viernes, 6 de septiembre de 2013

Caciques guatiaos en los inicios de la colonización: el caso del indio Diego Colón (1492-1514)


Caciques guatiaos en los inicios de la colonización: el caso del indio Diego Colón (1492-1514)
 (Publicado en Iberoamericana, Año IV, No. 16, pp. 7-16. Berlín, Alemania, diciembre de 2004).

Por Esteban Mira Ceballos
Doctor en Historia de América y miembro del grupo de investigación
“Andalucía y América: tierra y sociedad” de la Universidad de Sevilla.
Miembro correspondiente extranjero de la Academia Dominicana de la Historia

1. Introducción
En el presente artículo trataremos el caso del indio Diego Colón, un aborigen que encontró Cristóbal Colón en la isla de Guanahaní el mismo día del Descubrimiento, es decir, el 12 de octubre de 1492, y con el que entabló una sincera, fructífera y dilatada amistad.
Antes de comenzar el desarrollo del tema nos parece oportuno, por un lado, establecer claramente el marco espacial y temporal del presente trabajo, y por el otro, definir el concepto de guatiao.
Concretamente analizaremos la vida, verdaderamente excepcional, del indio Diego Colón, desde su encuentro con el Primer Almirante hasta 1514 en que perdemos definitivamente todo rastro suyo en la documentación.

En cuanto al concepto de guatiao, el afamado lingüista José Arrom, escribió que el vocablo guatiao equivalía al compadrazgo castellano, pues, “mediante el sacramento del bautismo, padres y padrinos quedan unidos en indisoluble relación…” (1974: 16). Por su parte, el filólogo Emiliano
Tejera, definió el concepto como un “cambio de nombre entre dos personas, como prenda de amistad” (1951: 245). Y para corroborarlo citaba un texto del padre Las Casas en el que se decía lo siguiente:
“A éste, como a señor principal y señalado, el capitán general dio su nombre, trocándolo por el suyo, diciendo que se llamase desde adelante Juan de Esquivel, y que él se llamaría Cotubano, como él. Este trueque de nombres en la lengua común de esta isla, se llamaba ser yo y fulano que trocamos los nombres, guatiaos y así se llamaba el uno al otro…”. (Ob. cit. Tejera 1951: 245).
Las palabras del padre Las Casas son muy clarificadoras, evidenciando que guatiaos eran aquellos caciques que aceptaban de tal grado a los españoles que, en señal de hermanamiento, terminaban intercambiando sus nombres (István Szászdi 1999:
15).
Los españoles aprovecharon la existencia de este término prehispánico para establecer lazos de hermanamiento con muchos indios, preferentemente con caciques. Pero, a juzgar por la documentación de que disponemos, el concepto evolucionó.
Desde un primer momento se introdujo una pequeña aunque significativa modificación, solamente comprensible en el marco de la Conquista, donde hubo un bando ganador y otro perdedor.
Efectivamente, se mantuvo la primera parte del concepto y los indios guatiaos tomaron el nombre del español, hasta el punto que no nos ha quedado constancia del nombre indígena de muchos de ellos, pero no la segunda, pues, en ningún caso, los españoles dejaron de usar sus nombres para adoptar el de sus guatiaos. Y son innumerables los casos que conocemos de indios que adoptaron el patronímico de un español, pero no casos de conquistadores que cambiaron sus nombres por los de los indígenas. En general, si alguna vez se aplicó íntegramente el pacto guatiao debió ser algo meramente formal y no real.
Sin embargo, pasados los primeros años el término guatiao sirvió simplemente para designar a los indios mansos o de paz frente a los indios de guerra, fundamentalmente los Caribes (3De hecho en la pregunta octava de un interrogatorio sobre los indios Caribes de las Antillas Menores, se decía que junto a estos había otros “llamados guatiaos los cuales son domésticos y mansos”. “Probanza sobre la captura de indios Caribes, 17 de junio de 1519”. AGI, Justicia 47, N. 1, R. 3. Pocos años después, el padre Las Casas informaba que los indios de la isla Trinidad no eran caribes “sino guatiaos”, aludiendo simplemente al carácter pacífico de estos aborígenes. AGI, Justicia 45, N. 1.)

