Las expediciones organizadas por los antillanos
contra potencias coloniales o tiranos establecidos después de la independencia,
son una constante en la historia del Caribe.
El asunto ha sido estudiado de forma aislada. En
ocasiones, destacando el esfuerzo y el sacrificio de los expedicionarios otras
veces reduciendo el asunto a un período bélico en cualquiera de nuestras islas.
Pero raramente se le ve en su conjunto. Muchos menos se analizan como el resultado
de un esfuerzo y una voluntad colectiva de imponerse a circunstancias adversas.
Las Antillas conforman un universo abierto al
mundo. Al estudiar la historia de estas islas me parece que estoy ante una
gigantesca ensenada donde todo llega y recala en sus orillas.
Los hijos de esta gran ensenada parecen no tener
anclas en su imaginación. Son gente cosmopolita ya que sus orígenes están en
cualquier parte de este mundo. Quizás esto justifica que no tengan límites a la
hora de organizar sus empresas bélicas contra tiranos y potencias coloniales
que los han subyugado.
Se pueden encontrar en Nueva York, Lima, Londres o
París en solicitud de un espacio para organizar sus empresas subversivas ya
sean navales o aéreas.
Un ejemplo de estos casos son las expediciones
organizadas por los cubanos. En la primera Guerra de Independencia (1868-1878)
se organizaron 58 expediciones de las cuales unas fracasaron y otras lograron
juntarse con los insurrectos. (Gálvez Aguilera, Milagros. Las expediciones
navales en la guerra delos diez años 1868-1878. La Habana, Ediciones Verde
Olivo, 2000, p.62)
En la Guerra de 1879 a 1880 se organizan dos
expediciones que lograron desembarcar. (Francisco Pérez Guzmán y Rodolfo Sarraciono. La Guerra ChiquitaUna experiencia necesaria. La Habana, Editorial Letras Cubanas,
1982,pp. 260, 267 y 268.9)
En la
contienda de 1895 a 1898 se evidenció un salto sorprende por la gran cantidad
de embarcaciones que llegaron a la tierra del mambí. Desembarcan 48
expediciones con 2,146 hombres, 26,951 fusiles y carabinas, 14, 096,750
proyectiles y 14 cañones con 18,829 proyectiles, además de la gran cantidad de
otros medios necesarios para un ejército en campaña. (César García
del Pino. Expediciones de la Guerra de Independencia
1895-1898. La Habana, Editorial de Ciencias Sociales, Cuadro
estadístico de las expediciones desembarcadas durante la Guerra de Independencia.)
En las tres
guerras se organizaron pequeños alijos que desde islas cercanas fueron
conducidos en botes y goletas a la mayor de las Antillas Las más de las veces,
estas expediciones fueron organizadas y sufragadas por los sufridos vecinos de
estas islas en complots. Internacionales en los que fue necesario comprar o
alquilar barcos o aviones, reclutar tripulaciones, trazar rutas que burlaran la
vigilancia de las flotas de los dueños del Caribe. Las mismas, representaron
inversiones cuantiosas para los recursos limitados de estos revolucionaros e
independentistas.
Pero menos conocida es la solidaridad de las
repúblicas recién creadas en estas islas para apoyar los movimientos
revolucionarios de otros antillanos: Haití apoyó en más de una ocasión al
Libertador Simón Bolívar; a antiesclavistas e independentistas dominicanos, a
restauradores y luchadores contra los intentos de Buenaventura Báez de anexar
la República Dominicana a los Estados Unidos; y a los independentistas cubanos.
Los dominicanos ayudaron a los cubanos en varias
rebeliones antiesclavistas de inicios del siglo XIX y a los independentistas en
sus dos grandes guerras por su libertad contra España: la de los Diez Años, de
1868-1878 y la de 1895- 1898. Cuba ayudó a dominicanos y haitianos en sus
luchas contra tiranos e interventores extranjeros. Los puertorriqueños
aportaran no pocos hombres que integraran o apoyaron estas expediciones o movimientos
sediciosos. Incluso hay una solidaridad olvidada de jamaiquinos y bahameses a
los independentistas cubanos.
