Claudio Katz
(especial para ARGENPRESS.info)
Este
artículo es un capítulo de un libro sobre el imperialismo contemporáneo de
próxima aparición.
Resumen
La teoría
marxista del imperialismo surgió en un período de grandes guerras por la
apropiación del botín colonial. Se forjó en una lucha política contra las
justificaciones del militarismo y la expectativa pacifista de evitar la
conflagración.
Lenin
sintetizó este enfoque en su polémica con Kautsky. Caracterizó las causas de la
dinámica belicista y promovió una postura de rechazo revolucionario de la
guerra. Luxemburg, Bujarin y Trotsky aportaron otros fundamentos al mismo
planteo, en el contexto omnipresente de la sangría bélica. Hay que distinguir
esta dimensión política de los problemas teóricos en debate.
Los
cuestionamientos a la tesis de la asociación ultra-imperial se basaban en la
ausencia de entrelazamientos capitalistas multinacionales y en la preeminencia
de disputas territoriales. A principios del siglo XX prevalecían concertaciones
nacionales y choques internacionales. Lenin se inspiró en teorías del
proteccionismo, la hegemonía financiera, los monopolios y las inversiones
externas de Hilfderding, que también incentivaron la concepción ultra-imperial
de Kautsky.
El líder
bolchevique rechazaba la interpretación subconsumista de Luxemburg, pero
coincidía con su caracterización del imperialismo, como una etapa de grandes
convulsiones. Las divisiones políticas entre revolucionarios y reformistas no
se extendían al análisis conceptual del imperialismo. Estas caracterizaciones
albergaban un complejo campo de elaboraciones cruzadas. Por esta razón, las
discusiones sobre la dimensión económica de la etapa, no presentaron el mismo
tono polémico que las divergencias frente a la guerra. En este terreno quedaron
pendientes muchos temas sin resolución nítida.
La
concepción marxista del imperialismo está emparentada con el folleto escrito
por Lenin, en el marco de la Primera Guerra mundial y la revolución bolchevique.
Ese trabajo alcanzó gran difusión, fue citado y objetado con pasión e influyó
sobre varias generaciones de militantes e investigadores. Este perdurable
impacto del texto indujo a olvidar el contexto que rodeó a su elaboración. (1)
Preparación
de la guerra
El siglo XX
comenzó con un gran impulso económico. En las economías metropolitanas
predominaba la prosperidad, la innovación tecnológica y la transformación
administrativa de las grandes empresas. Como ese crecimiento capitalista
incentivó las conquistas de ultramar, el imperialismo se transformó en un
concepto dominante. Perdió peso la vieja asociación del término con el
despotismo bonapartista francés y ganó terreno su identificación con la
supremacía británica de la era victoriana.
Luego de ocupar
Egipto (1882) e imponerse en Sudáfrica (1899-1902), Inglaterra forjó una Unión
Imperial, que precipitó las confrontaciones territoriales entre las potencias.
El retroceso de Francia contrastó con el avance de Alemania, que subió la
apuesta y quebrantó los equilibrios europeos. En el continente americano la
victoria estadounidense sobre España (1898) ilustró la irrupción de otro
competidor y en el Extremo Oriente, Japón desplegó un protagonismo análogo.
El ocaso
marítimo de Gran Bretaña sepultaba varias décadas de estabilidad geopolítica y
los litigios se acentuaron, cuando los desafiantes del viejo colonialismo
comenzaron a extender su empuje productivo al plano territorial. Las disputas
por el reparto de las antiguas posesiones otomanas, austro-húngaras y rusas
acrecentaron las tensiones entre los codiciosos contendientes.
El
aplastamiento de China por Japón, la expansión norteamericana hacia el Pacífico
y la conversión de Alemania en la segunda potencia naval del planeta prepararon
el estallido general, en un marco de cambiantes alianzas y vertiginosos
realineamientos. Gran Bretaña intentó sostener su imperio reforzando el control
de las minas sudafricanas y las exacciones impositivas de la India. Trató de
tender un cerco al ingreso de mercancías y capitales foráneos, pero no logró
contener el avance de sus rivales.
El
imperialismo que estudio Lenin corresponde a esa etapa de gestación de los
dramáticos enfrentamientos inter-imperiales. El adjetivo “clásico” es muy útil
para precisar la especificidad del período comprendido entre 1880 y 1914. Esa
fase anticipó las sangrientas matanzas de entre-guerra y preparó el ambiente de
una era de catástrofes.
La época
analizada por el líder bolchevique constituyó la antítesis de la etapa previa
de conflictos acotados y equilibrios militares pos-napoleónicos (1830-1880).
Todas las potencias fueron obligadas a renovar sus credenciales en el campo de
batalla. La efervescencia militarista, la agresividad racista y la intolerancia
chauvinista conducían al tendal de muertos, mutilados y destrozos que rodeó a
la Primera Guerra mundial.
El objetivo
de todas las matanzas era un botín colonial apetecido por las potencias
metropolitanas, que depredaban la periferia, ensanchando las brechas entre
ambas regiones. La expansión imperial fue naturalizada con variadas
justificaciones colonialistas, basadas en el mito de la superioridad europea.
Se
multiplicaron las convocatorias morales a extender la civilización, los
llamados religiosos a evangelizar a los pueblos primitivos y las exhortaciones
educativas a erradicar la ignorancia. No faltaron las consideraciones
biológicas para mejorar la pureza racial y las propuestas económicas, para
auxiliar a las naciones subdesarrolladas.
