viernes, 6 de septiembre de 2013

Vasos –Efigies Indígenas de la República Dominicana






Vasos –Efigies Indígenas de la República Dominicana
Fuente; escrito y fotos: Publicado en la obra. V Congreso Histórico Municipal Interamericano. Primer Tomo, abril 1952, Ciudad Trujillo, bajo la firma del Antropólogo Cubano, Dr. René Herrera Fritot
T
oda vasija o recipiente en que su cuerpo principal forma parte integrante de la figura representada, debe considerarse como un vaso-efigie, aún en aquellos casos extremos en que no se ha tratado de amoldar su forma típica, digamos de olla o de cazuela navicular, por ejemplo en el  cuerpo del hombre o animal que allí aparece., pero con  una sola globosidad y la situación de la cabeza y extremidades que le acompañan define el vientre o la caja del cuerpo de la figura
Los vasos-efigies, son  relativamente escasos y en ellos sin duda se alcanza por el artífice indígena el más alto grado artístico de su alfarería o de su talla: especialmente  en los antropomorfos se encuentran los más preciosos ejemplares cerámicos de las Antillas, logrando con éxito la difícil reproducción del cuerpo humano y adaptándolo a la vez a la forma utilitaria del recipiente.
Para el indio ellos debían tener un carácter muy cercano a los verdaderos ídolos o cemíes, o en último caso estar destinados a ritos o usos muy especiales, siendo poco probable que fuera para  la utilización doméstica normal.
En vaso-efigie, como en ninguna otra forma del variado homenaje taíno, se  palpa la estrecha vinculación entre la vida  material de aquel pueblo primitivo y su mística, en  una constante comunión o dependencia con sus divinidades. Son los propios dioses de su panteón, no ya fríos y ajenos como los otros cemíes, sino palpablemente propicios, en la fé indígena, contentivos y guardianes de lo más esencial para la vida; el alimento y el agua, my quizás si hasta comunicándoles a éstos propiedades especiales curativas, según  el behique que los utilizaba
La  Española o Santo Domingo,  la Isla Antillana de mayor  población indígena cuando  el Descubrimiento y donde se revela que ocurrió la máxima evolución del Arauco continental, siendo el centro de la aristocracia taína que  irradió  esa modificada cultura a las demás Isla. Es de aquí donde mayores  exponentes de lo más selecto de su arte ha de encontrarse. Y es precisamente  en la República Dominicana, donde se conservan los  más hermosos y la mayor cantidad de vasos-efigies de aquel admirable grupo cultural
Los vasos-efigies, de las Grandes Antillas pueden establecerse tres series: A) de formas simples, anchas, y bajas, correspondientes a recipientes para alimentos sólidos; B)  de formas también simples, pero altas o con  cuellos, para líquidos; C) y aquellas muy raras, de doble recipiente en situación  lateral y comunicados entre sí.
En los Vasos-Efigies,  en forma de cazuela y ollas circulares o naviculares se puede observar un emboquillado, es decir, provisto de un aditamento tubular lateral, que si la  figura es de animal  corresponde  a su cabeza o a la cola, en el  los caso de   antropomorfo es el falo de la efigie
En los  primeros de las tres series (caso A),  bandejas, platos, escudillas, cazuelas y ollas,  es  siempre zoomorfa la representación; tortugas, batracios, peces,  aves,  murciélagos, a veces muy difícil  de reconocimiento. En los  casos (B y C) vasos altos, jarras, y botellas o potizas, de un solo cuerpo y muy rara veces  dobles.
Las efigies son generalmente, antropomorfas, predominando la figura femenina en gestación,  como deducción más simple, que para lograr  un recipiente de más capacidad y más estable aproximada a la panzuda forma de sus potizas normales, sin  que desechar  la hipótesis de una posible relación  de la vasija ç, como  divinidad propiciadora en su efigie, con las mujer encinta o con el alumbramiento,
En los dobles recipientes y una efigie por cada uno, en lo conocido éstas son  de distinto sexo y aparecen en relación sexual, como un símbolo de la procreación o como  ceníes propiciadores  a ella. Como la representación masculina, el sujeto aparece sentado o acurrucado, posición ésta que ayuda a la estabilidad del  vaso o corresponde, además, con la que asignan a sus dioses,  según se ve   en la casi  totalidad de sus  idolillos. En estos casos aparecen  con piernas muy gruesas para mayor estabilidad  al vaso.