El papel de la mayor de las Antillas en el área se
ha sobredimensionado a partir de 1959. Es difícil encontrar en la historia de
la segunda mitad del siglo XX, un país del Tercer Mundo, con límites
geográficos y demográficos tan reducidos, que haya tenido un impacto
internacional de las dimensiones e importancia como Cuba. Si me atengo tan solo
al papel militar, estaré ante una larga historia. Los cubanos han combatido, en
ocasiones conformando grupos reducidos de guerrilleros y en otros casos
formando un verdadero ejército. Así ocurrió en: Nicaragua; República
Dominicana; Argelia; República del Congo; Zaire; Guinea Bissau; Vietnam;
Angola; Mozambique; Siria; Granada; Bolivia; Venezuela; Argentina y Etiopía.
Además, han apoyado ampliamente tanto material como espiritualmente a
movimientos revolucionarios en diversos países del mundo. Los cubanos también
han ofrecido su solidaridad a Estados revolucionarios o de esta tendencia que
se estaban o están enrumbando hacia la izquierda en África, América Latina y
Asia.
Sobre la acción internacionalista de los cubanos
existen los más diversos análisis según el criterio de cada analista de ese
hecho histórico. Pero la construcción de esa especie de imperio de la utopía
comenzó antes del triunfo de la revolución dirigida por el Movimiento
Revolucionario 26 de Julio.
“No compre gasolina con sangre”
En los últimos años de la década de los 50, en la
cuenca del Caribe, ocurrieron importantes acontecimientos que influyeron en la
historia de la República Dominicana. Uno de ellos fue la caída de la dictadura
de Marcos Pérez Jiménez en Venezuela, quien había establecido en la patria de
Bolívar una sangrienta dictadura que fue derrocada por un amplio movimiento
democrático en enero de 1958. Muchos dominicanos exiliados acudieron a la
hermana tierra venezolana donde encontraron el apoyo de su pueblo y gobierno.
El otro hecho que influyó decisivamente en el
exilio dominicano fue la lucha armada del pueblo cubano contra la dictadura
batistiana. Lo ocurrido en Cuba representaba la materialización de las
aspiraciones de los revolucionarios del
hermano país. Fidel Castro, luego de realizar el desembarco
expedicionario del yate Granma, el 2 de diciembre de 1956, al frente de
un pequeño grupo de sobrevivientes de la sorpresa de Alegría de Pío, formó la
simiente de lo que más tarde sería el Ejército Rebelde. Hueste guerrillera que
comenzó a propinar las primeras derrotas al ejército de Batista en Llanos del
Infierno,
La Plata, Uvero y otras, en la parte sudoriental
del país.
En cierta forma, la guerrilla fidelista había
llevado a la práctica las aspiraciones de los exiliados dominicanos que tomaron
parte en las fracasadas expediciones de Cayo Confites en 1947, la del
hidroavión en Luperón de 1949 y la comandada por Manuel Batista Clisante, cuyos
integrantes fueron apresados por las autoridades norteamericanas a finales de
julio de 1958 en el aeropuerto internacional de Miami al momento de despegar
hacia Constanza.
Para entender el papel que tuvo la Revolución
Cubana en República Dominicana es necesario analizar el espíritu colectivo que
llegó a prevalecer en Cuba en 1959. La rebelión armada contra el dictador
Batista puso en evidencia que los revolucionarios cubanos se creían
predestinados para desempeñar un papel internacional de relieve en
Latinoamérica.
Algunas de sus acciones así lo demuestran. Veamos
algunos ejemplos.
A mediados de 1958 las fuerzas armadas de los
Estados Unidos comenzaron a abastecer directamente a los bombarderos
batistianos en la Base Naval estadounidense de Guantánamo, situada en
territorio cubano. Los bombarderos volaban directamente de la referida base a
las cercanas montañas donde actuaban las guerrillas. De esa forma el
hostigamiento era constante. La población civil resultó la principal víctima.
Las guerrillas que actuaban allí eran del Segundo Frente Frank País, bajo las
órdenes directas de Raúl Castro. Este jefe guerrillero decidió llevar a cabo la
“Operación Antiaérea.”
Esta operación consistió en la captura y retención
de 50 estadounidenses y dos canadienses residentes en la zona donde actuaban
los guerrilleros. De ellos, 29 eran marines de la Base Naval de Guantánamo,
los demás eran funcionarios de empresas estadounidenses establecidas en la
región.
