lunes, 10 de marzo de 2014

Anthony Giddens analiza los desafíos que enfrentan Latinoamérica y Europa para crear un estado de bienestar

Anthony Giddens analiza los desafíos que enfrentan Latinoamérica y Europa para crear un estado de bienestar

No me va a preguntar nada sobre Malvinas, ¿verdad?”, se ataja Anthony Giddens, el sociólogo inglés que escribió esos manuales de sociología tan amenos –sobre todo para quienes no están familiarizados con la ciencia que estudia, según él mismo definió, “nuestro propio comportamiento como seres sociales”– y que no logrará jamás verse librado del título vitalicio de “padre de la Tercera Vía”, esa filosofía política que fascinó a Tony Blair a fines de los 90 porque se apartaba de los postulados tradicionales socialistas para redefinir la democracia social en una era post-Guerra Fría y globalizada.
Anthony Giddens
“La Tercera Vía es sólo una etiqueta, no un programa único que pueda ser aplicado en todos lados”, advertía Giddens hace una década, mientras reflexionaba sobre el destino que había enfrentado la Argentina de Fernando de la Rúa (presidente entre 1999 y 2001), a quién él mismo había definido como “un líder de la Tercera Vía” antes de su fracaso: “Pero una Nación no depende sólo de las ideas que tenga un gobierno, sino de cuán bien maneje el país, cómo operen las fuerzas contrarias, cuáles sean las cualidades individuales de una persona para ejercer liderazgo… Creo que De la Rúa enfrentó una situación difícil enmarcada por el cambio económico y el legado dejado por (Carlos) Menem”, decía Giddens a la prensa argentina en 2003.
Ex director de la London School of Economics y miembro de la Cámara de los Lores, sir Giddens estuvo en Italia –invitado por la Fundación Alma Mater y la Universidad de Bologna– para presentar su último libro, Turbulent and Mighty Continent: What Future for Europe (Continente turbulento y poderoso: ¿cuál es el futuro de Europa?). Cuenta que lo bautizó con una frase que Winston Churchill pronunció en un discurso de 1946 y que escribió este libro para postular su idea de cómo Europa puede salir hoy de la crisis: unida. “Los próximos meses son cruciales para la Unión Europea. Desde las elecciones alemanas, en las que Angela Merkel nuevamente surgió como figura predominante, y los comicios europeos de mayo de este año.” Entre el 22 y el 25 de mayo, los 28 estados de la Unión Europea deberán votar para elegir a los 766 miembros del Parlamento Europeo.
Según Giddens, Europa sólo podrá sobrevivir con una mayor integración de los cuatrocientos millones de ciudadanos que podrán decidir cómo será el próximo Parlamento Europeo y exhortando a Alemania para que se haga cargo de los costos que implica guiar a la Unión Europea y no sólo pedirle a sus países miembro austeridad. “Merkel recibió el apoyo de sus ciudadanos, pero su dominio sobre el resto de Europa no tiene legitimidad. Las señales de recuperación económica están empezando a verse pero son frágiles y, sin más intervención, probablemente seguirán siéndolo. La situación económica de Alemania parece sólida pero es frágil y contingente. El éxito actual del país es sólo en parte resultado de la moderación y la autodisciplina –dice Giddens–. Que la Unión Europea tenga un futuro exitoso depende del compromiso colectivo con una mayor solidaridad, no sólo para solucionar las fallas estructurales del euro sino como barrera contra futuras crisis.” En 2002 el sociólogo británico recibió el premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales por “el debate y la renovación de las ideas políticas, planteando una armonización entre las exigencias del mercado internacional y los problemas sociales, a partir de nuevas vías de reflexión y actuación democrática”. Esta vez, su cruzada es a favor de la unión europea, hasta en el sentido más literal del término: “Yo soy proeuropeo porque Europa unificó a un continente en guerra, y ese proyecto no ha perdido su relevancia. Esta legitimidad pública es para mí un factor muy importante. Otro tema es la prosperidad económica. En este momento parece perverso decirlo, pero el mercado único aporta un 2,2% de Producto Bruto Interno adicional a los estados miembro.”
–¿Cómo se puede pensar Europa en relación a otro continente como América Latina?