El exagerado grueso de las piernas, ha  hecho pesar a varios  autores que se  trata de la representación de indios enfermos  de elefantiasis o de filariasis, que estos males existían  en las Antillas  antes del Descubrimiento, y algunos  llegan  hasta interpretar como signo evidente de la enfermedad, la columna vertebral sobresaliente y el señalamiento de las costillas,
La primara opinión fue  de en un informe al gobierno dominicano, el 4 de junio de  1881,  que  decía  “  es interesante observar aquí que,  esta muestra ,, esa enfermedad tan  común en este país, conocido con el  nombre de Erisipela parida”, refiriéndose a la muestra propiedad en ese entonces del General Billini, hoy en el Museo Nacional bajo el  numero 901 (Samaná, Pasado y Porvenir, por Emilio Rodríguez Demorizi, AGN, Vol. III, Ciudad Trujillo, 1954—“Arqueología de Samaná, por Alph M. Pinart, Publicado en la Gaceta Oficial No. 366, S.D. 18 de junio  de 1881, traducido del francés, En Pág. 218).
De su parte el Historiador, Antropólogo, Periodista, Escritor, Poeta, y Medico Vegano Dr. Guido Despradel Batista, observando  el mismo ejemplar  que observó Alph M. Pinart, en 1881,  años  más tarde, llega a la  conclusiones en sus( “ Apuntes Sobre la Arqueología Quisqueyana” Boletín del AGN, año 3 Vol. 3 No. 10, Ciudad Trujillo del 1940, 4ª, Pág. 124.”) Dice “Tanto la Potiza de barro como el ídolo  de piedra representan un indio intensamente atacado de filariosis”, añadiendo  “Esta enfermedad aún existe en nuestro medio,  pero indiscutiblemente que  fue más común entres nuestros aborígenes”
Sin embargo la tesis del Dr. Guido Despradel,  en  refutadas par  la generalidad de los médicos, especialistas en la materias, quienes   opinan  que  dichas enfermedades no existían  en América ante de la Colonización, y que fueron traídas del África con los personas de ese continentes  fueron  traídos como esclavo a la Isla de la Española,  esta  opiniones es compartida por el Dr. Sixto S. Incháustegui, en  un trabajo (“ Filariasis y Elefantiasis” capitulo  “ Historia  d la Filiaríais en Santo  Domingo, en págs.. 18 a 20,  Revista Medica Dominicana, Tomo II, No. 2 Ciudad Trujillo, julio, agosto y septiembre de 1947) quien  dice “hay `poco datos sobre esta enfermedad en la Isla;  la mayoría de los autores admiten el origen africano de esta afección                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                      , que probablemente  fue traída `por los esclavos cuando  la trata de  africanos”
La Filaria loa fué descubierta en 1770 en Santo Domingo por Mongin, en negros importados de Áfricas.” “ La  Filaria de Medina, también importada de África, no logró aclimatarse entre  los dominicanos"
Siendo  las filarias propias de los países cálidos (zonas tropical y sub tropical) del Viejo Hemisferio, y necesitando, como se ha probado, del mosquito como huésped intermediario para su evolución, insecto que es de un radio de acción muy limitado, pudiera haber pasado a la América antes  que  allá viniese   un atacado por el parásito,  seguramente un negro  africacano, traído cuando la trata, , propagase aquí la enfermedad  por la picada del misquito local, el Culex Fatigans. Hay  que descartar la contaminación americana en tiempos remotos, con los primeros pobladores asiáticos, pues su paso fue por  las regiones frías donde no puede vivir  el verme.
El Dr. Despradel, también  se basa para su  hipótesis de la elefantiasis, en el ídolo o cemí de piedra calcárea, de 47 cms. de alto, que  en 1871 fue encontrado en el arroyo Las Cabuyas, provincia de La Vega, hoy conservado en el Museo Nacional con el Cabuyas, provincia de La Vega, hoy conservado en el Museo Nacional con el núm. 111. (No 1 actual). Aquí la piernas derecha es mucho más gruesa que la pierna izquierda, pero lo mismo ocurre con el brazo de ese lado, y ello podía explicarse por la propia rudeza e imperfección de la talla, la que no se distingue  por su simetría bilateral en esos y otros detalles.
La casi totalidad de los vasos-efigies son modelados en barro, pero excepcionalmente,. Como rarísimos ejemplares, lo hay laborado en otros materiales, como de piedra, en hueso, en madera,


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