Fueron trasladados a los campamentos guerrilleros
donde se les mantuvo retenido. De esta forma se pretendió evitar la
continuación de los bombardeos. La operación se llevó a cabo y, en esencia,
cumplió sus objetivos. Mientras los retenidos permanecieron en territorio
rebelde se suspendieron los sanguinarios ataque aéreos.6 (Efigenio Ameijeiras Delgado. Más Allá de Nosotros. Columna 6,
Juan Manuel Ameijeiras, Segundo Frente Oriental Frank País. Santiago
de Cuba, Editorial Oriente, 1984, p. 88.
Los revolucionarios realizaron otras acciones que
afectaron intereses de los Estados Unidos. Una fuerza rebelde le interrumpió el
suministro de agua al Central Preston, propiedad del poderoso consorcio
estadounidense United Fruit Company. Allí residía un grupo importante de
técnicos de ese país y sus familias. Un barco de esa compañía sacó por los
muelles del central a 40 estadounidenses.7 (El
Segundo Frente”. Periódico Revolución, Año 2, Nº 35. La Habana, 15 de
enero 1959.)
Los guerrilleros del Segundo Frente ocuparon a
Nícaro, en octubre de 1958. Esta era una importante planta productora de
níquel, de propiedad estadounidense. Tenía un carácter estratégico en la
industria militar de ese país. Allí residía en aquellos momentos un grupo de
altos empleados y técnicos estadounidenses. Los revolucionarios se mantuvieron
en Nícaro entre el 20 y el 24 de octubre de 1958. Cuando se vieron obligados a retirarse por la acción del
enemigo. (Comisión de Historia de la
Columna 19 José Tey. Columna 19 José Tey, Segundo Frente Oriental Frank País,
La Habana, Editorial de Ciencias Sociales, 1982, p. 273.)
Al vender el Gobierno
Británico armas a la dictadura de Batista, se declaró un boicot a los productos
de ese país. “No compre gasolina con sangre” se afirmaba en un eslogan de los revolucionarios
que pronto se extendió por toda la isla sobre ese precioso líquido de la
compañía inglesa Shell.
Se trató a estas
gigantescas compañías estadounidenses e inglesas como si fueran simples vecinos
de una zona en operaciones. Incluso los mitológicos marines yanquis fueron capturados
en una carretera cualquiera y conducidos hasta los campamentos rebeldes.
Todavía asustan las decisiones de estos liliputienses contra Gulliver si se
piensa en el poder desmedido de los Estados Unidos y Gran Bretaña.
En los últimos días de
la guerra los guerrilleros cubanos aceptaron el compromiso de ayudar a los
revolucionarios dominicanos en su lucha contra el tirano Trujillo, asunto al que
me referiré posteriormente. No fueron los fidelistas un grupo aislado de
guerrilleros que, desde intrincadas selvas y montañas, combatían una dictadura
con límites nacionales muy precisos. Fueron gente que se sentían con pleno
derecho a tener un espacio internacional y que se le respetara. No dudaron en
exigir a las grandes potencias la suspensión del apoyo a la dictadura. Al no
obtener respuesta pasaron a la acción. Secuestraron y boicotearon a quienes no
los tuvieron en cuenta. Lo más sorprendente es que sin tener las posibilidades
ni el poder real en la isla se brindaron a ayudar a los dominicanos.
Al mismo tiempo, los
exilados cubanos organizaron expediciones en: Estados Unidos, México, Costa
Rica y Venezuela. En la lejana Argentina un grupo de revolucionarios cubanos
exilados instalaron en la finca Portela, perteneciente a la familia del Che
Guevara, una planta de radio desde donde trasmitían mensajes y consignas de
apoyo a la revolución. (Orlando Borrego. Ché, recuerdos en ráfaga.
La Habana, Editorial de Ciencias Sociales, 2004, p. 209)
Incluso llegaron a crear
en el territorio de la isla una Fuerza Aérea Rebelde (Comisión de Historia de las Fuerzas Aéreas del Segundo Frente. La
Fuerza Aérea Rebelde. La Habana, Editorial de Ciencias Sociales, 1988, pp.
174-176.)
No solo actuaron en territorio cubano sino que
realizaron vuelos a otros países en busca de armamentos, pertrechos bélicos y
vituallas.
La imaginación febril de estos antillanos les hizo
hacer complejas operaciones que se asemejan a exquisitas jugadas de ajedrez.
