jueves, 27 de febrero de 2014

¿Puede suceder en EE.UU. la experiencia venezolana? by Álvaro Fernández

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¿Puede suceder en EE.UU. la experiencia venezolana?

by Álvaro Fernández

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EE.UU. y Venezuela son diferentes. Algunos los caracterizarían como que no tienen nada que ver uno con otro.
Pero permítanme comenzar haciendo un paréntesis.
Hay un movimiento en EE.UU. que intenta empequeñecer a los pobres, las personas de color y todos los otros que no son considerados suficientemente norteamericanos. Estos son los muchos no escogidos por Dios en una forma perversa de cristianismo.
Ese grupo quiere que creamos que los que han sido dejados fuera están predestinados a no tener éxito (y llegar a al cielo, por cierto). Entonces, ¿por qué derrochar nuestros buenos dólares provenientes de los impuestos en estas personas que toman de aquellos que trabajan duro y tienen éxito?
Por lo tanto, los “predestinados” (los ricos) merecen las oportunidades. Los “flojos” (pobres) debieran llevar el peso de lo que haga más ricos a los ricos –los cuales a su vez ayudan al de poca suerte. Ya ustedes saben, se derrama y les permite un pedacito de la torta de María Antonieta.
Y para que el derrame ocurra a un ritmo mucho mayor, ellos sugieren reducir (algunos preferirían eliminar) los programas de la red de seguridad –Social Security, Medicare, Medicaid, sellos para alimentos, seguro de desempleo, educación asequible, etc.
Por temor a una rebelión de los no escogidos, estos calvinistas del siglo 21 están tratando ahora de erosionar el acceso a un privilegio que ellos temen que pudiera poner a todos en un plano de igualdad –el voto. Fíjense cómo el Tribunal Supremo destrozórecientemente la Ley Derechos Electorales.  Al declarar inconstitucional la Sección 4, han hecho más difícil que se inscriba un grupo selecto de ciudadanos norteamericanos.
En EE.UU., más de la mitad de las personas elegibles para votar no están inscriptos. Una gran mayoría de estos son negros, morenos y pobres.
Así que parece razonable pensar que es ahí donde reside el temor. Si los desposeídos fueran a inscribirse y a votar… pudieran decidir cambiar a los que gobiernan. Pudieran nivelar el terreno de juego en contra de enormes cantidades de dinero canalizadas hacia la política en beneficio de los pocos.
En cuanto a Venezuela
Venezuela es un país de aproximadamente 30 millones de personas. EE.UU. tiene 10 veces más habitantes, con más de 300 millones.
Venezuela es un país rico en petróleo y recursos naturales. Durante años, los más altos escalones de la sociedad, una minoría, disfrutaron casi exclusivamente de la riqueza de la nación. Los pobres, la mayoría, básicamente eran ignorados. Las diferencias eran tan grandes que hasta las alturas que rodean Caracas se denominaban de manera diferente. Los ricos viven en colinas, los pobres en los cerros. El mismo grupo de lomas y montañas, pero distinguidas unas de otras.
Entonces llegó Hugo Chávez, un líder carismático que convenció a los pobres y privados del derecho de representación para que se inscribieran y votaran por él. Él prometió que usaría las riquezas de la nación para la educación, atención médica, alimentos asequibles y cosas tan simples como llevar el agua corriente a los cerros.
Pero había un problema. Un cierto grupo de venezolanos se sintió ofendido. Otros se sintieron robados y hasta asaltados. Como en EE.UU., por ejemplo, donde había un grupo que se consideraba predestinado a recibir. Y cuando los recursos les fueron “robados” a fin de llevar a médicos a los cerros, educación a las masas y agua corriente a los pobres… esas no eran las reglas del juego.
Mientras tanto, y con un poco de ayuda del Tío Sam (reconózcanlo, toda la evidencia apunta a la intervención de EE.UU. en el golpe de 2002, por ejemplo), los venezolanos escogidos  se rebelaron. Y ahora vemos la fea evolución de esta revuelta en las calles del país sudamericano. Es una tragedia que esperamos sea solucionada de manera pacífica y democrática.
Pero permítanme fijar mi posición. Primero, no crean en las fotos e informes engañosos que aparecen constantemente en los medios sociales, por ejemplo. Lo que estamos viendo hoy en Venezuela es que una minoría de su población (y sí, una minoría puede representar a 2 millones de personas) se ha echado a las calles para quejarse del estado de un país desde que la revolución de Chávez se hizo cargo de él. Pero el hecho más interesante, creo yo, es que la mayoría –casi todos chavistas– no está participando en esas protestas. Los que han recibido toda la ayuda desde 1999, por ejemplo, de los programas sociales de la revolución. Son la mayoría. ¿O cómo pueden explicarse las victorias electorales desde 1999? Incluyendo las locales en todo el país celebradas en diciembre del año pasado…
Y por favor, entiendan. Lo que está ocurriendo hoy en Venezuela es grave. Y no disminuyo su importancia. Las calles no son seguras, la corrupción está generalizada y hay un sinnúmero de otras cosas que pudiera mencionar. Pero permítanme recordarles que antes de 1999 las calles de Venezuela no siempre fueron seguras. Y la corrupción –bueno, los ladrones eran menos, solo que se apropiaban de un pedazo mayor del pastel.
Pero vayamos de nuevo a EE.UU.
Mi pregunta entonces es si la experiencia venezolana pudiera ocurrir aquí.
Responderé de la siguiente manera: nunca olvidaré el año de 2007. Una gran mayoría de norteamericanos, incluyendo casi todos mis amigos, estaban convencidos de que Barack Hussein Obama tenía tantas posibilidades de ser elegido presidente como yo.
¿Cuál fue la fórmula que lo hizo ser elegido? Inscribir a nuevos electores, la mayoría de los cuales habían sido descartados anteriormente por los operadores políticos. Los marginalizados, los negros, los pardos, los pobres. Hombres y mujeres que sentían que habían sido dejados fuera del proceso.
Eso fue lo que hizo Obama.
Puede que el presidente no haya resultado como esperábamos algunos de nosotros. Pero él fue victorioso y la gente, hasta el día de las elecciones, decía que el país no estaba listo para tener un presidente negro.
No es secreto para nadie que los calvinistas de hoy día, los que mencioné anteriormente, están tratando de eliminar la red de seguridad social que el presidente Roosevelt comenzó a tejer como resultado de la Gran Depresión. Se pide a los pobres que soporten la carga para que los ricos se hagan más ricos. Para no mencionar a los inmigrantes que realizan los trabajos que la mayoría de nosotros ni pensaría en solicitar y que hacen funcionar este país, y a quienes se culpa de todo.
Entonces me refiero nuevamente a la decisión del Tribunal Supremo de emascular la Ley de Derechos Electorales.
Muchos en este país saben que si una mayoría del pueblo (no solo los electores inscritos, sino todos los que son elegibles) decidiera votar por un líder que prometiera el cambio y que esa persona cumpliera sus promesas…
¿Cómo creen ustedes que reaccionarían los que se consideran predestinados?
Una última cosa: hay más armas de fuego en este país en manos de la población general que el número de habitantes.
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Álvaro Fernández | febrero 27, 2014 en 12:27 am | URL: http://wp.me/p3HkZ9-3g8

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