sábado, 8 de diciembre de 2012

Visiones del mestizaje en las Antillas hispanoparlantes: Pedro Pérez Cabral y su “comunidad mulata


Visiones del mestizaje en las Antillas hispanoparlantes: Pedro Pérez Cabral y su “comunidad mulata
* Presentado en el Seminario “El Caribe: visiones históricas de la región”, Instituto Mora, México, 18-19 de octubre de 2006.
Pedro L. San Miguel**
** Historiador e investigador de la Universidad de Puerto Rico, recinto de Río Piedras, autor de varios textos sobre República Dominicana. Especialista en el área de metodología de la investigación histórica.
Fuente: Boletín del Archivo General de la Nación Año LXIX, Vol. XXXII, Núm. 118
En 1934, Antonio S. Pedreira, a la sazón una de las voces mayores de la intelectualidad puertorriqueña, publicó su obra magna Insularismo, en la que se adentró en los escabrosos recovecos de la identidad. (Antonio S. Pedreira, Insularismo: ensayos de interpretación puertorriqueña. San Juan, Biblioteca de Autores Puertorriqueños, 1957. La obra de Pedreira, y en particular su Insularismo, ha generado una literatura relativamente abundante. Entre sus lecturas recientes más sugerentes se encuentran: Insularismo e ideología burguesa, Juan Flores, Nueva lectura, A. S. Pedreira, Río Piedras: Huracán, 1979; La maldición de Pedreira, Rafael Bernabé, “Aspectos de la crítica romántico-cultural de la modernidad en Puerto Rico”, Río Piedras: Huracán, 2002, pp. 38-57; y El sueño que no cesa: la nación deseada en el debate intelectual y político puertorriqueño, 1920-1940, José Juan Rodríguez Vázquez, San Juan: Ediciones Callejón, 2004, pp. 35-152.) En esta obra señera, Pedreira emitió juicios sobre temas diversos –carentes, según reconocimiento propio, “de un análisis científico”– que abarcaban la historia, la cultura, la antropología y la geografía puertorriqueñas. Entre otros perentorios asuntos, Pedreira discutió los orígenes de la sociedad isleña, tema sobre el cual emitió algunos de sus juicios más categóricos. En pasajes que evocan las no menos tajantes afirmaciones del letrado decimonónico Salvador Brau –una de las figuras fundacionales tanto de la sociología como de la historiografía puertorriqueñas–, Pedreira aludió a la formación racial de la sociedad isleña.( Las afirmaciones de Salvador Brau sobre la formación racial se encuentran en su ensayo “Las clases jornaleras de Puerto Rico”, en Ensayos, sociológicas. Río Piedras, Edil, 1972, pp. 14-15.) En esos pasajes, reprobó con especial intensidad el proceso de mestizaje que había ocurrido a partir de la conquista. En una breve oración, ampliamente citada, resumió de manera fulminante las implicaciones que, según él, había tenido el mestizaje sobre la “personalidad puertorriqueña” y en consecuencia, sobre la formación nacional: “De esta fusión [de los españoles con ‘las demás razas’] parte nuestra confusión”. (Pedreira, Insularismo, p. 22.)
Las ideas de Pedreira han sido comentadas con relativa amplitud, razón por la cual las abandono por el momento, si bien en una versión futura de este trabajo espero regresar a ellas. Lo que quiero destacar ahora es que las mismas emblematizan una determinada concepción acerca del mestizaje en las Antillas hispanas. En dicha concepción, el mestizaje es denostado por haber producido unos tipos humanos que supuestamente congregaban las tareas físicas y las tachas morales de los grupos étnicos o las “razas” que, en diverso grado, contribuyeron a la formación de la población antillana a raíz de la conquista. En pasajes no menos memorables que los ya citados, Pedreira vuelca todos sus prejuicios contra el “grifo ese tipo de mestizo que de acuerdo a él, era “de más recia complexión y atrevimiento que ningún otro producto etnológico puertorriqueño y que amparándose en la poca sangre blanca que abona su derecho [,] aspira y ambiciona [,] y su resentimiento encuentra válvula de escape en la democracia”.(/ Idem., pp. 26-27).
Mucho menos conocida y comentada que la obra de Pedreira es la de Pedro A. Pérez Cabral titulada La comunidad mulata: el caso socio-político de la República Dominicana (Pedro Andrés Pérez Cabral, La comunidad mulata: el caso socio-político de la República Dominicana. Caracas, Gráfica Americana, 1967. Las referencias y las citas de esta obra provienen de esta edición.) aparecida más de tres décadas después de haberse publicado Insularismo; pese a esto, entre ellas existen importantes vasos comunicantes en lo que respecta al mestizaje en las Antillas. En ambas obras, para decirlo de manera concisa, se realiza una interpretación racialita según la cual la existencia de la población mestiza se concibe como un lastre a los procesos de formación nacional en la República Dominicana y Puerto Rico, respectivamente (Empleo el término “racialismo” tal como se usa en Tzvetan Todorov, Nosotros y los otros: reflexión sobre la diversidad humana. México, Siglo XXI, 1991. En esta obra, Todorov distingue entre “racialismo”, que se refiere a las doctrinas, y “racismo”, que se refiere a las prácticas.)Pérez Cabral fue un anti trujillista que desde sus años estudiantiles, antes de exiliarse, se vio involucrado en varias actividades en contra del régimen dictatorial de Rafael Leónidas Trujillo. Por ejemplo, “por negarse a pertenecer a la Guardia Universitaria Presidente Trujillo, un grupo de encuadramiento político-ideológico cuyos fines se extendían a la vigilancia y el espionaje”, le fue negada la matrícula en la Universidad mientras cursaba la carrera de medicina (A menos que se indique lo contrario, los datos biográficos sobre Pérez Cabral provienen de Diógenes Céspedes, “El sentido de la responsabilidad frente a la escritura: un estudio de jengibre”, en Pedro A. Pérez Cabral, Jengibre. Santo Domingo, Alfa & Omega, 1978, pp. 5-37, cita de la p. 10)