Pero, guatiaos o no, lo cierto es que a los caciques se les brindó un trato muy especial por parte de las autoridades españolas. De hecho, conocemos no pocos casos de caciques que estuvieron en España, en la corte real y que gozaron de todos los privilegios del estamento nobiliar. (4 Tenemos información de un buen número de caciques y guatiaos que estuvieron en la Península a lo largo del siglo XVI entre ellos el de don Diego Colón, objeto de este estudio, don Pedro Moctezuma, Francisco Tenamaztle, don Pedro de Henao y el también guatiao don Luis de Velasco, entre otros. (Mira Caballos, 2003).
Muchos de ellos fueron traídos con la intención de que fueran educados en las costumbres castellanas.

2. Primer encuentro del almirante con el indio Diego Colón
Como ya hemos afirmado, nada más arribar Cristóbal Colón al Nuevo Mundo, en la isla de Guanahaní, encontró a este nativo del que por desgracia no ha trascendido su nombre indígena, pues, todas las fuentes lo citan con el que adoptó en Barcelona tras su bautizo, es decir, el de Diego Colón, en honor al padrinazgo del hijo del Primer Almirante. (5…El padrino debió ser el hijo del Almirante y no su hermano que, en esos momentos, no se encontraba en España.)
Debía ser muy joven cuando Colón se encontró con él y lo embarcó en la Santa María. Desde el primer momento sintonizó bien con el carácter del Almirante con quien entabló, como ya hemos afirmado, una gran amistad personal. Su gran capacidad de aprendizaje y el azar, pues sobrevivió a las mortíferas epidemias de los primeros años, le convirtieron en una pieza clave como guía por aguas antillanas y, posteriormente, como lengua o traductor.
De esta forma se iniciaba, por parte de España, toda una política de utilización de indígenas para conocer las rutas de las canoas en el Nuevo Mundo. Se trataba de una vieja práctica utilizada durante décadas por los portugueses a lo largo de su proceso de expansión en el cuatrocientos. Así, pues, parece evidente que el Primer Almirante lo aprendió de los portugueses y de éste otros descubridores españoles, como Alonso de Ojeda. ( 6…Sobre la labor de los indios de Guanahaní como guías en aguas antillanas existe un magnífico, fundamentado y detallado trabajo de (Adam Szászdi 1995). Sobre la utilización de las rutas indígenas por otros descubridores y en especial por Alonso de Ojeda puede verse el reciente trabajo de István Szászdi 2001.)  La ayuda que prestó este guatiao en la arribada del Almirante a la isla de Cuba está bien fundamentada por Adam Szászdi, pues, los indios de Guanahaní, conocían perfectamente las aguas antillanas al practicar en canoa una navegación de cabotaje (1995: 45).