Pero la
sangría colonial suscitó también fuertes cuestionamientos en los centros
metropolitanos. La crítica liberal al malgasto de ultramar sacudió primero a
Inglaterra y se extendió luego a Estados Unidos. En ambos centros tuvo gran
impacto la resistencia de los países sometidos.
Estas
protestas eran también intensas entre los pueblos que reclamaban independencia
nacional, en las fronteras de los viejos imperios en declive (Rusia, Austria,
Turquía). La crítica al colonialismo recobró fuerza en países de larga
tradición revolucionaria (Francia) y en naciones que albergaban una insurgente
clase obrera (Alemania). En este contexto emergió el análisis de Lenin. Todas
sus caracterizaciones contemplan problemas debatidos con gran intensidad, en el
socialismo europeo de la época.
Ruptura de
la socialdemocracia
El líder
bolchevique encabezaba el ala izquierda de la socialdemocracia rusa, que a su
vez integraba la II Internacional. Participaba activamente en las discusiones
de ese agrupamiento, cuyo epicentro era Alemania. El partido socialista germano
era una organización obrera de masas, con gran predicamento sindical y fuerte
protagonismo parlamentario.
Los debates
sobre el imperialismo desataron una fuerte polémica interna, cuando el gobierno
presionó a los socialistas para que aprobaran los créditos de guerra,
necesarios para el financiamiento de la acción colonial. La corriente
derechista influenciada por Bernstein aceptó esta exigencia, argumentando que
el país debía protegerse frente a las agresiones externas, asegurando la paz
desde una “posición de fuerza”. Justificaba, además, la expansión imperial,
afirmando que Europa debía contribuir a la civilización de los pueblos más
atrasados.
La vertiente
centrista encabezada por Kaustky se opuso. Denunció los crímenes coloniales y
presagió terribles consecuencias de una escala bélica. Explicó, además, que
Alemania intentaba contrarrestar su arribo tardío al reparto mundial, con
acciones militaristas desenfrenadas. Pero esta crítica no le impidió cambiar de
actitud frente al acrecentamiento de las presiones oficiales, para alinear a
los parlamentarios socialistas con la causa patriótica.
Para evitar
el inminente desangre, Kautsky propuso arrastrar a las clases dominantes a una
perspectiva de paz. Consideraba que la guerra era un proyecto exclusivo de los
financistas y proveedores de armamentos, resistido o aceptado con desgano por
la mayoría de los capitalistas. Estimaba que el gasto militar constituía un
privilegio de las burocracias y una carga para la burguesía. Consideraba que el
imperialismo no era una necesidad económica del capitalismo, sino tan sólo un
curso ruin de ese sistema, que podía revertirse con el concurso de los
empresarios. (2)
Con este
enfoque convocó a evitar la guerra, mediante un desarme internacional acordado
entre las principales potencias. Esperaba frenar la escala militar a través de
conferencias internacionales, cortes de arbitraje y negociaciones
inter-gubernamentales. Apostaba a un liderazgo británico-alemán, que sería
auspiciado en ambas partes por las fracciones industriales (interesadas en la
prosperidad de los negocios) y enfrentadas con los financistas (que lucraban
con la guerra). Estas caracterizaciones eran compartidas por muchos teóricos
socialdemócratas. (3)
Luego de
muchas vacilaciones Kautsky avaló la aprobación de los créditos de guerra. Esta
decisión precipitó una ruptura definitiva con la izquierda del partido. Lenin
compartió este rechazo y propició junto a este sector la construcción de una
nueva Internacional, opuesta a la capitulación socialdemócrata. Retomaron la
denuncia del colonialismo y proclamaron el apoyo activo a la resistencia
antiimperialista de los pueblos invadidos.
Este nuevo
agrupamiento adoptó un perfil revolucionario. Cuestionó la ilusión de mitigar
los conflictos internacionales mediante el desarme y subrayó el carácter
efímero de los acuerdos concertados entre las potencias. Destacó que las
apetencias coloniales conducían a confrontaciones bélicas, que expresaban
necesidades (y no opciones) del capitalismo.
Esta postura
fue encabezada en Alemania por Luxemburg, que subrayaba la imposibilidad de
congelar la expansión de ultramar. Describía cómo la dinámica competitiva
conducía a la sistemática violación de los pactos acordados entre los
beligerantes. Cuestionaba especialmente la expectativa de desactivar los
preparativos bélicos, con exhortaciones morales o llamados al respeto del
derecho internacional.
Luxemburg
cuestionaba las políticas exteriores capitalistas basadas en ambiciones de
lucro, que corroían la estabilidad de todos los acuerdos internacionales.
Objetaba las ilusiones de Kautsky y convocaba a la lucha por el socialismo,
como única forma de impedir la matanza de los pueblos. Esta visión sintonizaba
plenamente con el enfoque de Lenin. (4)
Notas:
1) Lenin,
Vladimir, El imperialismo, fase superior del capitalismo, Buenos Aires,
Quadrata, 2006.
2) Kautsky Karl “Germany, England and World
Policy”, august 1900, Discovering Imperialism: Social Democracy to World War
I" (Brill, forthcoming).
3) Parvus (Alexander Helphand), “Before the Hottentot
Elections”, January 1907, Discovering Imperialism: Social Democracy to World
War I" (Brill, forthcoming). Hilferding Rudolf, “German Imperialism and
Domestic Politics”, October 1907, Discovering Imperialism: Social Democracy to
World War I" (Brill, forthcoming).
4) Luxemburg Rosa “Petty Bourgeois or Proletarian
World Policy?”, august1911, Discovering Imperialism: Social Democracy to World
War I" (Brill, forthcoming). Luxemburg Rosa “Peace Utopias”, may 1911,
Discovering Imperialism: Social Democracy to World War I" (Brill,
forthcoming).