–Hay cambios estructurales en la sociedad que están afectado a todo el mundo. Esto incluye a América del Sur y a los países europeos. La estructura económica del mundo será diferente en los próximos veinte años, muy distinta a como fue en los últimos veinte años. Hemos tenido este masivo avance de Internet y las nuevas tecnologías afectando a todo el mundo en todas partes. En América Latina uno ve marchas en las calles y lo mismo ocurre en Europa. Tenemos que ver, además, hacia dónde va a ir la economía mundial. A Brasil le estaba yendo muy bien, aunque ahora ya no tanto; a México le iba bien, pero ahora no; lo mismo para la Argentina… Y esto no es parte de la situación intrínseca de América Latina sino que es la situación global. Creo que debemos tomar serias decisiones como, por ejemplo, de dónde van a venir los puestos de trabajo: necesitamos emplear a mucha más gente que antes, emplear no sólo a los jóvenes sino también a los mayores porque ningún país en Europa puede mantener más a la gente mayor tal como se hacía antes. Por lo tanto América Latina y Europa comparten una gran cantidad de problemas.
–Aun en crisis, ¿Europa puede ser un modelo para América Latina?
–No creo que Europa pueda ser un modelo para América latina porque la Unión Europea tiene un rol específico por la presencia del euro. Ustedes no van a tener una moneda común con lo cual siempre va a ser una situación diferente. Yo estoy a favor de una mayor conexión entre Europa y América Latina. Particularmente en Gran Bretaña, la conexión con los países latinoamericanos es muy pobre. Sobre todo porque el imperio británico no estuvo en América Latina. La actividad imperialista inglesa estaba en otros lugares.
–Es interesante porque desde América del Sur, después de la Segunda Guerra, se ha visto a Europa como el continente donde las cosas funcionaban. Sin embargo, ahora Europa reproduce modelos o soluciones para paliar la ausencia de un welfare como la Argentina hizo después del 2001.
–La gente mira a Europa diferente porque Europa tiene grandes problemas hoy. Creo que Latinoamérica necesita sistemas de welfare, que deben construir estos sistemas, que hay que ver cómo las generaciones más jóvenes se relacionan con las mayores. Creo que algunas cosas del sistema de welfare europeo son todavía relevantes en América Latina, con limitaciones. Algunos países piden prestado para solventar sistemas de welfare que no pueden mantener. Pienso que debemos buscar nuevos modelos integrados con desarrollo económico. Hay que repensar el sistema del welfare para redistribuir antes de que se generen las ganancias y no después.
–Usted fue uno de los primeros en usar el término “globalización”. ¿Qué es lo que más lo sorprende hoy de los alcances que ese término tuvo?
–Mucha gente identifica la globalización sólo con la globalización económica. Para mí es más importante la globalización en términos de comunicación. Nunca vislumbré, nadie pudo haber jamás vislumbrado, algo semejante a Internet. Es algo increíble. Alguien puede estar viendo lo que estamos haciendo aquí desde cualquier lugar del mundo. Puede ser el servicio de inteligencia de los EE.UU. o puede ser cualquiera. Este es un mundo completamente diferente. Debemos ejercitar y trabajar sobre las consecuencias de esto. Es beneficioso el avance tecnológico pero es también pavoroso. Sobre esa mezcla de avance y temor debemos trabajar. Sobre los nuevos riesgos y las nuevas oportunidades. Y no sabemos cómo va a resultar. Es un mundo asombroso. Es un momento de gran confusión por los grandes cambios y a la vez los grandes riesgos y las grandes oportunidades. Hay avances científicos increíbles en la ciencia cerebral, por ejemplo, pero también hay enfermedades que no se pueden curar. Mientras doy una conferencia, que alguien mire o responda a su celular hubiera sido considerado poco ético tres años atrás. Hoy ya no.
–Sigue siendo una falta de respeto…
–Pero las máquinas han entrado en nuestra personalidad. No va faltar mucho para que se pueda saber si quien está conectado es usted o un ávatar, una proyección. Imagínese lo terrorífico que es eso. Es como si la ciencia ficción hubiera sido copada por la realidad. Es imponderable. Ya no se puede utilizar más el pasado como guía para el futuro.
–¿Recuerda lo que sueña?
–Hace unos años entrené mi cerebro para recordar los sueños. Mi carrera comenzó con los sueños. Empecé estudiando psicología. Hay muchas teorías sobre los sueños dando vueltas. ¿Por qué me lo pregunta?
–Tal vez eso me diga algo más sobre usted.
–No sé cuánto pueden decir los sueños si no se sabe lo que los sueños significan. Soñar es tal vez el proceso con el que el cerebro embala experiencias vividas en el día. Probablemente se sueña no sobre lo que uno recuerda sino con lo que uno descarta. Por eso a veces los sueños son tan bizarros. Si los sueños tienen algún significado o no es profundamente problemático. En general, mis sueños recogen momentos que viví en el día. Pero no creo que lo narrativo tenga significado alguno.
Artículo de Marina Artusa en revistaenie.clarin.com

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