3. Su primera estancia en España
Como es bien sabido, Cristóbal Colón al regreso de su primer viaje decidió traerse consigo a diez indios: Diego Colón, dos hijos del cacique Goacanagarí y otros siete indios de La Española que “de su voluntad quisieron ir a ver a Castilla...” (Peguero 1975, I: 49). Los objetivos de su embarque estaban muy claros para el propio Almirante:
Primero, debían servir de presentes para los reyes, pues, de hecho, constituyeron, junto a los «papagayos verdes y colorados», una de las principales atracciones del cortejo. Y en este sentido, narraba el cronista Antonio de Herrera que a su paso “salían gentes por los caminos a ver los indios. (7….Herrera 1991, I: 309. No es difícil imaginar el interés inusitado que debió despertar Colón y su cortejo a lo largo del recorrido, en tierras sevillanas, cordobesas, murcianas levantinas y catalanas.)
Segundo, tras su aprendizaje en Castilla, podrían ser utilizados como intérpretes en su siguiente expedición descubridora.
Y tercero, pensó, con gran lucidez por cierto, que a culturando a los reyezuelos indígenas -en este caso caciques o hijos de ellos- y convirtiéndolos en fieles vasallos se favorecería el sometimiento de los demás aborígenes.
Sabemos muy poco sobre la travesía y la estancia en Castilla del guatiao Diego Colón y de los otros indios que con él venían. Al parecer, de los diez indios embarcados, uno debió morir en la travesía «enfermo de morbo». A decir de Joseph Peguero, otros tres los dejó el Almirante enfermos en Sevilla, muriendo días después, pues de hecho al regreso de Colón de Barcelona ya eran difuntos (1975, I: 59). El resto de ellos, concretamente seis, acompañaron a Colón a la ciudad Condal con la intención de reunirse con los Reyes Católicos.
La llegada a Barcelona debió suceder en abril de 1493 pero la ceremonia de bautismo, probablemente oficiada por el Cardenal Pedro González de Mendoza, debió demorarse hasta finales de ese mismo mes o principios del siguiente (Olaechea 1998: 623). Y al parecer, todo ello motivado por el interés de los Reyes en que los indios se preparasen adecuadamente antes de recibir las aguas bautismales (Olaechea 1998: 627).
No hay referencias documentales sobre dicho acontecimiento, aunque sí alusiones en fuentes secundarias. Fernández de Oviedo identificó a dos de los bautizados, con los nombres de don Fernando de Aragón y don Juan de Castilla, (8…El indio don Juan se quedó en Barcelona porque el joven príncipe se encaprichó con él. No obstante, no tuvo suerte y murió de una enfermedad poco tiempo después.) mientras que Las Casas señaló a un tercero, llamado efectivamente Diego Colón (Olaechea 1998: 624-625).
No se han conservado estas primeras partidas de bautismo de los indios aunque sí una narración de Fernández de Oviedo que nos sirve para entender la solemne pero también pintoresca  situación generada:
“ (…) y ellos de su propia voluntad y (a) consejados, pidieron el bautismo; y los católicos reyes, por su clemencia, se lo mandaron dar; y juntamente con sus altezas, el serenísimo  príncipe don Juan, su primogénito y heredero, fueron padrinos; y a un indio que era el más principal de ellos, llamaron don Fernando de Aragón, el cual era natural de esta isla española y pariente del rey o cacique Goacanagarí; y otro llamaron don Juan de castilla; y los demás se le dieron otros nombres, como ellos los pidieron o sus padrinos acordaron que se les diese conforme a la iglesia católica” (Fernández de Oviedo 1992, I: 31).
Según Peguero, estos dos indios citados por Oviedo eran los dos hijos del cacique Goacanagarí (1975, I: 58) que de alguna forma, como indios principales, tuvieron el privilegio de ser los primeros en recibir las aguas bautismales. Evidentemente esta presencia regia, apadrinando incluso a los nuevos cristianos, así como el boato que seguramente presidió la ceremonia debió ser algo muy excepcional.
Ya en la época se intuyó la importancia del acontecimiento, pues, no en vano, se trataba de los primeros habitantes del Nuevo Mundo que pisaban tierras europeas. Esos bautizos debieron simbolizar algo así como el punto de partida de una nueva expansión de la cristiandad (9….Muchos otros indios fueron bautizados a lo largo de la centuria decimosexta, obviamente, sin el boato de los primeros. Y de hecho aparecen registrados en los libros de bautismo de las parroquias como cualquier otro cristiano. Así consta en las primeras partidas de bautismo de indios en Guadalupe así como en otras muchas que encontramos en los libros de bautismo de muchas parroquias españolas. Así, por ejemplo, en Sevilla se bautizaron, entre 1526 y 1550, como otros cristianos más, cuarenta y cinco indios. (Franco 1978: 86-87; Mira 2000: 125-126).
Tras su bautizo, comenzaron las tareas de aprendizaje de Diego Colón que debieron ser eficaces, pues, el 26 de febrero de 1495 el Almirante escribía a Su Majestad lo siguiente:
“(...) Y hablado que hubo con este indio que yo traigo, que es Diego Colón, uno de los que fueron a Castilla, el que ya sabe hablar muy bien nuestra lengua (...)” (István Szászdi 1999 : 30).