Claudio Katz
es economista, investigador y profesor. Miembro del EDI (Economistas de
Izquierda).
Las causas
del militarismo
El líder
bolchevique encaró una polémica más frontal contra Kaustky. Consideraba que las
guerras inter-imperialistas eran inevitables, en cierto estadio de la
acumulación. Estimaba que los capitalistas debían lanzarse a la conquista
exterior, una vez completado el desenvolvimiento de los mercados internos. Esta
compulsión derivaba en confrontaciones por los mercados y las fuentes de
abastecimiento.
El carácter
violento de estas pugnas obedecía a juicio de Lenin al agotamiento de
extensiones coloniales, ya repartidas entre las viejas potencias. Esa
distribución reducía los márgenes de cualquier negociación. Los imperialismos
emergentes estaban obligados a disputar territorios, al tener bloqueado su
ascenso. La intensidad de la acumulación y la estrechez de las regiones
apetecidas imponían estos desenlaces bélicos.
En estos
choques se jugaba el manejo de las materias primas necesarias para el
desenvolvimiento industrial de cada metrópoli. Todas las tratativas ensayadas
para evitar las confrontaciones, fracasaban por esa imposibilidad de acordar el
reparto de las áreas que proveían insumos.
Lenin
resaltaba el desinterés de todas las potencias por estabilizar soluciones de
compromiso. Se indignaba frente a la ceguera que exhibían los socialdemócratas,
ante la hipocresía oficialista. Consideraba que esa retórica anestesiaba la
conciencia popular, al generalizar ilusiones que enmascaraban la preparación de
la guerra. También estimaba que las rivalidades económicas se transmitían a la
esfera militar y cuestionaba tanto las utópicas expectativas de desarme, como
los llamados a la cooperación de los industriales.
Con el mismo
argumento objetaba la presentación del militarismo, como un simple acto
electivo de las clases dominantes. Entendía que el armamentismo era
indisociable del capitalismo y de las consiguientes confrontaciones entre
potencias. Consideraba absurdo presentar al imperialismo como una “política
preferida del capital”, al estimar que esa orientación constituía una necesidad
para el conjunto de los opresores.
Siguiendo
esta caracterización, Lenin destacaba la inutilidad de cualquier intento de
persuasión de los acaudalados. Consideraba que estos sectores discutían en la
mesa de negociación, lo que resolvían en las trincheras. Por esta razón los
acuerdos de un periodo se transformaban en confrontaciones de la fase ulterior.
Cuestionaba las ingenuas creencias en la primacía del primer curso y alertaba
contra las falsas expectativas pacifistas.
Lenin no
aceptaba la presentación de la guerra como una decisión aberrante de las
elites. Estimaba que el curso belicista correspondía a tendencias objetivas del
capital, derivadas de la competencia por la ganancia. Sostenía que el único
sendero de pacificación genuina era el inicio de una transición al socialismo.
El estallido de la Primera Guerra confirmó las caracterizaciones de Lenin y
puso de relieve todos los errores de la apuesta pacifista de Kautsky.
Esta
diferencia de percepciones obedeció a causas y posturas políticas. El dirigente
bolchevique detectó las principales contradicciones del capitalismo de su época
y mantuvo una actitud revolucionaria. El líder socialdemócrata privilegió sus
deseos a la consideración de las tendencias reales y demostró una gran
permeabilidad a las exigencias de los poderosos.
Estas
asimetrías ilustraron también la distancia que separaba a los políticos
revolucionarios y reformistas de ese período. El punto en discordia era el
rechazo o la resignación frente a una guerra inter-imperialista. Lenin encabezó
la resistencia al desangre bélico e impulsó el internacionalismo. Su teoría del
imperialismo se cimentó en esta estrategia política
El sentido
de la polémica
La discusión
sobre los intereses en juego en las acciones imperiales dividía en forma
categórica a los marxistas de esa época. Aunque Lenin reconocía el carácter
lucrativo de la guerra para los financistas y fabricantes de armas, resaltaba
la dinámica estructuralmente militarizada del capitalismo. Consideraba que las
conflagraciones eran el mecanismo utilizado por los poderosos para zanjar sus
principales diferendos. Esos enfrentamientos dirimían, además, las relaciones
de fuerza y reabrían la expansión económica. La guerra cumplía una función
depuradora de los capitales obsoletos.
Luxemburg
presentó otra explicación del mismo diagnóstico. Describió cómo el imperialismo
servía para descargar los sobrantes invendibles en las metrópolis. Las
dificultades para vender esos productos (y asegurar la consiguiente realización
de la plusvalía), forzaba la búsqueda de mercados adicionales en la periferia.
La conquista de estas regiones aportaba una válvula de escape a los desajustes
creados por ritmos de acumulación superiores a la capacidad de consumo de la
población. (5)
Otras
interpretaciones convergentes ponían el acento en las contradicciones creada
por la internacionalización del capital. Trotsky sostenía que el sistema había
alcanzado a principio del siglo XX una dimensión mundial, que desbordaba los
marcos vigentes para el desenvolvimiento de las fuerzas productivas. Esa
estrechez de las economías nacionales forzaba una sucesión de expansiones
externas, que terminaban en conflictos armados. (6)
Todos estos enfoques resaltaban en común las causas objetivas
de la guerra. Cuestionaban la reducción socialdemócrata del problema a una
conspiración de los bancos y la industria militar. Destacaban que esa
simplificación omitía el generalizado compromiso de los principales sectores de
las clases dominantes con la acción imperial.
