viernes, 28 de marzo de 2014

LAS RAICES DE NUESTRO ESPIRITU

 LAS RAICES DE NUESTRO ESPIRITU
Guido Despradel Batista, Raíces de nuestro Espíritu. Santo Domingo. Ediciones Renovación, 1971, p. 9-29, reeditado el Instituto Tecnológico de Santo Domingo,  en Antología Literaria Dominicana, Discursos, Semblanzas y Ensayos fragmento, Santo Domingo, 1981,
El  este ensayo fue  leído en forma de conferencia en los Salones de “Amante de la Luz” en la ciudad de Santiago, el sábadom23 de Abril de 1936, y publicado,  en la Concepción de La Vega, el 1ro. De Mayo de 1936
Desde la cumbre de las montañas  enhiesta, con su mano como visera, el indio escrutaba la borrosa lejanía del horizonte como  esperando algo que le vendría de muy lejos y que torcería cruelmente su destino. El viejo y sabio Bohiti lo había predicho, y ya los corazones  presentían  la pronta realización de la terrible profecía. La historia del indio era  ya muy larga y venia de muy lejos. Cuando en el Sur, entre África  y América, no existan barreras oceánicas, porque todo era una sola tierra, y   en el Norte un fácil puente hacia  de Alaska continuación de Asia.
Sus antepasados vinieron, a pie firme, de la cuna vastedades  continentales de donde más tarde surgirían, a fuerza de cataclismos portentosos, un reguero  maravilloso de Islas y  un largo continente aprisionado entre dos mares. Porque  el indio, el  indio nuestro,  en su  edad primera, fue habitante legítimo de la tierra firme y su planta podía hollar libremente desde  ésta  hoy circunscritas tierras  de quisqueya hasta las extensas cuencas del Missouri del Loisa o  del Orinoco.
Allá, América del Norte  adentro, se   ha encontrado sitios con  el nombre de n Yuna y de Cotui,  y en el corazón de la América  del Centro,  así  como en   las inmensidades  australes del continente,  nuestros  términos  que expresaban  sitios y cosas del primitivo habitante de estas islas, son  naturales y legítimos. Es  que  América, en su proto-historia, era toda una. Este mosaico de islas que  constituyen el Archipiélago Antillano, no existía, y de Florida a Patria se extendía un fuerte macizo  orográfico del cual  las  montañas de Quisqueya no son más que  pequeños ramales. Esta  no es  una afirmación fantásticas; basta con  observar la situación  y la estructura de nuestros sistemas  de montañas, así como  la situación,  y la  estructura de  los otros sistemas  antillanos, para convencernos de la veracidad de este aserto.
La unidad geográfica de  América , en tiempo  de su  proto historia,  es  obligatorio  afirmarla y pregonarla, porque su existencia es necesaria para  poder  desentrañar las  primeras raíces de  estos pueblos.  Contrariamente a lo que  haya  podido afirmarse, América tomó origen de una  sola  fuente,  que puedo estar sí misma o fuera de ella, pero que  de todo modos es la fuente original de todos los pueblos.  La Humanidad, en su período de proto Historia, pasó  por  el estado de  civilización  universal primitiva. De  esto no hay duda;  y América estuvo enmarcada dentro de este estado  universal primitivo, lo mismo que Asia, que África,  y que Europa.
Hago  estas advertencias, porque los hombres del otro hemisferio, al hacer la historia, han hecho arraigar el concepto de que al lado de los pueblos de Asia y Europa, los cuales hacen remontar la ascendencia de sus antepasados a miles  de años, América no es más que una recién nacida. El  habitante de Europa, primeramente, y a raíz de que Colón descubriera para él estas  tierras, creía que las regiones recién encontradas  por el  aventurero de Génova,  pero  que ya  en muy   remoto tiempo habían sido habitación  para el hombre amarillo y lugar de comercio para el fenicio, tenían muy poco tiempo e historia.
Pero  él ha sido


