La ciudad de
Santo Domingo en 1542 estaba totalmente abierta, desprotegida por completo en sus cuatro puntos cardinales. En ese momento el
núcleo citadino llegaba, con algunas
construcciones de piedra por el oeste, hasta hoy la calle José Reyes en donde se desarrollaba,
en la esquina con la actual Mercedes, una
iglesia muy principal de una volumetría considerable y en el imafronte
se veía levantándose dos torres, las más
altas de una construcción religiosa desde
el período colonial hasta hoy
(exceptuándose la Basílica de Nuestra Señora de la Altagracia) a ambos lados de
su puerta mayor.
En su
presbiterio oficiaría celebraciones religiosas y por otra parte dejaría para las representaciones
teatrales obras de indiscutible valor,
de caracteres originales como “Don Juan”, el Reverendo Fray Gabriel
Téllez, conocido en las letras castellanas como Tirso de Molina, quien proyectó
desde aquí hacia todo el orbe sus luces dramáticas entre 1616 a 1618,
dejando plasmada en su “Historia de la Merced”, todo lo sucedido en su
venerable orden en este Nuevo Mundo.
Después de
1555 esta construcción se consagra a la Madre de Cristo bajo su advocación de Nuestra Señora de las
Mercedes y que un inspirado y connotado
historiador, literato, poeta, ensayista y político la llamara “Cuna de la
Patria”.
Estos han sido
puntos extremos hacia el oeste y más al centro de la ciudad que
ya tenía Iglesia Catedral, con bóveda
góticas y cerrado su imafronte hacía dos años, hacia
un hospital de noble construcción, San Nicolás, también Palacios, plazas, atarazanas,
una torre elevada en Homenaje al Rey,
una universidad desde hacía cuatro años,
la primera en estas nuevas tierras, consagrada al Angélico Santo Tomás de
Aquino y casas de familia en piedra de sillería adornadas con escudos de
armas, ambas calles empedradas extendías a escuadra y a cordel, resultando un damero inconfundible, ejemplo para otras urbes que se irían fundando en islas y tierra firme.
Pero era una
ciudad abierta, sin protección, los piratas, bandidos del mar, ya infectaban las azules y cálidas aguas de estas latitudes.
Era
necesario protegerla. Así el 5 de agosto
de 1543 Don Alonso de Fuenmayor, primer Arzobispo de Santo Domingo, que para
ese entonces también era presidente de
la Real Audiencia, inicia la defensa citadina, sobre planos del maestro mayor Rodrigo de Liendo,
que vino para construir el templo de
Nuestra Señora de la Merced; se comienza a la parte oeste, que da a la tierra a
una distancia de más o menos un kilometro en línea recta una distancia de
más o menos un kilometro en línea recta
de su parte opuesta, en el este, que da
al río Ozama, en donde ya se levanta la Torre del Rey, que es la
instalación castrense más antigua y
en pie, en perfecto estado, de todo
el continente.
Va resultando
una muralla de cinco pies y ocho pulgadas de ancho, por quince pies, en promedio, de altura. Arranca sobre
los arrecifes en donde se proyecta un fuerte que formaría la esquina sur-oeste
de la muralla y de la ciudad y que
bautizarían “ Fuerte San Gil”, a unos
cuatros metros se deja un hueco en el parapeto para una puerta, se le
llamaría “ Puerta Grande” o Puerto de la Sabana” ( a toda extensión de terrero extra muro hacia el
oeste se le denominó Sabana del Rey o Sabana del
Estado.
Precisamente
en las inmediaciones de la Puerta fue donde
se dio el primer picazo, era una
puerta militar, parte de la cortina de defensa, también se le llamó
Terreón de la Sabana, estaba edificada para 1568, y es después de 1842 cuando
se le va designando Puerta de la Misericordia, así se le conoce hoy.
Está formada
por un vano que se enmarcada en la parte exterior por jambas d piedra, sobre ellas se apoya un arco escarzano; los muros laterales se extienden hacia el
este en esviaje sosteniendo una cubierta de piedra a manera de un amplio
arco rebajado.
En el lado oeste, en donde a finales
del siglo pasado comenzó a crecer el sector llamado Ciudad Nueva, remata la recia volumetría militar una garita circular con tres aspilleras para que el centinela pudiera
controlar, desde todos los ángulos, el
vasto terreno bajo su vigilancia, estás coronda por una cúpula sobria, que
arranca de un saliente simple de la edificación
a manera de anillo.
A fines de
abril de 1655 el Loor Protector de Inglaterra Oliverio Cromwell envía una
expedición compuesta por una treintena de barcos bajo el mando del
Almirante William Penn y diez mil infantes de marina comandados por el General
Roberto Venables con órdenes de invadir y conquistar la ciudad de Santo
Domingo. Fueron vencidos al
desembarcar y obligados a huir.
Considerando
este hecho don Bernardino Bracamonte y
Zapata, Conde de Peñalba, recomienda a
la corona mejorar las defesas militares, entonces se le agregan a la puerta dos fortines, uno a cada lado del
vano, con aspillera para un solo cañón y
que sirvieran para repeler
ataques frontales y de fuego cruzado en
el conducto vial hacia el vano.
