LAS RAICES DE NUESTRO ESPIRITU
Guido Despradel
Batista, Raíces de nuestro Espíritu. Santo Domingo. Ediciones Renovación, 1971,
p. 9-29, reeditado el Instituto Tecnológico de Santo Domingo, en Antología Literaria Dominicana, Discursos,
Semblanzas y Ensayos fragmento, Santo Domingo, 1981,
El este ensayo fue leído en forma de conferencia en los Salones
de “Amante de la Luz” en la ciudad de Santiago, el sábadom23 de Abril de 1936,
y publicado, en la Concepción de La
Vega, el 1ro. De Mayo de 1936
Desde la cumbre
de las montañas enhiesta, con su mano
como visera, el indio escrutaba la borrosa lejanía del horizonte como esperando algo que le vendría de muy lejos y
que torcería cruelmente su destino. El viejo y sabio Bohiti lo había predicho,
y ya los corazones presentían la pronta realización de la terrible
profecía. La historia del indio era ya
muy larga y venia de muy lejos. Cuando en el Sur, entre África y América, no existan barreras oceánicas,
porque todo era una sola tierra, y en
el Norte un fácil puente hacia de Alaska
continuación de Asia.
Sus antepasados
vinieron, a pie firme, de la cuna vastedades
continentales de donde más tarde surgirían, a fuerza de cataclismos
portentosos, un reguero maravilloso de
Islas y un largo continente aprisionado
entre dos mares. Porque el indio,
el indio nuestro, en su
edad primera, fue habitante legítimo de la tierra firme y su planta
podía hollar libremente desde ésta hoy circunscritas tierras de quisqueya hasta las extensas cuencas del Missouri
del Loisa o del Orinoco.
Allá, América
del Norte adentro, se ha encontrado sitios con el nombre de n Yuna y de Cotui, y en el corazón de la América del Centro,
así como en las inmensidades australes del continente, nuestros
términos que expresaban sitios y cosas del primitivo habitante de
estas islas, son naturales y legítimos.
Es que
América, en su proto-historia, era toda una. Este mosaico de islas
que constituyen el Archipiélago
Antillano, no existía, y de Florida a Patria se extendía un fuerte macizo orográfico del cual las
montañas de Quisqueya no son más que
pequeños ramales. Esta no es una afirmación fantásticas; basta con observar la situación y la estructura de nuestros sistemas de montañas, así como la situación,
y la estructura de los otros sistemas antillanos, para convencernos de la veracidad
de este aserto.
La unidad
geográfica de América , en tiempo de su
proto historia, es obligatorio
afirmarla y pregonarla, porque su existencia es necesaria para poder
desentrañar las primeras raíces
de estos pueblos. Contrariamente a lo que haya
podido afirmarse, América tomó origen de una sola
fuente, que puedo estar sí misma
o fuera de ella, pero que de todo modos
es la fuente original de todos los pueblos.
La Humanidad, en su período de proto Historia, pasó por el
estado de civilización universal primitiva. De esto no hay duda; y América estuvo enmarcada dentro de este
estado universal primitivo, lo mismo que
Asia, que África, y que Europa.
Hago estas advertencias, porque los hombres del
otro hemisferio, al hacer la historia, han hecho arraigar el concepto de que al
lado de los pueblos de Asia y Europa, los cuales hacen remontar la ascendencia
de sus antepasados a miles de años, América
no es más que una recién nacida. El
habitante de Europa, primeramente, y a raíz de que Colón descubriera
para él estas tierras, creía que las
regiones recién encontradas por el aventurero de Génova, pero
que ya en muy remoto tiempo habían sido habitación para el hombre amarillo y lugar de comercio
para el fenicio, tenían muy poco tiempo e historia.
Pero él ha sido
En
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Septiembre de 1493, salió Colón de Cáliz en su segundo viaje. Comenzando con
este viaje, la era de los conquistadores. 1500 expedicionarios desembarcaron en
nuestra isla, divididos en dos grupos: el uno de nobles, cortesanos y
militares, el otro de plebeyos, menestrales y labradores. Traían armas, perros,
ocho puercas, yeguas y caballos, y la firme resolución de servir a tres cosas: a la Santa Cruz, a
sus Majestades Católicas y a su ambición desmedida de riquezas
Desconocían en
absoluto el derecho de gentes y
aleccionados por los crímenes impunes de la Inquisición, veían en el indio un
hereje, a quien se podía legítimamente darle muerte o someterlo a la más
oprobiosas esclavitud. Y comenzó la
exterminación cruel del indio y la explotación desmedida del ansiado metal
amarillo.
