16.000 sacos repletos de secretos
Un ingeniero trata de reconstruir los millones de documentos del monumental archivo de la Stasi
http://internacional.elpais.com/internacional/2014/08/22/actualidad/1408721360_654549.html
Cuando tras la caída del muro de Berlín en 1989 el fin del régimen
comunista que imperó durante 40 años en la ahora desaparecida RDA se
hacía inminente, los agentes de la Stasi
llevaron a cabo su última misión en defensa del socialismo. De manera
frenética comenzaron a destruir los documentos más comprometedores que
estaban almacenados en el cuartel general del órgano de inteligencia que
dirigió Erich Mielke, el famoso y temido “señor del miedo”.
El frenético trabajo de destrucción, primero en forma mecánica y, cuando las máquinas se agotaron, a mano, paró de golpe el 15 de enero de 1990. Ese día, una multitud armada con rabia acumulada en cuatro décadas, asaltó el siniestro edificio y descubrió varios miles de sacos repletos de documentos destrozados que habían sido elaborados por el ejército de espías de Mielke. La Stasi tenía una manía enfermiza por saber lo que pensaba y hacía la población de la RDA. En su mejor momento contó con 90.000 agentes y unos 170.000 informantes. Todo lo que escuchaban o veían iba a parar a su gigantesco archivo. Las actas que sobrevivieron a la destrucción ocupan unos 111 kilómetros.
El hallazgo de unos 16.000 sacos repletos de trocitos de papel desconcertó a los asaltantes e intrigó a las autoridades, que optaron por almacenar el tesoro y comenzaron a estudiar la posibilidad de reconstruir el gigantesco rompecabezas heredado de la Stasi. La monumental tarea recayó en un grupo de archivistas que, dotados de una paciencia infinita, comenzaron a armar el puzle en 1995 en una dependencia oficial ubicada en Zirndorf, un pequeño pueblo bávaro. Ante ellos tenían una tarea descomunal que en el mejor de los casos requeriría 700 años para reconstruir más de seiscientos millones de trocitos de papel.
El ingeniero Bertram Nickolay, que dirige el Departamento de Técnicas
de Seguridad del famoso Instituto Fraunhofer de Berlín, tenía 45 años
cuando en 1999 vio en la televisión un reportaje que mostraba el trabajo
del grupo de artesanos. Asombrado con las imágenes, el ingeniero empezó
a dar vueltas a una idea: “Pensé entonces que armar ese puzle
gigantesco podría ser un gran desafío para mi división y también para
arrojar un poco de luz sobre el siniestro trabajo de la Stasi”, comenta.
En el año 2002, Bertram Nickolay presentó al Gobierno un software
que fue bautizado como ePuzzler y prometió que, gracias a las nuevas
tecnologías, podría reconstruir el contenido de los 16.000 sacos en un
plazo de 10 o 12 años.
El Gobierno tardó cinco años en dar una respuesta. En 2007, la Comisión de Presupuesto del Bundestag aprobó una ayuda de 6,3 millones, a los que se sumaron otros dos en 2012, para desarrollar un proyecto piloto que comenzaría con el escaneo del contenido de 400 sacos en un plazo de cinco años. Pero el ingeniero y su equipo pronto se dieron cuenta de que el escáner, que tiene la misión de memorizar el tamaño, el color, la letra, el grosor del papel y el contorno de los trocitos, y enviárselos al ordenador, trabajaba con mucha lentitud.
“El software funciona”, subraya el ingeniero, pero reconoce que ha resultado demasiado premioso. “En este tiempo hemos logrado escanear el contenido de 24 sacos y procesado el de 12. “El trabajo de escaneo es muy lento. Por eso diseñamos una calle digital, dotada de módulos que limpian los trocitos de papel y pequeños robots que los clasifican, para acelerar el trabajo”, dice.
“Pero para ponerla en marcha necesitamos una financiación extra de unos seis millones de euros”, añade sin poder ocultar el temor a que su trabajo no pueda continuar. La incertidumbre que reina en el departamento que dirige Nickolay en el instituto Fraunhofer es enorme y aumentó cuando el equipo leyó, hace un par de semanas, un largo reportaje en el periódico Frankfurter Allgemeine Zeitung, donde su autora afirmaba, sin dar detalles, que el Gobierno federal había perdido el interés por desentrañar el misterio que contienen los sacos heredados. La hipotética decisión fue calificada por Bertram Nickolay como una “vergüenza internacional” que dejaría en ridículo al Gobierno y al Bundestag. Acabar con el proyecto piloto, además de poner fin a una idea brillante y exitosa, dejaría en manos de los artesanos de Zirndorf la tarea de seguir uniendo pacientemente los trocitos, un trabajo que ya ha revelado algunos secretos. En los últimos 19 años, los archivistas lograron reconstruir 1,3 millones de páginas que corresponden al contenido de unos cuatrocientos sacos.