Para trasladar un alijo de armas de Costa Rica, secuestran en abril de 1958 un
avión civil cubano. Según el plan de los insurrectos este debía de arribar a un
aeropuerto en México. Abastecido con el apoyo de mexicanos complotados debía de
llegar hasta un aeropuerto costarricense y de allí a Cuba. Aunque secuestraron
la aeronave y la condujeron a México, el plan fracasó por falta de coordinación
con la parte mexicana (Entrevista a
Wilfredo Martínez Bourzac por José Abreu Cardet en Holguín, Cuba, el 2 y 3 de
abril de 2004)
El mismo concepto de crear una fuerza aérea rebelde
con todas las implicaciones nacionales e internacionales que pudiera tener tal
asunto, nos coloca ante gente que miraba mucho más allá de los senderos
solitarios propicios para las emboscadas o los ataques a cuarteles reducidos.
Hombres y barcos: La ilusión por la libertad
El primero de enero de 1959 aconteció lo nunca
imaginado.
Un grupo de jóvenes soñadores habían derrocado a un
tirano sangriento e implacable. El idealismo se imponía a la grosera realidad de la represión. El escritor Alejo
Carpentier reflejaría su impresión en una de sus novelas:
“Miro y vuelvo a mirar a estos hombres de la
Sierra y me parecen como gente de otra raza (…). Acaso una raza nueva capaz de
hacer algo nuevo”. (Alejo
Carpentier. La consagración de la primavera. La Habana, Editorial Letras
Cubana, 2001, p. 417.)
Desde aquellos primeros momentos República
Dominicana tendría un papel en extremo importante en la solidaridad cubana. El
asunto no era nuevo.
El pueblo cubano, desde Máximo Gómez y los
dominicanos que lo ayudaron en sus luchas independentistas, desarrollaron y mantienen
todavía una especie de “complejo de agradecimiento” hacia Santo Domingo.
El general Calixto García, una de las figuras más relevantes de las guerras por
la independencia, hacia una reflexión sobre los dominicanos que tomaron parte en
la contienda de 1868: “(…) Todos los jefes venidos del extranjero hayan
carecido de aptitud para nuestra clase especial de guerra y esto ha hecho
que en el país gocen de poca simpatía.( La mayoría de los militares extranjeros que tomaron parte en la guerra
de Cuba en el campo revolucionario provenía de ejércitos regulares por lo que
su formación chocaba con el estilo guerrillero de esta contienda. Aunque esto
no desdice de su generosidad.)
Debo empero exceptuar algunos, entre ellos a los
dominicanos, que han sido verdaderamente nuestros maestros y que han hecho la
guerra en Cuba con cuántos recursos le ha sugerido su inteligencia”. (Calixto García Íñiguez. Diario
Personal (1874). Archivo personal de Juan Andrés Cue Bada, Santiago de Cuba.)
Estas palabras escritas en su Diario Personal,
que no tenían como objetivo halagar ni enaltecer públicamente a estos extranjeros
y salidas de la pluma de uno de los militares más destacados de las Guerras de
Independencia, nos dan una idea del papel de los dominicanos en la historia de
la guerra contra
España. Ese agradecimiento y sentido de que
aquellos rudos y valientes militares habían sido para los cubanos “nuestros
maestros” se reflejó en una solidaridad constante con la vecina nación.
Las ayudas internacionalistas de los cubanos comenzaron bien temprano. Veamos:
1. El apoyo a los nacionalistas que luchaban por
vías pacíficas contra el invasor y ocupante militar yanqui de 1916 a 1924;
2. La ayuda a la llamada y frustrada Expedición del
Mariel organizada por Rafael Estrella Ureña contra la naciente tiranía trujillista,
en los primeros años de la década de 1930, que intentó salir de ese puerto
habanero en la iban a participar decenas de cubanos;
3. La acogida brindada a los exiliados anti
trujillistas por casi todos los gobiernos cubanos, salvo los de Gerardo Machado
y Fulgencio Batista en cierto momento;
4. El sustancial y decisivo apoyo a los
expedicionarios de Cayo Confites, en 1947 que, en su gran mayoría, eran
cubanos, incluso un alto funcionario del gobierno, como es el caso del Dr.