En
 Septiembre de 1493, salió Colón  de Cáliz en su segundo viaje. Comenzando con este viaje, la era de los conquistadores. 1500 expedicionarios desembarcaron en nuestra isla, divididos en dos grupos: el uno de nobles, cortesanos y militares, el otro de plebeyos, menestrales y labradores. Traían armas, perros, ocho puercas, yeguas y caballos, y la firme resolución  de servir a tres cosas: a la Santa Cruz, a sus Majestades Católicas y a su ambición desmedida de riquezas
Desconocían en absoluto el derecho de  gentes y aleccionados por los crímenes impunes de la Inquisición, veían en el indio un hereje, a quien se podía legítimamente darle muerte o someterlo a la más oprobiosas esclavitud.  Y comenzó la exterminación cruel del indio y la explotación desmedida del ansiado metal amarillo.
Al indio que no se mata se le exige trabajo y tributo. Y el aborigen abandona sus conucos y buscas monte adentro la protección de la naturaleza. No se predica dulcemente la justas doctrina del Cristo, pues el indio era incapaz de entenderla,  sino que se estableció  la guerra sin cuartel  a los nuevos infieles. La Inquisición, en forma de ejército en conquista, había comenzado a accionar en tierras de América.
Y  así, como muy bien dice Las Casas, los indios eran: “ alcanzados fácilmente con los caballos y alanzados en un  credo tantos, hechos pedazos con las espadas, cortados por el medio, comidos y desgarrados por los perros, quemados muchos de ellos vivos y padecieron  todos maneras exquisitas de inmesericordia e impiedad”. Brillante  y noble manera de comportarse  un pueblo civilizado de la cristianísima Europa con un grupo de  hombres pacíficos, hospitalarios e indefensos
El español dirige su guerra de conquista del Atlántico al Cribe: abandona a la Isabela, y deja atrás, merced a su propia  suerte a Santo Tomás  de Jánico, a Santiago y a la Concepción de La Vega. El oro estaba ahora en más abundancia en Haina,  y esto  determina el nacimiento de los pueblos  del sur. Santo Domingo y la Vera Paz serán ahora  el centro de sus operaciones mineras y militares. Pero  no todo estaba  conforme con sacar oro de los ríos y las minas. Era necesario crear otras fuentes  de riquezas;  y entonces surgen los ingenios y la ganadería.
Pero el cañaveral exigía muchos hombres que se adentraran en sus fauces hambrientas, y  ya el indio se acababa, y su fuerzas, minadas por las enfermedades, la opresión y el desconsuelo, podían dar abasto  a esa nueva tarea de explotación bárbara e inicua. Al decir de Las Casas, “no quedaron de las multitudes que en esta isla, de gentes, había, desde el año de 1494  hasta el 1496, según se creía la tercera parte de ella”
Como los ingenios aumentaba rápidamente y cada uno de ellos exigía por lo menos ochenta hombres, y cada tapiche no menos de cuarenta, aun haciendo que el indio centuplicara su esfuerzo, se necesitaba importar de otras latitudes nuevos hombres, y vino entonces   el negro, así el ingenio, establecido por España, acabó de exterminar al indio, introdujo en nuestro ambiente un nuevo factor étnico y nos prepara para siglos más tarde, ser económicamente, colonias de las naciones plutocráticas
Algunos vecinos hacendados, viendo que el indio se acababa, prometieron al clérigo Bartolomé de Las Casas, que si les traían los indios  que tenían para que se pusieran en libertad. Y el Consejo con parecer de los Oficiales de Sevilla y ante las instancias de  buen  varón que por su amor al indio permitió que  otra  raza de hombres sufriera el oprobio de la esclavitud, consintió que se pudieran traer a esta isla  y a la de Cuba, Jamaica y Puerto Rico, cuatro mil  negros esclavos.
Pero el ingenio necesitaba devora más hombres  y la merced se vende en 25,000 mil Ducados a los genoveses, y el Emperador de España emprende, a costa de Quisquilla, otro brillante negocio que le permite, con  sus insaciables arcas y edificar sendos fastuosos alcázares en Madrid y Toledo. Así pagó esta Isla a España su labor  de conquistarla
Boyá y las montañas  fueron el poster cementerio del último indio: y España, cumpliendo la consigna de mantener la esclavitud en sus dominios, introdujo en nuestra isla más de Treinta Mil Negros. Pero no nos despedimos así, tan indiferentemente, de nuestro desgraciado  aborigen, y  detengámonos a investigar cuál ha sido su aporte en la formación de nuestro espíritu. Tal vez las primeras y más hondas raíces de nuestro espíritu estén en el indio
El  español necesitaba mujer y no tuvo inconveniente de mezclarse con la india. Caballeros, e Hidalgos estaban casados en las villas principales con mujeres indias; y  ya sabemos como en La Vera Paz sesenta vecinos españoles en su mayoría hidalgos, tomaron por esposas a mujeres naturales de la isla. Y la soldadesca y los colonos tampoco tuvieron que vencer grandes obstáculos para  la mezcla de sangre, pues a la india no le repugnaba el señor blanco que la dominaba y destruía su raza
