En el invierno de 1968 entró en la consulta del cirujano de Riga, Víctor Kalnberz una impresionante rubia. "Sé que va a intentar hacerme cambiar de opinión. No se esfuerce. Estoy convencida, la naturaleza se ha equivocado haciéndome mujer. Le suplico  que subsane este error".
En noviembre de 1972 la paciente abandonó la clínica, ya con un nuevo cuerpo de hombre y con la documentación que lo acreditaba. Era la primera operación de cambio de sexo que se realizaba. No solo en la Unión Soviética, sino en el mundo. Pero en lugar de obtener reconocimiento Víctor por poco pierde su trabajo y estuvo a punto de ir a la cárcel. La operación de cambio de sexo no fue el único ámbito íntimo de la medicina en el que el académico Kalnberz destacó. Inventó una tecnología única de faloendoprotesis.  Durante muchos años ayudó a los hombres soviéticos con problemas de impotencia. Pero la cura de la impotencia no entraba en la ideología del país.
Víctor Kalnberz dice que no sabe nada de la vida posterior de su paciente y que no sabe su nuevo nombre. Al nacer fue bautizada como Inna. "Tenía mucho miedo de que se divulgara. Por eso cuando al registrarse le dieron los documentos pedí que no me comunicaran ni su apellido ni su dirección. Ni siquiera sé su número de teléfono. Lo único que pedí es que me llamara de vez en cuando y me dijera cómo se encontraba. La última vez que escuché su voz fue hace más de cinco años. En aquella época andaba por los 70", dice el cirujano.
Cuando Inna cruzó por primera vez el umbral del despacho del director del Instituto de investigación de traumatología y ortopedia  de Letonia,Víctor Kalnberz, tenía algo menos de 30 años.  Era una ingeniera con talento y futuro, hija única y una mujer bastante guapa. 
Operación o suicidio
Fragmento de una carta de Inna a Víctor Kalnberz: "... desde mi más tierna infancia sabía muy dentro de mí que era un chico. Desarrollaba aficiones y aspiraciones puramente masculinas que poco a poco me fueron separando de la gente, me privaron de la posibilidad de tener amigos, familia... Con 12 años sentí por primera vez el amor, pero hacia una mujer. Este sentimiento me hizo ver por primera vez con claridad el poco futuro que tenía mi situación. (...) No tengo ni puedo tener esperanza alguna de que nadie me libere de la obligación de ir siempre disfrazado, de llevar una ropa que me da asco, de ocultarme incluso en el círculo familiar más cercano. Ahora tengo 30 años (...) e incluso si por algún milagro consiguiera obligarme a mí mismo a sentir atracción por los hombres, me resultaría completamente imposible comenzar a rehacer mi vida a los 40 años, aprender las costumbres y tareas de una mujer de las que no tengo más que una lejana noción. Si me veo obligado a hacer esas cosas, es mejor colgarme..."
"En ese momento mi programa de ayuda a los hombres que habían perdido la potencia sexual como resultado de una lesión, adquiría cada vez más fama. En principio las operaciones de este tipo no eran ninguna novedad", dice el médico.
La dama que se presentó había intentado suicidarse tres veces, una de ellas por un amor inconfesable a una mujer.
Sin embargo pasó mucho tiempo antes de que consiguiera llegar a la mesa de operaciones. "Me compadecí de Inna, pero la decisión sobre su destino no dependía solo de mí. Se convocó un consejo médico con la participación de un endocrino, un sexólogo, un ginecólogo y un psiquiatra. Todos llegamos a la conclusión de que los métodos conservadores no ayudarían en este caso. La última palabra la tenía el ministro de salud de la República Socialista Soviética de Letonia. Accedió pero no firmó ningún tipo de papel", recuerda el cirujano.
Mientras se llegaba a un acuerdo Kalnberz intentaba recabar información sobre operaciones parecidas en otros países. Resulta  que tan solo se habían realizado cuatro. La última había sido en Checoslovaquia. Pero desde el punto de vista médico ninguna de ellas se había terminado. Los pacientes habían quedado como hombres y mujeres.
El médico dice que tenía miedo de hacer la operación porque tenía que cambiar lo que había hecho la naturaleza.
Pasaron dos años hasta que se consiguió la aprobación. El 17 de septiembre de 1970 Inna pasó por primera vez por la mesa de operaciones. La conversión en un hombre se produjo en varias etapas. Hoy en día la microcirugía permite hacer la operación de una vez. Según el especialista era muy complicado mantener el experimento en secreto.
El nuevo hombre quería recalcar su apariencia masculina, diferenciarse con un comportamiento masculino, gracias a un tratamiento hormonal su voz se hizo más ronca. "Iba en pantalones, solía pasar por las cocheras, se hizo amigo de los conductores del hospital. Le gustaba soltar tacos, fumar y beber con otros hombres", recuerda el doctor.
Este hombre trabajó el resto de su vida como ingeniero, se casó dos veces. Las cicatrices de la operación las explicaba diciendo que había tenido un accidente.
El doctor pasó por la inspección de diferentes comisiones, lo que podía haber influido de forma negativa sobre su carrera y su vida, pero tan solo recibió una amonestación grave. Lo sucedido fue silenciado durante 20 años. Víctor trabajó hasta los 80 años. Las llamadas operaciones íntimas no eran más que una parte de su actividad.
Participó en la recuperación de la salud de los astronautas, alargó la pierna de un paciente 60 centímetros. Pero en todas las enciclopedias después de sus títulos y condecoraciones se recuerda sin falta esa primera y única operación.
El cirujano está convencido de que actualmente el cambio de sexo se toma demasiado a la ligera. "Esta situación me asusta, la falta de límites, de control, cuando una persona nada más sentir una atracción hacia alguien de su mismo sexo se va corriendo al cirujano. Y estos por dinero están dispuestos a ello. Pero hay gente que sin esta operación no puede vivir. Me refiero, por ejemplo, a los transexuales. En mi carrera realicé cinco operaciones de este tipo. Y estoy convencido de que para esta gente era una necesidad vital", concluye el especialista. 
Artículo publicado originalmente en ruso en Moskovski Komsomólets.