Eufemio Fernández, jefe de la Policía Secreta en el gobierno de Carlos Prío
Socrarrás;
5. El apoyo ofrecido a los expedicionarios de
Luperón que salieron de Guatemala en 1949. En Cozumel y Mérida, México fueron
detenidos 2 aviones en los que venían expedicionarios dominicanos,
nicaragüenses, costarricenses, hondureños y varios cubanos, además de que los
pilotos mexicanos de otros dos aviones desertaron y dejaron a los hombres que
debían
Transportar en tierra, entre los que había varios
cubanos;
6. La más importante por los efectos que produjo en
la sociedad dominicana que provocó la crisis final de la tiranía que culminó
con el ajusticiamiento de Trujillo el 30 de mayo de 1961, las Expediciones de
Junio de 1959 en la que participaron 24 cubanos;
7. El apoyo que brindó a la Agrupación Política 14
de Junio y a su dirigente Manolo Tavárez Justo, cuando en defensa de la
constitucionalidad vulnerada por el Golpe de Estado del 24 de septiembre contra
el Gobierno de Juan Bosch recurrió a la insurrección armada en noviembre de
1963;
8. La ayuda militar y logística que ofreció a un
pequeño grupo de militantes del Movimiento Popular Dominicano a finales de
1963, que desembarcaron por Monte Cristi con el objetivo de incorporarse a las
guerrillas por Manolo Tavárez Justo;
9. La defensa de la soberanía nacional que asumió
en la Organización de las Naciones Unidas (ONU) ante la brutal invasión militar
yanqui en 1965; y
10. La ayuda que brindó al coronel y héroe de la
Guerra Patria de 1963, Francisco Alberto Caamaño Deñó en su frustrada
Expedición de Playa Caracoles en 1973. Merecen mención especial las
Expediciones de Junio de
1959, tema de este Congreso Dominicano de Historia.
Después del triunfo del Ejército Rebelde al derrotar las fuerzas militares de
la dictadura de Fulgencio Batista y la Revolución Cubana tomar el poder
político el 1º de enero de 1959, en el país se comenzó a escribir otra historia
de las relaciones entre ambos países.
El año 1959 se le recuerda en la historia cubana
por muchos asuntos pero raramente por las acciones internacionalistas que se
desarrollaron en aquellos 12 meses. Muy pronto comenzaron a llegar a La Habana
revolucionarios de los más diversos confines de América. Todos los que sufrían
de falta de democracia y la opresión de una dictadura, encontraron espacio en
la emoción y la sensibilidad de los cubanos. Incluso hombres y mujeres de
territorios lejanos, de otras culturas y continentes, ponían las esperanzas en
la Revolución Cubana.
La prensa oficial del recién instalado Gobierno
Revolucionario inició una campaña contra los tiranos latinoamericanos.
Abundan los artículos en los que se denuncia la
situación que sufría el pueblo dominicano. Incluso, en uno de ellos, se llegó a
culpar al Gobierno de los Estados Unidos por el apoyo que le brindaba a la
dictadura trujillista y se manifestaban simpatías hacia los independentistas
puertorriqueños. Tres jóvenes de esa isla que se encontraban en Cuba en los
momentos del triunfo revolucionario declararon al periódico Revolución: “Cuba va a repercutir en la liberación de las
Antillas incluyendo a nuestra islita querida”. (Periódico Revolución, Año 2, Nº 33, p. 9. La Habana, 13
de enero de 1959.)
Afirmaron que el gobernador de Puerto Rico, Luis
Muñoz Marín, era un títere de los Estados Unidos y que en su propaganda para
evitar el surgimiento de un movimiento de liberación en la isla, afirmaba que
la independencia traería el caos y la anarquía. Los jóvenes pusieron el ejemplo
de Cuba que demostró lo contrario. Lo interesante no es la declaración de estos
muchachos sino que fuera publicado en el periódico Revolución, órgano
oficial del Gobierno Revolucionario Cubano a los 13 días del triunfo.
Muy pronto apareció otra información sobre Pedro
Albizu Campos, nacionalista puertorriqueño que guardaba prisión en Estados
Unidos condenado por participar en un alzamiento armado por la independencia de su país. Se
informaba de su deplorable situación que, según su esposa, se encontraba enfermo
y sin atención médica.