Probablemente movido por el interés, Cristóbal Colón decidió llevar en su Segundo Viaje descubridor a los cuatro indios supervivientes de los diez que trajo consigo a la vuelta de su Primer Viaje. Sin embargo, salvo Diego Colón, que sorprendentemente no desarrolló la enfermedad en la travesía, el estado de salud de los otros tres aborígenes era muy precario.
Estaban infectados de viruelas, enfermedad que, como es bien sabido, transmitieron en la Española, desencadenando una de las primeras grandes epidemias que a la postre terminaron con la población indígena de la isla. (10.. Hasta hace poco se pensaba que la gran epidemia desatada en La Española a raíz de la arribada de Colón en su segunda travesía era la influenza suina transmitida por la famosa cerda de la Gomera (Guerra 1985: 325-347). Estudios recientes parecen indicar que la epidemia desatada fue en realidad la viruela que portaban algunos de los pasajeros que iban con Colón, entre ellos tres de los cuatro indios. (Cook 2003: 57).

Así, pues, Diego Colón fue el único que sobrevivió y gracias a su buen aprendizaje del idioma castellano sirvió de gran ayuda al Almirante en su Segundo Viaje. Y en este sentido, el cronista Fernández de Oviedo nos dejó constancia de la actividad de Diego Colón como intérprete:
“E como el Almirante volvía consigo algunos de los indios que había llevado a España, entre ellos uno que se llamaba Diego Colón, e había mejor que los otros aprendido, y que hablaba ya medianamente la lengua nuestra…” (1992, I: 46-46).

4. Su regreso a La Española
La labor del guatiao de Guanahaní comenzó nada más llegar la segunda expedición colombina a aguas caribeñas. Al parecer, fueron sus indicaciones las que hicieron que el Almirante pusiera rumbo a la isla de Guadalupe. De ahí le orientó hasta Puerto Rico (Borinquén) y, posteriormente, a su regreso de la costa meridional de Cuba, a Jamaica (Adam Szászdi 1995: 9).
Recién llegados a La Española el Almirante lo utilizó como intérprete ante el cacique Goacanagarí, para conocer las causas exactas de la muerte de los españoles. Una vez averiguado el episodio del Fuerte La Navidad, Colón decidió llevárselo consigo en su recorrido por las islas del entorno, sirviéndole nuevamente tanto de guía como de traductor. Precisamente,
Pedro Mártir de Anglería describió la forma en la que, a través del indio Diego, el Almirante entró en contacto con los aborígenes de la isla de Cuba:
“Mas el Almirante, que tenía consigo a cierto Diego Colón, educado entre los suyos, joven tomado en la primera navegación de la isla vecina de Cuba, llamada Guanahaní, sirviendo de intérprete Diego, cuyo idioma era casi semejante al de éstos, habló al que se había cercado más: depuesto el miedo, se aproximó el indígena y persuadió a los demás que se acercaran sin temor y no tuvieran miedo” (1989: 34)
Tras regresar de su viaje descubridor, decidió quedarse en La Española y no volver a su isla natal. Pero, ¿por qué no volvió Diego Colón a su tierra de origen? La respuesta es obvia, pues, como afirmó acertadamente Olaechea Labayen, la isla de Guanahaní, al ser clasificada entre las islas inútiles, no fue



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