban: “los españoles, con 847, o sea el 43%, los ingleses, con 379, es decir, el 20%...”,y
los cubanos con 301, cerca del 15%. La mayoría de estos últimos se
hallaban asentados en Puerto Plata, aunque fueron empadronados como
españoles. Santo Domingo y Santiago fueron los otros dos importantes
centros de asentamiento de cubanos, entre los que encontramos en el país
a: los Loynaz, Juan Fernández de Castro, Joaquín M. Delgado, Juan
Amechazuma (matancero), Evaristo Lamar, Juan J. Sánchez, los García
Godoy, Serafín Sánchez, Eleuterio Hatton, Fermín Delmonte, Néstor del
Prado, entre otros.
“Desde
1868 – dice Rodríguez Demorizi – hubo en la República (Dominicana, n.
de j.m.j.) una intensa actividad a favor de la guerra de Cuba, promovida
por dominicanos y cubanos”, Ulises Francisco Espaillat[5]– agrega – “se
contaba entre los innumerables dominicanos simpatizadores de la causa
de Cuba, cuya situación política conoció profundamente y acerca de la
cual hizo sagaces observaciones. (Véase su artículo “Santo Domingo y
España” (1875) en “Escritos de Espaillat” Santo Domingo, 1909, pp.
177-184)”. (p. 41 en“Maceo en Santo Domingo” de E. Rodríguez Demorizi, Editorial El Diario, Santiago, R.D., 1945).
Demorizi agrega que, “Puerto
Plata, pues, era entonces el mejor asilo adonde podían dirigirse los
perseguidos”. Un cubano de la época, Néstor Carbonell, llegó a decir,
que la Patria de Gómez era “refugio cariñoso de los cubanos proscriptos
(sic) en aquellos tiempos grandes”. (p. 48). Los cubanos aportaron mucho al desarrollo del país. Por ejemplo, “Cuando
Carlos F. Loynaz, cubano, instaló en 1872 en San Marcos, Puerto Plata,
el primer ingenio movido a vapor, la prensa de aquella localidad
reseñaba – dice José del Castillo – con admiración: “Hoy hemos
presenciado la prueba decisiva de su ingenio ‘La Isabela’. En menos de
media hora la caña acabada de cortar, y desmenuzada por el trapiche,
enviaba su jugo a los tachos donde hervía inundando el aire con los
sabrosos vapores del guarapo; una hora después pasaba por la centrífuga,
y el brillante polvo endulzaba el café de nuestro almuerzo””. (p. 18, en “Las Emigraciones y su Aporte…”).
Más adelante dice del Castillo que, “La
mayor parte de los empresarios fundadores de ingenios en el país fueron
cubanos o provenían de Cuba, donde habían estado ligados a la industria
azucarera. En 1880 se une a otros ingenios ya en funcionamiento La Fe,
en la provincia de Santo Domingo, “fomentado por la razón social J. E.
Hatton & Cía, integrada por el británico Joseph Eleuterio Hatton y
otros norteamericanos Alexander Bass y Carlos y Juan Clark, en lo que
hay es el ensanche La Fe. Todos ellos provenían de Cuba, vinculados a
los negocios azucareros.””. (p. 20).
“Para
esa misma época en las tierras de Pajarito (hoy Villa Duarte, n. de
j.m.j.) venían levantándose varios ingenios en sus inmediaciones. Los
hermanos Cambiaso, comerciantes italianos radicados por largo tiempo en
el país, se asociarían a Augusto Cisneros para fundar el ingenio San
Luis… al tiempo que Ricardo Hatton, inglés hijo de Joseph Eleuterio y
Mariano Hernández, hacendado cubano, fundaban San Isidro Labrador, en
los alrededores de lo que es la base aérea (de San Isidro, n. de
j.m.j.)”. (Ibid).
LOS GARCÍA GODOY EN LA REPÚBLICA DOMINICANA
Federico García Godoy |
Para el
año de 1870, los García Godoy ya se encuentran en Santo Domingo, tras
salir huyendo de Santiago de Cuba producto del estadillo en 1868 de la
primera guerra independentista. Ese mismo año de 1870 el ya adolescente,
Federico, asistía como alumno a las clases del Colegio San Luis
Gonzaga. De Santo Domingo los García Godoy pasaron a Puerto Plata donde
residieron hasta inicios de 1877. O sea, fue en nuestra Patria donde don
Fico – como le decían sus amigos y admiradores – “aprendió
a temer, a odiar y a amar las mismas cosas y a las mismas personas que
sus contemporáneos dominicanos y dominicanas. Aquí se forjó su idea más
íntima acerca de quienes debían ser los destinatarios virtuales de la
mayoría de sus obras: la juventud dominicana de su época, de quien,
según es fama y noticia, se mantuvo casi siempre hasta el día de su
muerte. Aquí permaneció al lado de los suyos, en producción constante de
ideas alentadoras, en una época en que el único proyecto que parecía
viable respecto al destino del país, tanto a los ojos de la mayoría de
los políticos como a los de numerosos hombres y mujeres de a pie
entonces, era el de propiciar su abolición”. (p. 16 en “Federico García Godoy. Obras escogidas”,
tomo 1, Biblioteca de Clásicos Dominicanos, Vol. XXXVIII con
introducción de Manuel García Cartagena, Santo Domingo, R.D., 2008).
Fue en
Puerto Plata, después de la estancia de los García Godoy en la capital
dominicana, donde sus padres don Federico García Copley[6] y doña Úrsula Godoy intimaron con el gran patriota puertorriqueño Eugenio María de Hostos, además, y con “otros
ilustres inmigrantes formaron asociaciones, patrióticas, editaron
periódicos y realizaron una vasta labor cívica, asociados a los
elementos dominicanos liberales que, como Luperón concebían la
independencia de Cuba y Puerto Rico mancomunada a la preservación y
desarrollo de la soberanía dominicana. De esta forma, un cubano como
García Copley aparece como fundador de la Liga de la Paz, entidad que
recibió el apoyo de Hostos y que bajo el liderazgo de Luperón dirigió la
lucha contra el gobierno de Ignacio María González”, y también, contra Báez y Cesáreo Guillermo, entre otros. (pp. 30-31, en“Las Emigraciones y su Aporte…”.).
“Aunque
la prensa dominicana estuvo abierta a las colaboraciones de los
patriotas cubanos y brindó cálido respaldo a su lucha, los cubanos y
puertorriqueños fundaron varios órganos patrióticos. En 1875 Hostos
colaboró con el periódico Las dos Antillas, que al ser clausurado por
González, apareció bajo el nombre de Las Tres Antillas y fue seguido por
Los Antillanos, dirigido por Hostos”. (p.
31, ob. cit.). El propio Hostos recuerda los inicios de Federico García
Godoy y sus padres en Puerto Plata, en un artículo titulado “El Colegio Municipal”, de 1876, en el que señala, entre otras cosas: “Cierto
es que, al lado del Sr. Benítez, emplea toda la sana fuerza intelectual
el Sr. García Copley, digno auxiliar del Director y de inteligencias
infantiles; cierto también que, desde Oller hasta Varona y Betancourt, y
desde, Benítez hijo hasta García hijo, todos esos profesores jóvenes
secundan en sus respectivos ramos de enseñanza a los expertos guías… Don
Fico – dice García Cartagena – no olvidó nunca a Puerto Plata: la
recuerda al hacer las alabanzas de la Educadora, la escuela fundada
allí por Hostos; y asimismo en otros escritos, particularmente en su
bella evocación de la llegada de Espaillat a Puerto Plata, a fines de
1876”. (p. 14, ob. cit.).