Lenin fue el
principal vocero de estas posturas y su texto resumía el programa de todas las
vertientes de la izquierda frente a la guerra. El escrito subrayaba que los
enfrentamientos bélicos expresaban contradicciones, que el capitalismo no podía
regular. Por esta razón objetaba la propuesta de desarme, señalando que la paz
debía conquistarse, junto a una lucha popular simultánea por la erradicación de
la explotación.
Esta visión
criticaba la búsqueda de concertaciones y equilibrios entre las potencias, que
promovía Kautsky, resaltando el carácter coercitivo del capitalismo. Recordaba
que las burguesías necesitaban ejércitos, marinos y cañones para imponer
tratados de libre-comercio, forzar el cobro de las deudas y garantizar los
réditos de la inversión externa.
Lenin
intentaba presentar una caracterización política completa de las fuerzas en
pugna. No sólo distinguía dos bloques de agresores y agredidos, corporizados en
los capitalistas y los trabajadores. También llamaba la atención sobre las
diversas formas de opresión nacional, que generaba la belicosidad imperialista
en la periferia. En oposición la expectativa de Kaustky de avanzar hacia una
paulatina distensión en estas áreas, proponía extender la resistencia contra la
guerra a todo el universo colonial.
El líder
bolchevique destacaba la existencia de dramáticas conversiones de antiguas
víctimas en nuevos victimarios imperiales. Alemania ya no libraba guerras
defensivas contra el expansionismo ruso, sino que actuaba como potencia
ocupante de regiones vecinas. El registro de estos cambios era vital para
impugnar las justificaciones de la belicosidad germana, con falsos enunciados
de soberanía.
Lenin
escribió su folleto en un terrible escenario de inmolación popular al servicio
de lucro. El tono virulento del texto refleja la conmoción que suscitaba esa
masacre. Es importante recordar ese contexto omnipresente de la guerra, para
comprender la función política del libro y registrar en este marco los
problemas teóricos en juego.
¿Asociación
o rivalidad?
Kaustky
concibió su propuesta de desarme como parte de un proyecto de desenvolvimiento
pacífico del capitalismo. Consideraba que ese proceso sería factible, si los
grupos capitalistas de los principales países concertaban una asociación
“ultra-imperialista”.
Estimaba
posible erradicar la amenaza guerrera, conformando una red multinacional de
empresas, que actuarían en común en áreas específicas. Kautsky resaltaba el
interés de muchas fracciones burguesas por realizar negocios conjuntos, que
superaran las viejas rivalidades. Pensaba que las conflagraciones
inter-imperialistas bloqueaban esa convergencia y propugnaba la erradicación de
esa traba, mediante una neutralización de la carrera armamentista. (7)
El líder
socialdemócrata deducía esa posibilidad de la preeminencia alcanzada por las
grandes corporaciones. Si se evitaba la guerra, la nueva red de alianzas
conduciría a federaciones políticas, que consolidarían un nuevo cuadro de
tolerancia internacional y negocios asociados.
Lenin
rechazó esa tesis de manera contundente. Consideró que la teoría del
“ultra-imperialismo” era un “ultra-disparate”, basado en la falsa expectativa
de alianzas permanentes, entre capitalistas de distinto origen nacional. Para
el líder bolchevique esa concertación era una burda fantasía. Estaba concebida
a partir de razonamientos abstractos, que presuponían escenarios económicos
inviables.
La principal
objeción que Lenin interponía a ese modelo era la naturaleza conflictiva del
capitalismo. Para el dirigente ruso el modo de producción vigente estaba sujeto
a un desarrollo desigual, que multiplicaba los desequilibrios e intensificaba
las contradicciones. Estimaba que las tensiones se acumulaban con la expansión
del sistema, impidiendo la concreción de asociaciones empresarias estables.
Pensaba que los acuerdos ultra-imperiales eran tan impracticables, como la
disipación de la competencia militar. (8)
Pero Lenin
no expuso este argumento de forma genérica. Lo refería a la coyuntura bélica
que imperaba al comienzo del siglo XX. La presión hacia la colisión militar era
tan fuerte, que tornaba imposible la constitución de las compañías
multinacionales.
Lenin
registraba cuál era la tendencia geopolítica predominante en ese momento,
aplicando el realismo que signó toda su acción política. Percibía claramente el
agotamiento del período de alianzas que había prevalecido durante la etapa
precedente. Observaba que en el nuevo siglo, la competencia asfixiaba los
compromisos y el proyecto ultra-imperial sucumbía, ante la inminencia de la
guerra. Kautsky había perdido el olfato básico para captar este contexto.
El análisis
de Lenin estaba específicamente referido a esa coyuntura. No desconocía, ni
objetaba la existencia de tendencias asociativas entre los distintos grupos
capitalistas. Incluso postulaba una teoría del monopolio que resaltaba la
intensidad de las concertaciones, los pactos de caballeros, las coaliciones y
los acuerdos secretos, entre los principales grupos de financistas e
industriales.
Esos
compromisos eran explícitamente reconocidos como una tendencia dominante. Pero
Lenin restringía su viabilidad a las firmas y los bancos del mismo origen
nacional. Esta caracterización se basaba en una minuciosa lectura de los datos
de la época. Las concertaciones eran numerosas, pero sólo incluían acuerdos
entre capitalistas norteamericanos, alemanes, franceses o ingleses. No se
extendían a los entrelazamientos multinacionales.