En
1808, después de la Batalla de Palo Hincado, en
que las fuerzas de Napoleón Bonaparte, bajo el mando del General Luis
Ferrand son vencidas por las fuerzas colegiadas
de agricultores, en su mayoría, dirigida por el hacendado Brigadier don
Juan Sánchez Ramírez, al cual se le conoció desde entonces como el Caudillo de
la Reconquista, la Puerta fue tapiada con piedra a cal y canto para resistir
mejor el cerco militar que se le puso a la ciudad durante varios meses.
Así
permaneció clausurada la Puerta por 81 años. El 29 de agosto de 1816, el Capitán Primero del Real Cuerpo de
Ingeniero, Comando de la Isla de Santo Domingo, Don Luis Muñoz, eleva un informe al Excelentísimo
Señor Capitán General, Gobernador e Intendente de la Plaza de Santo Domingo,
en el cual menciona uno solo de los fortines,
se presume que los mismos fueron
alterados o suprimido uno.
Para
el 7 de mayo de 1842 había, desde hacia
tiempo, localizada en sus inmediaciones una picota, horca o patíbulo para
ejecutar los condenados a muerte, no
había sido usada; ese día hubo un terremoto que daño muchas
edificaciones, incluyendo iglesia, por
lo cual el Administrador Apostólico, sacerdote monseñor Don Tomás de
Porte e Infante levanto un capillita
bajo tienda de campaña, en ese lugar,
custodiada por una compañía de voluntarios veteranos, como Guardia de Honor
permanente, en donde se expuso el Santísimo Sacramento.
Luego
se hizo de madera en donde la feligresía
imploraba misericordia a Dios, a la capilla se le fue llamando “ De la Misericordia”. Así le quedó el nombre a la puerta y a todo el barrio. Hubo un
segundo temblor de tierra el 21 de julio de 1843, y cuando todo
retornó a la normalidad el nombre hizo
su raíz de permanencia.
Un
año y casi 10 meses después, en la
noche del glorioso 27 de febrero de
1844, en sus inmediaciones se unieron en el honor y el sacrificio los
Trinitarios, enseñados , formados,
motivados e inspirados por Juan Pablo Duarte, que buscando las Glorias de la
Patria, con el tenor de los labios, la
decisión en el corazón y la acción en
los brazos y las manos se conjugaron en el estruendo del Trabucazo del
impetuoso y ardiente Matías Ramón Mella, que
rompió el sueño de la ciudad dormida e iluminó con destellos refulgentes
la negrura infortuna de la opresión de 22 largos años, convirtiéndose en el
Clarín de la victorias ininterrumpidas, alzándose desde la Misericordia hasta la Atalaya del Baluarte
San Genaro en la Puerta del Conde donde el Grito de Independencia se eleva en
el humo del disparo, escuchándose con aguerrida solemnidad en los campos de
Azua, el 19 de marzo de 1844 y se eleva, cruzando de cumbre en cumbre sobre
picos y quebradas de la alta cordillera, y en
Santiago el 30de mazo del mismo año. Se asparse con sentido de perennidad, proyectado desde las trincheras
humanas de los fuertes DIOS, PATRIA Y
LIBERTAD que acordonaban la ciudad doce dilatados y sacrificados años, hasta las batallas de Sabana Larga y Jácuba
el 24 de enero de 1856.
En
la Misericordia nace la epopeya, es el
parto de la Patria, la Atalaya del Baluarte del Conde, es la Cuna Física de la
Patria, es el grito primero de la naciente República Dominicana y su
Nacionalidad.
Debido
al desarrollo que iba cobrando el nuevo
barrio que crecía extra muros (Ciudad
Nueva), los habitantes de la capital solicitaron que para facilitar la
comunicación entre los vecinos de esos
sectores de la Misericordia y Ciudad
Nueva se abriera de nuevo la Puerta de
la Misericordia, así lo ordenó en 1889 el entonces presidente Ulises Heureaux,
prolongándose a través de la Puerta Grande o de la Sabana HACIA EL OESTE, LA CALLE Arzobispo Porte
honrando a Mons. Don Tomás de Portes e Infante que fue el primer sacerdote dominicano consagrado
Obispo de nuestra Arquidiócesis.
En
1980 se realizaron investigaciones arqueológicas en su entorno y se comenzaron
los trabajos de restauración y puesta en valor como monumento colonial,
histórico, nacional. se descubren los basamentos de forma semi elíptica
del torreón norte. En mayo de 1982 fue demolida la vivienda que ocupaba en lugar del
Fortín Sur, con la misma forma, los cuales se han dejado a la vista. La
dirección profesional de los trabajos
estuvo a cargo del Arquitecto Luis Eduardo Delgado, por asignación de la
Oficina de Patrimonio Cultural.
Fuente
Consultada; Manolo Pérez Saviñon. Boletín
del Instituto Duartiano. Año XIII. NO 20. Enero-Julio 2000. Santo
Domingo. Pág.40-45
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