Más adelante, apunta García Cartagena que, “En
el campo de la educación, la labor realizada por estos inmigrantes fue
sobresaliente. Úrsula Godoy, asistida por su esposo García Copley y por
su hijo Federico, fundó en Puerto Plata en 1873 la Academia de Niñas
Sta. Rosa, de instrucción primaria, mientras su esposo ejercía el
magisterio en Santiago, enseñando Gramática y Retórica en la Escuela
Superior Municipal y en la Escuela Superior de Niñas Sta. Teresa y su
hijo se desempeñaba como subdirector del Colegio Municipal de Puerto
Plata. En Santiago, donde se estableció una buena parte de la colonia
cubana, el Dr. Rafael Díaz Márquez, médico, fundó y dirigió el Colegio
Salvador, mientras el Dr. Juan Justo Osorio organizó el primer gimnasio
de esta ciudad. En Baní, Enrique Loynaz y su esposa Juana Castillo
ejercieron el magisterio habiendo formado… ‘buenos factores’”. (Ibid).
Según el doctor Balaguer, y tomando la cita de García Cartagena, “Federico
García Godoy se inició como periodista durante su residencia en Puerto
Plata. Allí fue colaborador asiduo del decano de la prensa nacional El
Porvenir… La ocasión de periodista no desaparece del todo cuando ya el
crítico comienza, en la ciudad de La Vega, donde se radicó hasta su
muerte acaecida en 1924, su verdadera vocación literaria”. (p. 14, ob. cit.).
Otro estudioso de la historia dominicana, Manuel Arturo Peña Battle, ha dicho al respecto de García Godoy que,
“desde sus primeros escritos de juventud en El Porvenir de Puerto Plata
hasta su muerte, apenas ha habido revista o publicación literaria de
alguna importancia en el país, donde no haya figurado el nombre de
García Godoy”. (p. 7 en la introducción a la “Trilogía Patriótica” de
F. García Godoy escrita por F. Henríquez y Carvajal, Editora de Santo
Domingo, Santo Domingo, R.D., 1982). Importantes revistas nacionales e
internacionales acogían en sus páginas los trabajos de García Godoy,
tales como: La Cuna de América, Blanco y Negro, La Pluma, entre otras.
De
Puerto Plata los García Godoy pasaron a Santiago de los Caballeros, en
las postrimerías de los años ’70 del siglo XIX. La inestabilidad
política del país era preocupante; solo “entre 1865 y 1879, la República Dominicana conoció más de cincuenta “pronunciamientos” y otras tantas revueltas que condujeron a la constitución de veintiún gobiernos de corta duración” todos. (p. 59 en “Federico García Godoy. Obras escogidas”, tomo 1…).
FEDERICO GARCÍA GODOY Y LA VEGA
La
estancia de Federico García Godoy en Santiago, podríamos decir, fue muy
corta. En uno de los periódicos locales de 1880 se enteró el joven de
apenas 23 años, que el ayuntamiento vegano necesitaba de una persona
para dirigir la escuela San Sebastián de esa ciudad. Efectivamente, el
joven Federico se presentó y fue designado como tal el 26 de noviembre
de 1880 mediante resolución municipal. Este plantel funcionaba en una
casona ubicada justo en los alrededores donde hoy funciona el
Ayuntamiento local y otras instituciones.
La vida
cultural vegana en los días en que García Godoy llegaba era de cierta
efervescencia. Hacía apenas unos dos años atrás, 1 de septiembre de
1878, justo un día antes de concluir uno de los gobierno de Ignacio
María González del Partido Verde, cuando se fundaba la Sociedad “La Progresista”, que unos días después de establecida abría, el 10 de septiembre de ese año, “la
primera escuela de carácter nocturno”, y anota don Mario Concepción,
que en ella ‘servían como profesores sus miembros, de manera alterna y
gratuita’”. (p. 56 en “Las dos visitas de Martí a La Vega Real: Pasión y Gloria” de Jesús Méndez Jiminián, Editora Prográfica, S.A., Santo Domingo, 2006.).
La
Progresista también tenía su teatro. A este local, precisamente, acudió a
una de sus veladas don Federico García Copley; quien vino de visita
desde Santiago a La Vega en 1881 a presenciar la actuación de su hijo
Federico en una obra teatral. La Progresista, en 1886, estableció su
biblioteca pública, “cuyo local se comenzó a construir a inicios de los años 1880”… una casa de mampostería de un solo piso, que donara a La Progresista don Casimiro N. de Moya.
La
escuela San Sebastián antes de dirigirla García Godoy, tenía como
director al señor José María Vallejo. Además de esta funcionaban en La
Vega, la Purísima Concepción de niños, que estaba a cargo de la
profesora Raymunda Castro Viuda Bobea quien había llegado a La Vega
desde Santo Domingo con sus hijos, los Bobea Castro, entre otras.
La
primera directiva de la Sociedad La Progresista estuvo encabezada por:
Pedro Antonio Bobea Castro, su presidente; Lorenzo R. Gómez, tesorero,
Ramón E. Espinosa, censor y Felipe A. Cartagena, secretario. “La Progresista vino a influir de manera notable en la vida cultural vegana”. (p.
67, ob. cit.). Para más destalle de la vida cultural y educativa de La
Vega en aquellos años véase mi citada obra. En los años 80 del siglo
XIX, Federico García Godoy fundó y dirigió en La Vega, los periódicos El
Esfuerzo y El Pueblo. Y, “En 1910
fundó el periódico “Patria”, el cual tuvo vida efímera como la mayoría
de las publicaciones de su género. En 1914, y con el propósito de
intensificar su obra de propaganda cívica, fundó en La Vega un nuevo
periódico[7]: “El Día”, del cual lo único que perduró fueron las huellas dejadas por sus campañas patrióticas en la conciencia dominicana”. (p. 10 en “F. García Godoy, Antología”, de Joaquín Balaguer, Ciudad Trujillo, 1951).
Federico
García Godoy se estableció de forma definitiva, en La Vega, a partir de
1881. En esta ciudad contrajo matrimonio con la señorita de la sociedad
vegana Rosa Ceara, con quien procreó digna familia. “El
7 de enero de 1888, por medio de la Revolución número 2612, le fue
concedida la nacionalidad dominicana a “Don Fico” como le llamaban sus
contemporáneos. Tenía a la sazón 31 años. El dato es doblemente
relevante – dice García Cartagena –, debido a que precisamente ese año
apareció publicada en Santiago de los Caballeros su primera obra:
Recuerdos y opiniones. Don Fico, que ejercía en esa época el oficio de
profesor, “nació”, pues, en ese año, dos veces más: como autor y, por lo
menos oficialmente, como dominicano”. (pp. 15-16 en“Federico García Godoy, Obras escogidas”, tomo 1…).