Según Oviedo, las  indias, “comúnmente son buenas de su persona”, pero también hay muchas que de grado se  conceden a quien las quiere, en especial las   que son principales, las cuales ellas mismas dicen quelas mujeres nobles y señoras no han de negar ninguna cosa que se les pida, sino las villanas”. Así  el conquistador el gran encomendero se  unen  a la hija del cacique, y el soldado y el colono tienen a la india como mujer  y como cocinera.
 Así surge el mestizo de América, tan característico el tipo de este nuevo elemento étnico, tan esencial su distinción del español y del indio, que Fray Bernandino de Manzanedo, le decía al Señor y Monarca de las Españas, en carta sentida y llena de conceptos humanitarios: “Los Indios se van acabando, porque  los españoles, a falta de mujeres, se casan con indias”. Se acaba el indio puro, el indio sin cruzamiento, pero persistía el mestizo, con la fortaleza y la arrogancia del conquistador aunada íntimamente a la candidez y a la sinceridad del aborigen.
Lo ha dicho muy exactamente Carlos Pereyra: “No hay mestizos para la demografía”. De estos matrimonios de hidalgos con indias principales surge un mestizo  que tendrá del español el derecho de ser encomendero, y del indio, el de ser cacique. Y en cuanto a otras uniones de español  casado con india, socialmente era español, también figuraba como español siempre  y cuando el padre cumpliera con sus deberes.
Es aquí un hecho que es necesario observar cuidadosamente. El mestizo de español y india no se cruza con indios, sino  que se cruza con sus congéneres o con el español o con el negro. Y como hace notar Pereyra: “Con la afluencia de blancos en cantidad respetable y de negros en masa creciente, el hijo de español e india tira a blanco o se a mulata”. Es decir, que el indio puro desaparece, pero esto no indica la desaparición en absoluto de la raza aborigen, pues el mestizo perpetúa, a  través del tiempo y del espacio por cruzamientos múltiples y continuos, los caracteres raciales del indio
Y no puede ser de otra manera. Aplicando las leyes biológicas de Méndel, que son  las que rigen  actualmente el intrincado problema de la herencia, a la formación de nuestro tipo  étnico, no vemos obligados a aceptar que en la estructura de nuestro espíritu cuenta efectivamente el factor indio. Esta claramente demostrado que en  la transmisión de los caracteres hereditarios, la madre juega un papel superior  al padre. Y en los cruzamientos de españoles  e indios, la india era la madre. Por tanto, el mestizo resultante de las primeras uniones era biológicamente hablando, más indio que español.
Más precisamente, y  hablando en el lenguaje de Méndel: en las primeras uniones los caracteres predominantes en el tipo racial resultante pertenecían al indio; después en la uniones sucesivas, cuando el  mestizo se desvió del indio y se unió al español  y al negro, estos  caracteres predominantes pasaron a ser recesivos. Pero esto no implicaba su desaparición, ni muchísimo menos  que cesaran de transmitirse, para su perduración, en los tipos resultantes, de las uniones sucesivas
Ningún factor hereditario muere; dejará de manifestarse en un  determinado número de generaciones pero esto es para reaparecer más tarde, fuerte y radiante, en un  número de seres de ciertas y determinadas generaciones. Es  necesario tener muy presente, como muy bien ha dicho Keyserlig, “en las naciones dominan más los muertos que los vivos”. Urge  que practiquemos un análisis profundo de nuestra psicología.
No de nuestra psicología nacional, como se dice corrientemente, sino de nuestra psicología individual. Busquemos cana uno de nosotros, individualmente, y dentro de nosotros mismos, al indio, y de seguro que lo encontraremos. El individuo único es el que define el espíritu de un pueblo, y si comparamos nuestro  individuo único, con el individuo único de España, y con el individuo único del negro, que fueron los dos factores que se mezclaron con el  indio, veremos que aún nuestro aborigen vive.
Y esta  es una verdad cósmica que es necesario pregonar muy alto: pues si queremos en verdad ser un pueblo  con carácter  de eternidad en la historia, fortuitamente deberemos demostrar y admitir que  nuestras primeras raíces vienen del  indio. Porque para nosotros el

 Indio es el ser que nos une a la tierra: el español y el negro son factores importantes y aclimatados, no raíces  primeras

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