Para Lenin
esta combinación de acuerdos nacionales y disputas internacionales era un rasgo
predominante del capitalismo. Consideraba que a principios del siglo XX, la
internacionalización de la economía no se extendía a la gestión global de este
proceso y estimaba que el choque entre ambas tendencias inducía a la guerra. Al
igual que Bujarín destacaba la fractura creada por capitales que cruzaban las
fronteras y estados que se retraían hacia la administración cerrada, para
proteger territorios, mercados y materias primas. La expansión global chocaba
con esta restricción, generando batallas inter-imperiales por el reparto del
mundo. (9)
Esta
interpretación reconocía la creciente gravitación de las asociaciones
capitalistas, pero restringía su alcance al ámbito nacional. La tendencia a la
internacionalización que subraya Kautsky era aceptada en ciertas áreas
restrictivas (migraciones, circulación de capital), pero desechada como curso
prevaleciente del capitalismo.
Este enfoque
remarcaba la gravitación de las presiones nacionalizadoras en todas las
actividades centrales de la producción, las finanzas y el comercio. El impulso
globalizador era neutralizado por las fuerzas que estimulaban el repliegue de
los cuerpos nacionales y la conformación de bloques competitivos. Esta
autarquía bloqueaba la internacionalización, potenciaba el gasto militar y
generalizaba las conflagraciones bélicas. (10)
La crítica
de Lenin al ultra-imperialismo de Kaustky se inspiraba, por lo tanto, en un
análisis concreto del capitalismo de ese período. Resaltaba el predominio de la
rivalidad sobre la asociación internacional, mediante un registro de las
evidencias de ese momento. Observaba en la coyuntura bélica una confirmación de
las tendencias al choque, en desmedro de las presiones hacia la concertación.
Este mismo
razonamiento utilizó Lenin para remarcar la primacía de la crisis sobre la
prosperidad, en el debut de la prolongada turbulencia de entre-guerra. El líder
bolchevique no le asignaba a las regresiones económicas un carácter absoluto,
como lo prueba su polémica con los populistas en torno al desarrollo
capitalista de Rusia.
En oposición
a los teóricos narodnikis -que descalificaban la posibilidad de ese
desenvolvimiento- Lenin detallaba todas las áreas de potencial expansión del
capitalismo, en la atrasada economía rusa. Todos sus diagnósticos estaban
invariablemente referidos a situaciones, contextos y momentos específicos. (11)
La polémica
contra el ultra-imperialismo estaba condicionada por ese escenario. Su objetivo
era cuestionar las terribles consecuencias políticas de un diagnóstico
irrealista y un razonamiento asustadizo, que negó primero la inminencia de la
guerra y desconoció posteriormente los efectos de esa matanza.
Notas:
5)
Luxemburg, Rosa, La acumulación del capital. Editorial sin especificación,
Buenos Aires, 1968, (cap 25, 26, 27). Luxemburg
Rosa “Perspectives and Projects”, Classical Analyses of Imperialism, 1915,
Discovering Imperialism: Social Democracy to World War I" (Brill,
forthcoming)
6) Trotsky
León, Tres concepciones de la revolución rusa. Resultados y perspectivas,
Editorial El Yunque, Buenos Aires, 1975.
7) Kautsky Karl, “Imperialism”, september 1914, New
Left Review, n 59, 1970, London.
8) Lenin
Vladimir, “Prólogo”, Bujarin Nikolai, La economía mundial y el imperialismo,
Pasado y presente n 21, Buenos Aires, 1971.
9) Bujarin
Nikolai, El imperialismo y la acumulación de capital, Tiempo Contemporáneo, Buenos
Aires, 1973, (cap 5).
10) Bujarin
Nikolai, La economía mundial y el imperialismo, Pasado y presente n 21, Buenos
Aires, 1971.
11) Lenin
Vladimir, El desarrollo del capitalismo en Rusia, Editorial Ariel, Barcelona
1974
.
La
interpretación económica
La
caracterización leninista del imperialismo recogía en cuatro terrenos, la
visión expuesta por el economista socialdemócrata Hilferding. Retomaba, en
primer lugar, la existencia de un viraje general hacia el proteccionismo,
iniciado por Gran Bretaña para contrarrestar las amenazas de sus concurrentes.
La vieja
potencia marítima se defendía elevando las tarifas aduaneras en sus dominios.
Amurallaba su imperio con restricciones al comercio, para limitar las pérdidas
ocasionadas por su declinación industrial. Los británicos forjaron primero una
federación de colonias (India, África) y luego una asociación de países
subordinados (Canadá, Australia, Sudáfrica). (12)
Esta
política provocó la inmediata reacción de sus rivales, que instauraron bloques
semejantes en sus zonas de influencia (Francia) y aceleraron la creación de
regiones protegidas (Alemania). Lenin consideró que este cambio consagraba el
pasaje del libre-comercio al proteccionismo y transformaba las disputas
acotadas (por el liderazgo exportador), en guerras comerciales entre duros
contendientes (atrincherados en fortalezas aduaneras).
El segundo
rasgo tomado de Hilferding fue la creciente gravitación de los banqueros, en
desmedro de otros sectores capitalistas. Lenin consideraba que los financistas
habían dejado atrás su rol de intermediarios, para imponer la subordinación de
sus pares del comercio y la industria.
El líder
bolchevique resaltaba la aparición de una oligarquía financiera que obtenía
enormes lucros con la emisión de títulos, la especulación inmobiliaria y el
control de los paquetes accionarios. Consideraba que esta supremacía reforzaba
el carácter rentista-usurero de los estados imperiales, frente a un conglomerado
de estados-deudores sometidos. Por esta razón definía al imperialismo como una
era del capital financiero.