MARTÍ EN FEDERICO GARCÍA GODOY
De las
tres visitas que realizara a nuestro país José Martí (1892, 1893 y
1895), después de haber fundado el Partido Revolucionario Cubano, para
organizar y dirigir la última guerra de independencia cubana (1895), en
dos de ellas estuvo en La Vega: 15 de septiembre de 1892 y 18 de febrero
de 1895. Ambas visitas fueron de capital importancia para los planes
independentistas de Martí y su revolución. “Sus
escritos – dice Rodríguez Demorizi – en loor de gentes y cosas
dominicanas constituyen su recompensa por la dádiva de Máximo Gómez y
por la unánime adhesión a su carrera”. (p. 23 en “Martí en Santo Domingo”[8] de Emilio Rodríguez Demorizi, Gráficos M. Parejas, Barcelona, España, 1978).
En su
primera visita a nuestro país, Martí llega a Dajabón a la casa de su
compañero de cárcel en La Habana, Montesino, no sin antes haber
publicado una semblanza de éste, el 10 de septiembre de 1895. De ahí
pasa a Montecristi a conferenciar con Gómez; y luego, viene a Santiago
el 15 de septiembre desde donde pasa a La Vega no sin antes visitar el
Santo Cerro. En La Vega, Martí visita a don Federico García Godoy,
figura de gran prestigio como intelectual, crítico literario,
periodista, político y educador, además, de compatriota suyo.
García
Godoy fue sorprendido por Martí, en su hogar, al caer la tarde de aquel
15 de septiembre de 1892, y como consecuencia de ello su conservación
con el Héroe cubano fue amena y prolongada. Más adelante hablaremos al
respecto.
La vinculación de don Federico al proyecto revolucionario de Martí fue inmediata. Su respuesta no se hizo esperar. “Esa
noche resultó ser, según escribiría después García Godoy, memorable
para él. La impresión de Martí en sus recuerdos fue tan profunda y
conmovedora que la recordaría con estos palabras: ‘Su verbo armonioso
había sugestionando poderosamente mi inteligencia y caldeado mi
fantasía’. La superioridad de ciertos espíritus se siente prontamente.
En las redes de su personal atracción se había deslizado mi alma,
abierta siempre a la seducción de nobles y hermosos idealismos…”. (p. 111, ob. cit.).
“Martí
dejaría La Vega en ‘solemne reposo’ tras partir la madrugada del día 16
de septiembre, como aguardando hechos futuros que cambiarían para
siempre la historia de Cuba.
(…)
Todo el idealismo que se cobijaba en la mente de Martí, y que él
transmitió aquella noche a García Godoy fue resumido por el ilustre
crítico literario con las siguientes palabras: ‘El propósito de libertar
a Cuba del vasallaje hispano parecía definitivamente abandonado después
de dos largas e infructuosas guerras’”. (Ibid).
¿Cuáles
eran esas guerras? Evidentemente que, la de los Diez Años (1868-1878) y
la Guerra Chiquita (1879-1880). La primera, produjo un grupo de
destacadas figuras militares: Calixto García[9], Vicente García, Máximo Gómez, Antonio Maceo, Ignacio Agramonte y Loynaz, entre otros. “Muchos de ellos de procedencia humilde, negros y mulatos”. Y la segunda, fracasó por la falta de organización y de recursos, y tuvo “su simbólico final cuando el 13 de octubre de 1880 el casi recién llegado José Martí escribiera desde esta ciudad (Nueva York[10],
n. de j.m.j.) al coronel Emilio Núñez, último de los jefes alzados,
pidiéndole que depusiera las armas ante la improbabilidad de hacerle
llegar recursos”. (p. 31 en “La comunidad cubana de New York: siglo XIX” de Enrique López Mesa, Editora Ala y Raíz, Centro de Estudios Martianos, La Habana, Cuba, 2002).
“En
el exilio cubano de Nueva York, donde existía la mayor comunidad cubana
en el exilio entonces, se organizó el llamado Comité Revolucionario
Cubano cuya principal figura era el general Calixto García: El 24 de
agosto de 1879 comenzaron los alzamientos en el interior de Cuba, pero
entre los revolucionarios, no había mando central. El espionaje español
infiltró los llamados clubes revolucionarios que se habían formado fuera
de Cuba, en: Estados Unidos, República Dominicana, Jamaica, Haití,
Costa Rica, Venezuela, y hasta en España. La guerra tan solo se llevó a
cabo en Oriente y Las Villas, y muy pronto se vino abajo para los
insurrectos. ‘En diciembre de 1880 el último grupo importante de
revolucionarios en Las Villas depuso las armas’”. (p. 166 en “Historia de Cuba…”).
ALGUNOS RASGOS DE LAS VIDAS PARALELAS DE MARTÍ Y GARCÍA GODOY
Perdonando
las distancias entre ambos personajes, existen algunos detalles de sus
vidas que nos hacen reflexionar. Así, mientras Federico García Godoy
(1857-1924) se establecía en La Vega, en 1881, de forma definitiva,
Martí (1853-1895) hacía lo propio al fijar su residencia en la ciudad de
Nueva York, donde el 8 de enero de ese año empieza a vivir en la casa
de huéspedes de Manuel Mantilla y Carmita Miyares, cubanos exiliados.
Martí deja por breve tiempo Nueva York para irse a Venezuela por espacio
de unos seis meses casi (8 de enero – 28 de julio, 1881). El 9 de enero
de 1880, Martí es designado vocal del Comité Revolucionario Cubano,
centro conspirador de capital importancia fuera de la isla, una de cuyas
principales figuras es el general Calixto García. Pero, mientras
Federico García Godoy y su familia salían de Cuba, tras el inicio de la
cruenta Guerra de los Diez Años, en 1868, Martí era acusado por las
autoridades españolas de Cuba de incitar a la deserción y es hecho preso
el 21 de octubre de 1869 y enviado a la Cárcel Nacional. Se le condena a
seis años de prisión, pena que le es conmutada por el destierro a
España, que inicia, no sin antes ser enviado a la Isla de Pinos, y desde
allí al Viejo Continente, en su primera deportación que se prolonga de
1871 a 1874.
Así que,
mientras García Godoy agota un periplo de estancia en varias ciudades
de la República Dominicana en las que estudia y ejerce luego el
magisterio y el periodismo, Martí en España también estudia y hace
propaganda política denunciando por periódicos locales y de New York los
pesares de su amada Cuba sobre el oprobio y maltrato a sus
compatriotas. La posición de Martí “no
es adversa a la nación española, sino contra la opresión colonial…
valora altamente al pueblo, digno, honrado, romántico, quijotesco,
bondadoso y fiero…”. (p. 30 en Atlas José Martí, La Habana, Cuba, 2003).
En
nuestro país, la familia García Godoy se vincula a las luchas por su
amada Cuba. Los sueños de Martí y Federico García Godoy apuntan hacia
una misma dirección. Cuando aparecen de la pluma de Federico García
Godoy sus primeros escritos periodísticos, en El Porvenir de Puerto
Plata, de la pluma ágil y brillante de Martí, en Madrid, salen artículos
de carácter político y patrióticos como “Castillo” entre
otros, firmados solo con las iniciales J.M. que son reproducidos en un
periódico con ribetes independentistas llamado La Republica. Pero,
además, llegaría al público su obra El Presidio Político en Cuba, en el verano de 1871.