Los artesanos, por ejemplo, armaron unos 10.000 documentos elaborados en su mayoría por la Sección Principal XX, que tenía la misión de combatir a la oposición política en la RDA, y de otros departamentos, como el responsable del espionaje en el extranjero. Los rompecabezas recompuestos revelaron, por ejemplo, las vidas paralelas del teólogo Heinrich Fink, que renunció a su cargo de rector de la Universidad Humboldt de Berlín en 1992 tras ser descubierto como informante de la Stasi, y del obispo de la Iglesia evangélica de Turingia, Ingo Bräcklein, que también se apartó.
La Comisión de Presupuesto del Bundestag volverá a reunirse el 15 de septiembre. Mientras, el portavoz del Ministerio de Cultura, Hagen Philipp Wolf, asegura que la decisión final depende de “aclarar ciertos aspectos internos”. Por ley, todos los habitantes espiados tienen derecho a ver sus actas. Este proceso causó tragedias familiares, porque en ocasiones se descubrió que la esposa espiaba a su esposo o viceversa. El interés por ver las actas ha disminuido y existe la posibilidad de que el organismo que tiene a su cargo este pasado oscuro sea disuelto en 2020.
El software diseñado por Bertram Nickolay y su equipo es único en el mundo y también puede servir para escribir un nuevo capítulo en la ciencia que estudia el pasado: la arqueología digital. El ePuzzler es capaz de hacer visibles documentos que fueron casi borrados por el tiempo, como decenas de miles de trozos de papiros que descansan en las bodegas del museo Egipcio de Berlín.
El trabajo del ingeniero también ha llamado la atención en Chile. La Vicaría de la Solidaridad, dependiente de la Iglesia, que aún tiene en su poder documentación destruida por la dictadura, pidió la ayuda de Nickolay para reconstruir esa documentación que podría arrojar luz sobre lo que ocurrió con cientos de desaparecidos. “He cursado una invitación a la presidenta Michelle Bachelet para que visite nuestro instituto”, dijo el ingeniero. “Ella realizara una visita de Estado a Alemania a fines de octubre”.
Bertram Nickolay tiene también un interés personal en continuar con su trabajo destinado a la reconstrucción de los documentos de la Stasi. Su amigo Jürgen Fuchs, un famoso escritor disidente de la RDA, tenía 48 años cuando murió en 1998 víctima de un cáncer en la sangre provocado, sospecha, por un baño radioactivo que recibió en las mazmorras del servicio secreto. “Si puedo demostrar que Jürgen murió a causa de ese baño mortal, le habré hecho justicia a mi amigo y a todas las víctimas anónimas de ese sistema represivo”, dijo.
El frenético trabajo de destrucción, primero en forma mecánica y, cuando las máquinas se agotaron, a mano, paró de golpe el 15 de enero de 1990. Ese día, una multitud armada con rabia acumulada en cuatro décadas, asaltó el siniestro edificio y descubrió varios miles de sacos repletos de documentos destrozados que habían sido elaborados por el ejército de espías de Mielke. La Stasi tenía una manía enfermiza por saber lo que pensaba y hacía la población de la RDA. En su mejor momento contó con 90.000 agentes y unos 170.000 informantes. Todo lo que escuchaban o veían iba a parar a su gigantesco archivo. Las actas que sobrevivieron a la destrucción ocupan unos 111 kilómetros.
El hallazgo de unos 16.000 sacos repletos de trocitos de papel desconcertó a los asaltantes e intrigó a las autoridades, que optaron por almacenar el tesoro y comenzaron a estudiar la posibilidad de reconstruir el gigantesco rompecabezas heredado de la Stasi. La monumental tarea recayó en un grupo de archivistas que, dotados de una paciencia infinita, comenzaron a armar el puzle en 1995 en una dependencia oficial ubicada en Zirndorf, un pequeño pueblo bávaro. Ante ellos tenían una tarea descomunal que en el mejor de los casos requeriría 700 años para reconstruir más de seiscientos millones de trocitos de papel.