Hilferding
había desarrollado esta caracterización para el caso específico del capitalismo
alemán. En sus investigaciones describió cómo los bancos controlaron la
industria, financiando las operaciones y supervisando los procesos comerciales.
Retrató la supremacía que lograron los financistas en todos los circuitos de la
acumulación, a través del crédito, el manejo de las sociedades anónimas y la administración
de las bolsas. (13)
Lenin se
inspiró también en los análisis de la economía inglesa que expuso Hobson. Este
estudio resaltaba la nueva preeminencia lograda por las altas finanzas,
mediante la recepción de los dividendos generados en el exterior. Este control
forjó una plutocracia, que monopolizaba todos los resortes del funcionamiento
imperial. (14)
En tercer
lugar, Lenin atribuyó las tendencias guerreristas del imperialismo al peso
dominante alcanzado por los monopolios. Consideraba que esa preeminencia
constituía una novedad del período, resultante de la creciente escala de las
empresas y la elevada centralización y concentración del capital. Estimaba que
este predominio reforzaba la influencia de los carteles, que podían concertar
el manejo de los precios mediante acuerdos entre los grandes grupos.
Esta
caracterización fue directamente extraída de la investigación de Hilferding,
que estudió la organización monopólica de la producción germana. Un puñado de
corporaciones entrelazadas con los bancos y orientadas por el estado,
controlaba los procesos de formación y administración de los precios.
Lenin expuso
algunos comentarios críticos de este estudio y objetó especialmente ciertos
presupuestos teóricos sobre el carácter del dinero. Pero estas observaciones no
modificaron su aceptación de las tesis monopolistas postuladas por Hilferding.
El cuarto
rasgo retomado por el dirigente bolchevique fueron los mecanismos de
apropiación externa. Aquí subrayó la preeminencia de la exportación de
capitales, como forma de absorber las ganancias extraordinarias gestadas en la
periferia. Ilustró las modalidades que adoptaban las inversiones de ultramar
(ferrocarriles, minas, irrigación) y detalló cómo multiplicaban el lucro de las
grandes empresas.
Esta caracterización
se inspiró en la clasificación expuesta por Hilferding, para periodizar la
evolución histórica del capitalismo. De una era colonial inicialmente
mercantilista (que facilitó la industrialización europea), se había saltado a
una expansión manufacturera de las grandes potencias (en torno a los mercados
internos). Este desenvolvimiento quedaba ahora superado por la nueva fase de
exportación de capitales.
La afinidad
de Lenin con el cuadro de proteccionismo, hegemonía financiera, monopolios e
inversiones externas retratado por Hilfderding se extendieron también a la
teoría de la crisis. El líder ruso nunca desarrolló una versión peculiar de
esta problemática y adscribió en general a la interpretación expuesta por el
analista alemán. Este pensador asociaba las convulsiones periódicas del
sistema, con la irrupción de desproporcionalidades entre las distintas ramas de
la economía. A medida que progresaba la acumulación, estas desigualdades salían
a la superficie, expresando desequilibrios más profundos de sobre-producción de
mercancías o sobre-acumulación de capitales. (15)
A Lenin le
interesaba demostrar cómo estos trastornos económicos desembocaban en
conflagraciones inter-imperialistas. Analizaba de qué forma cada rasgo
productivo, comercial o financiero de la nueva época, acrecentaba las
rivalidades dirimidas bajo el fuego de los cañones.
Pero un
problema de esta conclusión era su total incompatibilidad con la postura
política adoptada por Hilferding, que tomó partido a favor del
social-patriotismo. No solo apoyó la participación alemana en la guerra, sino
que adoptó actitudes de fuerte compromiso con el belicismo.
Es
importante recordar que este economista alemán influyó -al mismo tiempo- sobre
Lenin y sobre su oponente Kautsky. Su visión combinaba elementos de crítica al
sistema vigente, con una aceptación del “capitalismo organizado” como modalidad
predominante. Resaltaba especialmente la evolución hacia formas de
planificación concertada, bajo el comando de las grandes corporaciones.
El economista
germano estimaba, además, que ese escenario exigía la reversión de las
políticas proteccionistas, el librecambismo y el afianzamiento de un largo
período de pacificación. La planificación a escala nacional que pronosticaba
Hilferding convergía con el diagnóstico de equilibrio ultra-imperial que
postulaba Kaustky.
La teoría
del imperialismo de Lenin incluía, por lo tanto, una fuerte tensión con su
inspirador económico. Las tesis del líder bolchevique se ubicaban en las
antípodas del texto adoptado como referencia. Resaltaba las crisis y los
desequilibrios, que ese fundamento teórico objetaba. En el plano político ese
desencuentro era aún más pronunciado.
Teoría y
política
El divorcio
de Lenin con Hilferding constituyó la contracara de su reencuentro con
Luxemburg. La teoría del imperialismo que postulaba la revolucionaria
polaco-alemana se inspiraba en fundamentos económicos distintos a los expuestos
por el dirigente ruso. Pero estas divergencias no impidieron la confluencia
política en estrategias comunes, frente al pacifismo socialdemócrata.
La
metodología desarrollada por Luxemburgo
difería sustancialmente del abordaje leninista. Intentó deducir la teoría del
imperialismo de los textos de Marx, buscando una continuidad directa con el
modelo conceptual de “El Capital”. Por esta razón, partió de los esquemas de
reproducción ampliada expuestos en el segundo tomo de esa obra, para evaluar
cuáles eran los obstáculos que enfrentaba el funcionamiento del sistema a
escala internacional, en la nueva época imperialista. (16)
Este intento
no llegó a buen puerto, puesto que contenía una confusión básica: los esquemas
de Marx estaban concebidos como una mediación abstracta, para clarificar la
circulación general del capital. Constituían un paso previo al estudio concreto
de la dinámica del sistema. Luxemburg utilizó erróneamente estos razonamientos
en forma empírica, para buscar los puntos de asfixia del capitalismo de su
época. Indagó el problema por el lado equivocado, al convertir un esquema
destinado a visualizar el funcionamiento del sistema, en un modelo de la crisis
de este modo de producción.