En 1875 tras concluir sus estudios superiores en Zaragoza, no sin antes publicar su opúsculo titulado La República española ante la Revolución cubana,
en Madrid, en febrero de 1873, Martí obtiene su título de Licenciado en
Derecho Civil y Canónico y de Licenciado en Filosofía y Letras, en
junio y octubre, respectivamente; se traslada a México en cuya capital
se habían antes radicado sus padres y hermanas en maltrecha situación
económica. Casi en la misma época, es decir, a finales de los años ‘70
los García Godoy se trasladaban a Santiago de los Caballeros buscando
mejor suerte, y logrando intimar con inmigrantes cubanos también,
fraguando el movimiento insurreccional desde estas tierras. Crecía en
sus respectivos espíritus la lucha por la unidad antillana. De este
sueño participan figuras como Hostos, Betances, Luperón, Gómez, entre
otros.
“José
Martí, con veintidós, llega a México y comienza a trabajar de modo
sistemático en el periodismo, lo que le permite conocer la realidad
política del país…”. (Ibid).
Estudia la historia y su observación de la vida mexicana es aguda y
acuciosa. Esa actividad y otras más, Martí las maduraría en Nueva York.
Con García Godoy pasa algo similar en aquellos tiempos. En 1881, como ya
dijimos, empieza, en La Vega, a dirigir un periódico: El Esfuerzo, con
una visión similar a la de Martí.
El propio Federico García Godoy al comentar años después sus inicios como escritor y periodista, dice: “Mi
afición por las letras principió desde muy temprano. Mi padre fué (sic)
escritor y verdadero poeta de mérito. Poseía una buena biblioteca y de
ella me aproveché para mis estudios. La historia y la filosofía (algo
muy aprovechado por Martí también, n. de j.m.j.) me atraían
preferentemente. La prosa de la vida, la necesidad de ganarse el pan, me
distrajeron, durante largos años, de mi inclinación a las cosas
literarias (en Martí fue la política…, n. de j.m.j.). Ese desvío no fue
nunca completo. Esa inclinación, de cuando en vez, se traducía en
artículos de escasos valor y aun en no pocos versos (…). Mi actividad
literaria verdadera comenzó – agrega – sólo hace diez años cuando las
necesidades materiales de la vida fueron haciéndose menos apremiantes…”.(De F. García Godoy a Horacio Blanco Fombona[11],
La Vega, septiembre de 1917, p. 8 en introducción de Manuel García
Cartagena, ob. cit.). En sus escritos, ya en La Vega, en algunos
periódicos y revistas nacionales, García Godoy empleaba el seudónimo de “El solitario de La Vega”.
GARCÍA GODOY Y LA POLÍTICA
Hasta el
día de hoy nadie ha hecho un estudio pormenorizado de Federico García
Godoy y sus vínculos con la política criolla. Quienes afirman que García
Godoy no era político en realidad desconocen su vida y su trayectoria.
Aunque en honor a la verdad, sus grandes pasiones fueron la literatura y
el magisterio, además, del periodismo. Ya lo hemos visto junto a su
padre, don Federico García Copley, siendo él un mozalbete, teniendo ante
sí, en Puerto Plata, a figuras de la talla de Hostos, Luperón,
Betances, Ulises Francisco Espaillat, Lilís, para solo señalar algunas.
¿Cómo
verían Ignacio María González, Báez o Cesáreo Guillermo, para citar sólo
a algunos, contrarios a Luperón y al Partido Azul, a la figura de
Federico García Godoy desde su curul en el Congreso Nacional o
presidiendo el mismo? Lo que sucede es, que en la actividad política
Federico García Godoy fue una figura prudente y de alto vuelo. Ocupó en
dos ocasiones una diputación durante la tiranía lilisista que se
prolongó hasta 1899, y antes de producirse la primera visita de Martí al
país fue Presidente del Congreso Nacional. Tampoco es de dudar, que
Lilís dados los vínculos de amistad y camaradería que existieron entre
Luperón y la familia García Godoy, accediera a distinguir a su vástago
honrándolo por su inteligencia y vasta cultura en tan honrosa posición.
Sin duda
alguna, que para Martí, el más grande de los mortales que desde tierras
extranjeras haya pisado suelo vegano hasta hoy, contactar a la figura
de Federico García Godoy fue de suma importancia para su proyecto
revolucionario. No dudó, ni un segundo, García Godoy en adherirse a él.
Martí y García Godoy estuvieron siempre al lado de los de “abajo”.
Martí los defendió con su pluma y presencia; don Federico con sus
amenas tertulias a las que acudían folklóricos personajes de la vida
vegana, en el hoy Parque Duarte de La Vega debajo del limoncillo. Pero,
nótese, además, que brillantes intelectuales y grandes comerciantes de
aquella época eran amigos de don Federico y se solidarizaron con Martí:
Manuel de Jesús Galván, José Joaquín Pérez, Federico Henríquez y
Carvajal y su hermano don Pancho, Salomé Ureña, José Eleuterio Hatton y
el propio Lilís que fue de suma ayuda e importancia para la causa
cubana.
Lo
último fue tan importante, que solo bastaría pensar, qué hubiese sido
del proyecto revolucionario de Martí si Lilís no hubiese estado en el
poder. O de dicho en otras palabras: ¿a dónde hubiera ido a parar el
proyecto tan bellamente concebido por Martí de liberar a Cuba en
aquellos momentos?
Indiscutiblemente, que en todo esto don Federico García Godoy jugó un papel súper estelar.
EL NACIONALISMO EN FEDERICO GARCÍA GODOY
Buena
parte de la obra literaria que don Federico García Godoy contiene claros
tintes de carácter nacionalista, sobre todo, sus novelas. “En
efecto, cuando aparecieron las novelas de Federico García Godoy, la
viabilidad del proyecto nacional dominicano llevaba ya varios años en
crisis. A ese respecto, conviene recordar que el periodo transcurrido de
1849 a 1861 estuvo marcado por el delirio anexionista de numerosos
políticos dominicanos, quienes no cesaban de procurar el establecimiento
de un acuerdo de “protectorado” para el país con cualquier potencia
extranjera. Había, por una parte, aquellos que, como Buenaventura Báez,
multiplicaban los esfuerzos en pos de obtener un acuerdo de protección
del país con Francia a cambio de la cesión de una porción del territorio
nacional. Por otra parte, había aquellos que, como Manuel Jimenes en el
curso de su turno a la presidencia, incoaron ante el gobierno de los
EE.UU. otros procesos del mismo estilo de los de Báez” que finalmente cuajaron en 1861 con Santana al materializar la anexión de nuestro país a España. (pp. 38 – 39, ob. cit.).