Al indio que no
se mata se le exige trabajo y tributo. Y el aborigen abandona sus conucos y buscas
monte adentro la protección de la naturaleza. No se predica dulcemente la
justas doctrina del Cristo, pues el indio era incapaz de entenderla, sino que se estableció la guerra sin cuartel a los nuevos infieles. La Inquisición, en
forma de ejército en conquista, había comenzado a accionar en tierras de
América.
Y así, como muy bien dice Las Casas, los indios
eran: “ alcanzados fácilmente con los caballos y alanzados en un credo tantos, hechos pedazos con las espadas,
cortados por el medio, comidos y desgarrados por los perros, quemados muchos de
ellos vivos y padecieron todos maneras
exquisitas de inmesericordia e impiedad”. Brillante y noble manera de comportarse un pueblo civilizado de la cristianísima Europa
con un grupo de hombres pacíficos,
hospitalarios e indefensos
El español
dirige su guerra de conquista del Atlántico al Cribe: abandona a la Isabela, y
deja atrás, merced a su propia suerte a
Santo Tomás de Jánico, a Santiago y a la
Concepción de La Vega. El oro estaba ahora en más abundancia en Haina, y esto determina el nacimiento de los pueblos del sur. Santo Domingo y la Vera Paz serán
ahora el centro de sus operaciones
mineras y militares. Pero no todo estaba conforme con sacar oro de los ríos y las
minas. Era necesario crear otras fuentes
de riquezas; y entonces surgen
los ingenios y la ganadería.
Pero el
cañaveral exigía muchos hombres que se adentraran en sus fauces hambrientas,
y ya el indio se acababa, y su fuerzas,
minadas por las enfermedades, la opresión y el desconsuelo, podían dar
abasto a esa nueva tarea de explotación
bárbara e inicua. Al decir de Las Casas, “no quedaron de las multitudes que en
esta isla, de gentes, había, desde el año de 1494 hasta el 1496, según se creía la tercera
parte de ella”
Como los
ingenios aumentaba rápidamente y cada uno de ellos exigía por lo menos ochenta
hombres, y cada tapiche no menos de cuarenta, aun haciendo que el indio
centuplicara su esfuerzo, se necesitaba importar de otras latitudes nuevos
hombres, y vino entonces el negro, así
el ingenio, establecido por España, acabó de exterminar al indio, introdujo en
nuestro ambiente un nuevo factor étnico y nos prepara para siglos más tarde,
ser económicamente, colonias de las naciones plutocráticas
Algunos vecinos
hacendados, viendo que el indio se acababa, prometieron al clérigo Bartolomé de
Las Casas, que si les traían los indios
que tenían para que se pusieran en libertad. Y el Consejo con parecer de
los Oficiales de Sevilla y ante las instancias de buen
varón que por su amor al indio permitió que otra
raza de hombres sufriera el oprobio de la esclavitud, consintió que se
pudieran traer a esta isla y a la de
Cuba, Jamaica y Puerto Rico, cuatro mil
negros esclavos.
Pero el ingenio
necesitaba devora más hombres y la
merced se vende en 25,000 mil Ducados a los genoveses, y el Emperador de España
emprende, a costa de Quisquilla, otro brillante negocio que le permite,
con sus insaciables arcas y edificar
sendos fastuosos alcázares en Madrid y Toledo. Así pagó esta Isla a España su
labor de conquistarla
Boyá y las
montañas fueron el poster cementerio del
último indio: y España, cumpliendo la consigna de mantener la esclavitud en sus
dominios, introdujo en nuestra isla más de Treinta Mil Negros. Pero no nos
despedimos así, tan indiferentemente, de nuestro desgraciado aborigen, y
detengámonos a investigar cuál ha sido su aporte en la formación de
nuestro espíritu. Tal vez las primeras y más hondas raíces de nuestro espíritu estén
en el indio
El español necesitaba mujer y no tuvo
inconveniente de mezclarse con la india. Caballeros, e Hidalgos estaban casados
en las villas principales con mujeres indias; y
ya sabemos como en La Vera Paz sesenta vecinos españoles en su mayoría
hidalgos, tomaron por esposas a mujeres naturales de la isla. Y la soldadesca y
los colonos tampoco tuvieron que vencer grandes obstáculos para la mezcla de sangre, pues a la india no le
repugnaba el señor blanco que la dominaba y destruía su raza
Según Oviedo,
las indias, “comúnmente son buenas de su
persona”, pero también hay muchas que de grado se conceden a quien las quiere, en especial
las que son principales, las cuales
ellas mismas dicen quelas mujeres nobles y señoras no han de negar ninguna cosa
que se les pida, sino las villanas”. Así
el conquistador el gran encomendero se
unen a la hija del cacique, y el
soldado y el colono tienen a la india como mujer y como cocinera.