Pero este
infructuoso intento era mucho más fiel al planteo de Marx, que el abordaje
ensayado por Lenin. Buscaba establecer los puntos de continuidad y ruptura de
la época imperialista con el periodo previo, siguiendo los preceptos de la
economía marxista. El teórico bolchevique estudió, en cambio, directamente las
características de la nueva etapa utilizando un gran material empírico. Pero no
definió en qué medida esas fuentes eran compatibles con la teoría expuesta en
“El Capital”.
Luxemburg
mencionaba las características resaltadas por Lenin, pero no le asignaba la
misma relevancia al proteccionismo, a la supremacía financiera y al monopolio.
Relativizaba estas transformaciones, buscando conservar el hilo conductor
desarrollado por Marx.
En otros
campos las diferencias de Luxemburg con Lenin eran mayores. En lugar de
identificar al imperialismo con la exportación de capitales, asociaba ese
período con la necesidad de encontrar mercados foráneos, para las mercancías
invendibles en los países metropolitanos.
La
revolucionaria alemana estimaba que las esferas coloniales eran
imprescindibles, para realizar la plusvalía que necesita el capitalismo para su
reproducción. Pensaba que las economías atrasadas constituían una válvula de
escape, para las limitaciones que enfrentaba el capital en los países
centrales. Observaba al imperialismo como un proceso de ampliación del mercado
mundial, que contrarrestaba las dificultades para vender las mercancías en sus
áreas de fabricación. Estimaba que este obstáculo obedecía a la estrechez del
poder adquisitivo, que generaba la continuidad de los bajos salarios, el alto
desempleo y la creciente pauperización. (17)
Esta
concepción estimaba que el capital emigra de un país a otro, para contrapesar
el consumo insuficiente, que provoca el aumento de la explotación. Esta visión
tenía puntos en común con la teoría de la crisis postulada por Kaustky y gran
afinidad con el enfoque de Hobson. Este autor consideraba que todos los rasgos
del imperialismo obedecían en última instancia a la necesidad de exportar
capitales sobrantes, gestados en las metrópolis por la polarización social.
Lenin
rechazaba esta interpretación subconsumista no sólo por su reivindicación de
otra teoría de la crisis, basada en desproporcionalidades sectoriales y
excedentes de productos (y capitales). Había polemizado durante un largo
período con los exponentes rusos de las teorías populistas, que resaltaban las
restricciones del consumo. Objetaba conceptualmente esos razonamientos e
impugnaba las consecuencias políticas de un enfoque, que estimaba imposible el
desarrollo del capitalismo en Rusia.
La
convergencia revolucionaria de Lenin con Luxemburg no expresaba, por lo tanto,
afinidades en el terreno económico. Pero reflejaba las coincidencias en la
caracterización del imperialismo, como una etapa de grandes crisis y
convulsiones. Por otra parte, la oposición política frontal del líder
bolchevique con Hilferding, no anulaba sus convergencias teóricas, en la
evaluación de rasgos centrales del capitalismo.
Es
importante registrar esta variedad de combinaciones, para erradicar la imagen
de unanimidad en el análisis del imperialismo, en torno a dos bloques
homogéneos de revolucionarios y reformistas. Esta divisoria efectivamente rigió
en la actitud de ambos campos frente a la guerra. Pero no se extendió a la
interpretación conceptual de fenómeno. La teoría del imperialismo incluía un
complejo y cruzado terreno de variadas elaboraciones.
Los temas
abiertos
Las
caracterizaciones económicas del imperialismo que formuló Lenin fueron
presentadas en un tono menos polémico que sus conclusiones políticas. Las
observaciones sobre proteccionismo, la hegemonía financiera, los monopolios o
la inversión extranjera no plantearon controversias equivalentes al problema de
la guerra. Esta diferencia confirma dónde ubicaba el centro neurálgico de su
teoría e indica también la existencia de una gran variedad de posturas en
juego, en la evaluación del capitalismo de la época.
En esas
caracterizaciones el análisis del proteccionismo suscitaba cierta unanimidad.
Aquí Lenin coincidía con Hobson, Hilferding y también con Kautsky, puesto que
todos remarcaban la existencia de un generalizado viraje hacia la autarquía. Lo
que provocaba divergencias era la actitud política frente a esta
transformación. Mientras que la izquierda denunciaba el cierre aduanero sin
ningún elogio al librecambismo, los reformistas tendían a idealizar esa etapa.
(18)
En el análisis
de la hegemonía financiera había mayores disidencias. Lenin sostenía
enfáticamente esta tesis, frente a Kaustky que señalaba el predominio de
coaliciones entre distintos sectores dominantes, sin necesaria preeminencia de
los banqueros. Estimaba que los principales promotores del giro imperial eran
los industriales, que necesitaban conquistar regiones agrarias para asegurarse
el abastecimiento de materias primas. Como la actividad manufacturera crecía a
un ritmo más acelerado que el agro (incorporando mayor progreso técnico), sólo
el dominio colonial permitía atenuar el encarecimiento de los insumos.