En la noticia se afirmó que estaba detenido: “Como
parte de la agresión desatada en 1950 contra el Movimiento de Liberación
de Puerto Rico”. (Periódico Revolución,
Año 2, Nº 80, p. 3. La Habana, 10 de marzo de 1959. Habana Hilton: símbolo del
derroche de lujo de La Habana.
Se definió que el objetivo de éste era: “(…)
para respaldar cívica y económicamente las actividades encaminadas a
derrocar el régimen de los
Somoza”. (Periódico Revolución, Año 2, Nº
64. La Habana, 18 de febrero de 1959.
En la mañana del 2 de marzo de 1959, en el Edificio
Bacardí, en la capital cubana se ofreció una conferencia de prensa por
representantes de la Unión Revolucionaria Nicaragüense y el Comité Cívico
Cubano en pro de la liberación de Nicaragua.
(Periódico Revolución, Año 2, Nº 74. La Habana, 3 de marzo de 1959)
Un viaje sin despedida ni retorno
En estos primeros meses de explosión de una
solidaridad espontánea, también se daba una delicada situación. Algunos vecinos
de la isla se vieron tentados por el aventurerismo y la irresponsabilidad. Hubo
ejemplos lamentables. Desde Batabanó, en la costa sur de la provincia de La
Habana salieron en el yate Mayarí 85 hombres y dos mujeres, el 21 de
abril de 1959. Desembarcaron días después en un aislado poblado panameño de la
costa Atlántica. (Clara Nieto. Los amos de la guerra y las
guerras de los amos. Cuba, Estados Unidos y América Latina. Bogotá,
Ediciones Uniandes, 1999,
p. 43. ). El
objetivo era tratar de derrocar al gobierno local. El gobierno cubano actuó
enérgicamente. Fidel, que en esos momentos se encontraba de visita en los
Estados Unidos, lo calificó como una: “(...) acción de aventureros (...)”
(Ídem). No solo desautorizaron
la expedición sino que enviaron a dos altos oficiales del Ejército Rebelde para
que gestionaran la rendición de los expedicionarios. Esta se produjo el 1º de
mayo de 1959 en el poblado Nombre de Dios en la costa Atlántica panameña.
Hasta el gobierno
panameño no tardó en comprender que la revolución nada tenía que ver con esa
aventura. No acusó a las autoridades cubanas de participación en el
acontecimiento.
La Organización de
Estados Americanos (OEA) tomó igual partido. El 24 junio
de 1959 los frustrados expedicionarios fueron puestos en libertad por un tribunal
panameño y rápidamente los repatriaron a Cuba.
Se produjeron otras
acciones o intentos de ese tipo. En Manzanillo, un puerto del Oriente de Cuba,
detuvieron a 25 jóvenes que trataban de apoderarse de armas y un yate para ir a
pelear a República Dominicana contra Trujillo. En Puerto Padre, situado en
la costa norte del oriente de la isla, se dio un acontecimiento trágico. En
medio de este fervor, un grupo organizó una expedición para luchar contra el
tirano Trujillo. Eran unos 28 hombres bajo el mando de un oficial guerrillero,
llamado Henry Fuerte, y un estadounidense de origen mexicano, Rangel Guerrero,
también oficial guerrillero.
Éstos, en agosto de
1959, secuestraron un barco llamado La Rubia y se dirigieron hacia República
Dominicana. La embarcación siguió una ruta similar a la de Cristóbal Colón
Tres fragatas cubanas
República Dominicana, muy cercana en la geografía y
el espíritu a los cubanos, siempre ha tenido un espacio muy amplio en la
solidaridad y la generosidad cubana. Trujillo fue el primero que comprendió
esta realidad. Vio en Fidel y su triunfante Revolución Cubana una amenaza para
su tiranía, y comenzó a armarse hasta los dientes y a contratar mercenarios
(cubanos batistianos, españoles, franceses, polacos, húngaros, checoeslovacos,
portugueses y yanquis integrados en la llamada “Legión Anticomunista
Extranjera”).
En junio de 1959, con apoyo cubano, llegaron a
tierra dominicana tres expediciones para luchar contra el tirano Trujillo. Una
de ellas fue trasladada en un avión que aterrizó en Constanza el 14 de junio.
Otra llegó en una embarcación por Estero Hondo y la última por Maimón. Ambas
expediciones marítimas llegaron el 20 de junio. Las fuerzas de la dictadura abortaron
el intento. De los 198 expedicionarios tan solo seis lograron sobrevivir.