A todo esto se agregaba, el caos de las luchas caudillescas en nuestro país; un país “condenado a hundirse”,dice
García Cartagena, producto de estas luchas fratricidas. García Godoy
captando aquellas escenas criollas, típicas de nuestro atraso político –
social al decir de Juan Bosch escribe su novela Alma Dominicana, donde
aparece la siguiente reflexión: “(…)
la obra anexionista, en su esencia, en su verdadero fondo, es
producto…de dos factores…en primer término…que el país por la vecindad
amenazante de Haití, por su escasez de población, por su pobreza, por su
falta de preparación para la vida política en forma democrática y
jurídica, carece de las condiciones indispensables para su existencia
sin entorpecimientos ni peligros como organismo nacional positivamente
estructurado para la realización de determinados fines, de derecho y de
adelanto individual y colectivo.
(…)
El otro factor, embrionario, vago, sin fuerte consistencia en los
primeros años de vida nacional (…) el personalismo político…el fundado
temor de verse de la noche a la mañana (el caudillo político, n. de
j.m.j.) despojado del poder por la porfiada agresión de sus contrarios,
de mantenerse en él contra viento y marea y considera para ello como
único y supremo recurso la ayuda por medio de un protectorado o cosa
peor todavía de alguna nación extranjera que lo haga en lo adelante
invulnerable a los tiros de sus enemigos políticos”. (pp. 40-41).
“Se
notará – dice García Cartagena – que es el miedo el común denominador
de los dos factores mencionados por Federico García Godoy… (Miedo
colectivo a una nueva invasión haitiana y miedo de los caudillos
militares del momento a ser desplazados del poder por sus enemigos
políticos). Hasta donde sabemos – agrega –, nadie ha intentado hacer
una historia del miedo dominicano”. (pp. 41-42).
Pero, en
honor a la verdad, en nuestra literatura hay muchas obras,
extraordinarias por cierto, donde se palpa la presencia del miedo: El masacre se pasa a pie de Freddy Prestol Castillo, La Mañosa de Juan Bosch, La Sangre de Tulio M. Cestero, entre otras. Sin duda alguna, en una buena parte de la narrativa de “El Solitario de La Vega”,
la tematización del miedo ha sido observada por autores criollos
contemporáneos como Juan Bosch y Manuel Rueda, indica Cartagena. En
resumen, de la obra patriótico – literaria de García Godoy, “Lo
que está en juego es la toma de conciencia de una historia que solo
será nuestra en la misma medida en que nos hagamos conscientes de ella”. (p. 44).
Otra obra de marcado “nacionalismo literario” de don Federico García Godoy a la que nos referimos es Rufinito. El personaje central de esta gran novela apunta el doctor Balaguer, “símbolo
de los sentimientos de irreflexiva y apasionada adhesión, es que
despertó en la soldadesca y en las multitudes, después de la victoria de
Azua, la figura militar de Santana, se halla enérgicamente diseñado. El
Rufinito del relato no es una caricatura sino un ser de carne y hueso,
dotado de grandes pasiones bajo su apariencia inofensiva, y el arte del
novelista logra convertir a ese sujeto, presentado como un simple tipo
de mandadero popular cuando sale por primera vez a la escena, en un
agente activo y peligroso (…). Junto a este tipo de conspirador
espontáneo, súbitamente convertido en eje de una tragedia política,
García Godoy coloca a los dones, clase influyente que trabaja a favor
del establecimiento de un gobierno de fisonomía democrática, y por
encima de estos, aparentemente relegado a un plano de segundo orden
cuando en realidad es la figura que más se destaca en todo el drama,
porque, es la única que el autor exige en símbolo del ideal febrerista,
al general Ramón Mella, el más apagado de los tres fundadores de la
República, pero a quien el novelista presenta como al más decidido y
valiente defensor que tuvo a raíz de la independencia la legalidad
republicana.
La
descripción de la llegada de Duarte al Cibao, para después de
proclamada la República, encuentra una feliz reconstrucción de aquel
suceso – dice el doctor Balaguer – García Godoy hace aquí un verdadero
alarde de imaginación retrospectiva, las escenas de júbilo que provoca
el viaje del Padre de la Patria, se hallan descritos con energía y dan a
veces la impresión de que el novelista ha sido testigo, de lo que narra
y que ha participado con increíble fervor del entusiasmo de aquellas
manifestaciones populares”. (pp. 18 – 19 enFederico García Godoy. Antología de Joaquín Balaguer).
EL ENCUENTRO ENTRE MARTÍ Y FEDERICO GARCÍA GODOY: APORTES A LA CAUSA CUBANA
En la introducción de su obra “Americanismo Literario” (1918),
García Godoy da claras señales del sueño de unidad latinoamericano y
antillano concebido y puesto a andar por figuras como Bolívar, Hostos,
Luperón, Betances, Gómez y Martí, entre otros. En uno de sus párrafos
pueden leerse estas palabras: “Si
por multitud de circunstancias sobrado conocidas parece cada día
dificultarse más la cristalización del ideal de una confederación de
carácter político integrada por todas estas Repúblicas de cultura
ibérica, tal como fué (sic) el sueño magnífico de Bolívar (…) esa alma,
saturada de modernidad, comienza a inspirarse en modos de ver y entender
la vida…desde Méjico, desde las Antillas, hasta las más lejanas
tierras australes del Continente, constátase un movimiento intelectual,
en algunas partes meduloso y rico, que demuestra complicadamente, con la
insuperable fuerza de los hechos, que el pensamiento y la sensibilidad
hispano – americanos están saliendo ya, resuelta y triunfalmente…”. (pp. 9 – 10 en “Americanismo Literario” de F. García Godoy, Imprenta Juan de Pueyo, Madrid, España, 1918).
En esta
misma obra, cuatro grandes figuras de la literatura hispanoamericana
desfilan antes sus páginas: José Martí (cubano), José Enrique Rodó (1871
– 1917, uruguayo), Francisco García - Calderón (1834 – 1805, peruano), y
Rufino Blanco Fombona (1874 – 1944, venezolano), con una visión
sorprendente, éste último, una de las figuras más destacadas del
modernismo en América, y tan vigente en nuestros días, García Godoy en
esta misma obra plantea lo siguiente: “El
progreso consiste o debe consistir, en una adaptación consciente a su
orden cada vez más amplio y efectivo de relaciones. Por no haber podido
hacerlo así nuestro desenvolvimiento cultural se ha retardado en
multitud de aspectos. En nuestros medios sociales, refractarios y
estacionarios hasta hace poco…, germinan ya copiosamente ideas
necesarias y salvadoras renovaciones. Muchas de estas repúblicas se
encuentran ya en un momento de iniciativas saludables, de evolución
ideológica, de desarrollo industrial, de apropiado desenvolvimiento
intelectual, culminando todo eso, en gran parte, en un alto propósito
radical y bien comprendido sentido de un americanismo de singularísimo y
muy atractivo e interesante relieve”. (pp. 14-15).
Ha
pasado casi un siglo desde aquellas magistrales palabras de García Godoy
y en América Latina hoy, la que Martí llamó en 1891 Nuestra América,
hay voluntades políticas y grandes esfuerzos por cristalizar estos
sueños. Los diversos mecanismos de integración puestos en marcha en
estos tiempos son ejemplos de ello: CELAC, UNASUR, CARICOM, entre otros.
Al referirse en estas mismas notas al patriotismo García Godoy señala: “Nunca he considerado el patriotismo con criterio torpe…sin nexos con resaltantes realidades mundiales”. (pp. 20-21).
