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martes, 13 de mayo de 2014
Las Catacumbas De Los Capuchinos (Palermo)
Las catacumbas de Palermo, Silicia (Italia para situarnos bien) datan
de 1599 cuando se enterró por primera vez a un
monje con fama de santo para que fuera rezado y
visitado, el Hermano Silvestro de Gubio. Así
descubrieron los monjes las especiales condiciones
climáticas que reunían las catacumbas.
De esta singular forma convirtieron esta ceremonia fúnebre, en la
costumbre de los franciscanos rindiendo culto
a los muertos. Estas sepulturas eran exclusivas para los hermanos, no aceptando que fueran enterrados los particulares. Hay un par de ideas sobre el porqué, con el paso del tiempo, no sólo encontramos a monjes/monjas, sinó a fieles de a pié.
Una de ellas indica que todo cambió debido al traslado de los
conventos a la periferia de la ciudad, donde
tenían que construir capillas a expensas de
algún benefactor que a veces les cedía un
edificio con la condición de que a su muerte
fueran enterrados en ellos, reservándose así
el derecho de sepultura.
Por otro lado tenemos que a causa de un Decreto de la Santa Sede de
1637, se concedió permiso a los capuchinos
para enterrar en sus cementerios a extraños
de la Orden. Así se cumplía el deseo de los
fieles de reposar cerca de las reliquias de
los santos y en la Iglesia pensando que así
estarían también más cerca de la oración y en
lugar santo.
Sea como fuere,y como siempre, todo ligado al poder (ya fuera
adquisitivo o no) que tuviera el fiel en cuestión, pues no estaba al
alcance de todos, costearse el proceso de momificación que descubrieron
los monjes, que consistía básicamente en: mantener el cadáver en una
cueva de ambiente muy seco para que el cuerpo “sude” la humedad durante
ochos meses, para posteriormente exponerlo al sol tras un baño de
vinagre en una terraza hasta que la piel se acartone, dotando a los
gestos de la cara de muecas grotescas y desencajadas.
Poco a poco esto fue convirtiéndose en una tradición
local, al punto de que muchos dejaban instrucciones en
su testamento respecto a las ropas que lucirían
después de muertos e incluso las que deberían
ponerle pasado un tiempo. Así
se fueron reuniendo aproximadamente un total
de 8.000 cadáveres que se exponen como si de
una galería de la muerte se tratase.
La peculiaridad de estas catacumbas reside en el estado de algunas de
las “momias” que en ella encontramos. El incremento de cuerpos
embalsamados que poco a poco se iban reuniendo en tan funesto lugar,
hizo que se tuvieran que ampliar las catacumbas. Así que los frailes
comenzaron a excavarlas , primero (como hemos dicho) porque
el lugar primitivo resultaba ya insuficiente y segundo
porque decidieron trasladar los restos de los
hermanos allí enterrados para dejar un lugar
vacío que, debidamente acondicionado, sería
utilizado como refugio u hospital para los
viajeros que llegaban a Palermo de noche y no
podían entrar en la ciudad cuyas puertas se
cerraban herméticamente. Así, la primitiva
cripta se transformó en hostería y hospital o
refugio de viandantes.
Pero la gran sorpresa para los padres capuchinos fue
que al ir a retirar los restos óseos de los enterrados
para trasladarlos a las nuevas sepulturas de la
catacumba, hallaron que, los cuerpos de 40 de ellos se conservaban con la carne flexible aunque momificada,
como si hiciese poco tiempo que hubiesen
muerto. Esto fue a causa de la sequedad del
terreno y las corrientes de aire. Pero
además, los hermanos capuchinos desarrollaron
una serie de técnicas especiales de embalsamamiento
que les permitían conservar los cuerpos en buenas
condiciones, evitando la putrefacción.
Como dato curioso (como si todo lo anterior no lo fuera), se sabe
que inicialmente todos los cuerpos tenían ojos de cristal que los
soldados estadounidenses saquearon tras el desembarco en Sicilia durante
la II Guerra Mundial… Igual había en aquella época mucho tuerto
americano…y ya se sabe… a falta de ojos…
Son especialmente macabras las de los niños, en especial la de una
niña de dos años embalsamada en 1920 y cuyo cuerpo se conserva casi
intacto o la de un descendiente de Cuasimodo.
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