Así surge el mestizo de América, tan
característico el tipo de este nuevo elemento étnico, tan esencial su
distinción del español y del indio, que Fray Bernandino de Manzanedo, le decía
al Señor y Monarca de las Españas, en carta sentida y llena de conceptos
humanitarios: “Los Indios se van acabando, porque los españoles, a falta de mujeres, se casan
con indias”. Se acaba el indio puro, el indio sin cruzamiento, pero persistía
el mestizo, con la fortaleza y la arrogancia del conquistador aunada
íntimamente a la candidez y a la sinceridad del aborigen.
Lo ha dicho muy
exactamente Carlos Pereyra: “No hay mestizos para la demografía”. De estos
matrimonios de hidalgos con indias principales surge un mestizo que tendrá del español el derecho de ser
encomendero, y del indio, el de ser cacique. Y en cuanto a otras uniones de
español casado con india, socialmente
era español, también figuraba como español siempre y cuando el padre cumpliera con sus deberes.
Es aquí un hecho
que es necesario observar cuidadosamente. El mestizo de español y india no se
cruza con indios, sino que se cruza con
sus congéneres o con el español o con el negro. Y como hace notar Pereyra: “Con
la afluencia de blancos en cantidad respetable y de negros en masa creciente,
el hijo de español e india tira a blanco o se a mulata”. Es decir, que el indio
puro desaparece, pero esto no indica la desaparición en absoluto de la raza
aborigen, pues el mestizo perpetúa, a
través del tiempo y del espacio por cruzamientos múltiples y continuos,
los caracteres raciales del indio
Y no puede ser
de otra manera. Aplicando las leyes biológicas de Méndel, que son las que rigen
actualmente el intrincado problema de la herencia, a la formación de
nuestro tipo étnico, no vemos obligados
a aceptar que en la estructura de nuestro espíritu cuenta efectivamente el
factor indio. Esta claramente demostrado que en
la transmisión de los caracteres hereditarios, la madre
juega un papel superior al padre. Y en
los cruzamientos de españoles e indios,
la india era la madre. Por tanto, el mestizo resultante de las primeras uniones
era biológicamente hablando, más indio que español.
Más precisamente, y
hablando en el lenguaje de Méndel: en las primeras uniones los
caracteres predominantes en el tipo racial resultante pertenecían al indio;
después en la uniones sucesivas, cuando el
mestizo se desvió del indio y se unió al español y al negro, estos caracteres predominantes pasaron a ser
recesivos. Pero esto no implicaba su desaparición, ni muchísimo menos que cesaran de transmitirse, para su
perduración, en los tipos resultantes, de las uniones sucesivas
Ningún factor hereditario muere; dejará de manifestarse en un determinado número de generaciones pero esto
es para reaparecer más tarde, fuerte y radiante, en un número de seres de ciertas y determinadas
generaciones. Es necesario tener muy
presente, como muy bien ha dicho Keyserlig, “en las naciones dominan más los
muertos que los vivos”. Urge que
practiquemos un análisis profundo de nuestra psicología.
No de nuestra psicología nacional, como se dice corrientemente,
sino de nuestra psicología individual. Busquemos cana uno de nosotros,
individualmente, y dentro de nosotros mismos, al indio, y de seguro que lo
encontraremos. El individuo único es el que define el espíritu de un pueblo, y
si comparamos nuestro individuo único,
con el individuo único de España, y con el individuo único del negro, que
fueron los dos factores que se mezclaron con el
indio, veremos que aún nuestro aborigen vive.
Y esta es una verdad
cósmica que es necesario pregonar muy alto: pues si queremos en verdad ser un
pueblo con carácter de eternidad en la historia, fortuitamente
deberemos demostrar y admitir que
nuestras primeras raíces vienen del
indio. Porque para nosotros el
Indio es el ser que nos une
a la tierra: el español y el negro son factores importantes y aclimatados, no
raíces primeras
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