Esta visión
era compartida por otros economistas -como Parvus- que resaltaban la existencia
de múltiples alianzas entre banqueros e industriales. Destacaban la importancia
de esos acuerdos, para enfrentar las batallas competitivas a escala
internacional. (19)
Algunos
teóricos muy influyentes -como Bauer- polemizaron abiertamente con la
presentación del imperialismo, como un pasaje de la dominación industrial a la
supremacía financiera. Cuestionaban el carácter unilateral de esa visión,
señalando que ignoraba el peso estratégico de la gran industria en el
desenvolvimiento del capitalismo. (20)
Otro tema
que suscitaba discusiones era el nuevo papel de las distintas formas de
monopolio. La importancia que Lenin asignaba a este proceso no era compartida
por otros autores. Este rasgo efectivamente pesaba en la economía germana, que
había relegado a la pequeña empresa frente a las grandes corporaciones. Pero el
estudio de Hobson de la economía inglesa no le asignaba la misma relevancia a
esa concentración de firmas. En el debate marxista de esa época no se
contemplaban estudios equivalentes del imperialismo francés y muy pocos
estudiosos consideraban el perfil del capitalismo norteamericano o japonés.
Finalmente,
en el análisis de la exportación de capitales Lenin coincidía con Kautsky,
frente a un considerable número de enfoques opuestos. Los dos autores más
enfrentados en los debates de esa etapa destacaban en común la gravitación de
la inversión externa.
Para el
líder bolchevique, este rasgo proyectaba a escala internacional la primacía de
las finanzas y los monopolios. Para el dirigente socialdemócrata esa
característica expresaba la presión ejercida por los capitales sobrantes, que
no encontraban rendimientos lucrativos en las economías metropolitanas.
Esta visión
era impugnada no sólo por Luxemburg, en su interpretación del imperialismo como
desagote de las mercancías sobrantes. Otros pensadores como Bauer destacaban la
existencia de continuidades con el período colonial precedente. Subrayaban la
persistencia de viejas formas de pillaje y depredación de recursos, para
asegurar el abastecimiento de los insumos. Los debates económicos sobre el
imperialismo clásico abarcaban, por lo tanto, un amplio espectro de problemas
sin resoluciones nítidas.
Pero no hay
que perder de vista lo esencial. La teoría marxista del imperialismo surgió en
un período de grandes guerras por la apropiación del botín colonial y aportó un
fundamento político al rechazo revolucionario de la guerra. Correspondió a una
etapa de ausencia de entrelazamientos capitalistas multinacionales y
preeminencia de disputas territoriales. El cambio de este escenario generó la
necesidad de elaborar nuevas interpretaciones.
Notas:
12) Hilferding Rudolf, “German Imperialism and
Domestic Politics”, October 1914, Discovering Imperialism: Social Democracy to
World War I" (Brill, forthcoming)
13)
Hilferding Rudolf, El capital financiero, TECNOS, Madrid, 1973, (cap 13, 14)
14) Hobson
John, Estudio del imperialismo, Alianza Editorial, Madrid, 1981.
15)
Hilferding El capital financiero, (cap 15, 16, 17, 20)
16) Marx
Carlos, El Capital, Tomo II (sección 3, cap 21), Fondo de Cultura Económica,
México 1973.
17) Luxemburg,
Rosa. La acumulación del capital. Editoral sin especificación, Buenos Aires,
1968, (cap 25, 26, 27).
18) Kautsky Karl “Germany, England and World
Policy” Discovering Imperialism: Social Democracy to World War I" (Brill,
forthcoming). Kautsky Karl “The War in South Africa”, November 1899,
Discovering Imperialism: Social Democracy to World War I" (Brill,
forthcoming).
19) Parvus (Alexander Helphand), “Colonies and
Capitalism in the Twentieth Century”, june 1907, Discovering Imperialism:
Social Democracy to World War I" (Brill, forthcoming)
20) Bauer Otto, “On British Imperialism”, January
1907, Discovering Imperialism: Social Democracy to World War I" (Brill,
forthcoming)
Bibliografía:
-Arrighi
Giovanni. Geometría del imperialismo, Siglo XXI, 1978, México, (cap 1, 2, 4)
-Bauer Otto National and International Viewpoints
on Foreign Policy, Discovering Imperialism: Social Democracy to World War
I" (Brill, forthcoming).
-Borón
Atilio. “Hegemonía e imperialismo en el sistema internacional”, en Nueva Hegemonía
Mundial, CLACSO, Buenos Aires, 2004
-Callinicos Alex. Social Theory, Polity Press,
1999, Great Britain (cap 8)
-Day Richard, Gaido Daniel, “Introduction”,
Discovering Imperialism: Social Democracy to World War I" (Brill,
forthcoming)
-Grossman
Henryk, La ley de la acumulación y el derrumbe del sistema capitalista, Siglo
XXI, México, 1979, (Parte B)
-Hilferding Rudolf, “The Party Congress and Foreign
Policy”, Discovering Imperialism: Social Democracy to World War I" (Brill,
forthcoming)
-Hobsbawm
Eric Historia do marxismo, vol 4,5,6, Paz e Terra, Rio de Janeiro, 1985
-Hobsbawn
Eric. La era del imperio, Crítica, Buenos Aires 1999, (Introducción, cap 1,2 6,
12,13, Epílogo)
-Lichtheim
George Breve historia del socialismo, Alianza Editorial, Madrid, 1973.
-Rosdolsky,
Román. Génesis y estructura de El Capital de Marx. Siglo XXI, México, 1979,
(parte 7, cap 30)
-Valier
Jacques. “Imperialismo y revolución permanente”. Comunicación n 26, Madrid,
1975
No hay comentarios:
Publicar un comentario