Ya
adentrándose en las figuras de las letras, tratadas en su magnífica
obra, y específicamente a quien García Godoy llamó Maestro y Apóstol, a
José Martí, anota lo siguiente: “A
desfilar van por estas páginas…el excelso escritor y tribuno que con su
verbo luminoso y su tenacidad irreductible, contribuyó…al movimiento
revolucionario enderezado a la liberación política de los últimos
jirones (sic) del imperio colonial hispano; el gran intelectual, por
cuyos escritos de resplandeciente serenidad circula la savia de lo más
valioso de nuestra mentalidad, y cuya figura se yergue como Apóstol de
excelsitudes radiantes, de renovación ideológica y de ideales
estéticos”. (p. 23).
Recuérdese
el ameno y prolongado encuentro que tuvieron aquí en La Vega, Martí y
F. García Godoy, en la primera visita al país del Apóstol cubano, aquel
15 de septiembre de 1892. El célebre crítico literario cubano - vegano
lo describe en su ya citada obra con estas palabras: “Eran
como las ocho de la noche y me encontraba sólo en la sala de mi hogar
entretenido en la lectura de un libro de apasionada controversia
filosófica (…) en el umbral un hombre blanco, de mediana estatura, de
cara expresiva, en que lucía un espeso mostacho y en la mirada
fulguraba, delatando una intensa vida interior, se erguía sonriente ante
mis ojos”. (pp. 27 – 28). ¡Era José Martí!
Y ya ante aquel gigante de las letras y gran revolucionario de América, don Federico comenta: “Mi
primera impresión fue que tenía ante mí un visionario desprendido por
completo de nexos con abrumadoras realidades, algo así como su soñador
de cosas irrealizables o quiméricas”. (p. 28). Pues, para don
Federico, en aquellos momentos, y así lo hace saber a Martí, el terreno
de la causa revolucionaria no estaba “lo suficientemente abandonado”.
Desconocía él que ya Martí había ganado un buen trecho; fundando el
Partido Revolucionario Cubano, aglutinado a los cubanos en todo el
Continente y organizándolos; pero además, creando en ellos conciencia de
que había llegado justo el momento de declarar la guerra al imperio
español en Cuba, y a la que Martí llamó la “Guerra Necesaria”.
Ante
aquella expresión de desconocimiento de don Federico, Martí le objetó,
según él mismo apunta, con calor, diciéndole que él, don Federico, “solo veía el lado exterior de las cosas, lo puramente superficial, lo que brillaba a flor de piel…”. (p. 29).
Y aunque, en aquellos momentos don Federico definió las ideas de Martí, como “radicales afirmaciones”,
y algo incrédulas, luego de ser seducido por el Maestro tras
explicaciones claras y objetivas de su proyecto revolucionario para
liberar a Cuba del coloniaje español, reflexionó y, al paso de los días
ulteriores a aquel diálogo que se prolongó hasta bien entrada la
madrugada del día siguiente, 16 de septiembre, escribió: “al
oírlo tan ardorosamente convencido, mi pesimismo parecía esfumarse.
Empecé a creer en la posibilidad de lo que me aseguraba a pie juntillas.
El entusiasmo que se desborda de su frase lírica y, emocionado,
comenzaba a contagiarme. Nada era, me repetía con calor de arraigada
creencia, lo que había hecho, en comparación con lo que me faltaba hacer
(…). Antes de separarnos me regaló un librito suyo, Versos sencillos, y un ejemplar de la primera edición de Ramona[12], la preciosa novela norteamericana de Helen Hunt Jackson, por él magistralmente vertida al castellano”. (p. 30).
Obsérvese
aquí ya a un Federico García Godoy convencido por Martí para su obra
revolucionaria. Amén, de que además, había química en ellos. Eran los
dos críticos literarios, periodistas, ambos gustaban de la historia y la
filosofía… en definitiva eran los dos, soldados de la libertad y la
justicia de sus pueblos, Cuba y de toda América. Aquella despedida noble
del único y prolongado encuentro entre Martí y don Federico de seguro
hubo de estar cargada de acuerdos, de propósitos y pasos firmes para
liberar a la Cuba amada por ellos.
“Nos
despedimos - dice don Federico – con un fuerte y prolongado
abrazo…cada cual iba a seguir su ignorado destino. Él se fue a la labor
ardua y penosa de redimir un pueblo, a la lucha resonante, rumbo a una
muerte prematura y gloriosa… Los recuerdos – agrega – de esa noche
memorable se han adherido a mi alma con la fuerza de esas plantas,
trepadoras que crecen en perdurable apegamiento a viejos paredones de
ruinosos edificios…los momentos que pasé con Martí tienen para mí no sé
qué frescura inolvidable de recuerdos primaverales, de épocas en que la
existencia tiende irremisiblemente a dilatarse (…) su verbo armonioso
había sugestionado poderosamente mi inteligencia y caldeado mi fantasía.
La superioridad de ciertos espíritus se siente prontamente. Su nobleza
anímica y la proyección lumínica que irradia continuamente de las
profundidades de su ser nos cautivan irresistiblemente. En las redes de
su personal atracción se había deslizado mi alma, abierta siempre a la
seducción de nobles y hermosos idealismos….”.(p. 31).
Al hacer
referencia más adelante a la lucha justiciera emprendida por Martí para
liberar a Cuba, y a la personalidad de aquel gigante, don Federico
apunta: “Vivió (Martí, en n. de
j.m.j.) en perenne persecución de esa idea permanente de redimir a la
Gran Antilla absorbe lo más amplio y señalado de su existencia inquieta y
tormentosa. Por sus ideas atrevidas y fustigadoras se le persigue y
aprisiona en el alba misma de su juventud, prematuramente recia contra
las instituciones coloniales”. (p. 35).
En resumen, agrega don Federico sobre la figura señera de Martí, que éste “pertenece
a Cuba por legítimo derecho, por su producción literaria original y
copiosa, aparece en la primera línea como una de las figuras más
representativas del movimiento de renovación (el modernismo, n. de
j.m.j.) intelectual en Hispano – América…. orador de palabra de fuerza…
poeta suave y (de) expresiva vibración rítmica (…) por todas partes a
donde llegaban los hados esparcía manos llenas de efluvios luminosos de
su ser espiritual (…) Martí viajaba por América y no daba paz a la pluma
ni a la palabra… en Venezuela[13] fungió
de maestro y redactó periódicos… en New York fue fecunda su producción
literaria… Para mí (anota García Godoy, n. de j.m.j.) Rubén Darío en el
verso, y José Martí en la prosa, son los más conspicuos iniciadores de
ese movimiento de América… los escritos de Martí son como minas
inagotables de metales preciosos”, concluye. (pp. 48 – 49 y 50, ob. cit.).