El asunto parece en apariencia tema menor si
tenemos en cuenta las acciones de Cuba en Angola donde entre finales de 1975 y
los primeros meses de 1976 fueron trasladados a ese lejano escenario bélico más
de 35,000 militares cubanos.
Sin embargo, en los primeros seis meses de 1959 los
cubanos no contaban con experiencia en las relaciones internacionales ni con el
apoyo de una gran potencia. Aunque estaba la ayuda del gobierno de Rómulo
Betancourt, en esencia las expediciones se organizaron en territorio cubano.
Durante el desarrollo de éstas quedó en evidencia que asuntos circunstanciales
podían provocar un enfrentamiento con las Fuerzas Armadas de Trujillo. Esto
ocurrió cuando uno de los yates que conducía la expedición, el Carmen Elsa quedó
al pairo por varios días.
Tres fragatas cubanas acudieron en ayuda de los
desdichados. En pleno mar, no muy lejos de la vista de los pilotos dominicanos
que realizaban constante vuelos de vigilancia, se dedicaron a reparar la
embarcación. Luego las tres naves cubanas en zafarrancho de combate acompañaron
a los dos yates hasta muy cerca de las costas dominicanas.
En el caso de
lograr sobrevivir el núcleo guerrillero, aviones cubanos los abastecerían
dejando caer sobre un punto previamente acordado armas, parque, medicinas,
alimentos y otros medios.
En Cuba se entrenaba un segundo grupo de
combatientes que debía ser enviado a la vecina nación. Era un riesgo calculado,
pues las fuerzas cubanas de Oriente fueron puestas en estado de alerta
esperando una agresión trujillista. Todos esos planes se detuvieron cuando los
expedicionarios fueron exterminados.
Una vez liquidada la expedición el Gobierno
Dominicano contó con suficientes elementos y pruebas para acusar a sus vecinos,
lo que no dudaron en hacer. Por otro lado, no se puede ver el asunto tan solo
desde la perspectiva cubana.
Las Expediciones de Junio de 1959 fueron una
iniciativa de los revolucionarios dominicanos. Habían llegado al extremo de proponerle
a Fidel Castro, cuando estaba combatiendo a Batista en la Sierra Maestra, que
le enviarían combatientes para que se entrenaran en las guerrillas cubanas para
luego aplicar esa experiencia en su país. Si bien la Revolución Cubana fue un catalizador
y unió a los anti trujillista, esa actitud estaba latente.
Existía un exilio tenaz y combativo que en 1958
había sido capaz de organizar una expedición que fracasó en el aeropuerto de Miami sin otro apoyo que sus propios
recursos. Eran jóvenes anti trujillistas capaces de movilizar algo más que el
entusiasmo.
Las Expediciones de Junio de 1959 fueron producto
de la capacidad de resistencia y combativa de los revolucionarios dominicanos y
de la solidaridad cubana.
Una página que no era nueva en el Caribe y que
había tenido un lejano inicio cuando en octubre de 1868 un desconocido dominicano,
veterano de las campañas dominico-haitianas y de Guerra de la Restauración en
la que combatió del lado español, trató de convencer a un líder insurrecto
cubano que le permitiera ayudarlo a organizar la tropa que había acabado de
formar.
El cubano inexperto en asuntos militares aceptó que
aquel pobre campesino y leñador lo ayudara. El desconocido se presentó con un
nombre corto y cortante como el filo del machete: Máximo Gómez.
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de nosotros. Columna 6, Juan Manuel Ameijeiras, Segundo Frente Oriental Frank
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Zimmermann, Matilde y Fonseca Amador, Carlos. Bajo
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Ciencias Sociales, 2004.
.FUENTE: Ponencia para ser presentada en el XII Congreso Dominicano de Historia,
conmemorativo del 50º aniversario de las Expediciones de Junio de 1959, que
celebrará la Academia Dominicana de la Historia durante el mes de octubre de
2009.
José Abreu
Cardet
Profesor e investigador cubano de Holguín, autor de
varias obras
Históricas y Miembro Correspondiente Extranjero de
la Academia
Dominicana de la Historia.
Fuente: Revista CLIO. Órgano de la
Academia Dominicana de la Historia. Año 2009. Núm. 117-03
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