lunes, 30 de julio de 2012

Remembranzas de la Ciudad de La Vega, a principio a final del siglo XIX e inicio del XX


 Remembranzas de la  Ciudad de La Vega,  a principio  a final del siglo XIX e inicio del XX
Esta  consideraciones sobre La Vega,  de
Rufinito, fue la primera novela  de tema patriótico de Don Federico García Godoy lanzó al inmenso valle de la literatura mundial, la primera edición  fue en 1908, por la Imprenta La Cuna de  América de Santo Domingo y la segunda en 1912, prologada por Federico Henríquez  y Carvajal

La Vega, se asienta altiva y majestuosa,  al pie de las colinas cubiertas de pinares enhiestos que forman por ese  parte los primeros escalones de la hilera  central, agrupación  orográfica importante en  que  irguen sus cimas cubiertas de nubes los más elevados montes del núcleo antillano. A sus pies, sosegado y pintoresco, corre su río, que parece rodearla, como si quisiera mantenerla estrechamente en perenne y amoroso abrazo.
Y casi por todos lados, hasta perderse en los confines brumosos  del horizonte lejano, se dilata ante ella la llanura ubérrima, el inmenso valle que  abarca la porción más próspera y poblada de las vastas y ricas comarcas cibaeñas. De su albas radiosas y de  sus espléndidas puestas de  sol fluye una poesía solemne, a veces suavemente  melancólica.
Mensajera de salud, la  brisa que  con frecuencia la acaricia viene cargada de las emanaciones resinosas de los cercanos pinares, y en las tardes limpias y serenas, a la hora  en que  empieza a  apagarse el incendio  del poniente, el apacible y eterno murmullo  que sube de su río semeja el himno que rememora melancólicas tradiciones  de la extinta raza aborigen, remembranzas de la ciudad  tranquila e indolente de tiempos ya lejanos, y fulguraciones épicas de sus hechos gloriosos
Su origen histórico tiene  intima conexión con el  gran Almirante. Como  un nuevo y temible jalón  puesto en su marcha conquistadora, fundó Colón en su dominios del cacique Guarionex el fuerte de la Concepción, my  alrededor de éste, como  buscando su egida protectora, fuéronse agrupado las viviendas hasta construir la renombrada ciudad (de La Concepción de La Vega) que  poco después destruyó de cuajo violenta convulsión sísmica
Algunos de los sobrevivientes de la catástrofe se corrieron  hacia el sur, lugar en  que estaba  emplazada una ermita,  y junto a ésta fue  lenta y pesadamente floreciendo la ciudad actual, que  durante más de dos centurias, arrastró existencia lánguida y perezosa, sumida en enervarte indolencia, sin experimentar  fuertes emociones, satisfecha de su vida puramente vegetativa amenizada con frecuencia por lucidas celebraciones de fiestas religiosas  y por diversiones sencilla e inocentes
En esa agradable somnolencia la sorprendió  el Siglo (XIX), tan fecundo en  hechos  resonantes y decisivo para la  antigua Española. Su despertar  fue rudo y trágico. Por sus calles pasó, huracán de sangre, ola negra y monstruosa, representación  viviente y macábrica  de horrores apocalípticos, la horda feroz que rota y  maltrecha ante los muros de la Capital, en su vergonzosa retirada, exasperada por la derrota, se vengaba pillando e  incendiando poblaciones inermes, sin medios ningunos de defensa.
Casi  todos sus moradores fueron arrastrados por la ola  devastadora, y en horrible mezcolanza  con  cerdos  y animales de cargas, llevados a las gemonías haitianas o a servir de esclavos a Cristóbal, el cruel y grosero rey de melodrama.
Poco después, Sánchez Ramírez, el  esforzado cotuisano, impulsado por un sentimentalismo atávico, buscó y encontró en ella leales colaboradores para su  obra reconquistadora, ingente y equivocado empeño de un alma llena  de encendido amor por la  viejas tradiciones españolas
El gobierno de Ferrand,  fue,  sin disputa, infamante más culto y civilizador que el de la España boba. Por causas que fácilmente se explican por ser  el hecho de índole local peculiarísima, se completó en esos días el curioso espectáculo de que mientras desde el antiguo imperio azteca hasta los limites extremos  de este continente se comenzaba la lucha emancipadora de España, en Santo Domingo se combatía bravamente por la m reincorporación a la vieja metrópoli.
Que hacía  algunos años había cedido el país a Francia como se cede una cosa que ya no tiene para  su dueño valor e importancia. Obra inspirada por un sentimiento  de puro tradicionalismo, la revolución  reconquistadora representa, para quien serenamente la estudia, un paso hacia  atrás, un salto regresivo de funestas consecuencias.
La administración de la España boba, tocaba  la asombrosa inercia, estacionaria y rutinaria hasta lo increíble, sólo sirvió para destruir los gérmenes  reconstructivos y civilizadores que esparció con mamo pródiga  la efímera dominación francesa.  En semejante  terreno era imposible que se consolidase la obra  noble y prematura del  ilustre Núñez de Cáceres.  Esta  resultó ¡ironía cruel del  destino! Como  el puente fabricado para pasar fácilmente de la España boba, vegetativa y nirvánica, a la férrea y ominosa dominación haitiana
Las aclamaciones del Conde resonaron también con  entusiasmo en La Vega. Los febreristas encontraron en ella un pueblo en todo  dispuesto a ayudarlos cumplidamente en su grandioso propósito. En        La Vega lució, hecha  por sus  hijas las  señoritas Villas, la primera bandera nacional que flameó el Cibao.  Comandado por su  bizarro coronel Toribio Ramírez, los veganos  contribuyeron grandemente a la espléndida victoria del 30 de marzo.
De paso para Santiago, tuvo en  La Vega entusiasta acogida el egregio fundador de la ´´ TRINITARIA´´. Los contingentes de tropa enviado ella se distinguieron de manera brillante en Beler  y en la Sabana Larga. En los comienzos de la guerra de la Restauración de la República, en los días en  que Santiago se preparaba a convertirse en  inmensa pira  para servir de  holocausto propicio  a la causa nacional, un grupo de veganos, en su mayoría casi desarmados, asaltó en la noche del 27 de agosto  la veterana guarnición española de la plaza, siendo rudamente rechazado.
El más arrojado de ellos, Basilio Gil, al abalanzarse sobre un cañón, murió  en el trance cosido  a bayonetazos.
La guerra civil purpuro después a menudo sus calles. Ha estado siempre de parte de  todas las causas nobles y justas. Defendió con tenacidad y  heroísmo la administración  del  insigne patricio Ulises Francisco Espaillat y figuró en la primera línea  en   la protesta armada por el falseamiento de las elecciones presidenciales de 1886
Desde hace tiempo sus energías se encausan para mejoramiento general, exclusivamente  entregada a las luchas ennoblecedoras y fecundas del trabajo. Por medio de éste ha ensanchado y transformado ventajosamente su caserío; ha  operado un sorprendente cambio en muchos de sus aspectos sociales, y va caminando, lenta  pero  solidariamente, a la conquista de un envidiable grado de racional y efectivo progreso.

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