Posteriormente sufrió prisión y, en 1939, se exilió en Venezuela donde residió buena parte de su vida. En lo que a su obra escrita se refiere, Pérez Cabral incursionó en la poesía, la novela y el ensayo aunque no se le reputa como un escritor destacado.
Sus obras más significativas son Jengibre (Caracas, 1940), que según Diógenes Céspedes cierra el ciclo de la novela realista de tema social que se ubica en los años 1935-1940, y La comunidad mulata (Caracas, 1967), que se inserta en la tradición latinoamericana del ensayo de interpretación histórico- social y acerca de la identidad. (Su obra ensayística incluye un libro titulado El pre-imperialismo norteamericano. Caracas, s. e., 1965.) En general, la obra de Pérez Cabral ha tenido una escasa difusión en la República Dominicana por haberse publicado el grueso de ella fuera del país. Esto es así sobre todo respecto de La comunidad mulata, pese a que en los años ochenta se realizó una edición dominicana de esta obra (La comunidad mulata: el caso socio-político de la República Dominicana, 2da. ed., Santo Domingo, Editora Montalvo, 1982.)Posiblemente sus polémicas posiciones han contribuido a que la obra haya permanecido al margen de las discusiones dominicanas acerca de la identidad y de la formación nacional.
Pérez Cabral inicia su obra realizando una crítica a unos comentarios realizados por el novelista Jorge Amado, quien alegó en una entrevista que Brasil era el único “país mulato” del mundo (Citado por Pérez Cabral, “La comunidad…”, p. 9. La entrevista apareció en la revista estadounidense Ebony, julio de 1965.) Amén de argumentar que la aseveración de Amado era incorrecta debido a que los mulatos, los “descendientes de los grupos étnicos blanco y negro”, no constituyen “la mayor parte de la población de Brasil”. Ni este país, ni los Estados Unidos ni África del Sur, los tres países con “los mayores grupos mulatos del planeta”, podían conceptuarse de tal manera ya que en ninguno de ellos “el conglomerado descendiente de blancos y negros es el grupo demográfico cuantitativamente predominante ni, mucho menos, el que ejerce hegemonía determinante en la vida norteamericana, brasileña y sudafricana”. Según Pérez Cabral, Brasil es “un enorme crisol étnico, pero no es la única nación mulata del mundo”. Tal calificativo, añade, “corresponde exclusivamente a la República Dominicana”. (11 Ibid., pp. 9 y 11.)
Más tal condición no debe considerarse un motivo de orgullo ni de vanidad. Al contrario, Pérez Cabral afirma: “no creemos que la condición exclusiva de país mulato represente un privilegio muy digno de ser disputado”.( 12 Ibid., p. 9.)
Y en efecto, en su obrase dedica primero a trazar los orígenes históricos de la población dominicana, y en segundo lugar, a tratar de demostrar cómo la constitución étnico-racial del país ha tenido repercusiones nefastas sobre su formación como nación. En lo que a su constitución étnico-racial se refiere, Pérez Cabral comienza destacando que en las Antillas la conquista implicó la desaparición de la “comunidad autóctona” y la eventual “transculturación a distancia” de “dos conglomerados étnicamente distintos, uno de migración voluntaria [los españoles] y de migración involuntaria el otro” [los africanos]. Este “fenómeno sociológico”, como lo designa el autor, no ocurrió en ninguna otra parte del planeta, por lo que “constituye el signo supremo de la historia antillana”. El “hibridismo” en las Antillas se vio impulsado por diversos factores, entre ellos por lo que el autor denomina en su peculiar estilo, “condición discriminatoria de algunos de los grupos invasores del Caribe”, es decir, “a la ausencia de discriminación étnica en los núcleos españoles, portugueses y –en menor grado– franceses como ingredientes humanos de la transculturación integral” (13 Ibid., pp. 16-17.)
más o v ? s �T� � o sus partidos de Moca y La Torre, no obstantes ser los habitadores de uno y otro dodos o la mayor parte vecinos de Santiago, con trece mil reses vacunas más o menos con mucha abundancia de crianza de toda especies de animales y con una agricultura aunque algo escasa y desprovista, era sin comparación mucho más ventajosa y de mayor provecho que la que había .( Pbro. Pablo Francisco Amésquita, carta al Gobernador Haitiano Placide Lebreun, en fecha 30 de abril de 1822, publicada en folleto por la Sociedad La Progresista. Imp. La Información, Santiago, 1935)
Viene el siglo XI. Hay un anhelo de superación, pero se produce un infausto suceso, derivado de la cesión en favor de Francia; el incendio que a su paso dejan las tropas haitianas mandada por Dessalines, en su retirada de la ciudad de Santo Domingo. Se redujo la población a la iglesia y a dos casas de mampostería, retrasándose en consecuencia aún más el progreso vegano.

No hay comentarios:

Publicar un comentario