Nickolay lleva siete
años cotejando miles
de pedacitos de papel, pero ha pedido ayuda para agilizar el trabajo
años cotejando miles
de pedacitos de papel, pero ha pedido ayuda para agilizar el trabajo
El Gobierno tardó cinco años en dar una respuesta. En 2007, la Comisión de Presupuesto del Bundestag aprobó una ayuda de 6,3 millones, a los que se sumaron otros dos en 2012, para desarrollar un proyecto piloto que comenzaría con el escaneo del contenido de 400 sacos en un plazo de cinco años. Pero el ingeniero y su equipo pronto se dieron cuenta de que el escáner, que tiene la misión de memorizar el tamaño, el color, la letra, el grosor del papel y el contorno de los trocitos, y enviárselos al ordenador, trabajaba con mucha lentitud.
“El software funciona”, subraya el ingeniero, pero reconoce que ha resultado demasiado premioso. “En este tiempo hemos logrado escanear el contenido de 24 sacos y procesado el de 12. “El trabajo de escaneo es muy lento. Por eso diseñamos una calle digital, dotada de módulos que limpian los trocitos de papel y pequeños robots que los clasifican, para acelerar el trabajo”, dice.
“Pero para ponerla en marcha necesitamos una financiación extra de unos seis millones de euros”, añade sin poder ocultar el temor a que su trabajo no pueda continuar. La incertidumbre que reina en el departamento que dirige Nickolay en el instituto Fraunhofer es enorme y aumentó cuando el equipo leyó, hace un par de semanas, un largo reportaje en el periódico Frankfurter Allgemeine Zeitung, donde su autora afirmaba, sin dar detalles, que el Gobierno federal había perdido el interés por desentrañar el misterio que contienen los sacos heredados. La hipotética decisión fue calificada por Bertram Nickolay como una “vergüenza internacional” que dejaría en ridículo al Gobierno y al Bundestag. Acabar con el proyecto piloto, además de poner fin a una idea brillante y exitosa, dejaría en manos de los artesanos de Zirndorf la tarea de seguir uniendo pacientemente los trocitos, un trabajo que ya ha revelado algunos secretos. En los últimos 19 años, los archivistas lograron reconstruir 1,3 millones de páginas que corresponden al contenido de unos cuatrocientos sacos.
Los artesanos, por ejemplo, armaron unos 10.000 documentos elaborados en su mayoría por la Sección Principal XX, que tenía la misión de combatir a la oposición política en la RDA, y de otros departamentos, como el responsable del espionaje en el extranjero. Los rompecabezas recompuestos revelaron, por ejemplo, las vidas paralelas del teólogo Heinrich Fink, que renunció a su cargo de rector de la Universidad Humboldt de Berlín en 1992 tras ser descubierto como informante de la Stasi, y del obispo de la Iglesia evangélica de Turingia, Ingo Bräcklein, que también se apartó.
La Comisión de Presupuesto del Bundestag volverá a reunirse el 15 de septiembre. Mientras, el portavoz del Ministerio de Cultura, Hagen Philipp Wolf, asegura que la decisión final depende de “aclarar ciertos aspectos internos”. Por ley, todos los habitantes espiados tienen derecho a ver sus actas. Este proceso causó tragedias familiares, porque en ocasiones se descubrió que la esposa espiaba a su esposo o viceversa. El interés por ver las actas ha disminuido y existe la posibilidad de que el organismo que tiene a su cargo este pasado oscuro sea disuelto en 2020.
El software diseñado por Bertram Nickolay y su equipo es único en el mundo y también puede servir para escribir un nuevo capítulo en la ciencia que estudia el pasado: la arqueología digital. El ePuzzler es capaz de hacer visibles documentos que fueron casi borrados por el tiempo, como decenas de miles de trozos de papiros que descansan en las bodegas del museo Egipcio de Berlín.
El trabajo del ingeniero también ha llamado la atención en Chile. La Vicaría de la Solidaridad, dependiente de la Iglesia, que aún tiene en su poder documentación destruida por la dictadura, pidió la ayuda de Nickolay para reconstruir esa documentación que podría arrojar luz sobre lo que ocurrió con cientos de desaparecidos. “He cursado una invitación a la presidenta Michelle Bachelet para que visite nuestro instituto”, dijo el ingeniero. “Ella realizara una visita de Estado a Alemania a fines de octubre”.
Bertram Nickolay tiene también un interés personal en continuar con su trabajo destinado a la reconstrucción de los documentos de la Stasi. Su amigo Jürgen Fuchs, un famoso escritor disidente de la RDA, tenía 48 años cuando murió en 1998 víctima de un cáncer en la sangre provocado, sospecha, por un baño radioactivo que recibió en las mazmorras del servicio secreto. “Si puedo demostrar que Jürgen murió a causa de ese baño mortal, le habré hecho justicia a mi amigo y a todas las víctimas anónimas de ese sistema represivo”, dijo.
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