MARTÍ EL ORADOR[14]
Una de las cualidades sobresalientes de Martí, es sin duda alguna, su verbo. Al respecto, don Federico anota lo siguiente: “Su oratoria es cálida, conmovedora, cargada de ideas, poblada de imágenes…”. (p. 51). Y luego señala: “(…)
sin necesidad de haberlo visto pronunciado un discurso es posible
aquilatar con relativa certeza su personalidad de orador. Su
sensibilidad exquisita, su hervor emotivo, su agilidad mental, su
efusión comunicativa, se transparentan de continuo en su discurso… es
siempre su alma que halla, que se pone en íntimo contacto con su
auditorio, asombrado y conmovido… las ideas han transformado y seguirán
transformando el mundo – agrega – (…) Martí, sabe siempre colocar de
vida sentimental sus más abstractos pensamientos”. (p. 53).
PALABRAS FINALES
Sin
temor a equívocos, don Federico García Godoy fue un hombre íntegro,
solidario, de altas luces, de gran prestigio para sociedad vegana y el
país. Con igual amor Cuba debe, estoy seguro, de tenerlo entre sus
grandes hijos. Hoy don Federico García Godoy merece ser declarado “Padre de la Cultura Nacional”
por el pueblo dominicano. Él amó la libertad, la justicia y el bien
común. Martí halló en él, al visitar La Vega, la pieza clave para el
destino de su gran proyecto revolucionario. Su obra capital.
La
solidaridad y la amistad sincera y fiel expresada por don Federico en
vida no solo fue con Martí; recuérdense sus emotivas palabras ante la
pérdida irreparable e ida a destiempo, en enero de 1887, de su gran
amigo de Santiago de los Caballeros, Lorenzo J. Perelló hijo,
representante de la entonces sociedad literaria “Amantes de la Luz”[15] ante esta prestigiosa sociedad cultural vegana “La Progresista” en
las postrimerías del siglo XIX, y que aparecen insertas en las páginas
de CLIO, órgano de la Academia Dominicana de la Historia, y que bien
podrían ser transmitidas a José Martí: “Nunca
desesperó del triunfo de sus ideas, ni aun en los momentos en que
parecía perdida toda esperanza. Si tenía frases de indignación y de
desprecio para los que como el Apóstol al dulce Jesús, negaban en la
hora triste de la desgracia los principios que habían defendido, también
tenía palabras de aliento para los que parecían desfallecer y a los que
procuraba comunicar el fuego que ardía en su alma generosa (…). ‘La
vida es sueño: Que no cabe lo que siento. En todo lo que digo’”. (pp. 58 – 59 en CLIO, Academia Dominicana de la Historia, Núm. XLVI, Año IX, Santo Domingo, República Dominicana, 1941).
Para Martí, en resumen, don Federico dedica estas hermosas palabras: “La
vida de Martí, en todos sus aspectos, representa y representará
permanentemente un modelo incomparable de austera probidad y de serena y
cívica grandeza. Para todo hispano – americano es deber sacralísimo
rendir tributo de amor y de reconocimiento a su personalidad egregia. Y
de imitarle también en lo que esto pueda sernos posible; en el viril
cumplimiento de un deber cuando la ocasión así lo requiera como lo
cumplió él sin reparar en obstáculos y con el desinterés sublime de
desprenderse de amores y de goces para alcanzar la cumbre iluminada del
más noble ideal y fructuoso sacrificio “La memoria de los héroes, si no
sirve de lección objetiva para la posteridad, no sirve para nada” ha
dicho Carlyle”.
“El
gran cubano – prosigue don Federico, refiriéndose a Martí, n. de j.m.j.
– es una figura que en muchos sentidos simboliza elocuente y bellamente
el conjunto de aspiraciones enderezadas a la conquista de un ideal
hermoso y de soberano americanismo… En Martí ese americanismo fue
canción, fue amor, fue discurso, fue lección patriótica, fue artículo
periodístico, fue heroísmo, fue cuanto puede dar de sí un hombre tan
vigorosamente estructurado para las más grandiosas y meritorias luchas
del desenvolvimiento humano y por ese ideal magníficamente, de
insuperable grandiosidad, nuevo seductor galileo, cayó para siempre en
las sombras de lo desconocido, palpitante de amor y de fe, con una
plegaria de encendido patriotismo aun en los labios convulsos, nimbada
la frente soñadora con su resplandor de gloriosa inmortalidad”. (pp. 71-72).
¡Martí vive y vivirá por siempre en nuestros corazones!
¡Gloria
eterna a la memoria ilustre de don Federico García Godoy, ejemplo de
amor cívico y patriótico, de anti – imperialismo y de grandeza humana
sin igual!
¡Viva la unidad de los pueblos de Nuestra América!
Muchas Gracias.
La Vega, República Dominicana
12 de febrero de 2014
Notas:
[1] Conferencia
presentada en el marco de la Conmemoración del 90 Aniversario de la
muerte de Federico García Godoy, en la ciudad de La Vega, en la
sociedad La Progresista, el día 12 de febrero de 2014. Actividad
organizada por el Instituto de Cultura Vegano, el Instituto Duartiano de
esta ciudad y otras instituciones culturales.
[2] Escritor,
ensayista, profesor universitario e investigador de temas históricos.
Ingeniero electromecánico y matemático. Miembro del Colegio Dominicano
de Ingenieros, Arquitectos y Agrimensores, CODIA (1991), de la Academia
Dominicana de la Historia (2007), de la Cátedra José Martí en la
Universidad Autónoma de Santo Domingo, UASD (2010), de la Liga
Hostosiana para la República Dominicana, Estados Unidos y Puerto Rico
(2011), de la Real Sociedad de Historiadores (2013) y Vicepresidente de
la Sociedad de Escritores Veganos (SOEVEGA), 2013.
[3] Carlos Manuel Perfecto del Carmen de Céspedes y López del Castillo (Bayamo,
18 de abril de 1819 – Sierra Maestra, 27 de febrero de 1874). Abogado,
poeta y terrateniente bayamés. Líder independentista cubano. Es el Padre de la Patria de Cuba. Se levantó en armas el 10 de octubre de 1868 contra el gobierno español, liberando a sus esclavos e invitándolos a la lucha contra el colonialismo. Fue Mayor General del Ejército Libertador y Primer Presidente de la República de Cuba en Armas. “Destituido como Presidente en 1873 se instaló en San Lorenzo, la Sierra Maestra”,
donde el 27 de febrero de 1874 murió en combate contra las tropas
españolas. Tradujo al español algunos cantos de La Eneida… La Bayamesa
(la primera canción
amorosa cubana que recoge la historia) fue interpretada por primera
vez, según se dice, el 27 de marzo de 1848. La letra fue compuesta por
José Fornaris, la música es de Carlos Manuel Céspedes y Francisco
Castillo Moreno. Los patriotas cubanos le cambiaron las letras y la
convirtieron en una canción combativa. En su Estado Mayor estuvieron los
dominicanos: su asistente Manuel de Jesús de Peña y Reynoso, y, Modesto
Díaz. Céspedes ambicionaba la independencia total y absoluta de Cuba,
pero Salvador Cisneros Betancourt se inclinaba por la anexión a los
Estados Unidos. “Yo soy el Padre de todos los cubanos que han muerto por la Revolución”, dijo Céspedes antes de que los españoles fusilaran a su hijo Oscar.
