Con el beneplácito de Barack Obama, la zona de libre cambio transatlántica podría ver la luz de aquí a dos años. Sin embargo, el diario liberal Die Welt expone que existen al menos cuatro buenas razones para que Europa no participe en el proyecto.
Las iniciativas denominadas NTA, NTMA, TAD, TED o incluso TAFTA en su forma abreviada, supuestamente reforzarían los vínculos económicos de Estados Unidos y Europa. Habíamos dejado de hablar de ellas, pero sus promotores hoy vuelven a la carga.
Los lobbies de las industrias implantadas a ambos lados del Atlántico no pueden estar más contentos. La economía es favorable, la clase política muestra su apoyo y, en teoría, el libre cambio es algo positivo. Sin embargo, existen motivos suficientes para acoger la noticia con un profundo escepticismo.
1. Un mal ejemplo para el resto del mundo
Si las aduanas aún desempeñan una función en el comercio transatlántico, en realidad se debe únicamente al importante volumen de mercancías intercambiadas. En 2010, las empresas químicas europeas pagaron cerca de 700 millones de euros al fisco estadounidense por sus exportaciones con destino a Estados Unidos, mientras que los derechos de aduana ascienden a tan sólo una media del 2,25%.
La supresión de los derechos de aduana, si bien quizás alivie a las empresas, no tendrá ningún efecto macroeconómico en el crecimiento. Para ello, sería necesario realizar importantes avances no sólo en lo relativo a los derechos de aduana, sino en lo que respecta a las trabas comerciales, que son considerables.
Pero precisamente en este ámbito es donde el margen de maniobra es limitado, porque una serie de grupos interés poderosos, como el lobby agroalimentario, saben defenderse y porque la opinión pública tampoco estaría de acuerdo.
Así, la legislación estadounidense impide que se llegue a una armonización más profunda de la comercialización de medicamentos; los europeos se niegan a importar carne que contenga hormonas o maíz modificado genéticamente procedente de Estados Unidos; y por su parte, los estadounidenses tienen miedo de las bacterias que podría contener el buey de importación o los quesos franceses que se fabrican siguiendo procesos naturales.
Las negociaciones sobre una mayor liberalización de los intercambios multilaterales que desde 2001 progresan dando tumbos con el hombre de"Ciclo de Doha " han demostrado hasta qué punto difieren los puntos de vista.
Si algún día llegara a ver la luz, el acuerdo de libre cambio transatlántico presentaría numerosas lagunas, lo que plantea un problema. Porque, en caso de que se llegara a un acuerdo mal estructurado entre la Unión Europea y Estados Unidos, los dos bloques comerciales más poderosos del mundo mostrarían "un mal ejemplo a las demás zonas de libre cambio", como advierte Rolf Langhammer, del Instituto para la Economía Mundial en Kiel, en Alemania.
2. Los demás países estarían en desventaja
Si Europa y Estados Unidos llegaran a un acuerdo sobre una liberalización de sus intercambios comerciales, se discriminaría automáticamente a los demás países. El principal riesgo no es la aparición de nuevos flujos comerciales, sino el desplazamiento de los existentes. Por otro lado, el resto del mundo interpretaría el acuerdo transatlántico como "una forma de exclusión, incluso de chantaje, en detrimento de los países externos", explica Rolf Langhammer.
Este es el motivo por el que el ministerio de Economía en Berlín señala que los europeos se encargarían de que el acuerdo se mantuviera abierto a la adhesión de otros países.
Sin embargo, no es muy probable que un acuerdo ratificado con grandes esfuerzos se modificara para acoger a nuevos miembros: o lo toman o lo dejan.
3. El golpe de gracia para "Doha"
El Ciclo de Doha está estancado y nos preguntamos si algún día llegará a buen puerto. La alianza entre la Unión Europea y Estados Unidos podría marcar el inicio de la era de los acuerdos comerciales bilaterales. Con cada nuevo acuerdo el comercio mundial no será más libre, sino simplemente más complejo.
Jagdish Bhagwati, catedrático de origen indio de la Universidad de Columbia de Nueva York, es uno de los especialistas mundiales más destacados en intercambios comerciales. En su opinión, Europa también corre el riesgo de perder su función de fuerza motriz en una posterior liberalización de los intercambios multilaterales: tras la firma de un tratado de liberalización transatlántica, "los europeos tendrían que intensificar la vigilancia con respecto a los intereses estadounidenses y sus lobbies".
4. Un proyecto basado en los socios comerciales equivocados
En los últimos años, el comercio transatlántico ha registrado un crecimiento espectacular, lo que ha instado a las federaciones industriales a ambos lados del Atlántico a presionar a la clase política para avanzar en el acuerdo. Sin embargo, el ritmo del comercio mundial futuro lo marcarán otros lugares: Latinoamérica y Asia.
Rolf Langhammer llega incluso a temer que una alianza transatlántica acabe perjudicando a Europa, ya que dañaría las relaciones comerciales con los países emergentes.
Algo que también comparte Jagdish Bhagwati. En su opinión, desde el punto de vista europeo, el proyecto "no es una buena idea". Europa sería claramente más flexible en cuestiones comerciales que Estados Unidos ya que, con la iniciativa EBA, del inglés Everything but Arms [Todo excepto armas], que permite a los países más pobres exportar productos libres de impuestos con destino a Europa excepto armas, los europeos gozarían de una mayor benevolencia.
"Por lo tanto, la Unión Europea debería descartar este proyecto, pues la debilitaría. Y de todos modos, a los países en desarrollo les iría mejor sin él".
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