[4] Vicente García González (23
de enero de 1833, Las Tunas, Cuba – 4 de mayo de 1886, Caracas,
Venezuela). Participó en las guerras independentistas cubanas. Estudió
en el Seminario San Basilio Magno de Santiago de Cuba. Días después del
pronunciamiento de Céspedes en su ingenio de La Demajagua, el Mayor
General García tomó Las Tunas. Prendieron fuego sus tropas a todas las
casas de Las Tunas, para que no sirvieran de refugio a las tropas
españolas. García empezó por el incendio de su casa. “Cuando se efectuó la Protesta de Baraguá Vicente García se mantuvo firme, apoyando al General Antonio Maceo al no estar de acuerdo con una paz sin la independencia de Cuba”.
A la muerte de Céspedes, el 16 de marzo de 1876, es electo Vicente
García General en Jefe de los Ejércitos, y Maceo, su segundo al mando.
Cuando fracasó la guerra por las condiciones que estaban pasando, las
tropas de Vicente García capitularon con todos los honores militares el 6
de junio de 1878.“Los
españoles lo asesinaron, con vidrio molido en un plato (de comida
cubana, n. de j.m.j.) y que le ofreció el espía español Ramón Dávila. El
4 de marzo de 1886 falleció el glorioso general cubano. José Martí
escribió refiriéndose a su muerte: “Allá, en un asilo infeliz, moría
tiempos hace, en la rustica cama, un general de Cuba, rodeado de sus
hijos de armas, y se alzó sobre el codo moribundo, no para hablarles de
los intereses de la tierra, sino para legarles, con el último rayo de
sus ojos, la obligación de pelear por su pueblo hasta verlo libre del
extranjero que le odia y extermina””.
[5] Federico
García Godoy también dedicó páginas hermosas a la figura ilustre de don
Ulises Francisco Espaillat, que aparecen en su obra Recuerdos y
Opiniones (1888).
[6] “(…)
Un literato distinguido, que a la vez que era profesor, fue el maestro
de su hijo en realidad, aunque éste asistió en 1870 en la Capital de la
República a las clases de idiomas extranjeros que se dictaban en el
afamado Colegio de San Luis Gonzaga”. Federico García Godoy (p.13, Federico García Godoy. Obras Escogidas (…). Tomada la cita de Néstor Contín Aybar.
[7] “En
La Vega existía, en 1892, dos periódicos… El Cibaeño. Semanario
dirigido en 1892 por J. Arismendi Robiou y M.A. Salguero (cubano, n. de
j.m.j.). El Pueblo (apareció en marzo de 1892)”. (Ver p. 382, ob. cit. de E. Rodríguez Demorizi).
[8] Martí
unió “el alma cubana y el alma dominicana” como dijo don F. Henriquez y
Carvajal. Lo propio hizo Gómez en el sublime ideal de la unidad
antillana.
[9] General Calixto García Iníguez (4
de agosto de 1839 - 11 de diciembre de 1898). Fue gran autodidacta,
pues, no realizó estudios superiores. En España de 1874 – 1878 y 1880 –
1895, donde estuvo desterrado, “estudió el arte de la guerra por la
utilidad que podía tener… en las luchas independentistas cubanas contra
la metrópoli española”. Participó en la Guerra Grande (1868-1878) en la
región de Holguín. Al ser sorprendido en un combate contra las tropas
españolas y para no entregarse se hizo un disparo en el paladar con su
revólver, pero sobrevivió. Médicos españoles le salvaron la vida. Como
anécdota, al enterarse su madre Lucía Iníguez de su captura, dijo: “¡Ese no es mi hijo!”, pero cuando le informaron que antes de ser apresado se hizo un disparo para matarse, dijo: “¡Carajo… ese sí es mi hijo!”.
Tras su recuperación fue desterrado a España y cuando recobró la
libertad se fue a los Estados Unidos para unirse a la emigración
patriótica. García Iníguez prosiguió la lucha y formó en Nueva York el
Comité Revolucionario Cubano para iniciar la Guerra Chiquita que estalló
entre el 25 y 26 de agosto de 1879, bajo su mando y en la que se
alzaron importantes figuras como: Maceo, Guillermón Moncada y otros. Se
organizó una expedición que partiría desde Nueva Jersey con
expedicionarios cubanos, pero llegó a suelo cubano con muy pocos. El 4
de agosto de 1880 aquella guerra fracasó.
Se
incorporó a la Guerra Necesaria como la llamó Martí desembarcando en
Cuba en marzo de 1896 con una enfermedad pulmonar. Realizó una ingente
labor organizativa de Holguín y Santiago de Cuba. Se sospechó de su
muerte ocurrida en un banquete supuestamente en su honor en Washington
el 11 de diciembre de 1898, cuando sufrió una apoplejía fulminante. Su
cadáver nunca fue entregado por los yanquis a las autoridades cubanas,
lo que hizo aumentar las sospechas de un envenenamiento. Antes que él
habían caído Martí (19 de mayo de 1895), Maceo (7 de diciembre de 1896),
quienes “tenían clarividencia política con respecto a los Estados Unidos y su nacimiento como potencia imperialista”.
[10] Casi
toda la obra literaria de Martí es producida en Nueva York, donde
además, ejerce el periodismo y funda el periódico de la revolución:
PATRIA. También, Martí ejerció la diplomacia en esta ciudad, en la que
vivió alrededor de catorce años.
[11] Escritor, periodista y diplomático venezolano (1889-1948). Fundador en la República Dominicana de las revistas “Letras” y“Bahoruco”. Fue expulsado del país por los norteamericanos en 1920. Federico García Godoy prologó su obra “Estalactitas”.
[12] Martí tradujo al español esta novela de Helen Hunt Jackson, “ferviente defensora de los indios”. Martí “Dominaba
el francés y el inglés; era ávido lector en italiano y en portugués;
sus conocimientos de alemán, el griego, el latín y el hebreo, le
permitían entender lo escrito en estos idiomas. Además de la española,
conocía bien las literaturas de Francia y Estados Unidos”dice Mary Cruz en su obra “El hombre, Martí”, p. 77.
[13] Martí
llega a Caracas el 21 de enero de 1881. Imparte clases de literatura en
el Colegio Villegas, en el que establece una cátedra de oratoria. Sus
artículos periodísticos aparecen en La Opinión Nacional de Caracas.
Funda La Revista Venezolana. Por presiones políticas tiene que salir de
aquel país, regresando a EE. UU., el 28 de julio de 1881.
[14] El
venerable Maestro don Federico Henríquez y Carvajal, escribió unas
interesantes notas al respecto tituladas JOSÉ MARTÍ COMO ORADOR EXIMIO
insertas en la obra citada de E. Rodríguez Demorizi, donde entre otras
cosas señala: “La elocuencia de
José Martí tuvo un doble ritmo: el ritmo armonioso de la música i (sic)
el ritmo inefable del espíritu. Hablaba, i (sic) su voz era como una
flauta de cristal con un amplio registro de notas graves, medias i
agudas. Era, a veces, como el salto de un torrente”.(p. 560, en “Martí en Santo Domingo”…).
[15] Fundada
en Santiago de los Caballeros, el 4 de junio de 1874, por Manuel de
Jesús de Peña y Reynoso. Ha hecho valiosos aportes a la educación y la
cultura del país en sus casi 140 años de existencia.
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